De: Ivan Godoy Contreras <chilenodel59@gmail.com>
Columna de opinión: «El Código de Moraga».
La conocida “ley de Moraga”, emblema del abuso y el abusador, describe nítidamente la desidia de las políticas publicas y privadas en el Chile de la post-dictadura. Tras de esta “ley” no solo se ocultan los espurios intereses de los poderosos de siempre y sus advenedizos esbirros, sino que también, toda una estructura que habilita un pérfido sistema para el abuso y expoliación de las mayorías en Chile.
La ley de Moraga como su similar, la ley del Gallinero, hacen de las heces el destino infame del perdedor, del looser, del tontorrón, del poco avispado, del asopado, del que no es winner, vivaracho o zorrón. En resumen, la ley de Moraga y como castigo, manda literalmente a la mierda , al que “no saco ventajas de otro, teniendo la oportunidad”.
La ley de Moraga encuentra su correspondiente en el “juego de la viroca” en España, y mas atrás, en el “Nomos basileus”, dicho de la Grecia clásica, por el cual la ley era la dictaminada por el rey y punto. Precisamente ley proviene de “nomos”, palabra griega que refiere al asignar, dispensar, adjudicar de acuerdo a su merito, “proporcionalmente”. Nomos en sus orígenes fue disposición jerárquica, mandato divino. Nomos a su vez, fue “justicia distributiva y retributiva” entre los hombres.
La justicia que persigue el nomos, proviene conceptualmente del termino griego dikaiosine (Themis + Dike) principio que determinaba, al alero de los pitagóricos, “lo recíprocamente proporcionado”, lo “igualitario”, y que se aplicaba tanto a lo natural (phisys) como social (nomos), en todo ámbito de relaciones (divinas y humanas).
Según señala un himno órfico Nomos personificación de la ley, desposo a Eusebia, personificación de la piedad, con la que tuvo a Dike, personificación de la justicia. Dicho de otro modo: la justicia es resultado de la ley que se “apiada de otro”, que considera su humanidad en cuanto a derecho, en pos de evitar el desorden (dysnomia) donde impere el abuso.
Proporción y reciprocidad por tanto son el alma de toda ley. Habrá que entender reciprocidad en la ley, como aquella acción de intercambiabilidad de responsabilidades ante similares hechos, otorgar y recibir beneficios y penas en la “misma medida”, con “igual derecho”, independiente del “lugar social” donde uno se encuentre. Otorgar a cada cual lo suyo –independiente del sexo, etnia o apellido-, de acuerdo a su merito y precaviendo el bien común, será el fin y objeto de toda ley. Con la inexistencia de proporción y reciprocidad, toda ley deviene arbitraria, precisamente porque se hace injusta.
En Chile bajo la dictadura (bandos) y en post-dictaduras (leyes de amarre, leyes secretas), la ley de Moraga devino en Código, esto es, en un conjunto ordenado de leyes en beneficio de unos pocos, en desmedro de muchos (ejemplo: Capredena, Dipreca- AFP). El “Código de Moraga” en el Chile neoliberal – como todo buen producto de las transnacionales, la oligarquía y sus esbirros-, nace con dos traiciones. La primera a un “gobierno democráticamente electo”, y la segunda, a los “derechos ciudadanos” consagrados en la constitución de 1925.
Literalmente en Chile tenemos código y damos cátedra en lo que una ley no debiera ser. Esencialmente el Código de Moraga es el derecho consuetudinario asentado por siglos a favor de unos pocos, y que suele visualizarse con mayor claridad, al alero de dictaduras o crímenes militares.
El “Código de Moraga” en el Chile neoliberal es portentoso, un monumento a la injusticia. Todo un memorial prescriptivo del abuso de “cuello y corbata”, y su consiguiente robo a “mano armada” al erario nacional, instaurado a “sangre y fuego” en dictadura, y administrado diestramente por el duopolio: Desnacionalización del cobre: ley del royalty minero, ley reservada del cobre, ley de privatizaciones de empresas estatales, ley de AFP, Ley de Isapres, Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza ,ley de privatización del agua, ley de aportes reservados para la política, ley de fomento para las plantaciones de pinos y eucaliptus, ley de impuestos específicos a los combustibles, ley del salario mínimo, ley laboral, ley antiterrorista, ley de pesca…
Se dirá que si se han hecho leyes a favor no solo de Moraga: acuerdo de unión civil, postnatal, voto de chilenos en el exterior… si por cierto, pero ninguna de estas leyes afecta la repartición del ingreso en Chile, ninguna atenta al bolsillo de Moraga y a su “zona de confort”.
Supuestamente Moraga no es nadie, sin embargo “si” es alguien. Es el que hace la ley, el que la canta, el que la hecha al viento para quedarse con la parte del león. El que la cita, la refiere o evoca, es el que esta dispuesto en “optima posición” ante la ley, por lo cual, “haga lo que haga, no va ser el quien caga”. Moraga mas que un sujeto particular ,es un “lugar privilegiado en la vida”, que permite no solo disfrutar, sino que de vivir a costa, precisamente, de aquellos que no están en ese lugar.
Un candidato a la presidencia de Chile -de oscuro prontuario-, se ufanaba ante el uso de “paraísos fiscales” para sus negocios, que todo cuanto el hacia estaba de acuerdo a la ley. “Hecha la ley hecha la trampa” reza el refrán popular, aspecto que siglos antes ya había advertido Locke al afirmar la propensión de los que detentan el poder de no solo hacer las leyes sino de ejecutarlas en su propio beneficio (Segundo Tratado, cap. XII).
La ley no necesariamente es legitima como así lo racional no necesariamente es razonable (Ver: Auschwitz). La ley puede legalizar el abuso, pero no debe. Blindar la trampa bajo una ley, no solo va contra la esencia misma de la convivencia en comunidad, sino que es perverso y deslegitima por cierto, no solo a la institución que avala esta conducta, sino que a la comunidad que la sustenta (nación, pueblo, patria, republica…).
El “Código de Moraga” en Chile tiene una doble función: por una parte legislar a favor de los intereses de los poderosos, y por otra, devaluar la convivencia social. La primera no tiene mayor misterio, sin embargo la segunda si. Establecer el imperio del mas fuerte, del que tiene más lucas, mas medios, mas influencias para lograr lo que arbitrariamente desea, no es un asunto menor.
Legalizar el abuso y la trampa es violento y genera desde la prescripción aun más violencia. La ley es verbo que vehicula daños ostensibles y visibles sobre los cuerpos. La injusticia hiere y duele. La violencia de una ley injusta maltrata física y psicológicamente a quien la padece, por lo tanto no debiera ni obligar menos conminar para su cumplimiento. Es mas, una ley espuria, debiera ser la primera causa por la cual una comunidad se revela ante sus gobernantes. Aceptar y acatar día a día el Código de Moraga, es denigrante y devalúa no solo nuestra convivencia, sino que devalúa nuestra dignidad.
La violencia es un arma para la obtención de un fin. La violencia es una panoplia señala Yves Michaud. Esto es por una parte, un conjunto de armas operando como sistemas articulados en busca de una finalidad, como pueden ser la maquina judicial y el aparato policial, y por otra, las piezas de un armadura, en este caso, para resguardar, no solo al abusador, sino que sus intereses.
Poner el dinero en el centro de nuestra existencia más allá de la ley, o peor, adecuando la ley para el uso y abuso del dinero para obtener fines, es la socialización de “La propuesta indecente”(1993), película de Adrian Lyne, donde su protagonista Diana Murphy (Demi Moore) se acuesta con el multimillonario John Gage (Robert Redford) a cambio de un millón de dólares. De forma brutal, bajo el Código de Moraga en Chile, la pregunta “por el como ser más felices en comunidad”, deriva en “por cuanto me los bajo para poder vivir”.
Hay ejemplos emblemáticos como se ha ido construyendo el código de Moraga, magna obra del Chile neoliberal. La mayor de los veces estas espurias leyes se gestan entre gallos y medianoche y circulan clandestinas entre los intersticios de la cota mil, la Moneda y el Congreso. Por lo general – aparte de su dramática aplicación-, lo que hace aparecer a sus verdaderos progenitores, o es la fatua vanidad, o alguna denuncia por cohecho.
Sin duda la perla de la corona del código de Moraga, es la ley 20780 del 29 de septiembre del 2014, conocida bajo el acápite “Ley de Reforma Tributaria que modifica el sistema de tributación de la renta e introduce diversos ajustes en el sistema tributario”. Fue a propósito de esta ley –que una vez más resguardaba los bolsillos de los poderosos-, donde Adolfo Zaldivar, ese pequeño gran hombre de la política chilena, declaro orondo sobre lo que es legislar en Moragalandia: “En estas cosas no todo el mundo puede estar en la cocina” (¿y el parlamento?), “ahí muchas veces está el cocinero con algunos ayudantes, pero no pueden estar todos, es imposible”.
Ivan Godoy Contreras.
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