El Porteño
13/03/2025
por Gustavo Burgos
El aparato represivo del régimen argentino golpeó una vez más a los jubilados. Ayer una jubilada de 87 años y un fotógrafo de prensa, Pablo Grillo, fueron gravemente heridos por los piquetes de Gendarmería. La vida de ambos peligra. Se trata de algo que se ha venido repitiendo cada vez que los trabajadores salen a la calle a reclamar por sus derechos.
Sin embargo, el tiempo de los criminales que están en el Gobierno se ha acabado. Los días de Milei a la cabeza del saqueo y Bullrich a cargo de la del garrote, comienzan a acabarse. Las noticias y las crónicas que nos llegan del otro lado de Los Andes son elocuentes: se comienza a respirar el aire del 2001, a aquellos del estallido argentino que terminó con De la Rúa huyendo el helicóptero de la Casa Rosada.
Se trata de un hecho político trascendente en América Latina. El hundimiento de los libertarios (La Libertad Avanza) de Milei —que transita a su tercer año de mandato— es el resultado directo del estrepitoso fracaso del modelo económico, la escandalosa corrupción que protagoniza el propio Milei y el ataque más feroz a los trabajadores de que se tenga memoria en Argentina en los últimos cien años.
Es importante poner de relieve que la llegada de Milei al Gobierno, un esperpéntico personaje del espectáculo que hizo fama por su grotesca gesticulación y sus berridos incontinentes, es el resultado de la profunda descomposición de la institucionalidad burguesa argentina. Una descomposición que comienza en el peronismo, se extiende a la burocracia sindical y se cierra con la brutal ausencia de una dirección política revolucionaria de los trabajadores.
Al día de hoy, con el detonante de la lucha de los jubilados el ambiente político ya enrarecido ese dirige hacia una tormenta. No sabemos cuál será el desenlace de este proceso. La burguesía buscará aplastar toda resistencia a sus planes de saqueo y entrega del país al imperialismo. En esta línea podría intentar la salida de un autogolpe, algo ya explicitado desde el oficialismo con la idea de cerrar el Congreso.
Sin embargo, por ahora pareciera que los trabajadores comienzan a ganar la calle abriendo un camino de expresión política y de lucha que plantea un desafío enorme a la izquierda revolucionaria trasandina. Dependerá de su capacidad de romper con toda adaptación al régimen parlamentario, de cuestionar de base la farsesca democracia patronal y de alzar la bandera de una Argentina obrera y socialista.
En las calles se dirimirá esta cuestión, metro a metro de asfalto. No en los tribunales, no en el parlamento. No será una acusación constitucional la que barra con la putrefacción capitalista, será necesariamente con la llama de una revolución.