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Brasil – Brumadinho, Crimen continuado

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Las historias se mezclan y las pesadillas no acaban. A tres años del desastre de Mariana, otro dique devasta Minas Gerais, en Brasil. La mina Córrego do Feijão reventó y entre muertos y desaparecidos ya hay más de trescientas personas. Las víctimas son otras, pero los responsables son los mismos: la minera Vale –una de las más poderosas del mundo– y un modelo minero-energético en el que vidas como las que pueblan estas líneas parecen no valer nada frente a la desaforada sed de lucro.

Guilherme Weimann/Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 8-3-2019

“Era como si el mundo se estuviese acabando. Yo sé que nadie escuchó el mundo acabándose, pero esa fue la sensación que tuvimos. Fue mucho ruido y mucho polvo”, dice Renato. Sus palabras podrían haber sido pronunciadas por algún habitante de Brumadinho, pequeño municipio del estado de Minas Gerais, afectado por la ruptura del dique de desechos de minería el 25 de enero de este año. Pero en realidad estas fueron palabras de Renato José Martins en diciembre de 2015, un mes después de que Bento Rodrigues, pueblo en el que vivía, fuera destruido por el barro de la Barragem de Fundão, en Mariana, también en Minas Gerais.

Y no son apenas los relatos los que se aproximan. Las dos rupturas, separadas por tres años y dos meses, presentan diversas semejanzas que revelan un modelo de minería presente en prácticamente todo el territorio de Brasil. Y como principal actor de estos dos crímenes está Vale SA, una de las mayores empresas de minería del mundo.

En el caso de Mariana, que mató 19 personas y contaminó toda la cuenca hidrográfica del Rio Doce hasta llegar al mar, Vale divide responsabilidades con la minera angloaustraliana Bhp Billiton, con la que juntas crearon otra empresa llamada Samarco. Ya en Brumadinho, en la mina de Córrego do Feijão, la minera transnacional de origen brasileño es la única propietaria, y consecuentemente responde sola por el tsunami de barro que hasta el momento dejó 310 víctimas entre personas muertas y desaparecidas, según los datos de la Defensa Civil.

Parte de esa estadística, actualizada diariamente por los bomberos de Minas Gerais, tiene un significado mucho más profundo para Carmen Vicentina Barbosa. Vecina de 74 años, nacida y criada en Córrego do Feijão, poblado rural perteneciente a Brumadinho, ya jubilada, rememora los momentos de pánico enseguida del rompimiento: “Yo estaba sola acá en casa viendo el informativo. Ahí empezaron a golpearse demasiado los vidrios, parecía que se rompían. Y yo pensé que acá nunca había habido temblores de tierra: ‘¿Será que ahora estará temblando?’. Fue horrible, ¿sabés? Miré el estante y estaba todo impecable. Fue ahí que supe que no era temblor de tierra”. Cuando el reloj marcaba las 12.30 del 25 de enero de 2019, un viernes, un estruendo avasallante dio inicio a un tsunami que derramó en pocos minutos 13 millones de metros cúbicos de desechos mineros de hierro sobre la comunidad.

“Mi vecina me vino a buscar: ‘Vamos a correr para arriba que la presa reventó’. Ahí me fui para arriba, a la casa de mi hijo. Si no me iba, me agarraba, porque fue todo muy rápido lo que ocurrió ese día y yo estaba sola acá en casa”, recuerda. A partir de ese instante, Carmen pasó a vivir de esperanza y desilusión. Eso porque hasta hoy su nieto está entre los desaparecidos: “Perdimos a varias personas allá adentro. Mi nieto está dentro del barro. Mis sobrinos también. Y muchos conocidos también, que se criaron acá con nosotros. Está todo ahí adentro de ese barro”.

Drama parecido está viviendo Wilson Francelino Caetano, de 64 años, que vive en la ciudad de Pará de Minas. Wilson realiza diariamente el camino de 100 quilómetros que separan su casa del centro comunitario de Córrego do Feijão para esperar noticias de su hijo desaparecido. “No tenemos información alguna. Hace 12 días que estoy esperando por algún resultado, para encontrar mi hijo, pero nadie de la Vale vino a buscarme para decirme ‘su hijo está aquí’”, dice Wilson, y cuenta que los de Vale conversan con él para ver si está bien. “¿Pero cómo voy a estar bien si perdí a mi hijo?”, pregunta con mirada firme.

Su hijo, que se llamaba Luiz Paulo Caetano, tenía 31 años y trabajaba como mecánico para la minera. Recién se había casado y la empresa lo llamó para arreglar una máquina justo el viernes del desastre: “Lo enterraron en el barro, él está allá. Pero nadie me da noticias. Él vino a trabajar, no a morir. Hacía pocos días que se había casado, tenía su esposa, su casa, y ellos se lo arrancaron todo. Y para completar me lo están sacando a mí. Yo vengo para acá todo el santo día para esperar si alguien viene a reconfortarme: ‘encontraron a tu hijo’. Aunque sea un pedazo de él, lo quiero de nuevo. Quiero enterrar a mi hijo”.

Sobre los motivos del rompimiento, Wilson es enfático al responsabilizar a los directores de Vale, en especial el presidente de la empresa, Fabio Schvartsman: (1) “Yo quisiera saber si el presidente de la Vale querría que su hijo estuviese ahí dentro, o su esposa. O que su sobrino estuviera ahí dentro. No, él no los puso ahí para morir. Mató a los hijos de los otros. Todo por ganancia, de un infeliz que no supo tener el control de lo que estaba haciendo. Sólo quería dinero y más nada. Sólo dólares es lo que él quiere. A ellos no les importaba la cantidad de vidas que se iban a perder”.

Criminal

En la primera sesión de la comisión externa creada por la Cámara de Diputados para investigar las causas del crimen, sólo una persona se quedó sentada durante el minuto de silencio en homenaje a las víctimas: Fabio Schvartsman. La foto sembró desprecio e indignación. Pero había más. “Vale es una empresa extraordinaria. Es una de las mejores, sino la mejor empresa que conocí en mi vida. Es una joya brasileña que no puede ser condenada por un accidente que ocurrió en uno de sus diques, por más grande que haya sido la tragedia”, dijo con desparpajo el empresario.

Uno de los diputados por Minas Gerais, André Janones, del partido de centro-derecha Avante, se indignó: “Lo que el pueblo brasileño dice hoy es que ustedes son unos bandidos, asesinos, que deberían estar presos. Usted dijo que no sabe lo que pasó, pero eso está muy claro. Usted representa una empresa que busca el lucro por encima de todo. Ustedes colocaron los números en el papel, y vieron que valía la pena matar a todas esas personas, que en la óptica de ustedes no valían nada”. Y en tono alto remató: “Ustedes reinan en el país de la impunidad. Pero vamos a ir hasta las últimas instancias para que esta sea la última vez que estén aquí sin esposas, tratados como autoridades y no como bandidos, que es lo que realmente son”.

Lo del país de la impunidad resulta evidente a la vista de lo que ha ocurrido hasta hoy en el crimen de Mariana. A tres años del desastre no hay ningún condenado. En total, entre personas físicas y jurídicas, son 26 los denunciados por el Ministerio Público Federal, en un proceso que está en la justicia de Ponte Nova (Minas Gerais) desde noviembre de 2016. Las mineras Samarco, Vale y Bhp Billiton responden por siete crímenes contra el ambiente que incluyen polución calificada contra flora y fauna y falsa declaración de estabilidad del dique. En este aspecto, la empresa Vogbr y su ingeniero Samuel Loures responden por emisión de laudo ambiental engañoso. Las 21 personas físicas, además de responder por algunos de estos delitos de las empresas, son objeto de investigación por homicidio doloso calificado, por medio insidioso o cruel, calificación que vuelve imposible la intervención de la defensa de las víctimas. Las esposas en las manos de los empresarios resultan bastante más difíciles de visualizar.

La respuesta del también diputado federal electo en Minas Gerais por el Partido de los Trabajadores, Rogerio Correa, fue: “Nadie está preso después del crimen de Mariana, que prácticamente mató el Rio Doce. La Vale es criminal. Es impresionante cómo el presidente de la empresa continúa como una estrella de cine, hablando en la televisión como si fuese un artista, sobre lo que hará a partir de ahora. Ese sujeto, ese sí, ya debería estar preso preventivamente para no borrar las pruebas del crimen que Vale cometió”.

Para Correa, la principal causa de desastres como los que ocurrieron en Mariana y Brumadinho es la privatización del sector: “La privatización del sector minero fue un suicidio. Actualmente no tenemos más empresas que se preocupen estratégicamente por el país. ¿Qué es lo que quiere Vale? Exportar hierro. Entonces hace las presas más baratas, extrae lo más que puede y vende. No industrializa el país, sólo exporta. Y así Brasil no se piensa estratégicamente”.

Surgida en Minas Gerais en el año 1942 como Compañía Vale do Rio Doce (Cvrd), pasó a llamarse Vale a secas por una decisión de 2007 que según la empresa “tuvo en cuenta la ‘brasilidad’, la fuerza, la simplicidad y la sonoridad del nombre Vale, que será usado en ocho idiomas”. La medida tuvo algo de profético: en 2015 la ruptura de la presa de Mariana devastó el río antes invocado. La empresa fue estatal hasta 1997. La vendió el gobierno de Fernando Henrique Cardoso a empresarios brasileños por valor de 3.300 millones de reales. En la época, solamente sus reservas minerales eran estimadas en más de 100.000 millones de reales por especialistas del área. En contrapartida, al año siguiente de la privatización, los dueños ya habían obtenido un lucro líquido de 1.000 millones de reales. Cometidos en la región en la que nació, creció y hasta hoy domina, los crímenes de la Vale tienen rasgos de parricidio.

Y si trabajo, me matan

La presa de la mina Córrego do Feijão estaba localizada justo encima del comedor de los trabajadores que, de acuerdo con Vale, sumaban 613 directos y 28 tercerizados, divididos en tres turnos de las 24 horas de cada uno de los siete días de la semana. Entretanto, esos números son cuestionados por el Sindicato de los Trabajadores de la Industria de la Construcción Pesada de Minas Gerais (Siticop-MG), que estima en 500 el número de trabajadores tercerizados en la mina.

Uno de esos trabajadores es Celso Henrique Oliveira, de 20 años, que vive en Córrego do Feijão desde los 3. Cara de pibe de barrio, trabajaba para Brasalitas, una tercerizada que se encargaba de la limpieza de los vagones de la Mrs, otra empresa tercerizada responsable del transporte de la carga de Vale. Se salvó del barro porque la ruptura ocurrió fuera de su turno de trabajo, pero perdió dos amigos: “Uno era maniobrador y el otro maquinista, éramos amigos e infelizmente fallecieron. Es complicado porque la gente de Vale, por lo visto, no quiso alertar a nadie. El ‘Ceará’ (apodo popular para los que vienen de aquel estado del nordeste brasileño) y yo habríamos empezado a laburar a las 20.40, cambiábamos de turno con Claudio y el Levi. Infelizmente Claudio falleció, y el Levi hasta ahora está desaparecido y no tenemos noticias de él”.

El dolor de la pérdida se mezcla con la rabia cuando el joven comenta sobre su sospecha de que los altos funcionarios de la minera sabían de las posibilidades de ruptura: “Yo vi que había una lona azul allá al pie de la presa, y traté de saber si había alguna pérdida o algo, pero nadie me dijo nada. Le pregunté a un funcionario de Vale, que era mi amigo, y me dijo que era sólo un trabajo que estaban haciendo, pero que no era una pérdida. Por eso creo que ni él sabía, incluso con acceso a todas las áreas. Creo que los jefes lo quisieron esconder”. A pesar de la indignación, Celso querría retornar al trabajo un día: “A mí me gustaría trabajar dentro del área, porque me gustaba mi profesión. Además porque ese negocio de quedarse al pedo no funciona. Tenemos que correr atrás de conquistar los sueños que tenemos”. Sin embargo, con una condición: “Lo que ellos no pueden hacer es volver a hacer una presa como esa, con agua. Si así fuera, yo me cambio de profesión y no piso nunca más ahí adentro”. Celso y otros funcionarios de Brasanitas que trabajaban en la mina tomaron una licencia colectiva de tres meses, pero todavía no tuvieron ninguna garantía de la empresa ni de Vale sobre la continuidad del trabajo.

Una decisión firmada este 24 de febrero por el juez, Ordenisio Cesar dos Santos (Juzgado Laboral de Quinto Turno de Betim, Minas Gerais) determina la expedición inmediata de un oficio para detener los frentes de trabajo afectados por el rompimiento de la presa en la mina Córrego do Feijão. Con esto, de acuerdo al artículo 161 de la Consolidación de las leyes de trabajo, (2) evocado por el juez, los trabajadores deberán recibir integralmente los salarios durante el tiempo en que dure la interrupción.

En la decisión, el magistrado afirma que “estamos frente a la mayor tragedia socioambiental, y el mayor accidente de trabajo de la historia de Brasil desde el punto de vista de las pérdidas humanas”, y que “las consecuencias de la tragedia en la vida y en la salud física y mental de los familiares de los trabajadores muertos y de los trabajadores que por suerte sobrevivieron a la tragedia son inestimables, exponenciales y continuadas”. El argumento se basa en una investigación citada por el Ministerio Público del Trabajo acerca del otro “gravísimo accidente”: el rompimiento de la mina de Fundão, en Mariana, también controlada por Vale. En esta línea, “depresión, consumo excesivo de drogas e ideas suicidas están entre los síntomas esperados en familiares, amigos y colegas de trabajo de las víctimas de la tragedia de Brumadinho”.

En Samarco hubo un plan de dimisión voluntaria que desvinculó a 600 trabajadores directos de la empresa. Además, de acuerdo al sindicato, hubo aproximadamente 700 trabajadores tercerizados que perdieron su fuente de trabajo.

Por todo lo que perdí

“Nosotros seguimos durmiendo acá después del rompimiento. Pasan los helicópteros, las paredes tiemblan y todas esas cosas. Yo le fui avisando al personal que el techo de mi casa se estaba cayendo. Ahí ellos me respondían que iban a ver. Y no nos sacaron de acá. Hasta que llegó una mañana en la que estaba durmiendo en otro cuarto y escuché un ruido. Cuando miré, las tejas se me estaban volando. Mi sobrino y yo salimos corriendo, no pudimos agarrar nada”,cuenta en medio de lo que le quedó de la casa Cleiton Cândido da Silva, de 38 años, con la gorra apuntando hacia arriba, y una cinta negra de luto abrochada en el pecho de la camiseta amarilla sin mangas que viste.

A su casa se le voló el techo por estar localizada al lado del pasto de la iglesia que se convirtió en punto de apoyo de los equipos de rescate de Córrego do Feijão, área castigada por el viento de los rasantes vuelos de los helicópteros que llevan a los bomberos a las áreas afectadas por el lodo. Por eso, Cleiton se tuvo que mudar a una casa alquilada y hasta el momento no ha tenido respuestas sobre su futuro. Nacido y criado en la comunidad, vivió gran parte de su vida allí, pero ahora se divide hace algunos años con la cercana ciudad de Itabirito (Minas Gerais), donde vive con su familia y trabaja como mecánico en la empresa Herculano Minería. Cuando recibió la noticia del rompimiento de la presa corrió para su comunidad a buscar noticias de parientes y amigos. “Lo que pasó fue un crimen, eso es una tentativa de homicidio. Por más que yo no trabajase más allá adentro, podría estar pasando por algún lugar acá cerca y haber muerto. ¿Pero qué decir? ¿Cómo te vas a meter con una empresa grande de esas? Si ellos hicieron esto con tanta gente, ¿no lo harían con una persona como yo?”, afirma y se pregunta Cleiton.

Desde el 25 de enero, los habitantes de la región conviven con el ruido y una cantidad anormal de personas en el tranquilo poblado que tenía 500 habitantes antes del desastre. Pero para Cleiton ese no es el problema: “Yo me quedo pensando cómo será después de que acabe todo, después de que se acabe el ruido y venga el silencio. ¿Cómo quedará la psiquis de las personas? Muchos precisarán de cuidado especial. Y es ahí que nos va a caer la ficha. Porque ahora hay movimiento para acá y para allá. Pero cuando venga el silencio, es ahí que va a ser duro. Cuando se den cuenta de los estragos que han hecho por ahí. En cualquier lugar de la región por el que andes vas a  encontrar marcas de alguna cosa. Todo te hará recordar de nuevo. Y ese será el problema: cuando venga el silencio”.

Notas

1.El domingo O Globo informó que Schvartsman ha sido sustituido por Eduardo de Salles Bartolomeo en la presidencia de la firma. Este último ya estaba vinculado a la minera, pero era más conocido por su largo desempeñó en la dirección de Ambev, empresa que controla las cerveceras uruguayas. La cifra oficial de muertos llegó a 186 y la de desplazados a 25 mil.

2.Un conjunto de leyes surgido en el primer período de gobierno de Getúlio Vargas (1930-1934).

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