Mientras hay quienes buscan desvirtuar el carácter del estallido, desde El Pincoyazo analizamos el detonante, las causas, los niveles de organización y la reacción constitucional que logró descomprimir el proceso para luego meter todo debajo de la alfombra. Al no haber un tejido mayor de organizaciones fuertes y articuladas en torno a un programa de transformaciones claro, la fuerza social no tuvo conducción, impidiendo poner el foco en resolver problemas materiales concretos por sobre las demandas de mayor «democracia».

El detonante
La dura represión ejercida contra el movimiento estudiantil que protestaba contra el alza del transporte público fue la gota que rebalsó el vaso. El 18 de octubre la protesta se extendió masivamente a las poblaciones y al día siguiente, a todo el país.
El carácter de la protesta
Desde El Pincoyazo observamos que, desde un comienzo, el elemento más transversal de la protesta fue su carácter anti-represivo, algo que se expresó muy claramente no solo en el enfrentamiento con las policías, sino también en el contenido de los cantos de la calle, lo cual no se detuvo ni siquiera con el despliegue de los militares desde el mismo 19 de octubre, cuando Piñera decreta Estado de excepción.
A esto se sumó el posicionamiento de demandas asociadas a distintas áreas de la vida que, a nuestra visión, no surgieron de forma espontánea, en el sentido de que se trataba de demandas que ya se encontraban posicionadas como efecto del conflicto social previo, en particular las surgidas del movimiento feminista y del rechazo al sistema de AFP.
Las causas
Más de 30 años de abusos, robos de cuello y corbata y saqueo de nuestros recursos naturales, pero por sobre todo, no llegar a fin de mes, viviendo para trabajar y así poder pagar deudas para comer, estudiar, vestirse o tener salud. En otras palabras, el detonante abrió una olla a presión que expulsó una larga historia de injusticia.
Quienes viven de sus privilegios, conscientes del lugar que ocupan, sintieron miedo. Tanto, que pidieron perdón en los matinales y prometieron compartir sus privilegios. Hasta hoy, nada de eso ha ocurrido, al contrario. La desigualdad se ha profundizado
Bajos niveles de organización y articulación social
Es importante recordar también que el escenario de impugnación generalizada abrió el paso a una oleada masiva de acciones directas, asociadas a tomas de terrenos, por la falta de soluciones del sistema político, pero sin que se haya observado algún tipo de planificación sobre el conjunto de las acciones, mucho menos algún tipo de intervención extranjera, como siguen repitiendo algunos interesados en defender sus privilegios.
En ese sentido, observamos que existió una acción radical y simultánea en distintos lugares, pero sin un grado de coordinación ni articulación previo ni tampoco a partir de ellas. Y los espacios que intentaron aunar fuerza para generar algún tipo de conducción del proceso, no se acercaron ni por poco.
Esa ausencia de un actor capaz de conducir el proceso, en el sentido de que las distintas expresiones sociales logren tomar decisiones de manera conjunta sobre qué hacer, cuándo y cómo, fue también un rasgo característico, tal vez explicado justamente por la ausencia de movimientos fuertes, pre-existentes al estallido, lo que se reafirma con la principal forma social surgida durante el proceso: las asambleas territoriales, donde las personas recién estaban «encontrándose» o «reconociéndose».
La reacción
A nuestro parecer, el pueblo de Chile se levantó contra el sistema de injusticias, pero más como un rechazo y hastío generalizado, y sin una vocación de transformar el sistema político. Eso fue identificado por los intelectuales que defienden el sistema de dominación, y esa incapacidad de posicionar una alternativa clara y concreta fue la puerta para decidir procesar institucionalmente el conflicto, tentando con entregar la Constitución de la dictadura.
En este sentido es importante recordar que la demanda por una nueva Constitución no surgió como una demanda popular, sino más bien de pequeños sectores de la sociedad sobre-representados, generando división y desmovilización. En adelante, el pueblo quedó fuera de la mesa.
¿Aprendizajes?
Es necesario mirar con ojos críticos el ciclo de protestas de 2019 porque sus causas no se han resuelto, simplemente se metieron debajo de la alfombra. Debemos fortalecer la organización de base y la articulación en distintos niveles, y no en administrar la pobreza a través de algún cargo en el Estado.
En ese sentido, es importante identificar que la masividad, la fuerza, la disposición y la simpatía de las mayorías sobre un conjunto de ideas y demandas no fue suficiente.
Al no haber un tejido mayor de organizaciones fuertes y articuladas en torno a un programa de transformaciones claro, la fuerza social no tuvo conducción, impidiendo poner el foco en resolver problemas materiales concretos por sobre las demandas de mayor «democracia».











