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Chile, el país de la medianía

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Un rasgo (¿menor?) de nuestra idiosincrasia que nos permite adularnos falsamente a nosotros mismos y que es criticado por nuestros vecinos

Arturo Alejandro Muñoz 

Ni muy adentro que te quemes, ni muy afuera que te hieles. No te vayas a la derecha, pero tampoco a la izquierda… mantente en el centro, siempre en el centro, y ojalá bien camuflado y silente para que tu presencia no llame mucho la atención (es decir, que la llame… pero, poquito).

Todo es así por estos rumbos. También en política, obviamente. Las leyes se dictan dejando siempre intersticios que permitan violarlas o, lo que es igualmente cuestionable, con poco cuerpo, pero mucho margen para interpretar en total libre albedrío su ‘espíritu’. A medias, siempre a medias; es la ‘medianía nacional’.

«Católico, pero no fanático», así como «de izquierda, pero no marxista ni revolucionario». O de derecha, pero no pinochetista. A medias, agüita tibia. Incluso al saludar, cuando se da la mano al contertulio, el apretón es suavecito, a veces casi lánguido, como los aguados besos en la mejilla otorgados al amigo o amiga con quien se tropieza en la calle.

Llama la atención que el nuestro sea también uno de los pocos (¿o es el único?) países de Latinoamérica que carece de un carnaval masivo nacional. Es verdad que antaño teníamos la Fiesta de la Primavera que se desarrollaba casi en todas las grandes ciudades del país y en la misma fecha, con carros alegóricos, candidatas a reina, disfraces, serpentinas, challa, pitos y golosinas, la que duraba dos o tres días, y la gente se reunía en la plaza principal de su pueblo cada tarde para enloquecer de alegría, amistad y risas. ¿Cuándo murió esa sana convivencia que desataba sonrisas y locas esperanzas en nuestros niños? Dicen los que saben que ella feneció con la llegada de la televisión. ¿Habrá sido así? No lo sé, pero sí recuerdo que, por ejemplo, en Curicó esa fiesta primaveral se preparaba con amor y larga antelación pues nadie quería perderse el jolgorio ni escatimar participación. Ya no hay máscaras, caretas, serpentinas ni pitos. Desparecieron los carros alegóricos y las candidatas reinas hoy bailan agarradas al caño.

Más allá de fiestas populares y fútbol, en asuntos políticos es posible asegurar que la izquierda en Chile ha muerto –o tal vez se encuentre gravemente enferma, con síntomas de autopsia-, pues su histórico lugar ha sido ocupado por un verdadero archipiélago de referentes y movimientos (la mayoría, juvenil) conocido como la «whiskierda». Ni muy adentro, ni muy afuera; ni tintín ni tantán, ya que es el lado más amable con el sistema neoliberal que ese sector de la política criolla puede mostrar hoy día.

Esto queda demostrado al comprobarse que la derecha le teme esa whiskierda por la juventud e inexperiencia de sus líderes, mas, no por sus ideas ni por su programa, ya que según se escuchó en un seminario realizado en Machalí, a los noveles dirigentes de ese sector de la política nacional se les bautizó con el mote de «los neurobionta» porque no le darán muerte al sistema, sino más bien fortalecerán algunos de sus órganos principales. ¿Se percata, estimado lector? Ni tintín, ni tantán.

Y en cuanto a la Derecha, nada distinto a lo expresado en las líneas anteriores ocurre allí. Muy por el contrario, la «medianía» es hija de conservadores y liberales. Alguna vez anduvo de juerga con los chunchuleros y parrilleros del viejo y muy republicano partido radical, pero eso fue a mediados del siglo anterior, cuando a los empresarios les resultaba muy difícil gobernar sin la presencia de los «rádicos» (Alessandri Rodríguez dixit en 1958).

Hoy, los derechistas critican y abominan de la existencia del Estado gritando a los cuatro vientos que es un ente casi inútil, que molesta a «emprendedores» como ellos. ¡Delendas Estado!, vociferan, pero, cuidado, pues el Estado son los tres poderes y más. Derrúmbenlo y se acaba todo: ni ley, ni policías, ni protecciones, ni hospitales, ni bomberos, ni nada… el «far west» regresaría a las ciudades y campos… y bien sabemos que los ‘patos malos’ armados y en grupos son dueños de una osadía y violencia difícil de contrarrestar. ¿Eso quieren? ¿No al Estado?

Paren, paren… no le echemos salitre en exceso a ese terreno, pues la cuestión no es tan extrema. Una cosa es el verso y otra es la acción. En resumidas cuentas, lo que la derecha desea es un Estado que la proteja de cualquier intento de democracia verdadera, que la privilegie entrabando en serio la participación del pueblo en los asuntos públicos y, principalmente, que le dé cancha libre para actuar social, económica y políticamente como a ella le plazca y convenga.

Si lo anterior no ocurre de esa laya, entonces esa misma derecha promoverá la idea de que el país está en manos de los comunistas (cuestión inefable, ya que en realidad hoy ambas –derecha y comunistas. se encuentran asociadamente cohabitando en el gobierno). Y si esd la derecha quien gobierna, el turno de la ‘medianía’ le corresponderá a la gente de izquierda, la cual asegurará que los otros, los derechistas, son alumnos del fascismo. La cuestión, en buen chileno, reside en que lo aceptable en cuerpo y alma se encuentra en «lo medido, en lo bien ubicadito. ¿Ve? Todo tibiecito, aunque en la cruda realidad se gobierna con manito de hierro en guante de seda,… pero el asunto es que no se note la intención verdadera… que parezca ‘natural’, sin estridencias ni reconocimiento de causa.

¿No cree que esto sea así? Pero, si hasta en las premiaciones gastronómicas la ‘medianía’ está presente. Mire usted aquello de «la mejor empanada», por ejemplo. En Santiago, los ‘expertos’ privilegian mayoritariamente a negocios y locales ubicados de Plaza Italia hacia la cordillera. De uno de esos comercios surge la «mejor empanada». Masa suave, carne que no pique, cebolla que no llore, en fin… todo «ahí no más», al gusto de la gente de Plaza Italia hacia el oriente, y no según el paladar del pueblo que, generalmente, opta por empanadas de calibres diferentes, de esas que chorrean su jugo hasta el codo porque son «caldúas». Ah, pero la empanada es símbolo de la chilenidad, del pueblo, del huaso, del campo…aunque los oropeles mediáticos se le otorgan a «la otra», a esa con sabores algo europeos y que no pica ni chorrea mucho…. es una premiación a todo lo que sea ‘centradito’.

Eso de que «somos los ingleses de Latinoamérica» tal vez se desprenda de lo que hemos escrito en estas líneas, aunque quienes pueden asegurar haber sido alumnos de Gran Bretaña son los muchachos de la Armada, la marina, la naval, o como quiera que se les llame a los ‘managuás’ criollos. Claro que al igual que los hijos de Albion, no bien nuestros marinos pierden su habitual compostura son capaces de cometer las mayores atrocidades imaginables, como ocurrió entre 1973 y 1998 cuando formaron parte activa de la dictadura militar. Pero, en términos de ‘normalidad’ son ejecutantes perfectos de la medianía, al igual que el 80% de los habitantes de nuestro país.

Somos tan ‘moderados’ que ello lo replicamos en nuestras relaciones con los países hermanos, a muchos de los cuales miramos por sobre el hombro a la vez que sentimos –creemos sentir, mejor dicho- estar más cerca de los europeos…pero, no de cualquier europeo, claro que no, solamente de aquellos que habitan naciones de habla inglesa o alemana, nada más. Sin embargo, muchos de los habitantes de esas mismas naciones ni siquiera saben de nuestra existencia. ¿Dónde está ubicado Chile en el mapa? Algunos europeos, asiáticos, e incluso estadounidenses, nos colocan entre los países centroafricanos, aunque usted no lo crea. Pero nos sentimos ’europeos’, y declinamos aceptar que formamos parte de la América indígena y mestiza a la cual realmente pertenecemos. No, es que ello resulta ser «too much» para quienes pretenden poseer rasgos arios o sajones. En último término, a las perdidas ya, por estos lados se acepta aquello del mestizaje, «pero más tiradito al blanco europeo», aseguran miles. Es la medianía a todo dar….

¿Ha escuchado alguna vez a esos chilenos habitualmente compuestitos en sus modales y accionar referirse, abierta y objetivamente, a espectáculos, películas, libros, obras de teatro o eventos que presenten temáticas controvertidas? Es común escucharles despotricar casi con lamentos contra tales cuestiones y solicitar a la autoridad que «haga algo para evitar que tamañas suciedades sigan circulando en quioscos, cines, canales de televisión y radios».

Pero… a muchos de esos detractores, defensores de la moral victoriana, no bien abordan un avión rumbo al trópico o a Europa, lo primero que preocupa su interés es agenciarse los sitios donde se hallan los «sexo shops», los cines triple equis, los «barrios rojos», la comunidad gay, los casinos de juego y, en su tiempo, las «conejitas». Si se encuentran en La Habana, susurran al oído del guía turístico solicitándole sus buenos oficios para que «alguna cubanita pueda subir a la habitación del hotel», y mientras más joven sea la habanera, mejor. Una vez más, la medianía al ataque.

Como bien se puede barruntar de lo que hemos mencionado, la cuestión principal es simplemente no jugarse a concho nunca por nada ni nadie. Claro, pues eso de la medianía también puede definirse con aquello de distribuir los huevos en muchos canastos, cuestión que bien podría explicar los significativos cambios de opinión que el grueso de la ciudadanía tiene en materias políticas, pues de otra manera, ¿cómo es posible entender que un gobernante, en sólo diez meses, pase de tener 70% de aprobación al momento de asumir su gobierno a solamente 25% diez meses después? La tradición chilena es elegirlo con bombos y platillos y, una vez instalado en la Moneda, darle duro como bombo en fiesta.

El caso de las reformas recortadas y rebajadas sirve de respuesta, ya que no bien se pusieron sobre el tapete de la discusión parlamentaria, comenzó a funcionar el poder de la ‘medianía’. Hay que hacer reformas, pero chiquititas, de a poquito, que no hagan daño a nada ni a nadie, que no cambien demasiado la situación actual… para finalmente dejarlas a medio camino, pero, eso sí, habiendo metido voluminoso ruido los de allá y los de acá para dejar sembrada la falsa idea de que sí se ha hecho mucho al respecto. Es la medianía idiosincrásica chilensis… todo a medias.

Sí, a medias, como esta misma nota que hace honor a la «chilumbiana» (la cumbia chilena), la cual, generalmente, termina con la cantadita frase: «ahí no más».

 

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