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La guerra en Ucrania, la elección de Trump y la caída del régimen de Bashar al Assad

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9 de diciembre de 2024

Niall Mulholland. Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.

 

(Imagen: Un soldado en la zona de Donetsk. Foto: Evgen SYLKIN/Wikimedia Commons)

Suele ser una paradoja de la guerra que, a medida que el final comienza a vislumbrarse en la distancia, los combates terrestres se intensifican. Con la elección de Donald Trump a la Casa Blanca, la guerra en Ucrania, que dura ya más de 1.000 días, se ha intensificado significativamente. Trump ha dicho que pretende poner fin a la guerra «en 24 horas». Dejando a un lado la grandilocuencia de Trump, ambas partes en conflicto consideran su llegada al poder como una señal de alarma para tratar de obtener la mayor ventaja territorial posible antes de cualquier negociación o tregua.

 

El presidente saliente de Estados Unidos, el «genocida Joe», ha cedido a las exigencias del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y ha permitido el uso de misiles de largo alcance Atacms contra objetivos dentro de Rusia. El régimen de Zelensky no perdió tiempo en desplegar las armas al norte de la región de Kursk, donde las fuerzas ucranianas ocupan unos 600 km2 de territorio ruso.

 

Como era de esperar, el presidente ruso, Vladimir Putin, reaccionó con furia ante el uso de estos misiles y otros entregados por el gobierno británico. Putin declaró que esto ha provocado «una nueva espiral de tensiones». El ejército ruso lanzó un ataque «experimental» con misiles contra objetivos ucranianos y cientos de ataques con drones contra instalaciones energéticas y otros objetivos.

 

Putin también anunció la «reducción del umbral de uso de armas nucleares» por parte de Rusia. En Occidente se especula con que, junto con el ruido de sables de las armas nucleares, el régimen de Putin prestará ayuda militar a las fuerzas houthi en Yemen, que podría utilizarse con efectos devastadores contra el transporte marítimo internacional.

 

Tras la invasión de Ucrania por Putin en febrero de 2022, la guerra se convirtió en una guerra de desgaste, con una línea de frente de más de 1.000 km de longitud, desde el sur de la región de Kherson hasta Kharkiv, en el noreste de Ucrania. Sin embargo, en los últimos meses, los combates sobre el terreno se han decantado a favor del régimen de Putin. «Las fuerzas rusas avanzan en el campo de batalla a un ritmo más rápido que en cualquier otro momento desde 2022», comentaba el Financial Times (28/11/24). El régimen de Zelensky ha perdido casi el 20% del territorio ucraniano y decenas de miles de soldados (según políticos y medios de comunicación occidentales, Rusia ha perdido muchos más soldados, llegando a los 100.000, pero estas cifras no son verificables de forma independiente). Rusia ha capturado más de 1.200 km2 en Ucrania desde agosto, el doble del territorio que las tropas de Kiev tienen en la región rusa de Kursk.

 

Aunque las tropas ucranianas tomaron partes de la región rusa de Kursk el pasado mes de agosto, desde octubre se encuentran en la retaguardia, perdiendo terreno de forma constante frente a Rusia en Kursk. La apuesta de Zelensky en agosto también se produjo a costa de perder territorio en la región oriental ucraniana de Donetsk en favor de Rusia.

 

Ceder el control de Kursk a Rusia supondría un importante revés para Zelensky, que se vería privado de una valiosa baza en futuras negociaciones. Los analistas militares afirman que Zelensky, enfrentado a un ejército ruso más numeroso y mejor equipado, intentará ante todo reforzar la posición oriental de Ucrania y estabilizar sus defensas en caso de que Trump le obligue a negociar con Putin.

 

Incluso los medios de comunicación occidentales han tenido que informar de que existe una desmoralización generalizada entre los soldados ucranianos, con informes de deserciones. Muchos civiles intentan evitar la llamada a filas y hay informes de reclutamiento forzoso. La población ucraniana pide cada vez más negociaciones para poner fin al conflicto. Los días de patriotismo y entusiasmo bélico han quedado atrás.

 

Como era de esperar, Putin no tiene prisa por entablar conversaciones de paz, con el impulso a su favor. Exige que sólo entablará conversaciones si Ucrania acepta la ocupación rusa de cuatro regiones ucranianas.

 

Siria

Sin embargo, el ejército ruso también ha tenido que hacer frente a sobreesfuerzos, como su reciente intervención en Siria y los intentos fallidos de apuntalar al ahora depuesto régimen de Bashar al Assad.  El odiado régimen dinástico de Assad, en el poder desde 1970, implosionó, provocando el júbilo entre sectores de las masas sirias. El grupo islamista de derechas Hayat Tahrir al-Sham (HTS), al que se unió el Ejército Nacional Sirio (respaldado por Turquía, miembro de la OTAN) y antiguos miembros del Ejército Sirio Libre, apoyado por Occidente, se extendió por Siria al ver la oportunidad de golpear al debilitado y podrido régimen de Assad mientras sus principales aliados, Rusia, Irán y Hezbolá, estaban inmersos en la guerra de Ucrania y en los conflictos de Gaza y Líbano.

 

Tras la caída de Assad, reflejando en parte los deseos de las masas desde abajo, incluso los representantes del HTS hablaron de defender los derechos de las minorías y declararon su victoria como «la victoria de la gran revolución siria tras trece años de paciencia y sacrificio.»…

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