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Bukele: Camino a una dictadura millennial y de popularidad en las redes

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por Carlos Pichuante

Nayib Bukele no lidera una república: dirige una puesta en escena. En El Salvador ya no hay separación de poderes, ni control democrático real. Lo que hay es un espectáculo de redes sociales, con filtros, discursos editados y un guion que avanza hacia una dictadura vestida de modernidad.
 
El 1 de agosto de 2025, la Asamblea Legislativa ampliamente controlada por sus aliados,aprobó una reforma exprés a la Constitución que permite la reelección presidencial indefinida. La Carta Magna de 1983 fue alterada en una sola jornada, sin estudios previos ni debate público. Bukele no se ha pronunciado aún, pero el silencio es tan estratégico como su ambición: el camino está allanado para un tercer mandato y más.
 
Organismos internacionales no tardaron en reaccionar. La Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) denunció “una flagrante manipulación de la Constitución” y advirtió: “Aquí es donde años de manipulación constitucional gradual conducen: al desmantelamiento de la democracia”. 
 
Bukele ya había forzado una reelección anterior en 2021, cuando su Asamblea destituyó ilegalmente a los jueces constitucionales y los reemplazó con leales. Fue esa nueva Corte la que abrió la puerta para que el presidente buscara y ganara un segundo mandato consecutivo en 2024, a pesar de que estaba explícitamente prohibido.
 
Todo esto ocurre mientras el régimen mantiene un “estado de excepción” desde 2022, con más de 78 mil detenciones arbitrarias, múltiples informes de torturas, desapariciones y muertes bajo custodia. La seguridad se impone a balazos y sin juicio justo, mientras miles aplauden desde sus celulares.
 
Bukele no gobierna para el pueblo: gobierna para la cámara. No necesita Congreso ni oposición, solo conexión a internet y una buena edición de video. Ha convertido el autoritarismo en una marca y el populismo punitivo en contenido viral. Es el primer dictador millennial: tiene gorra, anillo de bodas, cuenta de X y hambre de poder absoluto.
 
Y mientras miles lo aplauden desde Chile, Colombia o México, vale preguntarse: ¿cuánto falta para que otro presidente latino siga su libreto? El Salvador es hoy el espejo de lo que pasa cuando la popularidad reemplaza a la Constitución y los likes borran las leyes.
 
Bukele no es el futuro. Es el pasado autoritario, disfrazado de modernidad. Y si no se detiene, su receta de redes y represión será el virus político más contagioso de nuestra región.
 
 
 
 
 
 

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