EL BLOG SALMON
DerBlaueMond
Indudablemente la práctica totalidad de los avances tecnológicos que ha habido a lo largo de la Historia han traído progreso socioeconómico a nuestras sociedades (hasta el momento), pero lo abismamente disruptivo de la transformación digital en casi todos sus aspectos, no siendo comparable a ninguna revolución anterior, así como la automatización y la robotización, –pueden hacer que esta vez sea radicalmente diferente.
«Pueden…», ahí está ni más ni menos el tema del post que les traemos hoy. Porque ya a día de hoy disponemos de datos y experiencias que nos permiten formarnos una opinión más o menos fidedigna de lo que nos puede estar esperando a la vuelta de una esquina, que en realidad es un chaflán por el que ya estamos asomándonos. De ahí este análisis: ese «Pueden» podemos sustituirlo con bastante rigor ya a día de hoy por un contundente «están haciendo que esta vez» sea radicalmente diferente.
Un debate que iniciamos en el Blog Salmón hace más de un año
Los lectores habituales de este medio ya saben, por otros de nuestros análisis relacionados con este tema, que este debate fuimos el primer medio en iniciarlo hace más de un año, haciendo honor a nuestra condición (y también propósito) de ser un medio innovador y «no-commodity». Hasta donde nosotros sabemos, por entonces todavía nadie se planteaba este debate en los términos en los que lo planteamos nosotros en aquel momento, según pueden leer en nuestro primer análisis al respecto de Junio de 2016: «La robotización de la economía y la sostenibilidad de las pensiones pueden ser compatibles«.
Posteriormente, cuando el tema ya se volvió mainstream y llegó a otros medios, participamos activamente en el debate abierto, con contribuciones como la cordial contestación al economista Daniel Lacalle del análisis «Aunque no lo parezca, aún nos queda la tercera y más disruptiva fase de la Globalización«. Según pueden leer por sí mismos, en este debate hemos seguido aportando puntos de vista innovadores y originales, y, en todo caso, constructivos y con ambición de resolver de la mejor manera posible una cuestión clave para nuestra Socioeconomía (al igual que hicieron ustedes con sus valiosos comentarios, todo sea dicho). Pero recientemente ha habido más cuestiones a tener en cuenta desde nuestro último análisis, que nos han llevado a decidir retomar de nuevo el tema hoy, y a tratar de aportar más contenido (creemos) interesante para nuestros estimados (y participativos) lectores.
Las recientes noticias que han abierto una nueva fase en el debate del siglo
Si bien para un servidor este era un tema de preocupación y análisis desde hace tiempo (como ustedes mismos bien saben), lo cierto es que el diario El País publicó recientemente un buen artículo sobre el tema con título «Los precarios de la nueva economía digital«. De forma algo premonitoria ante ilustrativas noticias que han llegado tan sólo unos pocos días más tarde, como pueden leer en el enlace anterior, el reportaje de El País dejaba al descubierto las malas condiciones de trabajo a las que se enfrentan trabajadores de empresas que se cuentan entre los estandartes de la nueva economía.
Por «malas condiciones de trabajo» entiendan algo que va más allá de la mera precariedad laboral o las bajas retribuciones: estamos hablando también de falta de un ambiente de trabajo sano y edificante para todos los trabajadores, de la ausencia total de intentar crear un espíritu de equipo, de la incomunicación total con los jefes directos u otros compañeros, del aislacionismo como filosofía diaria de trabajo, u otros muchos aspectos nada positivos y que denuncian abiertamente trabajadores de demasiadas plataformas digitales. Y esto sólo es el principio, puesto que las consecuencias sobre la salud de los trabajadores de este tipo de «condicionantes» laborales a menudo sólo muestran su cara más amarga en los medios y largos plazos. Como bien cita el autor de El País, el FMI aseguró en un reciente número de su revista Finance & Development que “La economía digital va a erosionar bruscamente la relación tradicional entre empleado y empleador”.
Para que se hagan una idea de la «fiesta» laboral en la que estos trabajadores de la nueva economía desarrollan su actividad profesional día tras día, sólo les citaré brevemente cómo estos trabajadores son contratados como autónomos en una evidente perversión de la intención con la que la legislación laboral creó la figura de los trabajadores autónomos (realmente son trabajadores de la empresa que no se acaba de entender por qué no están en plantilla), deben sufragarse por sus propios medios material de trabajo con los logos corporativos como por ejemplo la nevera isoterma en la que tansportan los pedidos de comida a domicilio, o no tienen más contacto con el ambiente laboral de su empresa que una aplicación por el móvil que no para de dispararles a discreción una encomienda tras otra.
Antes decía que el reportaje de El País era algo premonitorio, y lo he hecho porque hace tan sólo unos días la chispa saltó, y prendió… Como pueden leer en esta reciente noticia, los «riders» de Deliveroo han hecho valer su voz unida por primera vez, y mantuvieron una jornada de huelga el pasado Domingo 2 de Julio en Madrid, Barcelona, y otras ciudades españolas. El impacto real de esta huelga es limitado para el común de los mortales, pero aparte de ser algo relevante para Deliveroo, resulta también un factor muy significativo dentro del debate de si la nueva economía tal y como se está planteando trae desigualdad y precariedad, o por el contrario trae progreso para todos.
El nudo gordiano del debate actual sobre desigualdad y precariedad
Algunos sectores socioeconómicos, no dudan en afirmar que la nueva economía está generando muchos nuevos puestos de trabajo. Razón no les falta, de hecho, este extremo nunca se ha negado desde estas líneas. Efectivamente, las tecnológicas están creando empleo a raudales: el tema es qué proporción de empleo crean y qué proporción destruyen, y lo más interesante, ¿Qué tipo de empleo están creando y cuál es su impacto en nuestras socioeconomías?
Lo cierto es que estas empresas estandarte de la nueva economía contratan en muy buenas condiciones a trabajadores (muy) cualificados. Y no sólo son las tecnológicas las que están generando empleo técnico de calidad, como ya les expuse en el análisis «Industry 4.0 o cómo las nuevas tecnologías están poniendo patas arriba el sector industrial, en un futuro casi inmediato vamos a asistir a, no ya la tecnificación de nuestra sociedad, sino que nos encaminamos directamente hacia la sociedad técnica pura y dura. Y como tal, ofrecerá un futuro prometedor si (y casi sólo si) eres un trabajador cualificado con perfil técnico y (muy) cualificado.
De acuerdo, hasta aquí todo parece de color de rosa, tal y como pintan algunos otros analistas y economistas. Pero qué hay de los otros estratos de las empresas que van más allá de los Departamentos de Sistemas. No hace falta que les diga qué colectivo tiene más peso porcentual en el mix laboral de las empresas, si el colectivo techie o el resto de colectivos laborales. Y ahí reside el quiz de la cuestión: no se trata de discutir cómo indudablemente la nueva economía está creando empleos de calidad, sino que lo que debe ser motivo de preocupación es si esa creación de empleo va a ser suficiente para contrarrestar todo el empleo que se está destruyendo en otras áreas de las empresas o, en el mejor de los casos, creando o transformando empleo a nuevas condiciones de mayor precariedad.
Y lo más llamativo no viene de plantearse el asunto bajo el prisma de la evidente precariedad a la que se ven abocados demasiados trabajadores, y si llega a ser contrarrestada por la creación de esos empleos de calidad. Lo más llamativo son las profundas desigualdades que se están creando en nuestras socioeconomías. Efectivamente, la brecha digital está convirtiéndose más brecha que nunca, hasta casi ser una sima. No duden que los analfabetos del futuro serán personas sin capacidades técnicas: vivimos unos tiempos en los que no sólo las empresas tienen que reinventarse o morir, también los trabajadores como profesionales y como personas deben hacerlo. Pero lo lacerante de esta sima digital es que el mundo técnico será hermético y no permeable a todo aquel que se haya mantenido al margen de él, al igual que sus oportunidades laborales.
Lo más preocupante es que, básicamente, el analfabetismo de principios del siglo XX resultó en ciertos desafortunados que no sabían leer ni escribir, cosa que podían aprender con relativa facilidad (comparativamente) si disponían de los medios para ello. Posteriomente la brecha social se trasladó a las diferencias entre trabajadores universitarios y trabajadadores de base, pero aunque es verdad que ya adquirir formación universitaria (y toda la experiencia profesional que se sustenta sobre ella) no era cuestión de unos meses, lo cierto es que las diferencias salariales eran mucho menores hace unas décadas: ello minimizaba la desigualdad y hacía el sistema socioeconómico más sostenible y estable. Por el contrario, ahora tenemos que las capacidades técnicas necesarias para participar de esa sociedad técnica son mucho más complejas de adquirir a posteriori, hasta el punto de que muchas personas ajenas a ellas se sienten totalmente incapaces de adquirirlas y superar esa sima digital que crece más rápido que el ritmo al que nuestras universidades y formación puede reconvertir o crear nuevos trabajadores según la demanda exponencial.
Y la técnica son un conjunto de habilidades y conocimientos sin los cuales no se tendrá más alternativa que la precariedad de estos nuevos analfabetos del siglo XXI. Por ello, traten de anticiparse a esta nueva era que surgirá tras la revolución digital, y sean conscientes de que ya no basta con manejar un smartphone o unas aplicaciones (eso ya es un básico elemental), se trata de un mercado laboral de carreras técnicas y perfiles polivalentes, pero casi siempre híbridos, requiriendo también a la vez formación y know-how técnico. Esto no es una simple elección, es algo que el tiempo demostrará que son más lentejas que las lentejas pardinas: ya saben aquello de que, o las comes, o las dejas. El tema es que, para poder comer dignamente, probablemente no habrá mucha alternativa a las lentejas en nuestra socioeconomía.