¡Contra Bolsonaro, defendamos los derechos democráticos e impidamos la contrarreforma de la Seguridad Social!
La victoria de Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas representa un enorme retroceso político para el país y para el pueblo brasileño. No nos corresponde a nosotros compartir el cinismo de los analistas burgueses sobre la legitimidad del proceso y la consolidación de las instituciones democráticas.
Un candidato que defiende explícitamente la dictadura y la tortura y que estimula la violencia en las calles contra opositores, provocando muertos y heridos, no debería ser tratado como un candidato “normal”. La violencia estimulada por el ex-capitán del ejército segó ya la vida de personas como el Maestro de capoeira Moa do Catendê, que recibió 12 puñaladas por criticar a Bolsonaro, o el joven Charlione Lessa Albuquerque, de 23 años, hijo de una sindicalista de la CUT, tiroteado por un bolsonarista mientras participaba en una manifestación en favor de Haddad (PT).
Una semana antes de las elecciones, Jair Bolsonaro amenazó públicamente con prisión o exilio a sus opositores y un vídeo con declaraciones de su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, amenazando cerrar el Supremo Tribunal Federal, fue ampliamente divulgado.
Bolsonaro no será un presidente “normal”. Fue elegido gracias a la serie de golpes y abusos que siguieron al golpe institucional de 2016, que derribó a Dilma Rousseff (PT), y representa la profundización de esos abusos y arbitrariedades. Existe hoy un enorme riesgo para las libertades democráticas y eso tiene que ser dicho en voz alta, fuerte y clara.
Después de ser elegido, justo en medio de una operación para intentar pacificar el ambiente, Bolsonaro continuó profiriendo amenazas. En una entrevista al telediario nacional de la Red Globo, dijo que cuando hablaba de desterrar del país a los “bandidos rojos”, se estaba refiriendo solo a la cúpula del PT y del PSOL e hizo ataques directos a Guilherme Boulos, el candidato presidencial del PSOL y dirigente del MTST (Movimiento de Trabajadores sin Techo).
Los elementos de estado de excepción no declarado, presentes en el panorama político del país desde el golpe de 2016, tienden a profundizarse y cuentan con la omisión o connivencia de las instituciones del régimen político.
Un papel destacado le corresponde al poder judicial cómplice de las arbitrariedades. La justicia burguesa en Brasil encarceló al candidato favorito en las encuestas, abriendo camino a Bolsonaro, y se inhibió ante el delito electoral de la “Caixa 2” (Caja B) cometido por la campaña del ex-capitán.
La financiación ilegal, estimada en al menos 12 millones de reales, por parte de empresarios para promover un enorme bombardeo de fake news por redes sociales privadas fue considerado por la presidente de la OEA (Organización de Estados Americanos) como inédito en una democracia.
El Tribunal Superior Electoral no hizo nada en relación a esto. Las denuncias las hizo públicas un reportaje especial de la Folha de S. Paulo. Periodista y periódico sufren ahora amenazas de bolsonaristas y del propio Bolsonaro.
Por otro lado, no es coincidencia que, en vísperas de la segunda vuelta, al menos 17 universidades brasileñas hayan sufrido intervenciones policiales o de agentes de la autoridad electoral simplemente porque estudiantes, profesores y trabajadores hayan ejercido su derecho democrático de manifestación contra el ascenso de ideas y prácticas proto-fascistas en nuestro país.
La intimidación y supresión de la oposición y del derecho de libre manifestación ya se producen incluso antes de la elección y toma de posesión de Bolsonaro. ¿Qué podemos esperar de lo que vendrá después?
Práctica proto-fascista y política ultra-neoliberal
Aunque no fue su primera opción, el gran capital manifestó su connivencia y después su apoyo directo a Bolsonaro. Su proyecto hoy es mantener algún control sobre los excesos del ex-capitán, pero aprovechar su “legitimidad electoral” y su “mano de hierro” para que se pueda aplicar una durísima agenda de medidas neoliberales radicales.
En nombre de los recortes profundos del gasto público, de las privatizaciones masivas, de la contrarreforma de la seguridad social, son perfectamente capaces de aceptar y tolerar abusos y brutalidades.
El gran capital sabe que la mayoría de los electores de Bolsonaro no votó con la expectativa de empeorar sus condiciones de vida y de perder derechos y, más pronto o más tarde, vendrá la insatisfacción.
Con la excepción de un sector abiertamente de derechas, gran parte del 39,2% de votos sobre el censo total (57,8 millones de electores) obtenidos por Bolsonaro son de personas cansadas del actual sistema político, que deseaban un cambio radical y no vieron una alternativa para ello en el campo de la izquierda.
El restante 61,8% (89 millones de electores) que no votaron a Bolsonaro (votos a Haddad, blancos, nulos y abstenciones) de ninguna manera estarán dispuestos a aceptar una política que ataque sus derechos básicos.
Por todo esto, incluso prometiendo respetar la Constitución, el gobierno tenderá a aumentar los elementos bonapartistas y de excepción ya existentes. Junto a esto, un gobierno Bolsonaro abrirá espacio para prácticas violentas y de grupos para-institucionales y fascistizantes, como fuerza complementaria de su gestión autoritaria.
Podrán existir divisiones y conflictos dentro de la propia clase dominante ante el crecimiento de los elementos bonapartistas del nuevo gobierno. Debemos intentar entender, estimular y aprovechar esas divisiones. Pero tenemos que tener la sólida comprensión de que solamente la fuerza organizada de los de abajo, de los trabajadores y de todos los explotados y oprimidos podrá hacer frente al autoritarismo y a los ataques de Bolsonaro.
No abandonaremos las calles
La victoria de Bolsonaro es una derrota para el movimiento de los trabajadores y empeora la correlación de fuerzas sociales y políticas desde el punto de vista de los explotados y oprimidos. Pero este escenario está siendo definido en estos días. La correlación de fuerzas se define también en las acciones concretas de nuestra clase y nuestras organizaciones de lucha.
Por eso, ha sido fundamental la inmediata convocatoria de manifestaciones para el día 30 de octubre en varias capitales del país por parte del Frente Pueblo Sin Miedo. Es necesario dejar bien claro que no abandonaremos las calles y que no aceptaremos ni amenazas ni intimidaciones contra el movimiento de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, negros y negras, LGBTs, indígenas y todos los oprimidos.
Las acciones del movimiento estudiantil al día siguiente a las elecciones, oponiéndose a las tentativas de manifestación de la derecha bolsonarista en las universidades, como las que ocurrieron en las universidades de Saõ Paulo y de Brasilia, son ejemplos de cómo debemos ocupar nuestro espacio en las calles, en los barrios, en las universidades, en los centros de trabajo, y no dejar espacio para que grupos de carácter proto-fascista avancen.
La defensa de las libertades democráticas es una bandera fundamental que debe ser levantada por todas estas luchas. Debemos también alertar sobre los riesgos de que las maniobras de Temer y Bolsonaro pongan ya a votación en el Congreso medidas de ataque, como podría ser una parte de la propia contrarreforma de la seguridad social. Poner ya en el orden del día el paquete de ataques a la seguridad social libraría a Bolsonaro del enorme desgaste de aprobar esa contrarreforma bajo su gobierno. Una vez más, Michel Temer juega un papel nefasto para el pueblo brasileño.
En este papel de preparar el terreno para Bolsonaro hay que incluir el decreto de Temer que ha producido el nuevo Grupo de Trabajo de Inteligencia encabezado por el actual ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, el reaccionario general del ejército Sérgio Etchegoyen. Será un instrumento que, además de contra el crimen organizado, podrá ser utilizado contra la oposición política.
Corresponde a los sindicatos, centrales sindicales y los movimientos sociales concienciar, agitar, organizar y movilizar desde ahora mismo contra las contrarreformas, en particular la de la seguridad social y también contra las amenazas a la democracia. Es necesario ir creando las condiciones para que en el futuro el movimiento de los trabajadores pueda tomar iniciativas contundentes como lo fue la gran huelga general de abril de 2017, que impidió la aprobación de la reforma de la seguridad social en aquel momento.
Los días que precedieron a la segunda vuelta vieron renacer un amplio movimiento de activistas que, muchas veces de forma espontánea, pasaron a la acción, organizando repartos de panfletos, propaganda de casa en casa, debates y reuniones en las plazas públicas, acción en las redes sociales, etc., combatiendo a la extrema-derecha y a Bolsonaro.
Surgieron muchos comités de lucha, brigadas por la democracia, frentes antifascistas y otras iniciativas. Una nueva capa de activistas nació o volvió a la actividad, generando enorme esperanza y solidaridad mutua.
Este movimiento necesita continuar y fortalecerse. La organización por la base de la lucha y la resistencia es lo que dará fuerza efectiva al movimiento y garantizará mecanismos democráticos de participación y decisión en nuestra lucha. Es fundamental la organización territorial y en los centros de trabajo y estudio, de forma amplia y democrática, para que se pueda organizar la resistencia contra el gobierno y las bandas de extrema-derecha.
La garantía de nuestra seguridad se dará fundamentalmente a través de la organización colectiva. Las acciones de solidaridad, la presión política, las acciones de masas, e incluso las iniciativas prácticas de autodefensa, solo pueden ser efectivas si son organizadas colectivamente. Esa es una tarea que las organizaciones de masas de la clase trabajadora deben asumir, con la participación directa de cada comité, brigada, grupo local y regional.
Frente único y alternativa de izquierda socialista
El momento actual es de frente único de todas las organizaciones de la clase trabajadora para la resistencia contra Bolsonaro y la extrema-derecha y su programa autoritario y neoliberal.
Además del frente único de los trabajadores, que une a las centrales sindicales, movimientos sociales y partidos de la clase trabajadora, es necesario que construyamos una unidad de acción aún más amplia con organizaciones democráticas de la sociedad civil, etc. Esto procede principalmente en lo que se refiere a los ataques a los derechos democráticos.
Sin embargo, es necesario que comprendamos que el motor fundamental de esa lucha tiene que ser la acción unificada y coordinada de las organizaciones de los trabajadores y los oprimidos. Solamente nuestras organizaciones de clase podrán establecer el vínculo necesario entre la defensa de las libertades democráticas y el combate contra la agenda neoliberal y de medidas anti-obreras y anti-populares. En este momento el autoritarismo y las contrarreformas neoliberales se retroalimentan y tienen que ser derrotados conjuntamente.
En esta lucha la izquierda socialista también necesita estimular el debate y la reorganización de la izquierda. No podremos vencer a la extrema-derecha sin entender profundamente como hemos llegado a la situación actual. Esto significa entender en profundidad el fracaso de las políticas de conciliación de clases y de adaptación al sistema político adoptadas por el PT y el sector Lulista en todo el último período.
La experiencia de la actual derrota solo servirá de algo si, en el proceso de resistencia y lucha, amplios sectores de la clase trabajadora y de la juventud, mujeres y demás sectores oprimidos llegan a conclusiones sobre la necesidad de una nueva fuerza política de izquierda y socialista, basada en la lucha directa de los trabajadores, organizada por la base, radicalmente democrática y que adopte un programa anticapitalista y socialista para salir de la crisis actual.
Esa alternativa de izquierda tiene que pasar por el PSOL y los avances que ha conquistado hasta ahora, pero tiene que ser aún más amplia, implicando la alianza con el MTST y otros movimientos sociales. Tiene también que estimular la reorganización de los sectores clasistas y de izquierda combativa en el movimiento sindical, popular y estudiantil.
La extrema-derecha canalizó gran parte de la insatisfacción popular porque en parte se presentó como lo nuevo, lo radical y lo fuera del sistema. En realidad, representan la continuidad y la profundización del fallido orden actual y del caos.
Nosotros, la izquierda socialista consecuente, debemos ofrecer al conjunto de la clase trabajadora y el pueblo una bandera nueva, radical, combativa y cargada de los valores de igualdad, solidaridad, democracia y socialismo.
¡A la lucha!
Comité Ejecutivo de la LSR
Liberdade, Socialismo e Revolução