por Manuel Riesco
El régimen democrático chileno se encuentra en una situación complicada en extremo y no se aprecia por ahora un camino de salida.
Sin duda ha logrado muchas cosas a lo largo de tres décadas y media, pero se ha deslegitimado por completo a los ojos del pueblo.
Por su incapacidad de intentar siquiera acabar con los grandes abusos y distorsiones que se originaron el 11 de septiembre de 1973, enfrentando con decisión a los poderosos que profitan de los mismos.
Por el contrario, ha buscado el acuerdo con estos para agravar los mayores de aquellos, cómo ocurrió con la entrega de recursos naturales y acaba de suceder con el desvío al ahorro forzoso de las contribuciones a la seguridad social.
Todos los partidos representados en el Parlamento son parte del problema al haber formado parte de los gobiernos democráticos, y solo ofrecen hoy continuar alternadamente con más de lo mismo.
Por primera vez en un siglo, el pueblo no cuenta hoy con una fuerza política revolucionaria y democrática, capaz de conducir su irrupción masiva en el espacio político. Ninguno de los partidos que lo hicieron en forma brillante en las irrupciones precedentes, parece en condiciones y ni siquiera en disposición de hacerlo ahora.
Sin embargo, la necesidad de una fuerza tal es una cuestión objetiva y surgirá por algún lado, de uno u otro modo.
La alternativa es bien conocida y la estamos viendo cerca, la hez de la sociedad elevada por la indignación popular al poder político, prometiendo aserrarlo de raíz.
Manuel Riesco.
Lo que se ve como logros de los gobiernos de la concertación, no son más que avances naturales de la sociedad en su conjunto, pasos que indican una señal propia de la tecnología, tal como lo es, por ejemplo, Internet, que llegó solo, no lo trajo un gobierno en particular,. Lo mismo podemos decir de la telefonía. También podemos decir lo mismo de las vacunas, que casi siempre vienen de afuera. Para que decir de la construcción de muchas obras que fueron levantadas por empresas extranjeras. Ni halar de quien rescató a los 33 mineros. Cuando dicen que el pueblo hoy no cuenta con una fuerza política revolucionaria, es como si estuviéramos escuchando al cocinero que falta alguien que haga la comida. Son los eruditos y dirigentes los que deben tomar las riendas, o desenvainar la espada y ponerse delante de la tropa, como se hacía antes, El pueblo sigue a los capitanes, no los capitanes al pueblo. Soy un simple soldado que invita a prepararse a otros igual que yo, no soy un capitán, ese es mi trabajo. Aprovecho de enviar un aviso para que no nos olvidemos de la señora Julia Chuñil, ella debe ser un símbolo más de la lucha en contar del capitalismo. Y también un apoyo incondicional a la resistencia mapuche, que debemos reconocer que nos viene dando un ejemplo de valentía sin igual. Esta debe ser tomada como un ejemplo de verdadera convicción. Pareciera que aquellos que evitan tocar el tema de la propiedad, tiene algún fundito por ahí escondido, como que no quiere la cosa.