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Argentina – Memoria, unidad y movilización es la receta para hacer retroceder a Macri

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12/05/2017

Memoria, unidad y movilización es la receta para hacer retroceder a Macri

CLATE

Con la malignidad de quienes se sienten amparados por tantos años de impunidad como son los que alberga la propia historia argentina, el gobierno de Mauricio Macri intentó nuevamente colar por vía judicial la idea de tirar por el suelo uno de los logros más saludables obtenidos por la sociedad argentina en su conjunto: el castigo a los que tanto mataron, torturaron, hicieron desaparecer y desterraron a decenas de miles de argentinos y argentinas.


Por Carlos Aznárez

 

Macri cumplía de esta manera un mandato surgido de su propia ideología, vinculada intrínsecamente a la dictadura militar con la que toda su familia y él mismo, en sus años juveniles, mantuvieron pingües negocios en medio de la masacre. En esta idea de querer disminuir «manu militari» (nunca mejor dicho) la cantidad de desaparecidos y desaparecidas, cuando el mundo entero sabe que -por lo menos- fueron 30 mil, luego apelando al detalle de despojar la fecha del 24 de marzo de su contenido de homenaje popular a quienes fueron represaliados (hasta la muerte) por querer lograr un mundo distinto y más inclusivo. Y por último, contando con la complicidad de jueces ligados a su entorno, institucionalizar el 2 x 1, que en términos simples significa dejar libres a asesinos confesos para que sigan aterrorizando a una población que sufre a diario otros tipos de violencia ligadas a la complicidad) estatal, como son el hambre, la desocupación, la falta de salud, la caída a pique de la educación pública, el gatillo fácil, el feminicidio y otras lacras similares.

 

Sin embargo, la derecha tiránica que representan el PRO y los radicales que están en el poder (porque hay algunos que no se sienten involucrados en los desvaríos facistoides de su partido) volvieron a chocar con ese muro ético que representa la militancia tenaz y valiente de quienes defienden los derechos humanos con mayúsculas.

Más de medio millón de mujeres y hombres de todas las edades decidieron ganar en la calle lo que se les quiere arrebatar en los oscuros despachos gubernamentales y judiciales. Y lo hicieron con la convicción de que nuevamente a Macri hay que pararle la mano, hacerlo retroceder hasta su guarida, exponerlo ante el mundo como lo que es y no como lo intenta vender «que es» en sus giras internacionales.

 

Es extraordinario comprobar el poder de movilización que volvió a acicatear la amenaza contra el futuro de la población, el hecho de que los asesinos circulen libremente entre nosotros, en vez de cumplir las condenas impuestas por sus crímenes. Nuevamente, el pañuelo blanco de las Madres y Abuelas se convirtió en símbolo de lucha y resistencia, generando una oleada de adhesiones tan multitudinaria que obligó a que todas las grandes ciudades y pueblos pequeños del país  se transformaran en un mar embravecido contra la prepotencia oficial. Por fin, después de tantos años de insistir en fórmulas unitarias, hubo una sola y gigantesca marcha, con columnas organizadas pero también con decenas de miles de personas autoconvocadas. Con banderas partidarias de todo el arco de la izquierda y el campo popular y también con la introducción del aire fresco que significan los carteles improvisados y confeccionados de manera artesanal por jóvenes que necesitan expresar su repudio a la nostalgia dictatorial que impera entre los que gobiernan el país desde diciembre de 2015. Jóvenes que a su manera están gritando que esta democracia burguesa y sus instituciones no los representan, y que tampoco lo hacen muchos dirigentes de partidos obsoletos que utilizan sus acreditaciones para estafar la voluntad popular.

 

La Plaza de Mayo volvió a ser de esta manera el muro de contención, al amparo del necesario paraguas de las organizaciones de derechos humanos, que más allá de sus lamentables divisiones, son el único referente al que las grandes mayorías respetan. Precisamente porque cuando la sociedad enmudecía por el terror, de allí surgieron las primeras voces de dolor, rabia y decisión para que la impunidad no siguiera avanzando. Y estos organismos, tuvieron existencia -a no olvidarlo- porque previamente, miles de patriotas, jóvenes en su gran mayoría, lucharon por todas las vías posibles por una sociedad sin explotadores ni explotados. Es precisamente a la memoria  y el legado de esa militancia que desde 1955 en adelante dio respuestas a las dictaduras y peleó por la Revolución, que el macrismo ahora intenta hacer -por segunda vez- desaparecer.

 

Es importante tomar conciencia en estas circunstancias del valor que tiene la lucha y la movilización popular, la reacción sin especulaciones frente al mal y el discurso camuflado de la muerte que el gobierno trata de llevar adelante. Se trata de no dejarles pasar una, de responderles con el cuerpo y las ideas, de lanzar un mensaje al mundo, en el sentido de que a diferencia de otras latitudes en que se entregaron vergonzosamente los principios éticos de la defensa de los derechos humanos, en Argentina eso no pasa ni se dejará que pase. Con esa fuerza, es que el Senado (donde también hay politiqueros de distinta ralea) se vio obligado a rechazar contundentemente el 2 x 1. Con esa potencia militante lograda este 10M, hasta el propio padre de la criatura, Mauricio Macri tuvo que hacer un gesto para desligarse de lo que sus amanuenses judiciales tratan de sacar adelante.

 

Otra vez, se teatralizó el juego perverso de «prueba y error» o el de «yo planteo tal cosa y si pasa, pasa», a que nos tiene acostumbrados el macrismo. Pero se trata precisamente de que NO PASE, que entre todos y todas se vayan construyendo en la calle más autodefensas, y que al margen de las apetencias electorales de algunos vivillos de ocasión, se pueda demostrar que frente a las atrocidades del poder, la unidad es posible. Unidad de abajo hacia arriba y combatiendo a los representantes de este capitalismo que asesinó ayer, asesina hoy y seguirá asesinando en el futuro. Si entre todos y todas no se lo frena de raiz, la sociedad estará en serios problemas, peores aún a los que hoy soporta. El límite de la tolerancia debe ser nuestra memoria y para que no se la mancille con fórmulas negacionistas extraídas del nazismo, la receta está a la vista, como se hizo en esta ocasión, en que los pañuelos blancos y el legado guerrero de los 30 mil sirvieron de escudo inclaudicable.

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