Wladimir Pomar *
Correo de la Ciudadanía, 18-8-2020
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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
El Brasil alcanzó la marca de más de 100.000 muertes por la pandemia. En términos comparativos, aunque el país tiene menos del 3% de la población mundial, tal número de muertes significa que nuestro país produjo más del 13% de las muertes mundiales debidas al Covid19.
A pesar de ello, y sin que se haya erradicado la pandemia, el Gobierno sigue ignorando irresponsablemente su responsabilidad en la tragedia, así como la ausencia de medidas a corto y largo plazo para evitar que la tragedia alcance una escala aún mayor. Es decir, como señalan muchos científicos, hay una tendencia creciente a que la epidemia se intensifique en el Brasil, y podría superar los 18 millones de infectados si sigue manteniendo el promedio actual de infecciones. En tales condiciones, no se puede descartar la predicción de que la tragedia salte a 200.000 muertos para finales de año, siendo la población pobre la principal víctima.
Por lo tanto, la lucha contra la pandemia, aún más que antes, se ha convertido en un problema de salvación nacional, por encima de todos los demás. Por encima de todo lo que ya han hecho, las fuerzas de la izquierda están llamadas a asumir el liderazgo práctico de este combate, presionando a todos los demás sectores económicos, sociales, políticos y judiciales para que impulsen medidas de salvación nacional.
Esto incluye, desde el principio, decisiones para evitar el regreso apresurado a las clases y al trabajo, planes más coherentes para apoyar a las pequeñas y medianas empresas, programas de regreso controlado a las actividades industriales, ayuda financiera para los desempleados, suspensión de las reformas destinadas a aumentar los beneficios del sistema financiero a expensas de otros sectores económicos, y discusión de un programa de desarrollo económico y social a largo plazo para la posepidemia.
Sin embargo, para que esto suceda, es casi seguro que será necesario que la izquierda brasileña, especialmente el PT, actúe para que las elecciones municipales sean un pleito nacional que tenga como centro unificado el debate sobre la salvaguardia de millones de brasileños de los peligros, males y muertes de la pandemia, causada por la irresponsabilidad del gobierno de Bolsonaro.
En el caso concreto del PT, no le bastará con mantener que ha trabajado para reducir la pobreza mediante el crecimiento económico. Después de todo, no logró reemplazar el patrón oligárquico de apropiación del poder y la riqueza con un modelo económico y social menos desigual. Tampoco contaba con una estrategia de lucha contra la corrupción que le permitiera desnudar la falsedad del lavajatismo (alusión a la operación Lava Jato: ndt) y adoptar medidas eficaces para reducir esta plaga que tiene efectos desastrosos en el desarrollo económico, social y político del Brasil.
Además, el PT no puede justificar la existencia, en su seno, de un falso democratismo que accede a realizar alianzas municipales con corrientes bolsonaristas. Necesita retomar su pasado de lucha constante por los cambios democráticos y populares. Es decir, medidas que desarrollen realmente el Brasil, aumenten las tasas de empleo, amplíen la educación, lleven a la mayoría de la población a obtener mayores ingresos por su capacidad de trabajo, impidan las reformas destinadas a alimentar el apetito de los privilegiados, luchen despiadadamente contra la corrupción y consoliden y amplíen las directrices democráticas del pacto constitucional de 1988.
Por lo tanto, la lucha actual debe transformarse, rápidamente, no sólo en una lucha contra la destrucción de vidas por la pandemia, sino también en una lucha por el desarrollo nacional de la educación, la salud, la economía, la nacionalidad y la democracia.
Por un lado, Brasil no puede sentirse orgulloso de competir con Trump por el puesto de segundo campeón mundial en la destrucción de vidas humanas. Por otro, no puede seguir evolucionando en la dirección de volver a la antigua condición de una colonia productora de bienes primarios, en un momento en que el mundo avanza en una nueva revolución científica y tecnológica, y aumenta las condiciones para que su productividad satisfaga las necesidades de todos sus habitantes.
* Escritor y analista político.