Comentario del libro “Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Poder popular, cordones industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende”. 1° ed. Santiago: LOM ediciones, 2016. Obra de Franck Gaudichaud traducida al español por Andrea Marchant, título original: “Chili 1970-1973: mille jours qui ébranlerent le monde”. 1° ed. Francia, Les PUR, 2013.
Por Karina Narbona, investigadora de Fundación SOL
Franck Gaudichaud recorre e interpreta en este libro el desarrollo de formas de poder popular –a lo que el autor añade la palabra “constituyente” para enfatizar su capacidad de agencia sobre lo constituido- durante los mil días de la llamada vía chilena al socialismo, considerando como paraguas al movimiento popular urbano contestatario pero centrándose en el movimiento obrero y en sus experiencias embrionarias de autogestión territorial y productiva expresadas en los Cordones Industriales.
El autor difunde y actualiza por este medio los resultados de su tesis doctoral en Ciencias Políticas (2005). El libro tiene 472 páginas y trece capítulos agrupados en 4 partes: 1) “El Chile de la Unidad Popular”, 2) “¿Hacia el desbordamiento? Del fracaso de los Comités de la Unidad Popular a la Asamblea de Concepción”, 3) “De los cordones industriales en sí a los cordones industriales para sí” y 4) “Repertorios del poder popular, territorios movilizados y amenazas del golpe de Estado”. Junto con hilar acontecimientos y procesos que en líneas generales dieron forma al paisaje social de la Unidad Popular, este trabajo, en palabras de su autor, se propone “utilizar y probar la noción de ‘poder popular constituyente’ con el objeto de estudiar esas formas creadoras de organización y movilización provenientes desde abajo” que se desplegaron en el Chile de los mil días y que, con sus especificidades, fueron parte de una vivencia latinoamericana “salpicada, en diferentes lugares, por esos ‘destellos autogestionarios’”, “que tienen una identidad social específica a este continente’” pero que dialogan con ensayos de autogobierno de latitudes y temporalidades lejanas, como las experiencias europeas. Gaudichaud, siguiendo a Hannah Arendt, considera estas prácticas colectivas de las clases dominadas “‘un tesoro perdido de la tradición revolucionaria’ (…) que la historiografía dominante ha desestimado hace demasiado tiempo (empezando por la historia de los consejos obreros)” (pp. 26-27). Así, su obra arranca de una apelación al estudio profundo y una puesta en relieve de esta área marginada en tanto clave comprensiva del cambio social, poniendo su foco en Chile.
Se trata de un pormenorizado recorrido que se inicia con una caracterización del movimiento sindical, de las fuerzas de izquierda existentes y de las condiciones socio-espaciales de la clase trabajadora en el periodo estudiado, tomando nota de los cordones industriales aún no movilizados que existían, en los hechos, por efectos de contigüidad y aglomeración productiva (los cordones “en sí”); que analiza el despegue del proyecto de la Unidad Popular junto a los espacios previstos de participación institucional de pobladores y trabajadores, los cuales Gaudichaud describe como pensados en forma poco articulada dentro del proyecto y como espacios circunscritos a segmentos muy específicos, pero aún así germinalmente estimulantes; que ahonda en los zigzagueos de la política del Área de Propiedad Social, vislumbrando tensiones de diversa índole –como económicas (por la falta de un control significativo del mercado de la distribución, entre otros factores) y políticas-; y que se detiene en el desborde autogestionario (relativo) que los trabajadores protagonizaron frente al aparato estatal, al aparato sindical (en lo referido al menos a las organizaciones de cúpula) y al aparato de partidos (oficiales y extraoficiales), una experiencia acelerada coyunturalmente por el apremio de la autodefensa de clase frente a la escalada de la violencia patronal y frente a la praxis contradictoria de la estructura política y su difícil ascendencia sobre las orgánicas emergentes, pero también resultante de un proceso más largo de aprendizajes y acumulación organizativa del pueblo trabajador, que se alcanza a insinuar. El libro finalmente interroga esa “marea” creativa y energía viva, su funcionamiento, fortalezas y debilidades, especialmente en relación a los Cordones Industriales empujados por la acción consciente de trabajadores multicomprometidos –identificados como la experiencia más concreta y avanzada de poder popular, en comparación con otras experiencias menos desarrolladas-, y que en sus últimas páginas muestra la respuesta de este poder popular en construcción ante la amenaza del golpe de Estado y a su posterior concreción, repasando la acotada resistencia física de un pueblo que se encontraba prácticamente sin armas y la resistencia larga desde el terreno de la memoria de quienes encarnaron más directamente estos procesos.
Con material profuso, como archivos periodísticos y militantes, registros fotográficos, entrevistas orales y vasta bibliografía, incluyendo la reseña y puesta en aplicación de referencias teóricas de las ciencias políticas y sociales, este libro aporta un conocimiento fresco y una luz penetrante sobre una dimensión que ha sido poco estudiada dentro de la cuantiosa producción intelectual que existe sobre el tema de la Unidad Popular.
No se trata de una historia contada en código de obviedad lineal, sino que reconoce influencias de dirección múltiple y se confronta con dilemas de la izquierda del siglo XX y también de hoy –y probablemente aún más de hoy-, de forma compleja, como la relación entre conducción y espontaneidad, entre estructuración a gran escala, representación y democracia, o entre protagonismo de las voces subalternas y sedimentación ideológica.
Una especificidad del filtro de análisis escogido, es la atribución de un carácter nodal y dinámico al eje del trabajo. Reivindicándolo como nervio sistémico -sin usar estas palabras- Gaudichaud toma el resguardo de no aislar las luchas de los trabajadores del conjunto social mayor y flexible de sectores subalternos en lucha (reconociendo la interacción con movimientos sociales como el de pobladores) y no asilarlas de sus interacciones con el campo estatal y el “medio partidario”, sobre todo atendiendo a la tradición chilena. En relación a esto último, sin embargo, el tema central es cómo, especialmente a partir de octubre de 1972, se construyó una respuesta de clase que fue un poco más allá del apadrinaje desde afuera. En este sentido detecta el autor que “Una fuerte solidaridad obrera, ganada codo a codo en el torbellino de la movilización colectiva, multiplica los acercamientos de las posiciones en el seno de las fábricas e interrumpe temporalmente, las divisiones políticas fratricidas”, evidenciándose una “relativa autonomización del espacio del movimiento social frente a los grandes partidos” (p. 222).
El tratamiento no idealizado que hace Gaudichaud de los Cordones Industriales permite identificar y conocer limitaciones en el control efectivo de la producción, en la participación de los trabajadores de base en las decisiones más relevantes y en la capacidad de estructurarse y de proyectarse como organizaciones con un horizonte de autogestión de soluciones mayores (en la medida que depositaron hasta final en el gobierno –y en su redención frente a las acciones de contención– la expectativa de superación de las crisis). A pesar de los discursos que identifican a estas experiencias con los soviets, el autor concluye que no hubo aquí una abierta dualización del poder, sino experiencias de empoderamiento parciales y en gestación, pero “extremadamente ricas”.
Como desafío investigativo que deja esta obra, resulta interesante conocer más hondamente, en términos cualitativos pero también cuantitativos, los resultados económicos de esa autogestión productiva y territorial. Además, entendiendo la presión que pone intentar evitar la sobre extensión, resultaría importante ahondar en cómo se ensarta todo esto en una historia que sea más larga y más ancha, perfilando más densamente el desarrollo de la presión del pueblo trabajador chileno hacia el Estado y fuera del Estado en el periodo precedente al trienio 1970-1973, lo cual terminó prefigurando estos procesos, y la inserción de esta historia nacional en la jerarquía interestatal mundial.
En relación al plano político, entre los muchos estímulos que este libro deja, está la pregunta entre líneas de cómo se podría valorar aquella energía creativa del movimiento obrero y social que se observó en el Chile de los mil días, frente a los problemas del tiempo presente. Con las transformaciones ocurridas en las últimas décadas y un sistema de producción que ha reacomodado sus formas de explotación ¿Es pertinente abandonar políticamente el mundo del trabajo como nivel en el que se anidan y se disputan las alternativas al capitalismo? ¿O abandonar la esperanza en los trabajadores y trabajadoras organizados como agentes de cambio social, y más aún, revolucionario?¿Cómo construir formas de poder popular y de autogestión hoy?