Prensa Werken Rojo
Enormes movilizaciones de estudiantes y profesores se realizaron el miércoles pasado contra los recortes de recursos a la educación, anunciados por el gobierno de Jair Bolsonaro.
Cientos de miles de manifestantes salieron a las calles el miércoles pasado para protestar contra los recortes anunciados en educación, de casi un 30%, y la marginación de la Sociología y la Filosofía en las aulas: “La educación no es gasto, es inversión”, defendieron los estudiantes, antes de que el presidente echara más leña el fuego al llamarles “tontos útiles”.
Profesores, alumnos y personal de servicio de universidades federales y de colegios secundarios se declararon en huelga, a la que se sumaron numerosas instituciones de enseñanza privada.
Se realizaron masivos actos en la mayor parte de los estados brasileños y en las mayores ciudades del país, como San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Brasilia.
«Tontos útiles»
Para el ex militar, «la mayoría (de los manifestantes) es militante», desinteresada de los estudios.
«Si se les pregunta la fórmula del agua, no la saben, no saben nada. Son unos idiotas útiles usados de masa de maniobra por una minoría habilidosa que compone el núcleo de las universidades federales», señaló en una reciente visita a Dallas, Estados Unidos.
Desde la llegada de Bolsonaro al poder, la educación se ha convertido en un terreno de batalla para los sectores más radicales del electorado ‘bolsonarista’, decididos a extirpar cualquier vestigio de «marxismo cultural» de las aulas.
Los recortes propuestos por el gobierno comprometen miles de becas para estudiantes, así como el pago de las cuentas de luz, agua, servicios de limpieza y seguridad.
Los ataques de Bolsonaro a la educación empezaron a finales de marzo, cuando se publicó un decreto informando de que congelaba casi 30.000 millones de reales! (cerca de 7.300 millones de dólares). Supuestamente para ajustar el presupuesto y equilibrar las cuentas públicas de un país con una economía estancada y en crisis fiscal desde hace cinco años.
Un gobierno en crisis, un sistema en crisis
La popularidad del presidente brasileño está en el 35%, la menor de un mandatario brasileño en los primeros 100 días del cargo, y sigue creciendo el rechazo por sus medidas contra las minorías, la permisividad con las armas y sus políticas ambientales. Tras más de 4 meses, el gobierno de Bolsonaro está sumido en una aguda crisis política, que no muestra indicios de alguna salida.
Ya a inicios de año el FMI había rebajado las expectativas de crecimiento para la economía brasileña del 2,5 al 2,1%. Aunque distintos expertos consideran que la reducción será mayor. La tasa oficial de desempleo pasó del 11,6% al 12,4% , implicando un incremento de 892.000 nuevos desempleados. Esto ha elevado el número total de cesantes a 13,1 millones. Sumando los trabajadores no contabilizados como parados que no encuentran empleo a tiempo completo, los subempleados o “población activa subutilizada” alcanzan a 27,5 millones de personas!. Las desigualdades sociales y la pobreza también siguen creciendo.
Respecto a los indicadores de criminalidad (uno de los temas que aprovechó demagógicamente y prometió resolver Bolsonaro durante su campaña); tanto los robos como homicidios siguen en niveles récord, haciendo de Brasil uno de los países más violentos e inseguros del mundo.
Todo lo anterior contribuye a una situación de enorme y creciente polarización política y social, afectando a la base electoral de sectores atrasados y desesperados de trabajadores y desempleados; cuyo voto consiguió Bolsonaro en octubre de 2018.
Una preparativo para la huelga general
La masiva movilización estudiantil del miércoles ha dado nuevos impulsos a la oposición, que había sido golpeada en las elecciones de octubre pasado.
En las recientes protestas muchas consignas apuntaron también a la reforma del sistema de pensiones -considerada esencial por el gobierno y los mercados para enderezar las cuentas públicas- y también contra la reciente ordenanza de Bolsonaro que flexibilizó el porte de armas.
Muchos sindicalistas han visto estas movilizaciones como un ensayo de una huelga general convocada para el 14 de junio contra la reforma de pensiones impulsada por el gobierno.
Ante la actual crisis, se ha puesto sobre la mesa el llamado a una huelga general para el 14 de junio. Esta huelga necesariamente, deberá unificar a todos los sectores en lucha contra los ataques de este gobierno reaccionario, planteando todas las demandas de la clase trabajadora, pensionistas, indígenas y jóvenes.
¡Es necesario construir un frente único de la izquierda y las organizaciones de trabajadores, que levante un programa socialista y revolucionario como alternativa al corrupto capitalismo!
¡La lucha ha sido y será el único camino para avanzar, detener a la derecha y transformar la sociedad en líneas genuinamente socialistas!