Imagen: Foto: AFP – Gabriel Pano / EL UNIVERSAL
¿Adónde vamos después de las elecciones del 2 de junio?
Por un nuevo régimen político SÍ. Vuelta a una dictadura NO
Manuel Aguilar Mora*, Ciudad de México, 8-6-2024
Correspondencia de Prensa, 12-6-2024
El tsunami de las elecciones presidenciales de 2024 ha superado por varios millones de votos al de 2018. López Obrador ganó con más de 30 millones de votos, su regenta, Claudia Sheinbaum los ha superado con una victoria que se acerca a los 36 millones de votos. Contundente y apabullante triunfo después del sexenio obradorista pleno de claroscuros: con un presidente que mantuvo una alta popularidad durante todos los años a pesar del desastre político de su gobierno que batió todos los récords de violaciones de la ley electoral al convertirse AMLO en el jefe de campaña cotidiano mañanero de su partido y que superará con más de 200 mil homicidios con los que cerrará su administración las macabras cifras de homicidios dolosos de sus antecesores Calderón y Peña Nieto. Todo el poderío del Estado se puso a disposición de la sucesión oficialista desde el inicio mismo del sexenio como en los buenos viejos tiempos del priismo. Los escenarios que anunciaban por lo menos unas elecciones competidas fueron ridiculizados por las encuestas al parecer más exageradas y finalmente las cifras del INE le dan a Claudia una victoria con ¡30 puntos de diferencia! con respecto a su opositora Xóchitl Gálvez.
La completa ruptura del viejo régimen
Los resultados del 2 de junio son la conclusión de las muchas ilegalidades y de tantos hechos que han caracterizado al gobierno obradorista en un violador sistemático del estado de derecho y en el promotor radical con encono, insultos y resentimientos del desmantelamiento de la débil estructura democrática que se ha venido levantando después de la caída del priato en el año 2000, pues eso es lo que representa el Plan C del presidente que pretende se apruebe en septiembre, primer mes de la nueva Legislatura y el último mes de su gobierno antes de la entrega de la banda presidencial a su sucesora Claudia Sheinbaum.
¿Qué sucedió? ¿Adónde vamos?
Claro que estamos ante las consecuencias de una elección de estado, ante unos comicios con un piso muy disparejo, con preparativos para la victoria obradorista meses, años antes del 2 de junio pasado cuando se pusieron en práctica trapacerías conocidas como el robo de urnas y urnas embarazadas, con incendios de casillas, con miles de casillas ”zapato”, con la influencia poderosa del narco en amplios territorios controlados por sus cárteles y ante todo por una violencia criminal que abatió a más de treinta candidatos ya nominados por sus partidos que un día antes de las elecciones asesinó con un tiro en la nuca al casi seguro triunfador candidato priista a alcalde en Coyuca de Benítez.
Pero hay que continuar pues la futura nueva presidenta, sin especular, franca y directamente ha dicho que “construirá el segundo piso de la Cuarta Transformación”. ¿Cuál será? ¿Cómo será ese “segundo piso”? La situación en que nos encontramos hoy es crucial, con grandes incertidumbres y en la cual se determinará el porvenir del país, de su rumbo en uno u otro sentido.
La primera, decisiva situación consiste en que, tanto en 2018 como actualmente en 2024, ambos tsunamis electorales son la contundente evidencia que millones de hombres y mujeres mexicanos quieren y apoyan un cambio de política, de gobierno y de perspectivas. La larga noche del priismo del siglo XX ha terminado y he aquí una primera conclusión tajante que ya se había dado en 2018 pero que durante el sexenio transcurrido después parecía que se había superado. Se trata de la crisis terminal del viejo sistema de los partidos, en especial del PAN y ante todo del PRI convertidos en verdaderos cadáveres políticos (lo del PRD ni siquiera vale la pena señalarlo en la nota de pie de página). Esa es la conclusión que parecía que podía obviarse por la práctica errática en muchos casos del nuevo partido morenista dominante (¡la perdida de la mitad de la Ciudad de México en las elecciones intermedias del 2021!) y después con la oportunidad de la candidatura parcialmente independiente de Xóchitl Gálvez que con todo el vigor que desplegó no pudo o no quiso desprenderse del abrazo que contradictoriamente la unía al Prian. La de Xóchitl fue una candidatura errática que no pudo superar las dos corrientes que la mantenían, su origen ciudadano como su principal acervo y la necesidad política que determinó ser postulada por el PRI, el PAN y el PRD. Al fin sucumbió penosamente incluso mucho antes de lo conveniente cuando en la madrugada del 3 de junio aceptó intempestivamente su derrota.
Se demostró contundentemente que la oposición burguesa representada por el PRI y el PAN ya no es una alternativa en ningún sentido. Esto explica también indirectamente la persistencia al lado del gran caudal de votación de la permanencia simultánea de una amplísima masa de abstencionismo que se ha mantenido e incluso aumentado durante el trayecto obradorista. En ambas jornadas el porcentaje de participación anduvo alrededor del 60 por ciento, a pesar de que en el último sexenio el empadronamiento ha incorporado a millones de jóvenes muchos de los cuales siguen absteniéndose.
Los cruciales meses venideros
AMLO ha interpretado este anhelo de un nuevo régimen político que hierve en lo más profundo de las grandes masas populares hartas de la antidemocracia priista dominante en el siglo XX y que la crudeza corrupta de los sexenios del Prian toleraba. Ha inventado la narrativa de una Cuarta Transformación (4T) de la historia de México que en sus delirios de grandeza él encabeza como los anteriores proceres de las tres otras transformaciones históricas Hidalgo, Juárez y Madero. Ni más ni menos. AMLO el prócer continuador de los hitos célebres de la historia patria. De acuerdo con su talante autoritario y su pobreza ideológica manifiesta en la práctica política el obradorismo se convirtió en una ruda y desgastada recreación del más rancio nacionalismo revolucionario encarnado en el Priato prevaleciente en el país durante la mayor parte del siglo XX.
Pero en las condiciones de los primeros años del siglo XXI, después de la caída de la Unión Soviética, de la victoria estadounidense de la “guerra fría” y del mundo multipolar que está surgiendo la crisis del pensamiento y la ideología revolucionaria no se superará con la vuelta anacrónica a un fracasado nacionalismo revolucionario cuya muestra más patente fue la caída del priato en el 2000. Sólo la audacia de un pensamiento que asuma y profundice críticamente la terrible crisis ideológica y política que determinó la historia de las derrotas del siglo XX mundial y mexicano hará posible la superación del legado envenenado que constituyen los regímenes que proliferan en la actualidad en el entorno latinoamericano, tanto de extrema derecha (tipo Milei, Bolsonaro o Bukele) como de la descomposición de los progresismos (tipo Maduro) o inclusive de las burocratizaciones represivas de las revoluciones (Cuba y ante todo Nicaragua).
La orientación antidemocrática evidente que representa el obradorismo se ha demostrado con creces en su guerra declarada al tradicional sistema de poderes gubernamentales que se hacen contrapeso para evitar las dictaduras y sus coqueteos internacionales con gobiernos impresentables (como el de Putin, el de Maduro e inclusive el de la Cuba poscastrista), coqueteos que no afectan ni una pulgada su sometimiento político a Washington en todo lo que realmente importa en las relaciones entre los dos países vecinos. Su batalla contra el INE que pretende desmantelar, contra las agencias autónomas de todo tipo y en especial su decisión de transformar al poder judicial, empezando con la Suprema Corte, en un subordinado de la mayoría gubernamental al proponer la elección de los jueces como si fueran diputados. Metas políticas que AMLO ha declarado deben ser las del gobierno de su sucesora y que busca garantizar con la mayoría calificada entre los diputados que pretende conseguir como anunció su secretaria de Gobernación María Luisa Alcalde con el 73% (365 diputados) de la coalición morenista. Un objetivo espurio que es la expresión en el obradorismo de la crisis de partidos del viejo régimen. La sobre representación parlamentaria que significaría la mencionada mayoría calificada, superior en más de diez puntos a la verdadera representación que expertos independientes calculan en no más del 62% (310 diputados) y cuyos protagonistas son los dos partidos aliados de Morena (el Verde y el del Trabajo) que representan lo más nefasto del corruptísimo mercadeo parlamentario, ambos partidos con una prácticamente nula base social.
Autoritarismo o democracia
No ha transcurrido siquiera una semana después del tsunami triunfante de la candidata presidencial electa cuando se han presentado signos evidentes de las turbulencias existentes en el seno del movimiento amorfo y fraccionado que es Morena. Al cemento obradorista autoritario se ha añadido a partir de la victoria de Claudia Sheinbaum un nuevo material todavía ambiguo en la estructura partidista. Apenas el 5 de junio, después de que se habían presentado turbulencias financieras con una baja de la cotización significativa de la paridad del peso, Ignacio Mier el líder saliente de los diputados obradoristas se apresuró a anunciar que, en septiembre, ya con la nueva Legislatura se pondría a discusión las propuestas de reformas constitucionales de AMLO. De inmediato debió contradecirse al día siguiente dejando claro que él es un personaje que no decide en esas alturas. Al quite salió una vocera de Sheinbaum dejando en claro que los inversionistas y líderes empresariales de ninguna forma deben alarmarse por la toma de medidas autoritarias. En especial para la reforma del Poder Judicial pueden estar seguros de que se fomentarán discusiones amplias y sin condicionamientos.
La propia Claudia ha sido muy clara al respecto y recordó el 6 de junio que en su gobierno “seremos democráticos y por convicción nunca haríamos un gobierno autoritario ni represor. Respetaremos también la libertad política, social, cultural y religiosa; la diversidad de género y sexual. Seguiremos luchando siempre contra cualquier forma de discriminación, respetaremos la libertad empresarial y facilitaremos la inversión privada nacional y extranjera para el desarrollo nacional que fomente el bienestar social, garantizando siempre el respeto al medio ambiente”. Ideas que han sido ratificadas por Juan Ramón de la Fuente el coordinador del equipo de transición de la presidenta electa al insistir en que el gobierno entrante privilegiará el diálogo y respetará los derechos de las minorías políticas sin dejar, obvio, de ejercer sus mayorías, que desbordan las fronteras parlamentarias. En el hervor de las declaraciones y contradeclaraciones de esta primera semana transcurrida después de la aplastante victoria de Sheinbaum, no pudo faltar la voz tronante del caudillo que puso en el tapete la cuestión con su estilo vociferante:” La justicia está por encima de los mercados”. (La Jornada, 08.06.2024).
Sheinbaum apenas en estos días de su primera semana de presidenta ha trazado un rasgo que la distingue claramente de la forma de conducirse de AMLO en su interrelación con sus pares internacionales. Su dominio del inglés que desde el día siguiente de su triunfo le permitió mantener una comunicación fluida con los presidentes Joe Biden y Emmanuel Macron, con Kristalina Giorgieva, Ayax Banga y Mathias Corman, entre otros. Y esta actitud ha sido refrendada con su llamado a la calma a los directivos del Banco Mundial, del FMI, de la OCDE y de Black Rock asegurándoles que ella prevé reformas derivadas del diálogo, de la discusión y de un parlamento abierto.
La presidenta mexicana desde los primeros días de su victoria está en el centro de una situación en la que convergen dos poderosas corrientes de intereses sociales, políticos y, muy importantemente, financieros y económicos. Están los más de 25 millones de mexicanos y mexicanas poseedores de sus tarjetas del bienestar que abrumadoramente votaron por ella y del otro lado están los intereses económicos consecuencia de la peculiar situación geoestratégica que ocupa México en esta etapa de relocalización (nearshoring) de los colosales montos de capitales que el conflicto entre Estados Unidos y China los obliga a buscar nuevos espacios de inversión. Los grupos financieros se han expresado muy claramente: consideran posible una nueva política que se aparte de la concepción confusa del presidente López Obrador que por una parte critica a los sectores considerados conservadores y opulentos, aunque finalmente en su gobierno los grandes banqueros, industriales y comerciantes han disfrutado de enormes ganancias.
Hacia un nuevo régimen democrático
La mesa está puesta para que las pulsiones autoritarias más represivas y antidemocráticas del obradorismo se sirvan a manos llenas. Aunque los sectores más fieles obradoristas lo nieguen y justifiquen, la marca que deja el gobierno de AMLO con su apoyo y fortalecimiento de las fuerzas militares es un legado envenenado a la primera presidenta mujer de la historia de México. La sangre y la infamia de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa hace diez años seguirá salpicando a su gobierno como lo hizo a los de Peña Nieto y López Obrador. La lucha del pueblo mexicano contra la restauración de una dictadura será fundamental en los próximos días, semanas y meses que vienen. Se dará en las manifestaciones callejeras, en las huelgas, en los plantones y en la diversidad creativa de las protestas populares.
Una de las más paradójicas consecuencias de las elecciones del 2 de junio pasado, ya inscritas en las anteriores de junio del 2018, es la enormidad del hartazgo popular con todo lo que representó el imperio del PRI dominante durante el siglo XX y sus secuelas del Prian en lo que va del siglo XXI. Pero al mismo tiempo el líder indiscutido de ese tsunami popular electoral es un caudillo despótico, antidemocrático, demagógico y por completo anacrónico en su meta de restaurar una dictadura chocando así frontalmente con el profundo impulso masivo que lucha por hacer de México, por primera vez en su larga historia de dictaduras, despotismos y caudillismos un auténtico país democrático. Un pueblo que precisamente en los tsunamis electorales de 2018 y ahora de 2024 considera que combate por la independencia, la igualdad, por un auténtico régimen democrático, libertario y feminista contra los intentos de restauración de una dictadura.
En esa lucha por un México democrático, tolerante, fraterno e igualitario en las bases populares de jóvenes, mujeres, trabajadores y pueblo rebelde el impulso será por un régimen también socialista. Es el capitalismo el sistema matriz de los despotismos y la violencia reaccionaria. Lo fue en el siglo XX y lo sigue siendo hasta la saciedad en el actual siglo XXI. Es el capitalismo la matriz de la delincuencia organizada como una gigantesca empresa que negocia con las drogas, con las extorsiones, con los derechos de piso, con los inmigrantes y la trata de personas. Son las ganancias extraordinarias que logra con estas actividades las que convierten al crimen organizado en el poderoso jugador capitalista que representa en la economía en los países en que se implanta, como lo vimos claramente antes en Colombia, Perú y Bolivia y hoy lo vemos en México y Ecuador. La violencia desatada por las bandas tiene su origen en la decadencia de un sistema que no ofrece a los jóvenes de ambos sexos una perspectiva sustentable.
Las perspectivas
Se avizoran tiempos muy complejos, de hecho, estamos ya en medio de ellos. Las consecuencias de las elecciones del 2018 pero ante todo de las del domingo pasado colocan a las fuerzas sociales y políticas ante una situación inédita.
En el mundo se agravarán en los próximos meses las contradicciones. Las dos guerras, o mejor dicho la guerra de Ucrania y el genocidio perpetrado en Palestina por el gobierno de Israel ensombrecen el horizonte planetario. El cambio climático bate récords: estamos atravesando por tiempos de sequía nunca vistos. Las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos muy posiblemente enfrentarán a dos ancianos en la disputa por el cargo político más importante del mundo: el presidente Joe Biden con más de 80 años que busca reelegirse como candidato del partido Demócrata y Donald Trump de 78 años de edad que incluso si es encarcelado por sus crímenes la peculiar ley electoral estadounidense le permitiría al partido Republicano nominarlo como su candidato.
Esta situación obliga a la política revolucionaria de México a fundamentar sus perspectivas en una visión realista y verídica de la situación mundial. Así lo exigen los enfoques políticos y económicos. Por ejemplo, la política migratoria que será cada vez central en las relaciones con EUA afectará de lleno a la situación de las dos fronteras y de hecho de todo el país. Para los revolucionarios mexicanos es imposible confiar en cualquiera de los dos partidos gobernantes en Washington, cada vez más parecidos en su enfoque racista migratorio. Como en otros tantos aspectos, la política revolucionaria con respecto a EUA se hará con la colaboración de las fuerzas independientes populares del país vecino, de sus sectores populares plurinacionales negros, asiáticos, blancos y muy especialmente de los millones de mexicanos o sus descendientes que residen en ese país. Lo mismo hacia el sur del continente. Las luchas populares de los pueblos centroamericanos afectan directamente las nuestras. Y por supuesto los procesos sociales y revolucionarios en Brasil, Argentina, Chile, Perú y demás naciones sudamericanas se insertan en la perspectiva revolucionaria nacional. Básicamente los problemas que enfrentan todos estos pueblos son parecidos a los del pueblo mexicano. La visión precursora de la unidad de las naciones del subcontinente en una Federación de Repúblicas Socialistas es hoy más vigente que cuando León Trotsky la convocó desde Coyoacán hace más de ochenta años.
Finalmente pero de ningún modo menos importante está la cuestión clave para los revolucionarios, la de su organización, la del surgimiento de un partido verdaderamente independiente, democrático, libertario, feminista, cuidador del medio ambiente e internacionalista que se yerga como la dirección revolucionaria de las masas trabajadoras, explotadas y oprimidas de nuestro país para garantizar la victoria de sus luchas y la consecución del México igualitario, democrático y socialista por el que lucharon durante más de un siglo numerosas generaciones revolucionarias de trabajadores de la ciudad y el campo.
Con la oposición de Morena, pero con la fuerza de una situación que lo exige de modo imperioso en los próximos días, semanas y meses se darán necesariamente los pasos para el surgimiento de un nuevo sistema de partidos. La prácticamente sepultura que significaron estas elecciones para el PAN, el PRI y el PRD y la aberrante situación de los dos partidos parásitos aliados de Morena, el Verde y el del Trabajo dejan al país en manos prácticamente sólo de Morena. ¿Cuánto tiempo durará esta situación anormal? Está por verse.
Lo que sí es evidente es que los numerosos sectores burgueses y pequeños burgueses que se agruparon tan exitosamente en la Marea Rosa no se cruzarán de brazos, más ahora en que ha sido evidente que su alianza con las ruinas de los partidos tradicionales determinó en gran medida su derrota el 2 de junio. Entramos a un periodo de profundas incertidumbres, pero también al mismo tiempo de enormes posibilidades. Y una de las tareas centrales y plena de potencialidades para los socialistas revolucionarios de México cuya iniciativa tardía pero finalmente efectiva cristalizó en el surgimiento del Bloque de Izquierda Independiente, Anticapitalista y Antipatriarcal, será fortalecer esta iniciativa con su participación consciente, valiente y revolucionaria en las luchas de clases que despuntan en el horizonte. Manos a la obra.
*Manuel Aguilar Mora, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS), profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Autor de numerosos libros sobre la historia política, económica y social de México.