Seminario SurAndino
EDITORIAL
El royalty minero y la eterna vocación de limosneros
Con mucha pompa el gobierno distribuyó los montos correspondientes al royalty minero y el presidente Gabriel Boric trató de asociar sus palabras con expresiones usadas por Salvador Allende como “el sueldo de Chile”, intentando relacionar el royalty con la nacionalización,
pero ambas son dos cosas muy distintas. El royalty es un aporte al Estado por la explotación de recursos no renovables, mientras que la nacionalización significa que en el país reside la propiedad como la producción del mineral, por tanto, sus utilidades van en beneficio de sus
habitantes, tal como sucede con Codelco. Pero, que haga efectivo el derecho a explotar sus recursos no solo es tener la posibilidad de contar con montos para cubrir su gastos y afianzar un camino al desarrollo, sino que también trae como consecuencia tener gran influencia en la
economía mundial, la que se acrecienta si se logra alcanzar una alianza con otros productores de cobre, ya que entre otras cosas, se puede participar de la fijación de precios, como es el caso de la OPEP. Al no suceder tal situación, las grandes multinacionales extractivas son las
dueñas de resolver en todas las fases del ciclo, desde la exploración hasta las ventas, manejan a su antojo las innovaciones y especulan con el precio, muchas veces inventando filiales con las cuales efectúan falsos negocios, sobre todo, para evadir impuestos. Además, un gran por-
centaje de la producción se invierte en el mercado negro de los metales o en oscuros sistemas que propician la especulación y el fraude.
Es evidente que el cobre y el litio serán cruciales en la electromovilidad y su demanda será alta, pero las transnacionales han impuesto la idea
de que serán reemplazados, por tanto, es necesario apurar las inversiones. Con ello, juegan a un especie de estado del terror, para que se aprueben proyectos sin mayor regulación, sobre todo medioambiental, porque se trata de saciar las ansias de grandes utilidades aquí y ahora,
como si el mundo se fuera a acabar. Lo importante son las ganancias de las corporaciones, el país puede quedarse con los hoyos, sin agua y los ecosistemas dañados indefectiblemente.
Chile carece de futuro si no tiene el control de la propiedad y la producción de sus recursos naturales, lo que transformaría a la nación en un jugador de ligas mayores, con influencia a escala internacional y decidiendo sobre nuestro destino, pero la eterna maldición rentista nos tiene aquí abajo, tercermundeando y alegrándonos con pequeñas limosnas como el royalty, típico del pariente pobre al que le regalan una camisa de marca. Es una oportunidad única, que las compañías privadas del metal lo tienen muy claro, por ello, exigen mayor celeridad en los permisos y chantajean con las inversiones, anhelan el botín gratuito que les ofrecemos.