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Argentina – «Milei es el botón de una bomba que la sociedad quiere hacer estallar»

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Con el sociólogo y ensayista Alejandro Horowicz

«Milei es el botón de una bomba que la sociedad quiere hacer estallar»

Para Horowicz, la crisis argentina es el resultado de un modelo económico nacido en 1975 y que los gobiernos sucesivos apenas se dedicaron a gerenciar. En ese marco, y ante el aparente fin del kirchnerismo, emerge sin caretas una derecha que viene por todo, ante una izquierda que sigue sin procesar sus derrotas.

Fabián Kovacic, desde Buenos Aires

Brecha, 13-10-2023

https://brecha.com.uy/

En setiembre pasado Horowicz publicó El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo (Ariel, Buenos Aires). Ya en clima preelectoral, se permitió agregar el último capítulo a la saga que iniciara en 1985, cuando publicó su ya clásico ensayo Los cuatro peronismos (Edhasa, Buenos Aires), donde analiza la historia política argentina desde fines del siglo XIX para entender la irrupción del peronismo en la escena política, social y económica argentina a mediados del siglo XX.

—¿Cómo llegamos a esta instancia electoral, impensada hace diez años?

Es correcto ubicar una década como puente entre estas etapas. No hay que olvidar que sin la victoria del menemismo todo esto hubiera sido imposible. Hay un ciclo económico y político que se cierra en 1976. Hasta ese momento, los trabajadores se llevaban entre el 42 y el 48 por ciento de la torta que había para repartir en la economía argentina. El 42 por ciento cuando las cosas no andaban bien por gobiernos más ajustadores o dictaduras militares y un 48 por ciento cuando había gobiernos populares. La devaluación de la moneda implementada por el ministro de Economía peronista Celestino Rodrigo en 1975 fue implementada por decisión de las clases dominantes argentinas. No fue obra ni del Departamento de Estado ni del FMI. Entre la dictadura burguesa y genocida de 1976 y 1991, el país vivió un período de inflación permanente. La llegada de Carlos Menem al gobierno y la decisión de su ministro de Economía Domingo Cavallo de imponer una convertibilidad, el uno a uno del peso con el dólar, frenaron la inflación e hicieron creer que éramos un país del primer mundo.

En realidad, Cavallo se olvidó de que usó una herramienta que ya había dado resultado en 1890, llamada Caja de Conversión y creada por Carlos Pellegrini para frenar la crisis de esos años. Pero era una herramienta para frenar una sangría y no un programa económico. Esa herramienta se agotó en el año 2000, y un año más tarde tuvimos la crisis que terminó en estallido gracias a la marginalización social creciente. El bloque dominante logró así reducir ese reparto de la torta de un 48 por ciento a menos de la mitad: hoy es del 23 por ciento. Aparecen en 2002, como nunca antes, los subsidios para paliar la crisis social. Todos los gobiernos que vinieron desde entonces llevaron a la práctica el programa del bloque dominante: endeudarse y fugar las divisas. El kirchnerismo, con viento de cola en el comercio exterior con las commodities, pudo saldar deuda con los organismos internacionales, acumular dólares en el Banco Central y fugar divisas, todo al mismo tiempo. Ese es el programa del bloque dominante.

—¿No hubo diferencias entre los gobiernos?

Desde el punto de vista económico, todos apoyaron la libre flotación cambiaria para las divisas, pese a cualquier discurso en contrario. Recién en 2014 Cristina Fernández tuvo que implementar el cepo para frenar la hemorragia de dólares y pese a todo Macri también tuvo que repetirlo al final de su gobierno porque el drenaje era monumental. Lo que hizo el gobierno de Alberto Fernández fue continuar con esa lógica mientras nos decía que estaban luchando por la liberación nacional.

—Y ahora aparece Javier Milei como último exponente de la irracionalidad

Milei expresa lo que la sociedad piensa de su dirigencia política: que es una mierda. Milei es el botón imaginario de una bomba que muchos en la sociedad quisieran hacer estallar, sin más consecuencias que el desahogo ante tanta corrupción impune, tantas décadas de impotencia frente a un modelo expoliador que deja una sociedad cada vez más empobrecida.

—¿Frente a esa irracionalidad, dónde queda la racionalidad de la izquierda, hoy en Argentina electoralmente reducida al trotskismo?

La izquierda sufrió un golpe histórico en 1990 cuando el socialismo fue derrotado en la Unión Soviética. Pero la izquierda jamás procesó esa derrota. En Argentina la actual izquierda no habla en serio, habla en serie. Hay un discurso que enuncia y proclama. Pero en realidad a esta izquierda argentina le alcanza con esos enunciados para llegar a seis diputados. Con suerte, la siguiente elección se juega una banca; si la gana, mantiene el número y si la pierde, retrocede a cinco. Y esas son las cuentas que saca elección tras elección.

El programa del bloque dominante se va a seguir ejecutando porque tanto Javier Milei como Patricia Bullrich y Sergio Massa son parte de ese juego político y económico. Lo mismo puede decirse de Juan Schiaretti, el gobernador de Córdoba: es parte de ese modelo económico y político de las clases dominantes. Su provincia, con todas las bondades que se encargó de mencionar en los dos debates presidenciales, es un territorio sojero donde el capital multinacional está instalado y sostiene el modelo de negocios. Esta elección no discute el programa del bloque dominante, lo confirma.

—¿Del kirchnerismo no se puede esperar nada más?

El kirchnerismo es el cuarto peronismo. El primer peronismo terminó en el golpe de 1955. El segundo con la dictadura genocida de 1976. El tercero con el menemismo. El kirchnerismo ya está en estado de descomposición agónica. Lo que queda del peronismo es una corriente residual que está instalada en la provincia de Buenos Aires bajo el gobierno de Axel Kicillof, que por cierto no tiene hoy la reelección asegurada. Miremos lo que pasó con el caso de Martín Insaurralde [exintendente de Lomas de Zamora y hasta el mes pasado jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, imputado esta semana por lavado de activos y evasión tras una serie de escándalos mediáticos en los que se reveló que posee una millonaria fortuna acumulada durante su función pública] para darnos cuenta de lo que son capaces los intendentes de la provincia de Buenos Aires cuando las cosas no son como pretenden. Lo mismo puede decirse de la Liga de Gobernadores [los mandatarios provinciales peronistas de las provincias del norte]. Todos ellos responden a sus propios intereses y se alían con quien pueda garantizarles esos intereses que emanan del poder de sus cargos. Cuando Milei habla de que existe una casta, tiene razón. El tema es que cuando la pelea es por los cargos, aquellos que no tienen lugar en una lista electoral van a parar a otra. En este caso, la plataforma de Milei es un rejunte de todos aquellos que no tuvieron lugar en aquellas otras listas electorales y por lo tanto también es parte de esa casta.

En cuanto al kirchnerismo, un movimiento que no puede proponer y sostener un candidato propio no existe. Incluso en 2019, cuando las expectativas, después del macrismo, eran considerablemente esperanzadoras, fueron los propios protagonistas, Cristina y Alberto Fernández, quienes decidieron descerrajarse un tiro en el pie. Primero con el vacunatorio VIP en plena pandemia de covid-19 y después con la fiesta de cumpleaños celebrada en plena cuarentena en la residencia presidencial de Olivos, violando el pacto moral que Alberto había propuesto a la sociedad. Cuando en 2021 el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, logra un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional [FMI] para resolver en parte la deuda dejada por Macri, fue la propia Cristina la que aguó un acuerdo, que por supuesto era de ajuste, pero con una razonabilidad algo mejor que la de los acuerdos actuales. Estamos frente a una clase dirigente que hace décadas que no piensa más que en el corto plazo y los parches.

—¿Eso explica el agotamiento social y el surgimiento de Javier Milei?

Milei es el nombre propio del hartazgo social frente a una democracia que desde 1983 viene generando desazón. Gana las elecciones primarias con 8 millones de votos. Cuatro años antes, en la misma instancia electoral, Alberto Fernández había cosechado 10 millones de votos. Ahí está visible buena parte del cansancio social. Que ninguno de los tres últimos presidentes esté en carrera en este turno electoral habla de ese cansancio y de una descomposición social frente al fenómeno de la política. Y es esa descomposición la que potencia la distancia entre los representados y sus representantes. Las recetas económicas reproducen esa crisis potenciada cuando permiten que el excedente productivo termine en el sistema financiero internacional y por lo tanto alimentan el crecimiento de la pobreza endémica en un país en crisis. En 2015 la pobreza era del 30 por ciento, en 2019 rozaba el 35 y ahora supera el 40 por ciento. Y los 10.000 millones de dólares rechazados al FMI por decisión de Martín Guzmán y Alberto Fernández, en 2019, son los requeridos ahora al mismo organismo por Sergio Massa y Alberto Fernández para mitigar la corrida del dólar, en ascenso hace varios meses.

—¿Qué se puede esperar de Milei en este sentido?

La situación actual indica que será el próximo presidente. Representa lo mismo, como venimos diciendo, solo que se trata de una persona sumamente elemental. Cuando Milei dice que va a dinamitar el Banco Central, le habla a esa sociedad harta, pero quienes van a hacerse cargo de las finanzas en su gobierno aclaran que el Banco Central en realidad tendrá otro rol. Cuando Milei sostiene que no va a comerciar con países comunistas, como China, quienes se harán cargo de las relaciones exteriores y el comercio internacional aclaran que en realidad quiso decir otra cosa. De modo que ese discurso brutal termina adaptándose al modelo del bloque dominante a medida que se acerca al poder.

—¿Cómo se inserta en la corriente de Milei su candidata a vice Victoria Villarruel, abogada de represores, y todo su discurso negacionista de los crímenes de la dictadura?

Cuando vos tenés a los organismos de derechos humanos cooptados por el establishment, con la excepción de Madres Línea Fundadora, que es una mosca blanca, una excepción, terminás abriendo paso a esto que enarbola Milei con Villarruel. Si pretendés reivindicar a los desaparecidos, asesinados y torturados de 1976, mientras en las barriadas siguen matando pibes por el gatillo fácil y desapareciéndolos porque no tenés una política de seguridad, una política contra el narcotráfico, te van a seguir pasando estas cosas.

–¿El 19 de noviembre, día del balotaje, será el día de la muerte del peronismo?

No lo sé. Hoy el peronismo va camino de convertirse en una caricatura de sí mismo, como ya le pasó a la Unión Cívica Radical [UCR, hoy dentro de la coalición opositora Juntos por el Cambio]. ¿Qué tiene que ver esta UCR con Hipólito Yrigoyen [presidente entre 1916 y 1930], o con Arturo Frondizi [presidente derrocado en 1962], o con el mismo Raúl Alfonsín [1983-1989]?

—¿Qué le queda entonces al peronismo?

Juan Perón el 13 de octubre de 1945, desde su prisión en la isla Martín García, le escribió una carta a Evita en la que le decía que se iban a casar e iba a retirarse a escribir un libro para mostrar quién tenía razón en esa coyuntura histórica. Cuatro días después estaba encabezando un movimiento de trabajadores y empezando una historia que nunca se había imaginado. Las masas populares reclamaban a Perón. El peronismo fue una invención desde abajo. En medio de esos reclamos desde abajo, aparecen los hombres que encabezan los movimientos porque interpretan esos reclamos y encauzan las respuestas. Esto no lo estamos inventando nosotros: un señor llamado Carlos Marx lo planteó hace mucho tiempo. El pensamiento tiene una estrecha relación con la forma de actuar.

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