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El mundo cambia, pero con rumbo incierto

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Saúl Escobar Toledo, México

En distintas publicaciones, tanto académicas como de amplia circulación, se comentan los cambios que están ocurriendo a nivel internacional. Desde luego, han surgido serias preocupaciones por los conflictos armados, particularmente la guerra en Ucrania y la ocupación de Palestina por Israel, pero también otros ubicados en distintas regiones del planeta: Sudán del Sur, la República Democrática del Congo y Nagorno-Karabaj (que involucra a Armenia y Azerbaiyán). En todos estos conflictos hay fuerzas armadas de distintas potencias (del G20) cuyo número no es muy grande; sin embargo, han afectado a cientos de miles de personas (Cf. Armed Conflict Survey).

Por otro lado, el panorama económico, igualmente, está cambiando sobre todo en los que se refiere a las tendencias comerciales. Un estudio del Instituto MacKinsey (mckinsey.com/mgi) da cuenta de que, en 2023, México se convirtió en el mayor socio comercial de Estados Unidos; el comercio de Vietnam con China y Estados Unidos ha ido aumentando; las importaciones de energía de las economías europeas se alejaron
drásticamente de Rusia, mientras que las importaciones de algunos productos de China, como los vehículos eléctricos han aumentado. Estos cambios han tenido una razón geopolítica. Es decir, obedecen a las guerras desatadas y a la rivalidad entre las dos grandes potencias económicas, China y Estados Unidos. Sólo así puede entenderse que “los aranceles promedio sobre el comercio de bienes entre ambas potencias se hayan multiplicado entre tres y seis veces desde 2017” y que, “tras la invasión rusa de Ucrania, la Unión Europea (UE), Estados Unidos y otras naciones impusieron sanciones comerciales a Moscú”. Posteriormente, el desvío de las rutas marítimas debido a la crisis del Mar Rojo que comenzó en diciembre de 2023 ha alterado los flujos comerciales. El estudio señala que, “en términos más generales, el número de nuevas restricciones al comercio mundial… ha aumentado constantemente, de unas 650 en 2017 a más de 3.000 en 2023”.

Para tratar de caracterizar estos cambios se han adoptado términos en inglés como “decoupling”, “derisking”, “reshoring”, “nearshoring” y “friendshoring”, aunque estos vocablos se refieren, especialmente, al caso de Estados Unidos, país que intenta alejarse de China y busca otros territorios para sus inversiones y proveedores de bienes de consumo final y refacciones.

Por su lado, Beijing ha adoptado otra estrategia y ha ido aumentando su participación en el comercio mundial, particularmente pero no sólo, con las economías en desarrollo de todo el mundo. Así, por ejemplo, Alemania disminuyó su comercio con Rusia y al mismo tiempo lo aumentó con China. El gigante asiático, “la mayor potencia comercial del mundo”, dice el estudio, se destaca por sus intercambios de mercancías con más socios geopolíticamente distantes que cualquier otra economía”.

El pretendido divorcio (“decoupling”) de Estados Unidos de China ha llevado a incrementar sus importaciones de bienes manufactureros de otros países. Sobre todo, Vietnam y otras economías asiáticas, y México. En estos casos se puede aplicar más claramente el término ““friendshoring”, al tratarse de naciones que, según la óptica de Washington, parecen socios más confiables.

El estudio señala que “si bien la geometría del comercio mundial se ha ido reconfigurando gradualmente, su forma futura sigue siendo incierta…” Y avizora distintos escenarios: “una posibilidad podría consistir en un mundo desglobalizado, cada vez más fragmentado en el que el comercio se reoriente hacia el flujo entre economías geopolíticamente alineadas, tal como se ha observado con la disminución de la participación del comercio entre Estados Unidos y China o la reducción del comercio entre la UE y Rusia. Otra forma de reconfiguración podría llevar a la diversificación de las relaciones comerciales de tal manera que ninguna economía dependa demasiado de otra para los productos que
importa, lo que implicaría una mayor inversión en nuevas instalaciones localizadas en diversas economías en desarrollo”. Podría decirse que la primera es la vía estadounidense y la segunda la que intenta China.

En el futuro cercano, el estudio considera que lo más probable es “el fortalecimiento de las agrupaciones comerciales regionales en América del Norte, la Unión Europea y la ASEAN”. En lo que atañe a México, “el T-MEC (tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá) será y está siendo clave para sortear su confrontación con China”. Un ejemplo de “nearshoring”.

El estudio da cuenta de que nuestro país ha ganado mayor participación en el mercado de Estados Unidos, destacadamente, en los sectores agrícolas y de equipos de transporte. En esta última rama, la participación de México aumentó del 26 al 32 por ciento entre 2017 y 2023. México está exportando una gran cantidad de automóviles terminados a Estados Unidos y también muchas autopartes. Estas últimas, incluso, han crecido más rápidamente que las ventas de vehículos ensamblados.

La respuesta a esta pregunta no depende sólo de la voluntad de nuestro gobierno sino también de la evolución de los conflictos a nivel internacional y de otras mudanzas políticas. Si en las próximas elecciones en Estados Unidos resultara electo Donald Trump no hay seguridad de que la relación con México evolucione en los términos señalados. El gobierno de EU podría cerrarse más al exterior, para reducir su déficit comercial, y castigar a México, con el pretexto de la migración, con sanciones comerciales tal como sucedió en el pasado reciente.

Así las cosas, los cambios a nivel mundial muestran distintas tendencias sin estar completamente claro que rumbo tomarán, influenciados por fenómenos políticos internos y el desenlace de los conflictos internacionales que son difíciles de vislumbrar.

En estas condiciones, el próximo gobierno tendrá que tomar distintas medidas, según evolucionen los acontecimientos en el plano internacional. En todo caso, se requerirá una política de Estado capaz de reaccionar oportunamente y tratar de aprovechar las circunstancias en beneficio de los mexicanos. Sobre todo, la próxima administración deberá contar con una política industrial que amplíe la infraestructura productiva pero
también proteja a los trabajadores mexicanos. Vivienda, salud, educación, cuidados familiares y condiciones de trabajo dignas acompañadas de un sindicalismo democrático y más vigoroso. Otros caminos ya los hemos visto: un país maquilador con trabajadores sumidos en la miseria, o exportador de materias primas sin beneficios tangibles para la mayoría de la población.

saulescobar.blogspot.com

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