El Surandino
Luis Espinoza Garrido
Introducción
El triunfo de la Unidad Popular, ocurrido el 4 de septiembre de 1970, fue producto de un proceso desarrollado a lo largo de varias décadas, en el cual se acumularon experiencias positivas y negativas, gran adhesión de militantes, un fuerte movimiento social liderado por los sindicatos y una base teórica inédita que proponía alcanzar el poder político a partir del copamiento de los aparatos del Estado mediante la vía electoral, de lo cual, lo más decisivo era alcanzar el gobierno. Se partía de la base de que manteniendo la jefatura del poder ejecutivo complementado con un movimiento popular movilizado, se formaba la pinza mediante la cual se arrinconaría a la burguesía nacional y a su aliado imperialista. De esta forma, se avanzaba hacia la nueva sociedad respetando la Constitución y cumpliendo las tareas de profundización democrática que la propuesta liberal no efectuaba, en la perspectiva de un cambio estratégico de la correlación de clases y de fuerzas que permitiera la transformación profunda del país hasta alcanzar el socialismo.
Fue proclamada como Vía Chilena al Socialismo y su diseño priorizaba la participación en los marcos de la llamada legalidad burguesa, cuyos antecedentes deben remontarse al Iquique de comienzos del siglo XX, durante 1903, época en que los integrantes de la Combinación Mancomunal de Obreros decidieron constituir una organización política de corte clasista denominada Partido Mancomunal, constituyéndose en el primer partido obrero y de izquierda del país que participó en una elección. Buscaba alcanzar el socialismo por la ruta institucional, que entonces denominaron la vía parlamentaria. No fue una entidad de corte socialdemócrata, ya que postulaba la lucha de clases y aspiraba a construir una sociedad en la que los trabajadores alcanzasen el poder e, inclusive, sus dirigentes criticaban al Partido Democrático, al que entonces pertenecía Luis Emilio Recabarren, por considerar que era un error que en su interior participasen elementos ajenos a la clase obrera.
Tiempo después, en junio de 1912, Recabarren abandonó su partido de origen y decidió fundar una colectividad que aunase ambos conceptos, el que se denominó Partido Obrero Socialista, POS, y cuya diferencia con los mancomunales radicó en que poco a poco la nueva organización adhirió a las ideas marxistas. Su militancia en el Partido Democrático lo había llevado a convertirse en diputado por el distrito de Antofagasta durante 1906 y, a pesar de que fue destituido, consideraba como cierta la posibilidad de que ideas antisistema pudiesen triunfar electoralmente, superando la gran dificultad que significaba competir con los partidos burgueses, hasta esos momentos hegemónicos en la sociedad chilena, ya que utilizaban un sistema electivo acondicionado a su medida, para que nunca se pusiese en riesgo el poder político absoluto que invariablemente mantenían.
El resultado fue positivo, en la medida que posturas decididamente anticapitalistas se hacían escuchar al interior de la confrontación de ideas, aunque la fuerza no se reflejara en los resultados electorales, ya que la inexistencia de cédula única, el cohecho y otras maniobras de los partidos tradicionales, derechistas en su mayoría, dificultaban enormemente la participación popular consciente. Además, batallando con un registro electoral estrecho que, entre otras cosas, no permitía el ejercicio del derecho a voto de las mujeres ni a los analfabetos. De la misma manera, la complicidad del Poder Judicial con la burguesía chilena, hacía que en repetidas oportunidades los candidatos de izquierda fuesen mantenidos en la cárcel, para lo cual argüían cualquier pretexto, la mayoría de las veces acusados por rebelión.
La influencia de la revolución rusa, acaecida en 1917, de carácter socialista y producto de una insurrección armada, no debilitó la participación electoral en Chile, muy por el contrario, en 1921, el POS, a través de una alianza con una fracción minoritaria del Partido Radical, pudo obtener dos diputados: Recabarren en el Distrito de Antofagasta y Luis Cruz, en Pisagua. No obstante, la crisis que sufría el país produjo largos periodos de excepción, que provocaron la incorporación de los militares a la vida política contingente, fenómeno que significó una fuerte represión por parte del Estado contra los sectores populares, lo que se agudizó con la llegada al poder del dictador Carlos Ibáñez del Campo en el período 1927-1931.
En el cuarto congreso del POS, desarrollado en Rancagua en enero de 1922, se produjo un gran cambio, ya que la formación se integró a la Tercera Internacional Comunista y adoptó su línea política y, entre otras cosas, cambió su nombre y pasó a llamarse Partido Comunista de Chile. A fines de 1924, Recabarren se suicidó dejando un gran déficit de conducción política en su partido y en el movimiento popular.
Las directrices que llegaban de la Tercera Internacional advirtieron la crisis mundial que eclosionó con el crac de 1929 y designaban como principal tarea del período, la toma del poder por la vía revolucionaria a través de un Frente Único Proletario, cuestión acordada como estrategia obligatoria, la que debía ser asumida por todos los partidos integrantes, línea política ultraizquierdista que muy pronto demostró grandes falencias, entre otras cosas, por su excesivo economicismo. Sin embargo, en Chile, los militantes del PC no dejaron de participar en las elecciones eligiendo diputados y senadores, aunque aplicaron la política intransigente del Frente Único. Solo se ausentaron de las votaciones cuando los grupos dominantes se lo prohibieron.
Durante junio de 1932, en medio de la feroz crisis mundial que en el país se agudizó por la pérdida del mercado salitrero ante la aparición del nitrato sintético, se produjo un intento de instaurar una República Socialista mediante un golpe de Estado, experiencia que duró sólo12 días. Este episodio, sin duda alguna, cambió el mapa político chileno porque irrumpió una nueva fuerza de corte socialista, que adoptaba el marxismo como método de interpretación de la realidad, a pesar de que aún se manifestaba en una suma de grupos que actuaban por separado. Contrariamente a su reciente experiencia golpista, estos nuevos segmentos izquierdistas no dudaron en utilizar la vía electoral y a fines de ese mismo año presentaron candidatos en las votaciones parlamentarias y presidenciales, obteniendo un positivo resultado. En abril de 1933, los grupos se unieron formando el Partido Socialista de Chile. Otro factor relevante de la irrupción socialista fue la decisión de aprobar la decisión de sus dirigentes y bases obreras para actuar en los marcos de la nueva legalidad laboral, cuestión que rechazaban los sindicalistas comunistas y anarquistas.
Cuando en 1935, la Tercera Internacional dio un giro en las alianzas propiciando la creación de amplios frentes populares y rescató la vía electoral como estrategia para alcanzar el poder, en Chile había dos fuerzas de izquierda que disputaban un mismo espacio, pero que no sugirieron un cambio en el diseño de lucha política que venía desarrollando el movimiento popular desde comienzos de siglo. Todo lo contrario, la dirección del PC aceptó que sus militantes participaran en los sindicatos legales lo que permitió que actuasen unidos junto a los socialistas y grupos católicos obreros, creando condiciones para que se fundase una central sindical unitaria, de allí el nacimiento de la Confederación de Trabajadores de Chile, CTCH. De la cual sólo se restó el sector anarquista.
Asimismo, los dos partidos de izquierda, manteniendo sus diferencias, decidieron incorporarse, desde su propia especificidad, al proceso reformista que significó el proyecto del Partido Radical bajo el liderazgo de Pedro Aguirre Cerda, agrupado en el Frente Popular. Este viraje representó una propuesta concreta de conciliación de clases justificada bajo la premisa de crear condiciones para instaurar el socialismo en un futuro que resultaba más lejano que próximo.
La estrategia de los frentes populares representó un avance para el capitalismo nacional, principalmente por el impulso a la industrialización del país, proceso que proyectaba la sustitución de importaciones. También, significó grandes cambios en el carácter del Estado, haciéndolo más inclusivo, en el marco de un proceso que permitía la colaboración de clases, aunque hegemonizado por la burguesía. No obstante, el fracaso de esta estrategia resultó fatal para la izquierda chilena en la post segunda guerra mundial, ya que el Partido Radical, la principal entidad de la alianza, decidió alinearse con la política estadounidense en una naciente guerra fría y no dudó en dejar fuera de la ley a los militantes del PC. Por su parte, el PS se fragmentó en varias fracciones y, la más importante de ellas, se incorporó al proyecto populista del ex dictador Carlos Ibáñez del Campo. De la misma manera, la CTCH, se dividió en una fracción comunista y otra socialista, generando una pequeña guerra civil fratricida entre trabajadores.
Los años 1952 y 1953, fueron cruciales para la recuperación de la izquierda chilena, ya que con motivo de la elección presidencial y, ante el grueso error de la mayoría del PS que apoyaba el proyecto de refundación capitalista de Ibáñez, un pequeño grupo socialista liderado por Salvador Allende decidió levantar una propuesta autónoma y clasista denominada Frente del Pueblo, la que planteaba derechamente un programa de transición socialista. Fue apoyado por un Partido Comunista ilegalizado y con la mayoría de sus dirigentes perseguidos.
A fines de 1957, el fracaso del gobierno de Ibáñez afectó fuertemente a las capas sociales vulnerables del país, dejando a Salvador Allende con la razón histórica, lo que este aprovechó muy bien, erigiéndose como el líder de la izquierda más prestigiado y legítimo, logrando encabezar la fórmula presidencial que en 1958 convocó a los socialistas nuevamente unidos, al PC recién legalizado y a un fuerte movimiento de trabajadores unificado.
En efecto, en 1953, después de una ardua gestión político-sindical, Clotario Blest Riffo, presidente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales, ANEF, fundó la Central Única de Trabajadores de Chile, CUTCH, organismo que por primera vez agrupó a todas las tendencias existentes en el movimiento obrero, desde anarquistas hasta socialcristianos, pasando por comunistas, socialistas, trotskista y radicales.
Un poderoso frente político y un no menos fornido movimiento de trabajadores, constituyeron el eje de un bloque que decidió construir una alternativa independiente desde el punto de vista de clase, acorde con la situación política específica que mantenía el país, cuya característica más relevante era su institucionalidad, basada en una democracia liberal que permitía la posibilidad de alternancia en el poder. La gran apuesta fue participar en ella y utilizar dicha institucionalidad para generar cambios que terminarían irreversiblemente en una sociedad socialista. Fue la Vía Chilena en plenitud, diferenciada de la Vía Pacífica levantada por los partidos comunistas pro soviéticos, que buscaban privilegiar una alianza con sectores democráticos de la burguesía para cumplir las tareas pendientes que el capitalismo atrasado y dependiente no podía implementar. La Vía Chilena fue, sin ninguna objeción, una propuesta de transición socialista y tuvo un carácter clasista, rechazó una alianza con la burguesía, por lo que claramente intentó impulsar un proceso revolucionario. Tampoco fue pacífica, ya que suponía que la resistencia que la clase dominante efectuaría al cumplimiento del programa popular se debía resolver por vías legales y, si intentaba una salida extra institucional, sería reprimida por los órganos coercitivos del Estado apoyados por el pueblo organizado, contraofensiva que definiría la confrontación de clases, cuestión discutible en cuanto a desarrollo teórico y que a la larga constituyó su principal falencia, junto al tratamiento que se le daba a los grupos medios.
En enero de 1959, en Cuba triunfó la lucha guerrillera emprendida por el Movimiento 26 de julio liderado por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, la que culminó con el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista. Constituyó un proceso democrático revolucionario que fue radicalizándose en la medida que optó por establecer un camino independiente del imperialismo norteamericano. El 16 de abril de 1961 se declaró el carácter socialista de la revolución, generando en América Latina la irrupción de una fuerte tendencia que postuló la lucha armada para la toma del poder, asumida como el único factor que permitiría iniciar la transición socialista. Fidel propiciaba un camino diametralmente opuesto a la tesis que levantaba la mayoría del movimiento popular chileno encabezado por Allende, sin embargo, ambos líderes, aunque no compartieron el carácter de cada respectiva estrategia, respetaron la labor que cada cual representaba, entendiendo que eran distintos caminos tras un mismo fin: el socialismo.
La Unidad Popular camino a la victoria
En las elecciones presidenciales de septiembre de 1964 resultó ganador Eduardo Frei Montalva, candidato democratacristiano que recibió el apoyo de la Derecha, sector que decidió no llevar candidato para evitar el triunfo de la izquierda. El partido Radical, escogió un candidato menor, el senador Julio Durán Neumann, con el objetivo de evitar que votos de su organización política fuesen a Salvador Allende. Con este amplio apoyo, reforzado por una generosa ayuda en miles de dólares de la administración estadounidense, Frei logró superar ampliamente a su contendor socialista.
El gobierno democratacristiano recibió un fuerte respaldo en las primeras elecciones parlamentarias, por lo que tuvo amplias condiciones políticas para impulsar su programa modernizador capitalista que se resumía en el eslogan Revolución en Libertad, una especie de híbrido entre el desarrollismo que Estados Unidos planteaba para Chile y la Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, a poco andar comenzó a tener problemas porque el modelo capitalista chileno, dependiente y monoproductor, no podía revertir su crítico estado sobre la base de leves reformas. La crisis se agudizó a tal punto que hacía imposible su resolución en los marcos que proyectaba la Democracia Cristiana. Los sectores populares, con un alto nivel de organización y combatividad acumulada a lo largo de todo el siglo, se movilizaron enérgicamente en la defensa de sus intereses. El gobierno respondió con una fuerte represión provocando numerosas muertes de obreros, pobladores y dueñas de casa, entre ellas dos masacres, la del mineral El Salvador ocurrida el 11 de marzo de 1966, oportunidad en que murieron 8 personas, 6 mineros y dos mujeres, una de ellas embarazada y que además dejó 37 heridos a bala. La segunda fue la matanza de Puerto Montt, acaecida el 9 de marzo de 1969 en una toma de terrenos en el sector Pampa Irigoien, ocasión en que fueron asesinadas 11 personas, 10 pobladores y una guagua de solo 3 meses, muerta por efecto de los gases lacrimógenos. Asimismo, hubo 56 heridos a bala.
Una novedad del período fue la aparición de grupos anti sistema que declarándose partidarios de la vía armada comenzaron a desarrollar intensa actividad política, accionar que atrajo a vastos sectores estudiantiles y núcleos de trabajadores radicalizados, dando nacimiento en 1965 al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Fue un partido que surgió a raíz de la fusión de jóvenes revolucionarios provenientes de la Universidad de Concepción, liderados por Miguel Enríquez, con experimentados dirigentes obreros dirigidos por Clotario Blest y Luis Vitale. En 1967 los sindicalistas fueron derrotados y los universitarios sureños, hegemónicos en la nueva organización política, iniciaron un radical y ascendente proceso opositor al gobierno democratacristiano.
A su vez, el proyecto reformista de la DC avanzó en el ámbito modernizador buscando una mayor participación funcional de la comunidad, impulsada por la promulgación de la Ley de Juntas de Vecinos. De la misma manera, potenció el cooperativismo y atacó las relaciones conservadoras en el agro, proclamando una acotada reforma agraria e instituyendo la sindicalización campesina, ambas medidas resistidas por los grandes latifundistas. Igualmente, impulsó la llamada chilenización del cobre, ley publicada el 25 de enero de 1966, normativa que permitió lograr un acuerdo con las multinacionales para que el Estado participara en la propiedad mediante la compra de un porcentaje de acciones. Se creó la Corporación del Cobre, Codelco, estableciéndose un régimen de sociedades mixtas.
Durante el gobierno de Frei Montalva la influencia y tamaño del Estado aumentó gradualmente con relación al periodo anterior, asimismo, se profundizó su carácter inclusivo al establecerse leyes que cuestionaban el concepto tradicional de propiedad y otras que aumentaban la participación de la sociedad.
El avance de los sectores populares se extendió considerablemente y su empuje ubicó a la tarea por acceder al poder político como la prioritaria, situación que tendría que definirse en las elecciones presidenciales a efectuarse el 4 de septiembre de 1970. Fue así como el 9 de octubre de 1969, los partidos socialista y comunista emitieron una declaración invitando a distintas organizaciones políticas de izquierda a conformar un frente común que elaborara un programa y levantase un candidato a las próximas y decisivas elecciones.
Los partidos respondieron positivamente y se formó una coalición que recibió el nombre de Unidad Popular. En definitiva, conformada por los Partidos Socialista, Comunista, Radical, Socialdemócrata, Acción Popular Independiente, API, el Partido Socialdemócrata y el Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU. La labor inmediata de la flamante coalición se dividió en dos áreas específicas: la elaboración del programa y la búsqueda de una fórmula que definiera el candidato único. Con relación a lo primero, se creó una comisión con representantes de cada partido que debería elaborar una propuesta a ser aprobada por consenso, lo que se alcanzó el 17 de diciembre de 1969.
En cuanto a la definición del candidato, se acordó que cada partido podría levantar su alternativa para que luego, en una convención nacional, se eligiera el definitivo. De esta forma, el Partido Socialista designó a Salvador Allende, el Partido Comunista a Pablo Neruda, el Partido Radical a Alberto Baltra, el MAPU a Jacques Chonchol y el API a Rafael Tarud.
Al final, la mayoría fue retirando sus candidaturas dándole el apoyo a Salvador Allende, proceso que culminó el 22 de enero de 1970, pero que tuvo ciertas características particulares debido a la agudización de las dificultades inscritas en una crisis mayor que afectaba al conjunto del mundo capitalista. Estaba declinando lo que se conoce como los treinta años gloriosos del estado de bienestar, propuesta que comenzó a forjarse en la etapa post recesión 1929, pero que alcanzó su plenitud en el periodo posterior a la 2a Guerra Mundial.
En dicho marco, la solución a la crisis se bifurcaba en la búsqueda de una refundación del capitalismo o su reemplazo por una alternativa socialista. La mayoría del pueblo chileno se inclinaba por el socialismo, aunque había dos tendencias, una de corte reformista encabezada por Radomiro Tomic y que representaba esencialmente a los grupos medios, mientras que la otra, de visión revolucionaria, constituía el gran anhelo de los trabajadores y demás grupos integrantes del mundo popular.
De esta manera, el proceso electoral que culminaría en septiembre del 70, se manifestó en tres claras opciones, una conservadora, otra reformista y la tercera de corte revolucionario. La Unidad Popular, aparecía como la coalición con menos expectativas, debido a la acumulación de derrotas con el mismo candidato y, además, porque no representaba a toda la izquierda, debido a que una fracción socialista liderada por el ex senador Raúl Ampuero se negó a participar en la nueva coalición y, por otra parte, el MIR llamó a no participar en las elecciones presidenciales. Así, la Unidad Popular fue presentada por los medios derechistas como una alianza débil, lo que también se reflejó erróneamente en todas las encuestas realizadas previamente a los sufragios, ya que en ninguna de ellas se dio como ganador al candidato izquierdista.
No obstante, la campaña electoral se mostró sumamente dinámica, destacando la agilidad de Allende, la oratoria de Tomic y la parsimonia de Alessandri.
La Federación Juvenil Socialista en Iquique durante 1970
En Iquique, la relación entre socialistas y comunistas estaba condicionada por la situación que se vivía al interior del PS. La división de 1967 estructuró a la organización en dos fracciones, la oficial, que agrupaba a conocidos líderes como Salvador Allende, Aniceto Rodríguez, Clodomiro Almeyda, Carlos Altamirano, Mario Palestro y Salomón Corbalán, fue la tendencia que se quedó con el nombre, el timbre y la mayoría de la militancia permaneciendo como el Partido Socialista de Chile, PS. A la vez, el grupo de Raúl Ampuero al que seguían Tomás Chadwick, Ramón Silva Ulloa y el presidente de la CUT Oscar Núñez, quedó como Unión Socialista Popular, Usopo.
En la región, el alcalde Jorge Soria Quiroga, quien había triunfado ampliamente en las elecciones municipales del 2 de abril de 1967, logrando arrastrar a tres regidores de su partido, adhirió al grupo de Ampuero, quien había sido elegido senador por la agrupación provincial Tarapacá-Antofagasta para el periodo 1961-1969, por lo tanto era el único parlamentario socialista vigente, ya que desde el año 1957, el PS no había logrado elegir un diputado.
Soria y Ampuero lograron que la mayoría de los militantes y regidores como Carlos Díaz y Romelio Jiménez, junto a numerosos dirigentes vecinales, entraran a militar en la Usopo, Sólo un grupo muy reducido decidió permanecer en el PS, en especial la brigada ferroviaria a la que pertenecían el regidor Roberto Pickert y el dirigente sindical Franklin Andrade, quienes junto al profesor Rigoberto Pizarro encabezaron la reconstitución del disminuido socialismo de Chile, que además fue despojado de su local ubicado en Serrano frente a la antigua Casa del Deportista, ya que pertenecía a la familia del alcalde. Sorpresivamente, su padre, Alejandro Soria Varas permaneció en el PS.
Alrededor de los ferroviarios Franklin Andrade, Roberto Pickert y Juan Morgado, junto a profesores como Rigoberto Pizarro, Eliana Cerda y Osvaldo Mollo y cuadros a toda prueba como Juan Clavel y Jorge Bernuí, se congregó un pequeño grupo de militantes que pacientemente comenzó a recomponer la organización y preparar las condiciones para la expansión del diminuto partido que, sin embargo, en el ámbito nacional era el mayoritario, ya que en las elecciones de diputados de 1969 alcanzó el 12,76% de la votación eligiendo a 15 representantes, mientras la Usopo solo logró el 2,25% y no obtuvo ningún diputado, aunque lograron que el calameño Ramón Silva Ulloa, saliera elegido senador reemplazando a Ampuero.
Por su parte, en Iquique, el pequeño núcleo de los socialistas de Chile acrecentó su militancia en la medida que logró reclutar a trabajadores pesqueros y organizó su frente femenino a cargo de la combativa Fresia Andrade, destacando también la dirigenta de pobladores Rosa Valenzuela. Luego, con la incorporación de jóvenes profesores como Haroldo Quinteros y Jorge Zúñiga y otros con gran trayectoria local como Juan Coloma, el partido fue creciendo paulatinamente, sobresaliendo también destacadas visitas como la del senador Carlos Altamirano Orrego, quien en mayo de 1968 dictó una conferencia en la Sociedad de Artesanos, además por un motivo familiar, cada cierto tiempo viajaba desde Santiago la diputada Laura Allende Gossens. En lo relacionado con la Federación Juvenil Socialista, la gran mayoría adhirió a la USOPO, por lo que se debió reorganizar el trabajo, debiendo desplegarse una compleja fase de captación de militantes que no cumplió todos los objetivos propuestos. En 1968, el estudiante del Instituto Comercial, Juan Taucare Cavero, quedó como encargado de la organización, agrupando a un pequeño pero consistente núcleo de jóvenes trabajadores entre los que sobresalían José Larrocha, veinteañero presidente del sindicato industrial de la pesquera Iquique, el obrero ferroviario Roberto Elimenti y el mueblista Juan Albady.
Muy pronto Taucare ingresó a laborar en Endesa, reforzando la condición social de quienes mantuvieron la juventud del PS local. Paralelamente, durante la década de los sesentas, en los colegios secundarios de Iquique se desarrollaba gran actividad gremial estudiantil, en la que participaban numerosos adolescentes de izquierda, sin partido, aunque alineados tras posturas revolucionarias. Un factor relevante fue la repercusión que tuvo en la ciudad el rompimiento ideológico entre China Popular y la Unión Soviética, ocurrida en plena guerra fría, ubicando el punto de inflexión el año 1960. Entonces, la URRS levantaba como bandera de relaciones internacionales la tesis denominada “coexistencia pacífica”, con la que intentaba bajar el tono a la dura confrontación con las potencias capitalistas, en momentos sumamente álgidos para todo el orbe ya que, en octubre de 1962, casi significó una tercera guerra mundial con la llamada crisis de los misiles, la que involucró a Estados Unidos, Cuba y la Unión Soviética. Los dirigentes chinos cuestionaban las políticas de Moscú, tildándolas de traición frente a un enemigo considerado un “tigre de papel” y declararon que el pensamiento de su líder, Mao Tse Tung, era el verdaderamente revolucionario. Así, el movimiento comunista internacional se dividió entre los seguidores de la Vía Pacífica, representada en quienes se alineaban con Moscú y aquellos que propugnaban la Vía Revolucionaria, seguidores de las políticas chinas y conocidos como maoístas.
El conflicto llegó indefectiblemente a Iquique y atravesó en pleno cuerpo a las juventudes comunistas locales, ya que Luis Garrido, su principal líder estudiantil y presidente del centro de alumnos del Liceo de Hombres, lideró a mediados de 1963, un nutrido grupo de jóvenes que adhirieron al pensamiento maoísta, tendencia que en la ciudad lideraban el doctor Juan Barrientos y el abogado Raúl Hidalgo, fracción que se autodenominó Unión Rebelde Comunista, URC. Fue un duro golpe que afectó fuertemente a la juventud del PC y que lo condicionó durante toda la década, ya que nunca más pudieron recuperar la presidencia de la, todavía, principal organización de estudiantes secundarios de la ciudad. Los comunistas rebeldes volvieron a triunfar en 1964 bajo el liderazgo de Jorge Zúñiga, pero el egreso de sus principales dirigentes no permitió que siguiera su influencia y en el 1965 la Democracia Cristiana ganó el centro de alumnos sin contendores, debido a que se presentó una sola lista. Si bien, Iquique siempre ha sido una ciudad politizada, el liderazgo estudiantil secundario no tenía una permanencia en el tiempo, debido a que la poca oferta de enseñanza superior durante los años 1960, obligaba a los liceanos a emigrar a lugares en donde se impartían las carreras que los atraían, ubicadas principalmente en la capital o la zona sur del país. Aquello afectó la continuidad del trabajo de los comunistas rebeldes, el que bajó ostensiblemente a mediados de la década, y si a ello se suma la debilidad en que quedó la jota oficial o pro moscovita y el descalabro de la juventud socialista iquiqueña producto de las divisiones, el retroceso de las ideas izquierdistas en el denominado frente estudiantil se manifestó en gran magnitud. En ese sentido, fueron los jóvenes trabajadores quienes dieron regularidad al trabajo juvenil de los partidos políticos populares, cuestión que aseguraba solidez y persistencia, pero dejaba un vacío en las generaciones entre 15 y 19 años, rango etario de los activistas de enseñanza media, detalle no menor en una ciudad que, tal como se planteó anteriormente, carecía de enseñanza superior, específicamente la universitaria. Fue muy tardíamente, en 1968, que se inauguró la Sede de la Universidad de Chile e impartiendo solo tres carreras de pedagogía.
Durante 1967, la guerrilla del Che en Bolivia, así como la evasión a través de la frontera chilena de los combatientes que sobrevivieron al combate de la quebrada del Churo, impactó fuertemente en la ciudad, aunque este fenómeno nunca ha sido analizado. Pero, la gesta que simbolizó la heroica muerte del destacado comandante guerrillero, no fue recibida con entusiasmo por el PC local, todo lo contrario, sus dirigentes subrepticiamente dejaban entrever que fue un aventurero, cuestión que alejó a dicho partido de cualquier posibilidad de coincidir con numerosos adolescentes izquierdistas que veían en su épica el símbolo de un hombre íntegro. Analizando su trayectoria, la mayoría destacaba que había sido un médico proveniente de una acomodada familia argentina, quien en Cuba había dejado ministerio, esposa, hijos y un seguro bienestar, para morir por una causa que favorecía a los pobres latinoamericanos. La publicación del diario de guerra en Ñancahuazú, editada especialmente por la revista Punto Final, fue “devorada” por una gran cantidad de jóvenes. Tal situación frenó el propósito freísta que desde 1965 trataba de imponerse en los centros de alumnos secundarios.
Asimismo, el resurgimiento económico que había traído la instalación de la industria pesquera en Iquique, comenzó a debilitarse paulatinamente y de nuevo la provincia de Tarapacá se vio enfrentada a una eventual crisis, escenario que asustaba a la gran mayoría de los residentes, quienes todavía recordaban los avatares de una larga depresión que se arrastraba desde hacía décadas. La ciudad se encontraba convulsionada con relación a su futuro y, al mismo tiempo, los jóvenes estudiantes medios estaban inquietos, comenzaron las huelgas y los centros de alumnos cobraron inusitada actividad. Entre 1967 y 1969, la articulación de fuerzas políticas se expresaba en una Democracia Cristiana muy activa bajo el liderazgo de Juan Iglesias Porcel, alumno del colegio salesiano Don Bosco, conocido como “chuchoca” por su particular capacidad de operación política. Las juventudes comunistas habían logrado mantener fuerte presencia en la Escuela Industrial, hoy Politécnico, en donde Rodolfo Carrillo era su principal dirigente pero le pisaba los talones un poderoso grupo de promoción entre los que figuraban Dufré Villalobos y Andrés Carlo, igualmente, a mediados de la década, Norka Ramírez, hija del regidor Eloy Ramírez, junto a Fredy Gahona y Ricardo Torres permanecían como líderes de la jota en el Instituto Comercial. El resto de los establecimientos estaba dirigido por independientes.
En 1969, los centros de alumnos tuvieron un cambio acorde con la situación política que comenzaba a imponerse en la ciudad, por lo que desarrollaban sus actividades entre la crisis económica, el despertar juvenil izquierdista con y sin partido, grande huelgas de trabajadores y la irrupción del movimiento de pobladores. Todo ello, en medio de un país que dramáticamente caminaba a una confrontación ineludible buscando una salida al debilitamiento extremo del modelo capitalista desarrollista.
A comienzos del año lectivo 1969 se reinició el funcionamiento de la Federación de Estudiantes de Iquique, FEI y, al mismo tiempo, comenzó la renovación de las directivas en los centros de alumnos. En el Liceo de Hombres se eligió presidente a Nelson Carreño Chaca, quien formaba parte de los jóvenes izquierdistas sin partido. De la misma manera en el Liceo de Niñas, resultó elegida la estudiante María Erlich sin militancia pero de ideas izquierdistas mientras que la delegada era Liliana Muñoz de las juventudes comunistas. Asimismo, en la Escuela Industrial resultó elegido Manuel Araya, simpatizante socialista y el delegado era Andrés Carlo, un joven comunista. En el Instituto Comercial el presidente era Héctor Inostroza, independiente de izquierda y el delegado era Oscar Dávalos, independiente de izquierda. Igualmente, en la Escuela Técnica Femenina la presidenta era Gerarda Truyen independiente cercana a la Democracia Cristiana y la delegada era Patricia Low, simpatizante de izquierda.
En los colegios católicos Don Bosco y Liceo María Auxiliadora dominaba una alianza entre la Derecha y la DC. En el Liceo Nocturno, de carácter mixto, la presidencia recaía en Osvaldo Sampson, radical de izquierda que en ese momento no militaba. En la sede local de la Universidad de Chile la federación fue ganada por un militante de las juventudes comunistas y tanto Sampson como el presidente de la Fech local, eran adultos que trabajaban para sostener sus hogares, por lo que enviaban representantes a las reuniones de la federación. En el caso del Liceo Nocturno, asistía periódicamente Luis Lizardi, izquierdista sin militancia y por la Fech Iquique, asistía Rodolfo Carrillo de la jota. Posteriormente se incorporó el centro de alumnos del Instituto Comercial Nocturno representado por Jaime Olivares, independiente y el de la Escuela Normal, cuyo delegado era Jorge Peralta, simpatizante socialista. Vale decir agrupó a la totalidad de los establecimientos de enseñanza secundaria y superior que entonces existían en la ciudad. La presidencia de la FEI recayó en Nelsón Carreño y el resto del ejecutivo fue distribuido en los representantes de los diferentes centros educacionales.
Las tareas de la federación de estudiantes se transformaron en el centro de las actividades estudiantiles y a sus reuniones asistían los presidentes y delegados de cada establecimiento, quienes eran nominados por las respectivas asambleas de delegados de curso. Fue así como un extenso grupo de alumnos y alumnas giraron alrededor de los quehaceres de la FEI, la que funcionaba en la sede de la Federación de Cooperativas de Iquique, FECOVI, ubicada en la calle Baquedano, entidad entonces presidida por Juan Antonio Ruz.
De la misma manera, la federación estudiantil participaba en el Comando de Defensa de Iquique, organismo impulsado entusiastamente por el alcalde Soria y a la que asistían representantes de las denominadas “fuerzas vidas de la ciudad”, que principalmente eran la Municipalidad, la CUT, la Asociación Gremial de Pequeños Industriales y Artesanos, AGPIA, presidida por Ramón Pérez Opazo, la FECOVI, la FEI, Juntas Vecinales y otras organizaciones menores.
Con relación a las afinidades políticas que se comenzaron a articular en el fuerte movimiento estudiantil que se estaba desplegando, destacaban el grupo de izquierdistas sin partido, las juventudes comunistas, los estudiantes democratacristianos, los simpatizantes del Partido Nacional e independientes pero con inquietudes gremiales. Los integrantes de estas tendencias se encontraban inmersos en cada colegio y se agrupaban y concertaban de acuerdo a la disponibilidad de tiempo, recursos e intereses corporativos.
El sector de izquierdistas sin partido comenzó a concentrarse en torno a Luis Espinoza Garrido, delegado del Liceo de Hombres a la FEI, junto a Luis Lizardi Lizardi, delegado del Liceo Nocturno y Nelson Carreño Chaca, presidente del Liceo de Hombres. El grupo no tenía nombre, era idéntico a lo que hoy se denomina colectivo estudiantil y, mantenía estrecha relación con otros dirigentes y comenzó a reunirse con algunos de ellos en la casa en donde vivía Lizardi, ubicada en Zegers viejo. Allí llegaron Eduardo Espinoza Opazo y Eugenio Vargas Pacace, ambos del Liceo Nocturno. Los cinco se constituyeron con una dinámica propia estableciendo relaciones directas con otros dirigentes cercanos como Manuel Araya, Héctor Inostroza, Oscar Dávalos y Osvaldo Sampson junto a otros destacados dirigentes secundarios como David Briones Gallegos y José Corail Valdenegro. También ligaba a estudiantes con inquietudes de izquierda como Héctor Taberna Gallegos y Juan Prieto Henríquez, los dos liceanos. De manera casi natural el grupo estableció relaciones con la estructura de las juventudes comunistas y, a pesar de mantener no pocas diferencias, generalmente se lograban acuerdos muy pragmáticos. Paralelamente a la actividad estudiantil, el colectivo comenzó a conectarse a distintas personas con trayectoria de izquierda en la ciudad, en especial con José Sampson Ocaranza, funcionario del área de relaciones públicas de la municipalidad, así como con Fredy Taberna Gallegos, ex presidente del Instituto Pedagógico, quien había vuelto a la ciudad y comenzaba a trabajar en el Plan Andino del municipio. También se entrevistó con Ramón Ahumada, un estudiante iquiqueño de Biología de la Universidad de Concepción y de militancia mirista. Luis Lizardi mantenía relaciones con los tres y llevó al grupo a conversaciones acotadas de las cuales, la más fructífera, fue con José Sampson, quien ofreció su casa, entonces ubicada en la calle Videla, para entregar capacitación y charlas sobre política y educación, cuestión que los liceanos requerían urgentemente. Su esposa, Juana Trujillo, una notoria militante socialista, atendía con exquisitas onces a todo el grupo. De todos ellos, sólo Eduardo Espinoza y Luis Espinoza habían estado alguna vez participando en el PS, relación que se había terminado con la división, el primero de ellos inclusive todavía guardaba un carnet de militante. Luis Espinoza había estado conectado a través del profesor Rigoberto Pizarro, debido a que éste generalmente usaba como comando para las candidaturas del PS, una casa familiar ubicada en Sargento Aldea entre Dieciocho y 21 de mayo, a una cuadra de su residencia. En ella, había libros de Marx y revistas de distintos países socialistas, en especial de la China popular y de Corea del Norte. A pesar de estar descolgado, Espinoza asistía disciplinadamente a los pocos actos que el PS efectuaba en la ciudad, como la charla de Altamirano en la Sociedad de Artesanos.
Fue José Sampson quien expuso la necesidad de plantearse una militancia concreta y enfatizaba que, de lo contrario, el grupo se diluiría en individualidades una vez que todos egresasen de la enseñanza secundaria y, además, señaló que él había entregado una solicitud de militancia en el PS y estaba a la espera de que se resolviera favorablemente. Después de muy poca deliberación, en pleno invierno de 1969, fue tomada la decisión de entrar a militar en el PS, principalmente, porque para Luis y Eduardo Espinoza era volver a sus orígenes y todos coincidían plenamente en que había que participar en política y la lectura que se hacía de las declaraciones de los socialistas, coincidía plenamente con las opiniones del colectivo. El contacto se efectuó a través del profesor Jorge Zúñiga, el ex presidente del liceo, quien citó a todos a una reunión en un precario local ubicado en la esquina nororiente de Amunátegui con Esmeralda, de propiedad de la familia de Franklin Andrade quien vivía en la casa contigua.
Zúñiga entregó un resumen de la línea política aprobada en el congreso de Chillán de 1967, la que fue asumida muy entusiastamente por el grupo y ante la poca presencia del núcleo directivo de trabajadores liderado por Juan Taucare, quien era absorbido por su trabajo en Endesa, no se hizo cumplir el paso que se requería para obtener la militancia, que consistía en esperar seis meses como simpatizante, condición en la que se tenía sólo deberes, para que luego de dicho plazo, recién se empezara a gozar de derechos.
Todos ingresaron de inmediato como militantes plenos y regulares, con deberes y derechos, ya que en la realidad objetiva, la FJS estaba en una especie de receso. Desde ese momento se complementaron las actividades en los centros de alumnos y la FEI con la militancia política, esta última muy tenue, ya que la falta de dirección era evidente, por lo tanto se usaban las reuniones solo para tratar los temas estudiantiles. El secretario político regional del PS era el profesor Haroldo Quinteros quien también comenzó a dar charlas a los militantes juveniles, grupo al cual se agregó Héctor Pavelic Sanhueza, quien había abandonado las juventudes comunistas.
Ante la necesidad de ordenar el trabajo juvenil socialista en la región, se decidió convocar a un congreso extraordinario, el que se efectuó a inicios de noviembre de 1969 y en el evento participaron los dos segmentos que en los hechos existían al interior de la FJS, el compuesto por los trabajadores y el estudiantil recién incorporado. No fue un evento con documentos preparatorios ni organizado con gran formalidad, en los hechos fue una especie de conversatorio en el que se opinó de política en términos generales, se acordó un rústico plan de trabajo y se eligió la directiva. Taucare no asistió porque estaba trabajando en la empresa, pero Larrocha, Albady y Elimenti participaron activamente aportando su experiencia, si bien, autocríticamente, no quisieron ocupar puestos en la nueva directiva, argumentando como dificultad, el poco tiempo disponible para responder ante los requerimientos de una organización que se estaba proyectando con gran potencial. Además, Larrocha fue nombrado encargado sindical adulto, debido a la alta responsabilidad que ostentaba en el estratégico sector pesquero.
En los tres cargos principales del comité regional fueron elegidos Luis Espinoza Garrido como secretario político, Luis Lizardi Lizardi en la secretaría de Frente de Masas y Eugenio Vargas Pacace como encargado de organización.
La situación política nacional comenzó a estar determinada por las designaciones de las candidaturas para las elecciones presidenciales de septiembre de 1970. El PS estaba dividido en dos grandes tendencias, una de ellas era reacia a la participación electoral y cuestionaba la alianza con los comunistas, debido a que era un secreto a voces que estos planteaban apoyar a un candidato democratacristiano de izquierda. El otro sector, el mayoritario, señalaba que se debía participar, pero que el abanderado tenía que ser el que designara el PS y no aceptarían a otro. La decisión de la Democracia Cristian de nominar a Radomiro Tomic, el ex embajador de Chile en Estados Unidos, resolvió la duda comunista y así, un día Andrade nos informó que en Santiago se iba a convocar a una reunión de todos los partidos de izquierda para zanjar las controversias y lograr acuerdos unitarios y, para evitar sensibilidades, el llamado lo haría el FRAP, nombre de la coalición que había levantado la candidatura de izquierda en 1964 y que ya no existía, pero que servía para generar la operación política.
Tal como se señaló anteriormente, la convocatoria fue un éxito y cada partido levantó su propio precandidato. Pablo Neruda inició su trabajo proselitista en Iquique, en un gran acto en la antigua Casa del Deportista, ya que había sido senador por las provincias del norte, mientras que el resto de los candidatos no vino a la región, o al menos, nadie organizó otro acto de masas. En esos días la FJS efectuó una reunión con la diputada Laura Allende, quien expresó la certeza de que su hermano Salvador sería elegido como el candidato de la flamante Unidad Popular. Por supuesto, en la juventud socialista se le creyó absolutamente y se esperó con gran confianza a que se resolviera la situación, porque aquello definiría todo el trabajo en el año que se acercaba con suma prisa.
Así sucedió, Salvador Allende resultó designado el representante popular y la última semana de enero, mientras se efectuaba una reunión ordinaria de la directiva de la FJS, llegaron sorpresivamente al local tres dirigentes juveniles comunistas: Denikle Chávez, Rosa Lara y Pablo Zepeda. Con mucha seguridad plantearon que habían decidido tomar la iniciativa y efectuar la visita, ya que no había señal alguna de un llamado para constituir la UP juvenil en la ciudad, cuestión que, según ellos, correspondía a los jóvenes socialistas, debido a que el candidato era del PS. Y, seguidamente, consultaron la opinión de los dirigentes, cuya respuesta fue evasiva, ya que nadie había pensado siquiera desarrollar trabajo de relaciones políticas, mucho menos realizar una gestión unitaria. Pero, se intercambiaron algunas francas opiniones acordando que las dos juventudes iniciaran un trabajo conjunto para convocar a otros sectores. La planificación se elaboraría en una próxima reunión y ellos propusieron que se realizara en el local de la jota, que entonces se ubicaba en la esquina noroeste de calle Tarapacá con 12 de febrero.
Al salir, la compañera Rosa Lara preguntó si la FJS tenía secretaría femenina y como la respuesta fue afirmativa, de inmediato planteó que a la próxima reunión asistiera la encargada. Obviamente su proposición fue aceptada, pero al alejarse sonrió levemente, seguramente estaba enterada de que militaban solo hombres, por lo tanto sabía la dificultad para resolver tal situación en poco tiempo. Pero nadie se inquietó, todos ya eran socialistas con cancha y de alguna manera se saldría del paso. En efecto, apenas los dirigentes de la jota abandonaron el local, se asumió de inmediato el golpe, más cercano a una lección, el que debía ser tomado con humildad. No había dudas, había que desarrollar un trabajo para integrar compañeras, increíblemente, entre el grupo de trabajadores y el estudiantil no había ni una mujer. Mientras que en la federación de estudiantes la proporción era casi paritaria. Un contrasentido en todos los aspectos. Fue allí que se decidió iniciar la incorporación de compañeras, ya que la experiencia reciente indicaba el brillante trayecto de las dirigentes secundarias, hayan sido o no, cercanas a las posiciones ideológicas de la FJS. En los hechos, meses atrás, la izquierda había perdido estrechamente la votación democrática de la FEI a manos de Gerarda Truyen.
A los pocos días se contactó a Leonor Pizarro, la hermana menor de Rigoberto, proponiéndole que se reintegrara a la FJS, lo cual aceptó de buen grado, ya que había estado descolgada por algunos años. Asistió feliz a la reunión en la sede de la jota y allí, Leonor, suave, rubiecita y de aspecto muy dulce, sorprendió a todos, ya que demostró tener gran manejo político en las conversaciones con Rosa Lara, una compañera comunista de alto nivel y gran experiencia a quien se respetaba bastante.
A mediados del verano de 1970 habían comenzado a llegar estudiantes de una generación posterior a la de los principales dirigentes, ya que los liceanos diurnos habían egresado. Nadie los ubicaba, pero formaban parte de las numerosas huestes izquierdistas que el año anterior habían participado en las grandes movilizaciones efectuadas en la ciudad, dos de ellas memorables, el paro del Liceo de Hombres exigiendo un edificio nuevo y la larga huelga de la Escuela Industrial. En ambos conflictos se enfrentó al intendente subrogante, nada menos que Augusto Pinochet Ugarte, quien, también, en dos oportunidades expulsó a las directivas de sendas reuniones en el Palacio Astoreca. En el grupo de nuevos estudiantes ingresados a la FJS destacaban Héctor Barreda, Juan Almonte, Vladimir Torres e Iván Barbaric.
En forma paralela, hubo otro positivo ingreso, ya que se incorporaron Patricia Fuentes, Carlos Cabrera y Jorge Quiroga, estudiantes del Instituto Comercial los primeros y liceano el tercero, quienes constituyeron un grupo muy compacto, ya que coincidía la amistad y militancia entre los dos últimos.
La organización base del PS era el núcleo, luego estaba un nivel más elevado constituido por el comité seccional que congregaba varios núcleos y más arriba el comité regional, que abarcaba a un conjunto de seccionales. La tarea orgánica principal fue agrupar por núcleos de base al creciente número de jóvenes que llegaba a integrarse a las filas de una sorprendente FJS iquiqueña. Fue así como junto a la evidente y ordenada estructuración por colegios, se decidió levantar la organización vecinal siendo el sector El Morro el elegido para formar el primer núcleo barrial. Fue formado en la casa de Lizardi y asistieron morrinos y morrinas con los característicos apodos, Héctor “pichón” Taberna y su hermana, Héctor “chicora” Espinoza, un muchacho apodado la “peta”, Juan Morgado y otras compañeras y compañeros. En total, unas diez personas jóvenes que escucharon seriamente el informe político e instrucciones y, luego, aceptaron por unanimidad la moción de Lizardi de nombrarlo Núcleo Coco Peredo, en honor del guerrillero boliviano muerto en combate en la guerrilla del CHE.
Luego, se organizó el núcleo juvenil de la Población O’Higgins, dirigido por un muchacho que todos denominaban el “Becho”. En esos días se había recuperado un local partidario que quedaba ubicado en la calle Colo Colo, en donde vivía el Maestro Cid, un compañero adulto mayor, militante activo y antiguo trabajador de la construcción. En dicho inmueble se realizaron innumerables actividades durante una parte de 1969 y todo 1970, inclusive era utilizado para efectuar sesiones de autoformación, específicamente, se utilizaba un larga pared para ensayar la técnica del rayado mural, cuestión de la que nadie sabía mucho. Luego se visitó la Oficina Victoria y el campamento Alianza, para organizar el núcleo de la pampa salitrera y quienes asistimos nos encontramos sorpresivamente con Pedro Aguilera, un liceano que se alegró mucho al vernos, ya que había participado en las movilizaciones estudiantiles recientes y quien aceptó la elección como encargado político.
Salvador Allende comenzó su campaña en las regiones en que tenía asegurado un buen respaldo y, obviamente, el norte fue una de las primeras e Iquique una de ellas. Llegó en la tarde temprano al Aeropuerto Cavancha, esa hora que todavía llamamos “después de almuerzo”, luego efectuó algunas visitas protocolares y reuniones con la dirigencia de la UP provincial. En la tarde noche, hubo un acto en la Casa del Deportista que se repletó y en la galería oriente estaba la FJS con carteles y tal griterío que Allende, desde abajo, cerca del escenario, nos hacía callar con un gesto. Luego sucedió una situación extraña, ya que justo en aquella oportunidad se inauguraba una remodelación del parque Balmaceda, la que había sido financiada con fondos fiscales nacionales, por lo tanto vino a la inauguración el presidente Frei. Ambos actos fueron paralelos y el alcalde Soria, quien se había reincorporado al PS de Chile directamente en Santiago, debido a que buena parte de la militancia local no le perdonaba haber participado en la aventura ampuerista, debió asistir obligatoriamente a la ceremonia con el presidente de la república, ya que el parque era municipal y la remodelación era idea suya, por lo que se integró tarde al acto con Allende. Cruzó toda la cancha y se subió al escenario, entre aplausos y algunas pifias. Después del acto los socialistas se dirigieron a la sede del partido junto a Ricardo Núñez, miembro del comité central, quien integraba la comitiva capitalina. Allí se efectuó una tumultuosa asamblea por el tema de los socialistas populares. Había gran rechazo en los viejos y viejas que reconstruyeron el PS, a su reingreso, porque la confrontación había sido inclusive a golpes. Cierta vez, Rosa Valenzuela contó que había perseguido, a pedradas, a un vehículo que con altavoces le hacía propaganda a candidatos de la Usopo en su población.
Al otro día en la mañana, acompañamos a Allende por la feria de calle Latorre, tuvo gran acogida y allí se acercó Petronila Rossell, más conocida como la “peta”, quien ya no militaba en la Usopo y quería darle la mano al “chicho”. Era muy amiga con Luis Lizardi, quien trabajaba atendiendo el puesto de su mamá en dicha feria y guardaba la mercadería, precisamente, en la casa de Petronila. Con ella estaba su hijo, Jorge Marín Rossel, el que acompañaba por largos ratos en el puesto a Lizardi quien, a su vez, le pasaba material para leer, el manifiesto comunista, la revista Punto Final, el diario del Che en Bolivia y otros escritos. Además, desde 1969, el “chato” como lo llamaba su mamá, escuchaba nuestras conversaciones acerca de las luchas estudiantiles, la revolución o la decisión de militar en el PS. Cuando me retiraba, Jorge le solicitaba que lo incorporásemos a las tareas que planificábamos y Lizardi me lo planteaba, pero siempre me negaba porque lo consideraba muy niño.
Luego Allende fue al mercado y entre medio de las aclamaciones se encontró con los integrantes de Quilapayún que habían llegado esa mañana a Iquique. Todos se saludaron efusivamente. El mismo día conversamos con la “peta” señalándole que se dejara de cosas y volviera al PS, entusiasmada con Allende indicó que lo haría y Lizardi le señaló que era posible que triunfásemos, pero todo indicaba que ya había tomado la decisión de retornar. También decidimos incorporar a Jorge Marín, quien muy serio, aceptó como indiferente, pero en la mirada se notaba lo satisfecho que estaba. A su corta edad, ya trabajaba, aunque esporádicamente.
En marzo, comenzaron las clases y Eduardo Espinoza y Nelson Carreño se trasladaron a estudiar a Antofagasta, quedaron en Iquique Luis Espinoza, Eugenio Vargas, Luis Lizardi, Tito Pavelic y Leonor Pizarro, a ellos se sumaba el gran aporte de Juan Taucare, Larrocha, Elimenti y Albany, pero los jóvenes recién incorporados resultaron grandes revelaciones y fueron asumiendo responsabilidades con fuerte entusiasmo.
El partido adulto hizo un congreso y Franklin Andrade quedó como secretario político regional y, a poco andar, sucedió un hecho lamentable, la directiva fue intervenida por un miembro del comité central que viajó a la ciudad, aparentemente, en términos rutinarios y aquí decidió tal medida sin consultar a Santiago, su nombre: Homero Julio. Se articuló una alianza entre un grupo de ex militantes comunistas, de pasado maoísta, pero que seguían agrupados localmente y que habían entrado juntos a militar al PS, con el sector ex socialista popular que había vuelto al partido, más algunos militantes del magisterio. En conjunto y asociados a Homero Julio, intervinieron el regional y eligieron una nueva directiva, la que después de un corto tiempo fue reconocida desde el comité central en Santiago. No había nada que hacer.
El local partidario fue trasladado a unas oficinas ubicadas en Patricio Lynch esquina de Serrano. La juventud no estuvo de acuerdo, pero obviamente ni fue consultada, quedando en medio de una disyuntiva, ya que oponerse significaba abandonar la legalidad partidaria. En conversación con Andrade, este sensatamente no alentó ninguna aventura y propuso que debíamos hacernos presente en el nuevo regional y exigir el puesto que correspondía, ya que la intervención legalmente no podía extenderse a la organización juvenil, aquello era resorte exclusivo del comité central de la FJS. Así fue y no hubo problemas, aunque se generó una desconfianza que tardó años en recomponerse, debido a que igual se intentó destituir a la directiva regional de la juventud y, sobre todo, al secretario político, esta vez con un copamiento desde las bases, pero para los momentos que vivía el país, era imposible que un grupo de adultos convenciera a los inquietos jóvenes socialistas para actuar contra sus iguales si no había un motivo muy concreto y grave, como la traición o el evidente abandono de funciones, posibilidad muy lejana y que nunca sucedió. En los hechos, de manera inusitada, la FJS tenía más militancia activa que el partido, por lo que el riesgo lo corría la fracción adulta que había dado el cuartelazo. Pero en la juventud nadie imaginaba organizar maniobras de ningún tipo, lo único que interesaba era triunfar en septiembre. Quienes asumieron los principales cargos después del verdadero golpe de Estado contra Franklin Andrade fueron: Osvaldo Mollo como secretario político regional, Jorge Soria encargado de Frente de Masas y Norberto Cañas como encargado de organización.
En el caso de la juventud, la expansión fue explosiva, se incorporó Patricia Low quien se había cambiado de colegio y ahora estudiaba en el Liceo de Niñas, establecimiento en el que rápidamente organizó un núcleo junto a Laura Celis, quien se había incorporado en el barrio El Morro. En la sede local de la Universidad de Chile se constituyó la Brigada Universitaria Socialista, BUS, en torno a Luis Espinoza, Luis Marambio, Segismundo Ramírez, Carlos Valdivieso y Héctor Bontá, todos alumnos de la carrera de Administración. De la misma manera, Eduardo Traslaviña, un estudiante del liceo, junto a su primo Cato Valdivia, organizaron el núcleo de la Población Nueva Victoria. Asimismo, se incorporó un grupo de jóvenes de la zona sur oriente, la mayoría de ellas mujeres, sobresalían entre ellas Soledad Sorich y su hermana Catalina.
De esta manera, se articuló un grupo de gran peso, ya que, sensatamente se evitó establecer una estructura piramidal, lo que hubiese sido fatal, muy por el contrario, los “viejos” refundadores del año anterior, se fusionaron con los nuevos y nuevas militantes, quienes fueron incorporados a responsabilidades diversas y muchas veces, a riesgo de caer en el asambleísmo, se tomaban decisiones colectivamente y el conjunto enfrentaba las tareas en las mismas condiciones, las jinetas se ganaban con el trabajo y el talento para conducir políticamente, así fue constituyéndose una generación excepcional.
Posteriormente se incorporó a la juventud Jaime Gandarillas, primo de Jorge Soria, quien esperaba reanudar sus estudios en el liceo, el que prestamente convenció a sus amigos Enrique Silva, Jaime Herrera y su hermano para integrarse a la FJS. Todos vivían en el centro, en los alrededores de la catedral. De esta manera, la expansión de los y las jóvenes socialistas se hizo progresiva en una dinámica que no cambió hasta el golpe de Estado de 1973.
Un corto pero exitoso recorrido en el que coincidió una conducción correcta potenciada por las condiciones objetivas creadas por el alza de las luchas sociales, la crisis del modelo capitalista desarrollista y la opción, con alta posibilidad de éxito, de instaurar un gobierno popular e iniciar un proceso de cambios revolucionarios.
La juventud de la Unidad Popular iquiqueña en 1970
Rápidamente, la FJS pasó a ser una organización importante de la izquierda de la ciudad, la que abarcaba jóvenes provenientes de distintos sectores, principalmente estudiantes, trabajadores y pobladores, aunque muy pocos relacionados a lo artístico- cultural. La incorporación de compañeras mujeres fue importante y en los hechos fueron asumiendo tareas con normalidad, apareciendo dirigentas con gran potencial que fueron adquiriendo responsabilidades claves. Patricia Low destacó en la estructura estudiantil con gran criterio y una disciplina ejemplar, al igual que la otra Paty, Patricia Fuentes, todavía una inquieta adolescente, quien, junto con salir a pintar hasta altas horas de la noche, comenzó a ser pieza clave en el Departamento de Organización dirigido por Eugenio Vargas, juntos elaboraron un plan cuyo propósito fue el ordenamiento de la militancia, así como su fichaje y clasificación en un padrón completo. En el caso de la enseñanza superior, Nelly Pino pasó a ser la encargada de los jóvenes socialistas de la Escuela Normal cuestión que permitió que los militantes socialistas alcanzaran la presidencia. De la misma forma, Silvia Urtubia, quien posteriormente pasó a militar en el MIR, fue la representante de la FJS en la lista victoriosa que la UP juvenil presentó en las elecciones de la Fech-Iquique a fines de 1970, a pesar de que no constituía parte del grupo fundacional del BUS. En el caso de otras camaradas como Ana Naranjo o las hermanas Catalina y Soledad Sorich, formaban parte de un importante grupo de jóvenes compañeras mujeres, imposible de nombrar a todas, quienes aportaban una persistente presencia en las variadas actividades que se realizaban.
En lo referente a la Unidad Popular juvenil de Iquique, esta comenzó a estructurarse sobre la base del eje socialista comunista, pero de inmediato se incorporó la dirigencia de la Juventud Radical Revolucionaria, JRR. Entre los que destacaba el estudiante normalista Ángel Arriagada junto a Augusto Carvajal, estudiante del Liceo Nocturno, a quienes todos llamaban el “abuelo”, posteriormente se incorporaron Arsenio Lozano y el “guagua” Reyes.
Las tres agrupaciones constituyeron la Unidad Popular juvenil, cuyo principal aporte fue participar en la agitación y propaganda, además de los eventos que se realizaban como actos culturales, marchas locales, nacionales u otros. Un factor determinante en aquellos años fue la edad necesaria para poder votar, que era a partir de los 21 años, por lo que la gran mayoría de los integrantes de la FJS no sufragaba, lo que significaba que el día de las votaciones participó sólo como ayudistas de los encargados electorales. Pero en los frentes sociales la actividad era intensa destacando la última gran huelga de los pampinos, quienes bajaron en una caravana a Iquique, el mismo día que efectuaba su concentración Radomiro Tomic, por lo tanto hubo un despliegue inusitado de carabineros trasladados desde otras ciudades como Arica y Antofagasta. La FJS se movilizó permanentemente, organizó una marcha solidaria de estudiantes para llevarle víveres a la olla común, la que terminó con incidentes en plena calle Tarapacá. De la misma manera, organizó una caravana solidaria que llegó hasta la Oficina Pedro de Valdivia. También fue compleja la larga paralización de los estudiantes de la Universidad de Chile con la toma de su edifico central, en lo que eran las antiguas dependencias del Seguro Obrero ubicado en Serrano esquina de Ramírez. El petitorio exigía aumentar la poca cantidad de recursos que se entregaba a la sede regional por parte del gobierno de Frei y se aspiraba a instaurar un impuesto especial a la exportación de molibdeno y molibdenita, con tales ingresos se podría conseguir la edificación de un campus definitivo, el que con el ascenso del gobierno popular comenzó a construirse en Playa Brava.
A mediados de año se decidió aunar más esfuerzos y estructurar la UP juvenil, adoptando la propuesta de coordinar el trabajo de las brigadas y establecer una presidencia rotatoria entre los tres partidos, comenzaba la jota, seguía la JRR y terminaba la FJS. El fin era implantar un sesgo más ejecutivo que fuera más allá de la mera coordinación.
Un elemento de importancia lo constituyó la salida desde la Democracia Cristiana de un amplio grupo de militantes, que descontentos con la frustrada experiencia de la Revolución en Libertad, decidieron constituir su propio partido, al que llamaron Movimiento de Acción Popular Unitario, Mapu. En Iquique, hubo inquietud por tal iniciativa y en un viaje que efectuó a Santiago, el estudiante del Instituto Comercial, Emilio Sironvalle, logró contactar a los dirigentes nacionales y regresó con la tarea de constituir la sección local de la flamante organización. Pudo reunir a un importante grupo de dirigentes estudiantiles de su colegio para llevar a cabo la labor, sobresaliendo Francisco Pinto, Alberto Viveros y Luis Caucoto. Por las relaciones existentes en el trabajo estudiantil, la FJS apoyó decididamente este proyecto facilitando la sede partidaria para que pudiesen comenzar a estructurar el nuevo partido integrante de la Unidad Popular, cuestión que sucedió casi al cierre de la campaña presidencial. Por tal motivo, no alcanzaron a participar de lleno en el comando de la UP juvenil local, ya que al terminar el proceso eleccionario, este nunca más volvió a reunirse. Ni siquiera logró realizar una evaluación conjunta de la intensa labor efectuada. La campaña estuvo plagada de actividades, principalmente las propagandísticas, destacando la juventud comunista que poseía un sólido aparato en el que la Brigada Ramona Parra, BRP, era su eje central. Mientras, que la FJS organizó la versión local de la Brigada Elmo Catalán, la BEC, y su núcleo inicial lo conformaron Patricia Fuentes, Carlos Cabrera, Jorge Quiroga y Luis Espinoza, a poco andar se incorporó Manuel, hermano de Patricia, quien solo tenía 14 años. La brigada tenía como local y bodega, una pieza ubicada en la entrada de la casa quinta de los padres de Patricia, cuya mamá, la compañera Ignelia Rojas y, obviamente, su papá, don Carlos, los dos militantes socialistas, cedieron generosamente.
Estaba ubicada en Sargento Aldea entre 12 de febrero y 6° Oriente y desde allí se salía a pintar o pegar carteles en la zona oriente sur de Iquique, muchas veces la camarada Ignelia esperó a los pintores y la “tarjadora” con tecito y sopaipillas. A su vez, el núcleo del barrio El Morro, el cual duplicó sus integrantes, formó la Brigada Coco Peredo, la que con gran mística y arrojo efectuaba la propaganda en la zona centro de la ciudad. Igualmente, en el local de Patricio Lynch también comenzó a operar una sección de la BEC, más centralizada y con más medios, especialmente con vehículos para movilizarse. Se debía desplazar a cualquier punto de la ciudad y en tales oportunidades participaban obligatoriamente todos los y las militantes. En el curso de un año la FJS, sin duda alguna se había transformado en una organización poderosa, si no, la mejor de todas. Allende tenía el número tres y se efectuaban los más increíbles trucos para resaltar el número del compañero candidato, inclusive se pegaban en las paredes, hojas de diario solamente con el 3, pintado con el material más oscuro que se encontraba. En dos oportunidades, de manera conjunta, las tres organizaciones juveniles de la UP hicieron grandes operativos propagandísticos nocturnos, debido a que arribaron desde Santiago algunos integrantes de la BRP central, para reforzar la propaganda callejera. Entre ellos estuvo el famoso “gitano”.
En la segunda oportunidad, los carabineros sorprendieron a un grupo y resultaron todos presos y, coincidentemente, Jorge Soria, al que siempre recurríamos para que fuera a sacar a los compañeros detenidos y quien, con gran paciencia, se levantaba de su cama y enfilaba a la comisaría de Zegers, esa vez no se encontraba en la ciudad. Tuvimos que acudir al papá de Jorge Peralta, presidente del Ceal de la Escuela Normal, quien era el agente del Banco del Estado, socialista y allendista total. Lo conocíamos porque a veces pasábamos a su oficina a solicitarle dinero para comprar pintura y él atendía amablemente y sin problemas donaba la cantidad necesaria para abastecernos de material. No tuvo “atados”, estaba durmiendo, pero se levantó y fue a la prefectura. Los dirigentes esperábamos en la plaza Brasil arriba de un auto que había facilitado una profesora socialista y que conducía un dirigente juvenil radical, todos preocupados porque entre los detenidos estaba un compañero comunista santiaguino. El camarada Peralta, así lo llamábamos, salió muy pronto indicándonos que los arrestados estarían libres en unos instantes y así sucedió, por lo que dimos por terminada la jornada unitaria.
No obstante, la gran prueba de fuerza fue la organización de la marcha y del acto de cierre de campaña de la UP juvenil. Se decidió realizar la concentración en la plaza Condell y la columna de gente comenzarla en el cementerio N° 3 para desde allí bajar al centro, enfilando luego por Vivar hasta llegar al lugar establecido. En esa época era pasar por el corazón de Iquique. Ya se había efectuado ese recorrido durante la segunda ocasión en que Salvador Allende había visitado Tarapacá. Esa vez, se trasladó primero al interior y como a las diez de la noche recién arribó a la ciudad, fue esperado en la entrada y habló desde el vehículo en que venía y presentó a Isidora Aguirre, la autora de la Pérgola de las Flores. Luego, la marcha hasta la Condell en donde hubo un pequeño acto, ya tarde.
Semanas después, nuestro propio cierre de campaña resultó todo un éxito porque, además, cuando llegamos al centro, observamos que en la plaza esperaba gente adulta, sobre todo compañeras dueñas de casa, quienes se sumaron a las cuadras de muchachos y muchachas que, en medio de un ensordecedor bullicio, llegaban marchando y manifestando su apoyo al candidato, a la coalición popular y al socialismo. Se presentaron variados número artísticos y una larga lista de oradores expuso los distintos puntos de vista, paradojalmente, una gran cantidad de las y los asistentes no podía votar, por no tener todavía la edad requerida para convertirse en ciudadanos o ciudadanas.
No hubo otra concentración más masiva ni con tanta mística durante toda la campaña, convertida en la más palpable demostración de un momento en que nuestro bien más preciado comenzaba a ser la esperanza. Tampoco hubo intervención de ningún adulto ni delegado de la capital, fue una muestra evidente y exclusiva de una parte del Iquique joven de entonces, de hecho, el acto terminó con el discurso del presidente rotativo, en este caso, el secretario político de la FJS. Agosto de 1970 acababa de terminar.
* Artículo original en revista La Mancomunal, Número 13, de octubre de 2019. http://www.revistalamancomunal.cl/juventud-socialista/