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¡Alto el fuego en Gaza ya!

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Democracy Now!

Amy Goodman y Denis Moynihan

El número de muertes sigue aumentando en Gaza a medida que Israel impone un castigo colectivo a los 2,4 millones de palestinos que se encuentran atrapados en ese enclave ocupado, que ha sido descrito como la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. Los palestinos de Gaza han vivido bajo un completo bloqueo militar israelí desde 2007, luego de la victoria de la organización Hamás en las elecciones legislativas palestinas. Desde entonces, Israel decide cuánto alimento, combustible y agua ingresan en Gaza, y controla enteramente el movimiento de los palestinos al entrar o salir de Gaza, en un sistema de control que Human Rights Watch y muchas otras organizaciones han calificado de apartheid.

Desde el brutal ataque sorpresa que Hamás llevó a cabo en el sur de Israel el 7 de octubre, en el que murieron más de 1.300 israelíes, en su mayoría civiles y entre ellos muchos niños y niñas, Israel ha intensificado su asedio y ha desatado un bombardeo incesante contra la estrecha Franja de Gaza. Al cierre de esta edición, más de 3.800 palestinos han muerto y más de 12.000 han resultado heridos. Estas cifras seguramente aumentarán, ya que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha prometido una “guerra larga y difícil”.

Gran parte de los principales medios de comunicación occidentales se centraron el miércoles en determinar quién fue el causante de la terrible explosión que ocurrió en el hospital Al-Ahli, situado al norte de Gaza, que cobró la vida de alrededor de 500 personas. Sin embargo, pusieron menos énfasis en brindar información sobre el derramamiento de sangre en el hospital. Por la aparente magnitud de la explosión, en un primer momento se creyó ampliamente que la responsabilidad del ataque recaía en Israel, que cuenta con un vasto arsenal que incluye numerosos tipos de bombas, misiles y otras municiones. Pero el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se dirigía en ese momento a Israel, y los principales canales de noticias de Occidente abrazaron casi de inmediato la explicación proporcionada por las fuerzas armadas israelíes, quienes afirmaron que la explosión fue ocasionada por el lanzamiento fallido de un cohete por parte del grupo Yihad Islámica Palestina.

Los medios se olvidaron de los miles de palestinos que ya han fallecido en los más de diez días de bombardeos israelíes y el número aún incierto de los que yacen, vivos o muertos, bajo los escombros.

Mustafa Barghouti, médico palestino y secretario general del partido político Iniciativa Nacional Palestina, dijo a Democracy Now!: “Las atrocidades son indescriptibles. Los palestinos, no solo de Gaza sino también de Cisjordania, estamos siendo víctimas de terribles crímenes de guerra y de una limpieza étnica. Se están cometiendo actos de castigo colectivo contra la población de Gaza. Muchos civiles están muriendo porque no tienen ni agua ni electricidad ni comida ni medicamentos. Es un genocidio en marcha. Cada cinco minutos muere un palestino en Gaza. Cada 15 minutos, muere una niña o un niño palestino en Gaza. Y esto no para”.

En todo el mundo árabe, así como en Estados Unidos y Europa, las protestas están en aumento. Se han registrado manifestaciones en lugares tan distantes entre sí como Ramala, en los territorios ocupados de Cisjordania; Amán, en Jordania; Bagdad, en Irak; y el Capitolio de Estados Unidos, en Washington, D.C. En este último lugar, una protesta liderada por judíos, convocada por las organizaciones If Not Now y Voz Judía por la Paz, congregó a miles de personas que exigían un alto el fuego en Gaza. Unos 300 manifestantes fueron arrestados en la rotonda del edificio Cannon House.

Entre los participantes de la movilización que se llevó a cabo en Washington D.C. se encontraba Amira Hass, una renombrada periodista judía israelí, corresponsal del periódico Haaretz, que ha vivido durante décadas en los territorios palestinos ocupados y es hija de sobrevivientes del Holocausto. En conversación con Democracy Now!, Hass expresó que no estuvo allí como periodista, sino como judía y recalcó: “Este embate contra Gaza debe cesar de inmediato”.

Otra protesta provino de un sector inesperado: desde el interior del Departamento de Estado de Estados Unidos. Josh Paul se desempeñó durante once años como director de asuntos públicos y parlamentarios de la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado estadounidense. Se trata de la oficina gubernamental más directamente implicada en la entrega de armas a Gobiernos extranjeros. El miércoles, Paul redactó una carta de renuncia a su cargo, de dos páginas de extensión, que compartió de manera pública en Internet y que merece ser citada en detalle:

“No podemos estar a favor y en contra de la ocupación. No podemos estar a favor y en contra de la libertad. Y no podemos estar a favor de un mundo mejor y, al mismo tiempo, contribuir a uno que es significativamente peor. Creo en lo más profundo de mi alma que la respuesta que está dando Israel y el respaldo estadounidense a esa respuesta y al ‘statu quo’ de la ocupación solo provocará un sufrimiento mayor y más profundo tanto para el pueblo israelí como para el pueblo palestino, y no redundará en ningún beneficio a largo plazo para los intereses estadounidenses. La respuesta de este Gobierno es sumamente decepcionante, pero no sorprende en absoluto. Décadas de este mismo enfoque han demostrado que la política de ‘seguridad para la paz’ no conduce ni a la seguridad ni a la paz. En cualquier lugar del mundo podemos encontrar belleza, que merece ser protegida y tener el derecho a prosperar. Eso es lo que más deseo tanto para los israelíes como para los palestinos. El asesinato de civiles es enemigo de ese deseo, tanto los cometidos por terroristas contra personas que bailan en una fiesta como los cometidos por terroristas contra personas que se dedican a cosechar sus olivares. El secuestro de niños y niñas es enemigo de ese deseo, tanto si se los llevan a punta de pistola de su kibutz o si se los llevan a punta de pistola de su aldea. Y el castigo colectivo, ya sea que implique la demolición de una vivienda o de miles de ellas, es enemigo de ese deseo, al igual que lo son la limpieza étnica, la ocupación y el apartheid”.

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