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El Manifiesto Comunista: 1848-2024

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EL PORTEÑO 22/02/2024

por Julio Cortés Morales

El 21 de febrero se cumplieron 176 años de la primera publicación del “Manifiesto del partido comunista” (escribo partido en minúscula porque tengo claro que sus autores no se estaban refiriendo a la institución-partido que surge más bien en el siglo XX y subsiste hasta ahora). En el segundo piso de la Cafebrería ubicada a pasos de la Plaza Ñuñoa se conmemoró adhiriendo al llamamiento internacional del Red Books day, convocando a quienes quisieran ir a leer y comentar sus fragmentos favoritos de tan histórico documento. Al inicio se exhibieron algunos videos enviados por gente que no andaba en la ciudad, y luego se dio inicio a la actividad, con una treintena de asistentes, jarros de agua y de vino tinto con hielitos (lo cual es un poco herético para mí, pero en esta ocasión el calor lo justificaba). 

La actividad resultó bastante interesante, sobre todo porque llegaron tanto comunistas de partido como comunistas autónomos o “ultrones”, hombres y mujeres de distintas edades. Algo que me llamó la atención es que los fragmentos escogidos tendían a repetirse: parece que las mismas partes llaman la atención a distintos/as lectores, aunque no necesariamente se comprendan o interpreten en el mismo sentido. Y esa era en efecto la gracia: leer a Marx individual o colectivamente siempre es muy fructífero, y a diferencia de tantos teóricos de moda, en su estilo no hay jerigonza académica ni partes indescifrables. Eso es en gran medida lo que hace tan valioso un texto de combate escrito hace casi dos siglos, que describe el funcionamiento de la sociedad capitalista y afirma las posiciones básicas del movimiento comunista de una forma que no puede quedar obsoleta mientras subsista este modo de producción que la humanidad y el planeta no han dejado de padecer. 

La actividad se cerró ya de noche, cantando La Internacional, y de ahí me fui a callejear un rato con los amigos de Vitrina Dystópica, compartiendo unas Pilsen y terminando de comentar el evento, que evaluamos de manera bastante positiva. 

A continuación les dejo los apuntes que hice un rato antes, en los que basé mi intervención.

Para empezar, una anécdota:

Llegué a vivir a Santiago en 1986, y cursando tercero medio en el Liceo A-67 por ahí por septiembre fui invitado a militar en las JJCC. Yo deseaba aceptar, pero tenía una idea del Partido como algo muy serio y consciente, que era la imagen transmitida por varios miembros de mi familia que simpatizaban o habían militado ahí. Entonces les dije: “Me encantaría entrar a la Jota, pero hay un problema: no he leído entero el Manifiesto Comunista”. 

Aclaro que por influencia de mi padre y de mi abuelo materno, yo me consideraba comunista ya desde los 11 o 12 años, pero mi primera militancia en Magallanes fue en una Federación de Estudiantes Socialistas, pues no había Jota en el Liceo Salesiano San José hacia 1984. 

La respuesta de mis amigos me destruyó un poco la imagen previa: “No te preocupís: ¡Ninguno de nosotros lo ha leído!”. Pero ante mi insistencia, uno de ellos quedó de conseguirme una copia. La que llegó bastante luego: no recuerdo qué edición era, pero se trataba de un ejemplar que tenía un timbre de no sé qué Comité regional o estructura del Partido Socialista de Chile. Y tras pasármelo en préstamo me recomendó: “Tiene un montón de prólogos que son pura paja, así que mejor sáltatelos”. 

Un par de veranos antes, creo que a inicios de 1985, me había topado con un ejemplar del Manifiesto en la casa de mis tíos paternos en el Cerro Cordillera, y traté de leer el capítulo III sobre Literatura Socialista y Comunista, sin entender mucho a qué se referían con eso del “socialismo verdadero”. 

Al leer el ejemplar que me facilitaron no me salté los prólogos, pero en verdad tenía muchas ganas de entrar a la J para dar desde ahí la pelea contra la dictadura, así que no esperé a leerlo completo para decir: “sí, acepto”. Una vez dentro de la organización, me llamó la atención que se rechazara mi idea de ser el encargado de formación de la base que estábamos formando. Me dijeron que eso no era prioridad en ese momento, pues estábamos “combatiendo al fascismo”, y que ya habría tiempo para estudiar después. Yo quedé algo atónito pues creía, en base a las conversaciones con mi abuelo y las lecturas que ya había hecho (más Lenin y Mao que Marx) que se combatía mejor con sólidos conocimientos de marxismo, pero casi nadie estaba muy interesado en eso durante “el año decisivo”.  Y después, menos.

Al año siguiente, 1987, conseguí mi propia copia, en la versión que hasta ahora le tengo más afecto: la “Biografía del Manifiesto Comunista” editada por Quimantú (8 mil copias en 1972 y 8 mil más en 1973), que además contiene comentarios de Aníbal Ponce, Antonio Labriola, David Riazanov, entre otros. La tengo acá a mano, y aún tiene marcado el precio (300 pesos) y entremedio el papelito en que me anotó su dirección la chica que invité a la fiesta de graduación al terminar cuarto medio. Es curioso pero en plena dictadura era más fácil que después conseguir literatura marxista y revolucionaria, que había quedado dando vueltas desde 1973 y se encontraba fácilmente en las librerías de calle San Diego y Parque Almagro (un hermoso lugar que el desarrollo capitalista se encargó de destruir).

Del capítulo III, ya referido, me parece esencial la forma en que Marx & Engels clasifican las diversas formas de socialismo existentes, en relación a las clases sociales que lo producían o adoptaban: un socialismo reaccionario, que a su vez podía ser feudal/aristocrático (incluyendo el “socialismo cristiano”), un socialismo pequeño-burgués (haciendo ahí una interesante distinción entre la pequeño-burguesía como una proto-burguesía, y luego como un nuevo estrato que surge entre la burguesía propiamente tal y el proletariado: esto me sigue pareciendo esencial para cualquier análisis de clase, y a pocos les preocupa en estos tiempos), y el alemán o “verdadero” (abanderado de una “baja burguesía” .

Luego pasan revista al socialismo burgués o conservador, que se explica porque “una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa”. Creo que esta variedad todavía existe, ¿o no?

Y por último, se refieren al socialismo y comunismo “crítico-utópico”, valorando a figuras como Owen, Fourier y Saint-Simon: 

“Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en el antagonismo de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propia sociedad gobernante.  Pero no aciertan todavía a ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio y peculiar”. 

Nótese que a diferencia de los marxistas de mis tiempos adolescentes, que despreciaban todo el “socialismo utópico” porque había sido enviado al basurero de la historia por el “socialismo científico”, Marx & Engels se nutrían de estas obras, y las criticaban, pero las consideraban sin lugar a dudas un legado vital para el movimiento. 

El mayor problema de esta corriente es que “aunque algunos de los autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos derroteros históricos del proletariado”. Puedo afirmar que esto también ha ocurrido con los discípulos de los autores del Manifiesto que estamos homenajeando. Sólo así se explica que el “marxismo-leninismo” haya terminado siendo una religión de Estado, un verdadero “fascismo de izquierda” que ya nada tiene que ver con el comunismo entendido como movimiento por la emancipación humana y la destrucción revolucionaria de la sociedad de clases.

-Sobre los prólogos: Para concluir, quiero destacar que si uno lee los prólogos a las sucesivas ediciones del Manifiesto se comprende de inmediato que para sus autores no se trata de establecer dogmas ni mucho menos, pues estaban totalmente abiertos a modificar y rectificar lo que fuera necesario de un texto que redactaron hacia 1847, justo antes de las revoluciones de 1848, y harto antes de experiencias clave de la lucha de clases moderna como la Comuna de París en 1871.

3 ejemplos de este “marxismo abierto”:

1.-En el Prólogo de Marx y Engels a la edición alemana de 1872:

“Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”.

Esta idea de “destrucción del Estado (burgués) es clave, pues separa al marxismo revolucionario y el anarquismo de la socialdemocracia. Pero subsiste la discrepancia entre quienes quieren destruir sólo esa forma de Estado, o al Estado en sí mismo como aparato de dominación de clase.

2.-En el Prólogo de Engels a la edición alemana de 1890 se refiere que existió una edición rusa de 1860, traducida por mi querido amigo Bakunin, y una segunda de 1882, por Vera Sasulich, con el segundo y último prólogo escrito por Marx y Engels, cuyo original en alemán luego se perdió, y que retraduciendo del ruso dice, entre otras cosas:

“El último capítulo del Manifiesto, titulado ‘Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición’, demuestra mejor que nada lo limitada que era la zona en que, al ver la luz por vez primera este documento (enero de 1848), tenía que actuar el movimiento proletario.  En esa zona faltaban, principalmente, dos países: Rusia y los Estados Unidos”.

En cuanto a Rusia:

 “El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual.  Pero en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos.

Ahora bien -nos preguntamos-, ¿puede este régimen comunal del concejo ruso, que es ya, sin duda, una degeneración del régimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma más alta de comunismo del suelo, o tendrá que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de descomposición que nos revela la historia del occidente de Europa?

La única contestación que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la siguiente: Si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra”.

¡Esto es fundamental! También para América Latina (ver E. Dussel y su libro sobre “El último Marx y la liberación latinoamericana”), porque niega la sucesión necesaria de etapas que el estalinismo y sus derivados nos han vendido como parte del canon marxista, y que en verdad son una prolongación de la filosofía de la historia y el sentido del tiempo propios de la cosmovisión burguesa.

3.- Por ahora me quedaré con esos 2 ejemplos, pero agregaré que:

-De ellos es posible entender que la teoría comunista de Marx nunca fue una doctrina cerrada en sí misma. Estaba abierta a seguir elaborando en base a la realidad, a las profundas transformaciones que se seguían produciendo, y al diálogo con otras corrientes. Sin ir más lejos, la relación de Marx con Bakunin (que también traduzco al ruso El Capital) es más compleja que la imagen que quedó luego de la pugna entre tribus marxistas y anarquistas, que se centran en las discrepancias y no en los puntos de contacto, que no eran pocos. Lo mismo podemos decir de sus cartas con Vera Sasulich, que al abrirse a la posibilidad de “saltarse” el desarrollo capitalista revela una comprensión mucho más dinámica y para nada “etapista” de los objetivos del movimiento comunista. 

-Nada de este texto se entiende bien si olvidamos que surge en el contexto de las llamadas Revoluciones de 1848, a las que Marx & Engels dedicaron decenas de artículos en La Nueva Gaceta Renana, varias de ellas compiladas en un libro del Fondo de Cultura Económica que constituye el mejor complemento de lectura del Manifiesto. Concluyo señalando con Giovanni Arrighi que 1848 y 1968 han sido los únicos ejemplos conocidos de Revolución Mundial, que en ambos casos fracasó, pero transformando al mundo. 

Muchas gracias. ¡Proletarios del mundo, uníos!

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