Por Luis Mesina M.
“el que esta comido, de la miel hace ascos; pero, el
hambriento le parece dulce aun lo amargo” (proverbios 27:7)
A pesar del tremendo avance de las tecnologías de la información, de la inteligencia artificial, del desarrollo de las telecomunicaciones, del transporte aéreo y marítimo, a pesar de todos los aumentos en productividad, hay algo que avanza en sentido opuesto, la desigualdad y la pobreza.
Según un informe de Oxfam, en 2023 las 85 personas más ricas del planeta acumulan una riqueza equivalente a la de los 3.500 millones más pobres. “La magnitud de la brecha actual entre los más ricos y el resto es escandalosa. Nos hemos instalado en un círculo vicioso cuya dinámica se fundamenta en el control que los más ricos ejercen sobre el poder político”.
En la actualidad, el 1% de las familias más poderosas acapara el 46% de la riqueza del mundo.
“De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se estima que, durante 2022 cerca de 201 millones de personas (32,1% de la población latinoamericana), se encontraba en situación de pobreza. De las cuales, cerca de 82 millones (el 13,1% de la población) vivían en condiciones de pobreza extrema”.
Una de las mayores causas de la pobreza es la desigualdad económica. Cuando la riqueza se concentra de manera extrema en pocas manos, la mayoría queda imposibilitada de acceder a nuevas oportunidades para mejorar su calidad de vida.
Un dato irrebatible que devela la inmoralidad del actual sistema capitalista es el aumento de la concentración de la riqueza en pocas manos, provocada por la especulación y destrucción de fuerzas productivas.
Durante la pandemia, cuando una parte considerable del planeta se hallaba completamente detenido, los diez hombres más ricos del mundo incrementaron sus fortunas, pasando de un patrimonio de 700 mil millones de dólares a 1,5 billones de dólares, al mismo tiempo que más de 1.700 millones de trabajadores sufrían la perdida de sus salarios y otra cantidad, no menor, perdían sus empleos como consecuencia de la crisis sanitaria.
En nuestro país la situación no es diferente, hace poco, Fundación Sol publicó una infografía titulada “Desigualdad en Chile”: índice 10/10, donde muestra que el año 2006 el 10% de mayores ingresos ganaba 27 veces más que el 10% más pobre. 16 años después, en 2022, esta relación aumentó a 42,7 veces lo que devela como la concentración económica lejos de disminuir, ha aumentado considerablemente.
También entregaron algunos antecedentes referidos a la Casen 2022 con datos actualizados a marzo de 2024, que muestra que la mitad de los trabajadores chilenos ganan menos de 500 mil pesos o, incluso, menos. El 70% gana menos de 700 mil y el promedio se sitúa en los 729 mil pesos. Todos estos valores están muy por debajo del gasto real de los hogares que, según datos de la novena encuesta de presupuesto familiar, actualizados a marzo de 2024, el gasto mediano de los hogares de las capitales regionales (dieciséis en total) es de $1.277.00.
Corregir la desigualdad económica y superar los niveles de pobreza, exige voluntad política. Implica contar con gobiernos y políticos dispuestos a llevar adelante estrategias redistributivas que permitan que el “crecimiento económico” sea favorable a los más pobres. Ello exige, partir implementando políticas impositivas y redistributivas. Implementar políticas que prevengan el aumento del desempleo y el subempleo. Combatir la corrupción, la evasión y la elución. Entregar mayores accesos a los recursos de la tierra garantizando, además, que la población pueda acceder a viviendas dignas.
La mantención de la desigualdad económica no solo atenta contra derechos fundamentales de las personas, sino que, deteriora moralmente a los pueblos, y permite que la captura de la política por parte de quienes controlan la mayor parte de la riqueza debilite las democracias al hacerle perder sentido a las personas.
La lucha por superar la pobreza es una tarea inmensa y urgente. Y a pesar de que algunos han puesto en tela de juicio la relación desigualdad/pobreza incorporando nuevas categorías y dimensiones para analizar la relación de estas variables, lo cierto es, que la pobreza en la era actual -digital como algunos la han llamado-, es mucho más grave e impactante, pues provoca la conculcación de derechos inalienables a las personas, que en la era presente resultan inaceptables.
La tarea urgente, por tanto, de aquellos que se reclaman estar por un mundo mejor es no claudicar, no abandonar esos objetivos, comprometerse cada día más en todos los niveles en que uno se encuentre por luchar para desterrar la desigualdad económica y así, avanzar para acabar con la pobreza y dar paso a un mundo mejor.
10 junio 2024
Entonces quiere decir que la culpa la tiene la gente y no los políticos. Por cuanto es ella (la gente) la que vota a los políticos; porque los políticos son palos instalados por su propia cuenta como candidatos, prueba de ello es que siempre son los mismos. Porque no creo que un partido esté constituído por una sola persona, o solo haya un inteligente y los demás sean cabezas huecas. Me da la impresión que se quiere hacer creer que no hay otra esperanza que no sea seguir creyendo en la democracia, y en las instituciones; en los discursos baratos de aquellos que quieren hacer carrera logrando un puesto bien remunerado, todo a costa de los «jiles» que votan por ellos, y seguir teniendo miedo a las altas penas por hablar muy alto o decir lo políticamente incorrecto. En resumidas cuentas, no deja de ser un engaño más, el «dedo en el ojo», promesas que la gente viene escuchando desde que se inventó la escritura. Sabemos que este sistema funciona por la fuerza. Y la razón, la verdad, y la justicia son posibles solamente con la destrucción total de este sistema, también por la fuerza. Los claveles rojos en los cañones, los pañuelitos verdes, los carteles, y las marchas inócuas son propias del romanticismo, y el miedo.