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Chile – Congreso del PC: Inverosímil crítica al gobierno y defensa a algo que llaman «democracia»

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Correo de los Trabajadores

A propósito del XXVII Congreso del PC y el Gobierno

por Alejandro Lavquén.

Habiendo leído detenidamente la convocatoria el XXVII Congreso del Partido Comunista de Chile y enfrentarla a la realidad partidaria político-social, queda claro que el discurso actual de la dirección del PC es solo eso, un discurso con intenciones que, en la práctica, debido a su proceder, desde que se incorporaron a la Nueva Mayoría y después pactaron con el Frente Amplio, jamás serán concretadas. Menos aún si, tras ser electo Presidente Gabriel Boric, el PC aceptó -nuevamente- someterse a los designios de la Concertación. La mayor prueba de tal sometimiento es haber abandonado la calle y la lucha sindical con sentido de clase para convertirse en un partido más del establishment. Pero sobre ese proceso y la llegada del actual gobierno ya me expresé, en detalle, en mi columna en Cooperativa y en mi portal: «El gobierno de los niños mimados, la tragedia del PC y la voz del amo».

Pero, ¿qué se puede decir de un congreso que en nada cambiará el sometimiento del PC al sistema? Muy poco en realidad. Más dicen las actitudes de los dirigentes, de los ministros, de los parlamentarios y de los operadores políticos del partido. Escuchar, por ejemplo, a Karol Cariola o a Camila Vallejo, da vergüenza; es como estar frente a un calco de los voceros de la Concertación durante los años noventa y dos mil. Las mismas excusas, las mismas genuflexiones, las mismas triquiñuelas, la misma letra chica en las «reformas» del gobierno de Apruebo Indignidad, y digo indignidad porque la dignidad la perdieron apenas comenzaron a gobernar. De los pokemones del Frente Amplio se podía esperar cualquier cosa (siempre lo dijimos quienes jamás hemos votado ni votaremos por el mal menor: Ni Aylwin, ni Frei, ni Lagos, ni Bachelet, ni Boric ni el que venga de la misma estirpe), pero del PC se esperaban cosas distintas a las que han ocurrido durante su gobierno, porque el partido es gobierno, fue electo junto a los frenteamplistas para gobernar Chile, aunque para aquellos que ocupan cargos de dirección partidaria y social, o dentro de instancias del Estado, pareciera que no lo fueran, y en cada alocución intentan evitar responsabilidades.

Parecen más preocupados de comportarse «republicanamente», como un día aludió Guillermo Teillier, sin comprender -quisiera imaginarme- el fondo que se oculta en la trastienda de aquel concepto embaucador que domina la política chilena desde tiempos del mercachifle Diego Portales.

Cuando he preguntado a algún militante del PC (incluidos dirigentes) sobre el porqué el gobierno abandonó su proyecto de campaña y actúa de manera timorata, ante la derecha y los empresarios, la respuesta es siempre la misma: «Es que no se puede hacer todo lo que quisiéramos porque somos minoría», lo que es falso. O dicen, evidentemente a modo de justificación: «Si no estuviéramos nosotros el gobierno de Boric sería peor». Respuestas absurdas, porque desde el primer minuto el PC admitió a la Concertación en el gobierno a cambio de sus votos, además de obtener privilegios y cargos para un sinnúmero de militantes dentro del aparato estatal. Esa es la verdad, lo concreto. Y lo hizo incluso aceptando el ninguneo del FA a Daniel Jadue y la vergonzosa manipulación del Gobierno a los 50 años del golpe de Estado, mediante una conmemoración que lindó con la farándula burguesa de los niños mimados, tan atraídos por las revistas papel couché y las pantallas de TV.

Pero, ¿qué se esperaba del PC? Del PC se esperaba, como mínimo, que si alguna vez llegaba a ser gobierno cumpliera con todo lo que pregonó durante los años ochenta (lucha contra la dictadura) y los años noventa (lucha contra la sumisión de la Concertación a la derecha y a los militares). Pero, ¿qué pasó? Pasó que el partido se sumó a la miseria del Frente Amplio. Porque del PC se esperaba que se la jugara por terminar con las AFP e isapre, y por recuperar la salud pública a cabalidad no a migajas, ¿o acaso no saben que en Chile docenas de pacientes mueren diariamente siendo nada más que un número en las listas de espera? Se esperaba que el PC luchara por una educación pública gratuita en todos los niveles; que saliera a la calle con fuerza para exigir el fin de los abusos de las empresas de electricidad y sanitarias, y junto con eso exigir la recuperación de las empresas estatales robadas por la dictadura y los privados.

De hecho, nada ha dicho acerca de las alzas usureras de la luz y se complace con un subsidio miserable a quienes muchas veces no tienen para comer. En el área de la educación, y teniendo un ministro comunista a cargo, no ha sido capaz, siquiera, de algo tan básico como bogar por la recuperación en el currículum escolar de las clases de historia, filosofía y educación cívica obligatorias en todos los niveles. Y qué decir sobre la deuda histórica con los profesores, se les ofreció un acuerdo a medias, vil. Suma y sigue el engaño, todo a medias, con letra chica; «en la medida de lo posible», enunciado que no es más que una traducción embaucadora de la frase «no queremos, no nos importa», que es el sentimiento real de los políticos en el poder. Así sucede con la farsa del 6% de cotización adicional, que engrosará aún más los cofres piratas de las AFP, pero que en ningún caso mejorará las pensiones; sucede también con las 40 horas que no son y con la reforma previsional. Y no olvidemos que el ministerio del Trabajo está dirigido por el PC. ¿Para qué?, nos preguntamos, ¿para seguir engañando con medias tintas?

Hay cosas muy simples por las cuales el PC podría haber luchado y que alivianarían la explotación que sufren los trabajadores bajo el yugo del sistema neoliberal; por ejemplo, la eliminación de la UF, o en su defecto, que los sueldos se paguen en UF; estatización del Transantiago, uno de los mayores fiascos que atormenta a los ciudadanos, y que además es subvencionado por el Estado a pesar de su horrible funcionamiento y el oneroso e injustificable valor del pasaje. Podrían haber exigido el pasaje liberado en la locomoción para todos los estudiantes del país, o habérsela jugado por una regulación de precios para la canasta básica, o también haber luchado por una vivienda digna para todos los habitantes del país en vez de sostener a un ministro de la cartera inepto, incapaz. Pero no, nada de eso, y no olvidemos que siendo parte de la Nueva Mayoría apoyaron el IVA a la compra de viviendas.

Muchas cosas habrían podido reivindicar desde el PC, pero prefirieron adecuarse al sistema y a los intereses políticos y personales de la casta política partidaria. Hoy el partido tiene senadores y diputados, pero son un cero a la izquierda, lo mismo que los ministros. No olvidemos las reuniones secretas con empresarios y lobistas. No olvidemos el apoyo a las volteretas traicioneras del Presidente Boric, que, además, desde el gobierno y a través del Consejo de Defensa del Estado se hizo parte de la querella contra Daniel Jadue, porque el CDE obedece al Ejecutivo. Por otro lado, tenemos las tropelías que ocurren en el Ministerio de Cultura, como es el caso, por ejemplo, del Fondo del Libro; y el PC guarda silencio a pesar de su larga historia defendiendo los valores culturales y la probidad intelectual.

¡Increíble! Y ojo, se acaba de nombrar subsecretaria de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a Jimena Jara Quilodrán, que nada tiene que ver con la cultura, ella es abogada y ha tenido solo cargos relacionados con la energía. A lo mejor el Gobierno, tan zonzo como es, le querrá dar un toque de energía eléctrica a la cultura.

Como decía más arriba, se podría hacer una larga lista de las cosas por las cuales el PC podría haber luchado y no lo ha hecho. Sus ministros y parlamentarios solo son una comparsa más del sistema neoliberal. A los que habría que sumar a una serie de militantes (dirigentes incluidos) que en su momento se alejaron del partido, en los años noventa y dos mil, acusando estalinismo en las filas partidarias e incluso con críticas a la Política de Rebelión Popular de Masas y al FPMR; pero que hoy han regresado a la militancia (muchos lo habían hecho durante la Nueva Mayoría) porque se les asignaron cargos en la esfera pública y otros, todos evidentemente bien remunerados. Así no funciona un partido que se diga de izquierda. Hoy el Partido Comunista de Chile debería ser más honesto y reconocer que ya no es un partido marxista, que no es un partido revolucionario que levante los principios del socialismo. Reconocer que ya no considera la lucha de clases como el motor de la historia, sino que creen en las patrañas metafísicas de la reacción, en la mentira de lo «republicano». Al PC ya no le importan los sindicatos ni los gremios más que para comunicar frases como «tenemos el presidente de esta y esta otra agrupación social», etcétera. ¿Y qué? ¿De qué le sirve eso al pueblo? De nada sirve.

Tras las últimas elecciones, el Gobierno y el PC perdieron y siguen sembrando el camino para el próximo gobierno de derecha, aunque su terquedad les impide reconocerlo. El Gobierno de Boric ha hecho de todo para perder adherentes y favorecer a la derecha. Ni Los Tres Chiflados habrían metido tanto «la pata» como la ha metido este Gobierno. Ha hecho todo lo contrario a lo que dijeron que haría, con arrogancia y desfachatez. Aún queda un año para entregar la batuta a la derecha y meter más «patas», aunque no les importa, a esas alturas sus personeros ya pueden jubilarse con los millones que han ganado gracias a su servilismo al sistema. Todo el discurso del Gobierno es una fantochada burda. Una vergüenza. El PC perdió la brújula hace rato, y las conclusiones del congreso, que ya están cortadas de antemano, será más de lo mismo. No tengo duda alguna. De hecho, ya dieron su apoyo a Claudio Orrego, el segundo mayor charlatán de Chile después de Francisco Vidal.

Fuente: https://opinion.cooperativa.cl/opinion/politica/a-proposito-del-xxvii-congreso-del-pc-y-el-gobierno/2024-11-07/210930.html


Discurso central presidente PC de Chile, Lautaro Carmona, inauguración XXVII Congreso: “Reconstruir una mayoría social y política, exige el cumplimiento de nuestro compromiso con el pueblo»

por pcchile.

Muy buenas tardes, queridas compañeras y estimados compañeros. Invitados e invitas especiales. Permítanme, en primer lugar, reconocer y saludar a las delegaciones que tienen distintas misiones y labores, y que están presentes en esta inauguración congresal.

Empiezo por la delegación de nuestro gobierno, encabezada por el ministro Álvaro Elizalde, a quien reconocemos por transmitir el saludo del presidente Gabriel Boric. También saludo a las delegaciones de la Central Unitaria de Trabajadores,encabezada por su Presidente, también destaco a Nolberto Díaz, gran amigo nuestro. Asimismo, menciono a las delegaciones de otros Partidos, con quienes construimos un espacio de unidad en lo que, de alguna forma, es la coalición de partidos de gobierno. Fueron nombrados ellos, pero no así Constanza Martínez, presidenta del Frente Amplio, ni Andrés Couble, su secretario general.

También está Catalina Vidal, quien representa al Partido Acción Humanista. Saludo igualmente a las delegaciones de Partidos hermanos que han llegado al país para participar de nuestro intercambio, y a los saludos que nos entregaron a través de las embajadas, como los partidos de China, Vietnam y Cuba. Gracias por su presencia, sus opiniones y sus aportes, que enriquecen nuestro intercambio y debate.

Desarrollamos nuestro XXVII Congreso Nacional tras la realización de 657 congresos celulares, 95 congresos comunales y 26 congresos regionales. Miles de militantes de nuestro Partido debatieron y construyeron propuestas desde y con los territorios, desarrollando reuniones de células abiertas e invitando a las organizaciones sociales, sindicales y territoriales a debatir junto a nosotros la línea política de nuestro partido.

Este 2025 se cumplen 20 años, en marzo, de la partida de nuestra querida compañera Gladys Marín, símbolo de lucha y resistencia de los comunistas chilenos. Su legado inspira nuestra acción política junto a la clase trabajadora, reafirmando el compromiso con la justicia social, la igualdad de género y la construcción de un proyecto transformador. Este Congreso es una oportunidad para proyectar sus ideales hacia los desafíos actuales, fortaleciendo nuestra lucha por un Chile más justo y solidario.

Este ha sido un congreso donde hemos debatido junto a la Jota, fortaleciendo, en el debate y la proyección política concreta, la generación de nuevos cuadros dirigentes desde las juventudes comunistas.

También ha sido un congreso que debatió dentro del país y convocó a nuestros militantes en el exterior. Hoy, de forma orgánica y similar, existe un comité regional de los comunistas chilenos que residen fuera del país, fortaleciendo así el debate en torno a Chile y su compromiso con el escenario internacional.

Antes de seguir con los contenidos de esta intervención, que representa al colectivo de la Dirección saliente, es justo y preciso detenerme un momento para compartir con ustedes lo siguiente:

Somos un partido que va a cumplir 113 años de lucha junto al pueblo. Son innumerables las compañeras y los compañeros que, a través de la historia, han dado todo de sí, incluso su vida, para la construcción de un Chile con justicia social. En la inauguración de nuestro XXVII Congreso Nacional, queremos rendir un justo homenaje a todos esos luchadores y luchadoras que han sido leales a los anhelos de los trabajadores y del pueblo.

Hoy lo hacemos en los nombres de destacados dirigentes que nos dejaron físicamente en este último tiempo. Compañeros que, en rigor, serían y son delegados plenos a este XXVII Congreso. Aunque no están presentes, sin duda su legado, su aporte y su compromiso revolucionario como comunistas a carta cabal son parte sustantiva de nuestras discusiones y elaboración colectiva.

Nos referimos al compañero Guillermo Teillier del Valle, quien fuera presidente de nuestro partido al momento de su partida y quien debiera estar inaugurando este importante Congreso de los comunistas chilenos. Fue un luchador que participó en las reivindicaciones de la juventud y, tempranamente, destacó como dirigente del partido durante el gobierno de la Unidad Popular, bajo el mandato del presidente Salvador Allende. También asumió la lucha frontal contra la dictadura y trabajó por la consolidación de la democracia después de los años 90. Fue diputado de la República por tres períodos y lideró la conducción del partido durante 18 años.

Nos referimos también a otro miembro del Comité Central, Eduardo Contreras Mella, compañero de una larga trayectoria en el partido y en la lucha popular. Fue reconocido por el pueblo al ser electo, primero como regidor y luego, en 1971, como alcalde en su ciudad natal de Chillán. Además, en marzo de 1973, fue electo diputado en la región del Biobío. En su compromiso con la lucha contra la dictadura y por la democracia, encabezó al grupo de destacados abogados de derechos humanos que, junto a nuestra querida compañera Gladys, presentó la primera querella contra el dictador, lo que fue fundamental para su desafuero y posterior detención en Londres.

Recordamos también al compañero José Figueroa Jorquera, regidor, concejal y primer alcalde comunista en su ciudad de San Fernando. Quienes lo conocimos y trabajamos junto a él destacamos su compromiso, humildad y actitud siempre formadora. Fue un gran luchador sindical, dirigente de las y los trabajadores agrícolas, de la construcción y de la Central Unitaria de Trabajadores. Al momento de su partida, era el presidente del Tribunal Supremo del Partido Comunista.

Asimismo, mencionamos a Juan Carlos «Ponchas» Gutiérrez, quien nos dejó físicamente el pasado miércoles. Fue ministro de Salud del gobierno del presidente Salvador Allende y tuvo a su cargo la trascendental misión del medio litro de leche para los niños y niñas del país. También fue formador de consejos locales de salud, profundizando la participación ciudadana.

Finalmente, me dirijo a Margarita Alvarado, compañera de Guillermo; a Pablo Teillier; a Salomé Sandoval, compañera de Pepe Figueroa; a Rodrigo, su hijo; a Rebeca Vergara, compañera de Eduardo; a Gloria Contreras, su hermana; y a Eduardo Contreras, su hijo.

Para ustedes, un abrazo de afecto y reconocimiento, así como también para Carlota, Marcelo y Catherine Concha. Este aplauso representa a las y los comunistas chilenos y demuestra la intensidad que cultivan los revolucionarios. ¡Honor y gloria a cada uno de ellos, presentes ahora y siempre! ¡Hasta la victoria siempre!

Decía que los planteamientos que recogen el intercambio realizado por el partido nos permiten formular estas ideas, que irán a debate entre todos los delegados y delegadas de este XXVII Congreso.

I.             Antiimperialismo y lucha por la paz

Nuestro Partido reafirma su política antiimperialista como un principio ético y estratégico fundamental para enfrentar las dinámicas de dominación global, defender la soberanía de los pueblos y construir un orden internacional más justo. En un mundo atravesado por una crisis multifacética que abarca las dimensiones económica, política, cultural y ecológica, es urgente combatir el imperialismo en todas sus expresiones, que constituye la principal amenaza para la paz mundial y el desarrollo soberano de los pueblos.

Los principios internacionales del Partido Comunista, anclados en el antiimperialismo, el internacionalismo de clase, la solidaridad entre los pueblos, el respeto a los derechos humanos y la lucha por la autodeterminación y el socialismo, ofrecen un marco integral para enfrentar las crisis globales actuales. Ante la crisis climática, el Partido debe promover la justicia climática, garantizando soluciones sostenibles y respetuosas de los derechos humanos, especialmente de las comunidades más afectadas. En el ámbito de la desigualdad estructural de la riqueza, la redistribución debe priorizar derechos económicos y sociales fundamentales, asegurando acceso universal a bienes básicos como salud, educación y trabajo digno. Frente a la carrera armamentista, el Partido asume con convicción la lucha por el desarme y la paz, defendiendo el derecho humano a vivir en un mundo libre de conflictos bélicos.

Asimismo, la denuncia de las dictaduras impulsadas por el imperialismo debe integrarse con la defensa de los derechos civiles y políticos, apoyando a los movimientos democráticos que resisten estas imposiciones. Al articular justicia climática, igualdad económica, paz y soberanía con la defensa integral de los derechos humanos, el Partido refuerza su compromiso con un mundo más justo, sostenible y verdaderamente libre.

La crisis medioambiental global es el resultado de un modelo de desarrollo insostenible, basado en el crecimiento ilimitado y la explotación intensiva de los recursos naturales, lo que ha generado fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y la deforestación. El aumento de las temperaturas globales, impulsado por las emisiones de gases de efecto invernadero, provoca desastres naturales más frecuentes y severos, afectando especialmente a las comunidades más vulnerables, que tienen menor responsabilidad en esta crisis.

La crisis del orden internacional, marcada por diferentes conflictos, pone de manifiesto las políticas genocidas y militaristas promovidas por el imperialismo norteamericano y sus aliados. La lucha por la paz, la autodeterminación de los pueblos y su soberanía debe ser una demanda internacional de las fuerzas de izquierda y progresistas. La barbarie contra el pueblo palestino requiere una respuesta más categórica contra el estado genocida de Israel. Son miles los niños asesinados, los desplazados y quienes viven la represión más feroz. Toda la solidaridad para el pueblo palestino.

Es fundamental para las izquierdas y movimientos progresistas profundizar la comprensión y comunicación de las dinámicas internacionales actuales, marcadas por un enfrentamiento en el que la lucha por un mundo multipolar toma protagonismo. En este contexto, resulta crucial destacar el papel de China como un actor estratégico que actúa como contrapeso a la hegemonía norteamericana. El ascenso de China no solo desafía el unipolarismo impuesto por Estados Unidos, sino que también ofrece un modelo alternativo de cooperación internacional, basado en el respeto a la soberanía de los pueblos y en la construcción de un orden global más equitativo. Valoramos su contribución a esta concepción de un mundo multipolar, donde las relaciones internacionales no se rijan únicamente por los intereses de una potencia dominante, sino por principios de justicia, solidaridad y equilibrio geopolítico.

Somos partidarios de la incorporación de Chile a los BRICS como una oportunidad estratégica para reducir la dependencia de la hegemonía estadounidense y promover una mayor autonomía en las relaciones internacionales.

La integración latinoamericana es una estrategia central para alcanzar el desarrollo soberano y sostenible de la región, basada en la cooperación económica, social, cultural y política entre los pueblos. Para ello, es fundamental reafirmar la voluntad de avanzar en una agenda común que incluya el fortalecimiento de la infraestructura regional, la articulación de políticas sociales y educativas, el combate al crimen organizado y la promoción de una identidad cultural compartida.

En este contexto, es imprescindible que las izquierdas latinoamericanas asuman el desafío de articular una estrategia conjunta que combine la movilización social con la conducción de gobiernos progresistas. Este debate debe enfocarse en cómo transformar las demandas populares en políticas transformadoras, superar las limitaciones estructurales del modelo neoliberal y construir una narrativa común que dé sustento a un proyecto político integrador.

Las Fuerzas Armadas (FF. AA.) en Chile deben alinearse plenamente con los principios democráticos a través de una conducción civil robusta que reduzca su autonomía corporativa y priorice valores fundamentales como el respeto a los derechos humanos, la verdad, la justicia y la reparación. Además, sus objetivos deben centrarse en preservar la integridad territorial y la independencia política de Chile, desarrollando capacidades estratégicas en los ámbitos militar, económico, diplomático y político.

La solidaridad internacionalista no puede reducirse a gestos simbólicos o condenas retóricas. Es necesario articular movimientos sociales y políticos que promuevan un orden global más justo, desafiando la hegemonía imperialista y construyendo redes de resistencia global que impulsen las transformaciones estructurales.

Como Partido, reafirmamos el compromiso con la defensa de la soberanía de Cuba y su derecho a desarrollarse sin injerencias externas, condenando categóricamente su inclusión injusta en la lista de países patrocinadores del terrorismo por parte de Estados Unidos. Dicha inclusión no solo nombra a Cuba como parte de los países que promueven el terrorismo, sino que además se utiliza como un instrumento de agresión política y económica que exacerba los efectos del bloqueo criminal impuesto contra la isla. Por ello, resulta imprescindible desarrollar una campaña internacional coordinada y solidaria para exigir la eliminación de Cuba de dicha lista, un paso fundamental para aliviar las restricciones financieras y comerciales que afectan a su pueblo.

Asimismo, es prioritario impulsar con mayor fuerza la campaña global para terminar con el bloqueo, un acto que constituye una flagrante violación de los derechos humanos y del derecho internacional. Esta lucha debe articularse con el respaldo de gobiernos progresistas, movimientos sociales y organismos internacionales, destacando el impacto humanitario que tiene el bloqueo y el ejemplo de resistencia y dignidad que representa el pueblo cubano. La solidaridad con Cuba no solo es una cuestión de justicia, sino también un llamado a fortalecer la unidad de los pueblos latinoamericanos frente a las políticas hegemónicas que buscan socavar los procesos soberanos de transformación. Ratificamos el protocolo de acuerdo de amistad y cooperación entre los partidos comunistas de Cuba y Chile, que debe seguir siendo un intercambio que enriquezca a ambas organizaciones en beneficio de la lucha que cada una tiene en su respectiva sociedad y pueblo.

Es en el marco de la discusión congresal del Partido que se ha abierto un debate sobre el análisis crítico a procesos de transformación de pueblos hermanos. Para estos efectos, es importante que podamos sopesar los principios de la política internacional del Partido, expresados en este mismo documento un poco más atrás, para mirar en su particularidad cada uno de los procesos (asedio comunicacional, bloqueo u otro tipo de agresiones), asumiendo que son esos principios los que deben guiar la necesaria construcción, también, del socialismo en Chile y en cualquier latitud.

Decimos claro: no tenemos modelos, pero sí tenemos posición. Valoramos los avances que llevan adelante los pueblos sin perder nuestro sentido crítico frente a todo lo que sea necesario.

II. La contradicción entre neoliberalismo y democracia

El Partido identifica una contradicción fundamental entre el neoliberalismo y la democracia, entendida como un conflicto estructural que subordina la soberanía popular al poder del mercado. El neoliberalismo privatiza derechos fundamentales y despolitiza a las mayorías, reduciendo la democracia a un formalismo procedimental que perpetúa las desigualdades sociales.

En esta condición de dominación que ejerce el modelo neoliberal sobre el pueblo chileno, la democracia emerge como una herramienta emancipatoria del pueblo, en el sentido que solo desde la construcción de las mayorías y su correcta expresión como voluntad popular, es posible albergar esperanzas de cambio profundos en la sociedad chilena.

La Política de Revolución Democrática

La praxis política del presidente, compañero Salvador Allende, dejó una contribución fundamental al pensamiento marxista: la indisociabilidad entre socialismo y democracia. Para el Partido Comunista, la democracia no puede limitarse a un formalismo procedimental, sino que debe ser un ejercicio genuino de soberanía popular, liberado del control del capital. Las expresiones avanzadas de la democracia son conquistas de las luchas populares, especialmente de la clase trabajadora, y deben ser defendidas y profundizadas.

Sin embargo, la experiencia histórica también enseña que la clase dominante recurrirá a la violencia y la tiranía para proteger sus privilegios cuando las mayorías amenacen su poder, como ocurrió durante la dictadura en Chile. Por ello, el Partido reivindica la vía chilena al socialismo como un aporte innovador al movimiento socialista internacional, donde la lucha por la emancipación se entrelaza con la lucha por la democracia.

La Revolución Democrática, desde la perspectiva de nuestro Partido, se configura como un proceso de transformación profunda que busca superar las estructuras de dominación política y económica, avanzando hacia una democracia sustantiva. Este proyecto implica la garantía de derechos fundamentales, como la participación efectiva de las mayorías populares en la toma de decisiones, la democratización de las instituciones estatales y la construcción de mecanismos que empoderen a los sectores históricamente excluidos. En el contexto chileno, marcado por desigualdades estructurales y una democracia restringida, estas transformaciones son esenciales para consolidar un sistema político que refleje verdaderamente los intereses de las mayorías trabajadoras.

En el ámbito económico, se plantea una ruptura con la lógica de dependencia y concentración del poder en manos de monopolios y del capital extranjero. Propone el control soberano de los recursos estratégicos, como el cobre y el litio, y la promoción de formas de propiedad colectiva, como las empresas cooperativas, para garantizar una redistribución equitativa de la riqueza.

Finalmente, se entiende como un puente hacia el socialismo, donde las condiciones materiales y subjetivas para la transformación radical de la sociedad son construidas mediante alianzas amplias entre trabajadores, mujeres, pobladores, jóvenes y otros sectores populares. Este proceso requiere no solo la movilización social, sino también la consolidación de una hegemonía cultural basada en los valores de solidaridad, cooperación y justicia.

Para nuestro Partido, la Revolución Democrática no es un fin en sí misma, sino una etapa estratégica que prepara el camino hacia una sociedad socialista, donde la equidad, la sostenibilidad y la democracia sean principios rectores.

Sujeto de los cambios

Como Partido nos basamos en principios marxistas-leninistas que orientan nuestra lucha por una sociedad justa y equitativa, basada en la superación del capitalismo hacia el socialismo y, en última instancia, el comunismo. Entre nuestros pilares centrales se encuentra la lucha de clases, que reconoce la contradicción entre el capital y el trabajo como el motor de los cambios sociales, buscando la emancipación de la clase trabajadora a través de la propiedad colectiva de los medios de producción y una economía planificada democráticamente.

Como Partido, asumimos que la lucha feminista es una dimensión fundamental de nuestra acción política, entendiendo que no puede haber transformación social sin enfrentar las múltiples desigualdades que afectan a las mujeres y diversidades de género. Desde una perspectiva de feminismo de clase, reconocemos que la opresión patriarcal está profundamente entrelazada con las dinámicas de explotación capitalista, lo que refuerza la necesidad de una lucha conjunta contra estas estructuras.

Además, asumimos un fuerte compromiso con el medio ambiente, reconociendo que la sostenibilidad es incompatible con el modelo capitalista de acumulación y explotación, promoviendo la unidad de las fuerzas progresistas y populares, buscando articular alianzas estratégicas que impulsen un proyecto transformador que beneficie a las mayorías.

Hacia una Nueva Etapa de Lucha

Hoy enfrentamos el desafío de renovar nuestra inserción en las masas y la capacidad de contribuir a una cultura popular transformadora. Esto implica autoexaminar nuestro vínculo con los sectores populares y la capacidad para liderar un proyecto de cambio estructural.

Es en la movilización social de grandes mayorías donde se juega la posibilidad de desequilibrar la balanza y disputar posiciones con la derecha. Eso implica volcarnos con fuerza en el mundo social, que permita que los actores sociales jueguen un rol de relevancia en el escenario que se está disputando y donde las posiciones conservadoras buscan pasar a la ofensiva.

Ser un partido revolucionario en el siglo XXI exige articular la pluralidad de luchas contra el neoliberalismo, construir una hegemonía popular y liderar la transformación del Estado y la sociedad hacia un modelo socialista, democrático y sostenible. Inspirado en su historia y en los aportes de Recabarren, Allende y Gladys, el Partido debe asumir esta tarea con la convicción de que sólo un partido de masas puede convertirse en el instrumento político que el pueblo necesita para construir un futuro justo y emancipador.

III. El cuadro nacional y los desafíos de la política

En Chile presenciamos una crisis política y social de carácter estructural, marcada por el debilitamiento de las instituciones democráticas. Es cosa de ver cómo asistimos a la debacle por la vía de la corrupción, del tráfico ilegal de influencia, del abuso de poder, etcétera, que debilitan el sistema y la intencionalidad democrática del país, la fragmentación de la cohesión social y el ascenso de discursos autoritarios. Esta situación es resultado de décadas de neoliberalismo, que ha subordinado el bienestar colectivo a las lógicas del mercado. Las élites económicas y transnacionales han consolidado su poder, perpetuando desigualdades y marginando a las mayorías populares.

El resultado del plebiscito de 2022 dejó en evidencia la efectividad de la estrategia conservadora y la desconexión entre las fuerzas transformadoras y las preocupaciones cotidianas de la población. Esto reflejó que el proyecto constitucional no logró conectar plenamente con las mayorías postergadas que acudieron a votar. Este escenario plantea la necesidad de construir una hegemonía capaz de articular las demandas populares en un horizonte de transformación inclusivo, poniendo en el centro los sueños colectivos del pueblo, y no una interpretación vanguardista de ellos. Como Partido, reconocemos la importancia de fortalecer los vínculos entre los representantes políticos, las organizaciones sociales y el pueblo en sus diversas expresiones.

La desigualdad al centro

La desigualdad en Chile se expresa en diversas dimensiones que atraviesan el tejido social, y que se explican por la distribución de la riqueza entre burguesía y proletariado: en el ámbito económico, destaca una marcada concentración de la riqueza, donde el 1% más rico acumula una proporción significativa del ingreso nacional, mientras amplios sectores de la población subsisten con salarios bajos y empleos precarios.

En lo social, persisten desigualdades de género, con brechas salariales, violencia estructural y una distribución desigual de las tareas de cuidado, así como discriminación hacia pueblos originarios, diversidades, niñeces, entre otros. En el acceso a servicios esenciales, las brechas educativas son notorias, ya que la calidad y cobertura dependen del nivel socioeconómico, perpetuando la reproducción de privilegios; del mismo modo, la salud y la vivienda siguen siendo sectores donde el acceso justo y universal está lejos de alcanzarse. Territorialmente, las diferencias entre regiones, y entre áreas urbanas y rurales, reflejan un acceso dispar a infraestructura, oportunidades económicas y servicios básicos, profundizando la exclusión.

La revuelta popular puso de relieve, una vez más, la profunda desigualdad que se vive en el país. Las élites económicas poseen un control desmedido sobre el debate público y las decisiones legislativas, mientras que las herramientas del campo popular, como el sindicalismo, han sido sistemáticamente limitadas desde la dictadura. Este divorcio entre lo social y lo político ha reforzado la percepción de que la democracia chilena protege a los poderosos y excluye a las mayorías, dificultando la posibilidad de cambios estructurales.

En Chile aún persisten sin solución las principales causas del malestar que explican la revuelta popular de octubre de 2019, tales como un sistema de seguridad social que entrega pensiones de miseria, un sistema privado de salud que opera mediante cobros abusivos y una salud pública en crisis, que acumula una escandalosa lista de espera de dos millones seiscientos mil pacientes.

  1. Movilizaciones Sociales y la Revuelta Popular

Como Partido Comunista hemos sido enfáticos al decir que la revuelta popular del 18 de octubre de 2019, es el resultado de la acumulación de movilizaciones sociales en la sociedad chilena, para enfrentar la desigualdad estructural del país.

Es en este contexto que comprendemos lo que significó la revuelta popular, que sin ser expresión mecánica de los procesos de movilización que lo antecedieron, si es expresión nítida de este hartazgo social y la demanda por cambios.

El 18 de octubre marcó un antes y un después en la historia política de Chile, posicionando las demandas por dignidad y justicia social al centro. Aunque la reacción conservadora y la criminalización de la revuelta han debilitado su apoyo, el cambio sigue siendo una aspiración mayoritaria. Nuestro Partido se propone la tarea de liderar la rearticulación de las fuerzas progresistas, disputando las narrativas conservadoras y construyendo una agenda política que responda a las necesidades del pueblo.

En este marco la movilización del 25 de octubre de 2019, que convocó a más de un millón de personas en todo el país, marcando posiblemente la mayor concentración de movilizados en la historia de Chile, tuvo un efecto impugnador profundo sobre las condiciones de abuso y desigualdad en Chile.

Toda transformación genera resistencias, y la reacción conservadora a la revuelta no fue la excepción. Las fuerzas de derecha aprovecharon la pandemia, la inseguridad y la crisis migratoria para criminalizar la revuelta popular, reduciéndolo a un “estallido delictual”. Esta narrativa desvió la agenda social hacia temas de seguridad, facilitando el fortalecimiento de posiciones autoritarias y simplistas, particularmente de la extrema derecha. Asimismo, la reacción del gobierno de Piñera se caracterizó por su actuar represor durante la revuelta, con violaciones a los derechos humanos, que hasta el día de hoy han quedado mayormente impunes.

Se trató también de una reacción patriarcal, que se evidencia en los cuestionamientos a las cuotas y a los mecanismos de democracia paritaria que se comenzaron a implementar en Chile en los últimos años.

Proceso Constitucional

En el XXVI congreso nos propusimos como objetivo propinar al neoliberalismo un golpe trascendental con una nueva constitución. No lo logramos. Necesitamos una evaluación completa y concreta de nuestras fallas en la conducción del proceso, en el marco de un proceso que hoy parece no tener responsables.

La apuesta constitucional era un camino correcto y necesario. No obstante, no es suficiente con la correcta demanda y un acertado camino de abordaje. La superación de la desigualdad demanda transformaciones profundas y radicales, así como caminos de acción concretos y más directos, de corto aliento y de impacto más inmediato. El debate constitucional, en este sentido, sin ir acompañado de la implementación de respuestas concretas a las demandas sociales, terminó derivando en un debate ajeno, distante, lleno de mitos y alejado de las demandas populares, para reemplazarlas por propuestas que pecaron de vanguardismo, lo que, bajo el control de la narrativa en los medios de comunicación, terminó en profundos temores de la ciudadanía.

Escenario Post Revuelta y aprendizajes

El escenario post plebiscitos aún no se estabiliza en la sociedad chilena, el centro político se ha visto despoblado y los partidos que buscan representarlo han terminado naufragando en la realidad política del país. Así mismo, se ha dado paso a una alta polarización de oposición y oficialismo, los que no logran establecer su hegemonía sobre la sociedad chilena, la que a su vez ha actuado impugnando a los actores políticos que ocupan el gobierno. Sin salida política posible, el descontento se expresa en la impugnación a los proyectos más visibles

En términos de aprendizajes para el partido, es posible afirmar que la sociedad chilena tiene disposición a movilizarse de manera masiva y nacional, las demandas que se han construido desde los movimientos sociales pueden constituir un proyecto político legítimo y los comunistas somos capaces, entre otros actores, de representar ese proyecto. En síntesis, el desafío es volver a los movimientos sociales para organizar el descontento social hacia un proyecto de profundos cambios sociales, la estrategia de revolución democrática sigue plenamente vigente.

V. La tarea estratégica del PC

El desafío principal de nuestro Partido es disputar y orientar el descontento social y transformarlo en acción política organizada. Los sectores sociales que no les dan su confianza a los proyectos de transformación social no son moderados, sino escépticos y desconfiados de la política. La extrema derecha ha logrado interpelarlos, pero estos sectores no están comprometidos con sus valores. Es crucial buscar nuevas formas de llegar a estas mayorías impugnadoras, para canalizar su rechazo al modelo en una agenda transformadora.

Nuestro Partido tiene un rol estratégico en la reconstrucción de una mayoría social y política que sustente un programa transformador. Este esfuerzo implica un trabajo territorial intensivo, fortaleciendo la organización popular y rearticulando los movimientos sociales. Es imprescindible resituar el discurso político para conectar directamente con las demandas concretas de la ciudadanía, como empleo, seguridad y vivienda.

Pero esta tarea prioritaria de reconstruir una mayoría social y política, exige no bajar los brazos en la exigencia del cumplimiento de nuestro compromiso con Chile. Asumimos la tarea de ser gobierno para contribuir en la batalla por derrotar la desigualdad y avanzar en reformas y transformaciones que permitan lograr este objetivo. No somos meros administradores del Estado, no estamos en el Estado para sobrevivir, lo hacemos para transformar, lo hacemos con responsabilidad y demostrando que tenemos capacidades para aportar.

Esta convicción transformadora no nos lleva a la ceguera de desconocer la desfavorable correlación de fuerzas que hoy existe en el congreso, avanzaremos todo lo posible en las actuales condiciones, pero no nos conformamos. Debemos empujar la profundización de las reformas y eso nos obliga a construir con todas nuestras fuerzas sumando a más actores, más partidos, al movimiento social. La más amplia unidad para avanzar hoy y mañana, y para no cejar en la construcción de un programa transformador que lleve respuesta a las demandas sociales y ciudadanas.

Relatos de futuro y la disputa por el sentido común

Las clases populares se han incorporado a las votaciones por medio del voto obligatorio, estructurando un nuevo panorama del votante dentro de la sociedad chilena, y con ello se conforma un nuevo votante mediano, es decir un nuevo tipo de votante que inclina las votaciones en favor de uno u otro sector político.

Al ser estos sectores los que más sufren con la imposición del sistema neoliberal, son mucho más proclives a un discurso de cambios que promete un futuro con más igualdad colectiva, que permita mayor libertad para desarrollar sus propios proyectos en ese marco. De igual forma, es muy difícil que se decanten con un discurso de pasado, porque es raro encontrar en ellos un pasado donde les fue mejor.

Esto abre una coyuntura crítica para todos los sectores políticos, en el sentido de interpretar a estos sectores y convocarlos a ponerse detrás de un relato de futuro y cambios. Dada la importancia que ellos le atribuyen a las mejoras en su condición de trabajadores y trabajadoras para sus propios proyectos, estamos en condiciones de pensar que un relato que interprete de manera primaria a estos sectores por su rol como clase y sea capaz de mostrar cómo las otras dimensiones de dominación de sus vidas se conectan con su condición de clase, puede ser la mejor forma para traerlos a nuestro proyecto.

Nuestro Gobierno

Llegamos a este gobierno habiendo triunfado en las elecciones presidenciales del año 2021, con Gabriel Boric como Presidente de la República, iniciando un periodo de altas expectativas sobre las posibilidades de transformaciones profundas que se abrían para el país con una mayoría en la Convención Constituyente y el fortalecimiento de las bancadas de izquierda en la Cámara y el Senado, marcando un punto de inflexión para la hegemonía de un proyecto de izquierda en Chile, y probablemente uno de los mayores legados de la revuelta popular.

En ese marco hemos tenido la posibilidad de contar con las compañeras Jeannette Jara y Camila Vallejo en el comité político, a los compañeros Flavio Salazar, Nicolás Cataldo y Jaime Gajardo como ministros de gobierno, subsecretarías, delegaciones regionales y provinciales, junto a seremías a lo largo del país. Siendo estos años, en los que el Partido ha tenido una de sus mayores presencias con autoridades de gobierno. Sumamos a ello el tener, por primera vez en nuestra historia, la presidencia de la Cámara de Diputadas y Diputados.

Nuestras compañeras y compañeros en cargos de incidencia en el gobierno, el parlamento, el partido y el mundo social y sindical, han jugado roles claves para avanzar en el cumplimiento del programa y avanzar en las demandas sociales organizadas. Hoy, el desafío sigue siendo consolidar la incidencia, especialmente en aquellas agendas que impactan al mundo social y como se representan las ideas y demandas del pueblo en los espacios de poder y sus decisiones.

Nuestro aporte, tanto en el Gobierno como en el Parlamento, ha sido claro y concreto. Gran parte de las iniciativas que hemos impulsado como Gobierno han tenido como base nuestras propuestas y nuestros votos. Por ello, nos atrevemos a desafiarnos a más, porque hemos demostrado solidez en nuestros aportes concretos, como sucedió con el Proyecto de las 40 horas, el Royalty al Cobre o el aumento del salario mínimo a $500.000 indexados o reajustados según el alza del costo de la vida.

El Partido es autocrítico y crítico con respecto a la gestión de gobierno, pues no podemos ser neutrales, ni contraparte. Somos leales y parte una activa de este, nuestro gobierno. Además, integramos una coalición amplia que hoy dirige el poder ejecutivo. Todo esto lo hacemos desde nuestra posición de izquierda, con respeto, pero con sentido crítico, con lealtad, pero sin obsecuencia. Esa es la mirada que tenemos para abordar la política y los desafíos de hoy.

Nuestro rol no es mediar entre el pueblo y el gobierno, sino que somos parte del mundo popular y contribuimos a su organización y articulación activa para impulsar la agenda popular.

Asimismo, es posible afirmar que el Gobierno ha presentado una actitud pasiva hacia la territorialización de su trabajo, lo que implica que los esfuerzos del gobierno, sus logros y líneas comunicacionales descansan en un reducido número de autoridades, sin un involucramiento masivo de quienes componen al ejecutivo, esto último nos ha pasado cuentas en diferentes batallas electorales y a nuestro juicio, debemos corregirlo de cara a las elecciones de 2025.

Nuestro gobierno enfrenta su último año de mandato con una aprobación que ronda el 30%, lo que permite pensar que existe un piso desde el cual competir en las próximas elecciones presidenciales, sin asegurar que obtendremos un resultado positivo. Donde, si bien, se han hecho mejoras a la situación económica, los derechos laborales o la construcción de viviendas sociales, persiste la frustración ciudadana debido al estancamiento de iniciativas emblemáticas como la reforma previsional, la reforma tributaria y la falta de respuesta económicas más audaces para enfrentar la situación económica que agobia a la gran mayoría.

En el Parlamento, enfrentamos una oposición de derecha cohesionada y decidida a bloquear cualquier avance significativo. Esta polarización no sólo obstruye el desarrollo de nuestro programa, sino que también alimenta la narrativa de que las instituciones democráticas son incapaces de responder a las demandas sociales. La derecha ha sabido instrumentalizar temores e incertidumbres para movilizar sectores que perciben nuestras reformas como amenazas a la estabilidad económica y política del país. Este contexto nos obliga a redoblar los esfuerzos para articular respuestas políticas que logren consolidar apoyo popular y debilitar las estrategias obstructivas.

Esto se acentúa en el último tiempo; en las sucesivas tramitaciones de la ley de presupuestos la derecha ha apuntado a desmantelar la educación pública bloqueando el proceso de desmunicipalización y relativizando el derecho a una educación gratuita. Se ha atacado sistemáticamente las instituciones asociadas a la defensa de los DD.HH tales como sitios de memoria y el INDH. Se deslegitima la aplicación de impuestos progresivos tanto a grandes empresas como grandes patrimonios y se ha atacado sistemáticamente el empleo público y derechos laborales. A su vez, a propósito de coyunturas críticas se ha atacado los avances en igualdad de género, pueblos originarios y diversidades sexuales.

Es importante reconocer que el campo de políticas sociales ha quedado estrecho, con respuestas de acotado impacto social, pero además hoy vemos con preocupación que se empiezan a discutir políticas regresivas que vienen a desmantelar la Reforma Tributaria y la Reforma Educacional de la presidenta Bachelet, con lo que buscan estrechar aún más el espacio para políticas transformadoras.

Último Año de Gobierno

El gobierno enfrenta enormes obstáculos para implementar un programa transformador en un contexto de fragmentación política y una derecha cohesionada ante el desmantelamiento del Estado.

Este panorama plantea una urgente necesidad de fortalecer nuestra capacidad de acción para garantizar que la administración actual pueda entregar la banda presidencial a un representante del sector progresista. De lo contrario, podríamos enfrentar el cierre de la posibilidad de elegir un gobierno de izquierda en el mediano plazo, consolidando una hegemonía de derecha por un periodo prolongado.

Ello demanda concentrar los esfuerzos en las reformas aún pendientes y en medidas que, junto con atender el crecimiento económico, se transformen en acciones y medidas concretas para apoyar a las familias.

La reforma previsional se presenta como un desafío urgente y emblemático. Responder a la demanda histórica de mejorar las pensiones requiere superar la oposición de la derecha y movilizar a la opinión pública en favor de un sistema solidario y público.

El esfuerzo por aumentar el gasto en áreas sociales, especialmente en aquellas que impactan tanto el empleo público como el privado, es primordial para consolidar un sello social al cierre de nuestro gobierno.

Es fundamental avanzar en la reforma de pensiones, el fin al CAE y el nuevo sistema de financiamiento de la educación superior; la reforma que fortalezca el sistema de salud público; enviar el proyecto ramal; lograr la reparación de la deuda histórica con los maestros, entre otros proyectos que tienen un sentido prioritario para nosotros.

Hacia un programa de profundas transformaciones

Como Partido tenemos plena conciencia que la construcción de un programa transformador debe integrar las demandas de los movimientos sociales en una plataforma política que conecte las necesidades concretas de la ciudadanía con un proyecto de cambio estructural.

Este programa no solo debe ser inclusivo, integrando las luchas feministas, ambientales y de los pueblos originarios, sino también sostenible, conectando la justicia social con la justicia ambiental. La propuesta busca reconfigurar las relaciones de poder en la sociedad, generando un nuevo proceso de acumulación de fuerzas que trascienda las limitaciones del pragmatismo político.

Es en torno a este objetivo que comprendemos la necesaria actualización del programa de gobierno, un programa para el corto, mediano y largo plazo.

Necesitamos un programa de gobierno que sirva como carta de navegación para nuestra participación en el debate sobre los programas de la alianza y de gobierno. En este contexto, es fundamental considerar el programa transformador de poder local implementado en Recoleta, el cual desafía el paradigma tradicional de la gestión municipal.

 

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