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«La traición de Varsovia – Una lección para nuestro tiempo. El gueto de Varsovia: 63 días heroicos»

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Jacques

A l’encontre, 20-4-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa

Para aprehender el contenido de este artículo remarcable sobre el Levantamiento del Gueto de Varsovia, es importante tener en cuenta que fue publicado el 4 de abril de 1949 en Labor Action, Vol. 13 nº 14, p. 3. Labor Action era el órgano del Workers Party (USA), una organización que se escindió del Socialist Worker Party en abril de 1940, a raíz de una diferencia sustancial sobre la naturaleza de clase de la URSS, que para el Workers Party era, inicialmente un Estado gobernado por un «nuevo tipo de clase». Los miembros más conocidos del Partido de los Trabajadores fueron: Max Shachtman -sus escritos pueden encontrarse en el sitio (https://www.marxists.org/) algunos de los cuales han sido publicados recientemente como In Defence of Bolshevism, por Sean Matgamna, Phoenix Press, 2018-; Hal Draper -que escribió, entre otras cosas, Karl Marx’s Theory of Revolution, 5 volúmenes, 1977-1990-; Cyril Lionel Robert James, autor de, Les Jacobins noirs (Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2023) entre otras obras, escrito en 1938.  (Redacción  A l’encontre)

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En abril [de 1949] no habrá ninguna reunión conmemorativa en Varsovia para recordar los levantamientos desesperados del gueto judío que tuvieron lugar el 19 de abril de 1943. Los 50.000 trabajadores judíos que aún vivían en aquel momento representaban sólo el 10% de los que habían sido aplastados por los nazis en el gueto amurallado de Varsovia en octubre de 1940. Los demás habían sido capturados en grupos en el marco de la permanente caza del hombre perpetrada por las SS (las tropas de asalto de Hitler), para ser exterminados en las cámaras de gas de Treblinka.

La desesperada lucha armada de este último remanente de la comunidad judía no fue sólo un acto desesperado por vender cara su vida antes que ser exterminados silenciosamente y sin resistencia. Fue también eso, pero, sobre todo, fue un llamado de ayuda a los trabajadores polacos del exterior. Se trataba también de llegar al exterior como un último grito desde las profundidades de un infierno bárbaro como el mundo no había imaginado nunca, un llamado de auxilio en una situación extrema.

Se trataba de despertar la conciencia de un mundo desgarrado por la guerra para que no permitiera el estrangulamiento final y atroz de un pueblo totalmente indefenso.

Este llamamiento fue ignorado por completo. La «civilización» observó con increíble indiferencia cómo los alemanes utilizaban artillería de largo alcance, tanques, lanzallamas y gases tóxicos para aniquilar a los combatientes del gueto. Las ruinas fueron quemadas hasta que todo el recinto quedara reducido a un vasto campo de escombros que alcanzaba una altura de tres pisos. La mayoría de los combatientes judíos fueron enterrados en estas ruinas.

Los bundistas

Los dirigentes del [grupo socialista judío] Bund [1] lanzaron un llamado directo a la organización clandestina de los trabajadores polacos para que los ayudaran, si no con armas, al menos con una huelga de protesta. Los polacos se negaron. Estaban divididos por el antisemitismo. Muchos simpatizaban con los judíos, pero otros decían abiertamente: «Gracias a Dios que los alemanes están haciendo esto por nosotros».

Esta actitud no se limitaba a la clase superior. El atraso de las capas trabajadoras polacas, como el de muchas otras, puede medirse por el grado de antisemitismo.

Algunos representantes del Bund judío salieron clandestinamente del gueto para buscar ayuda en el extranjero. Artur Ziegelboim [2] se encontraba en Londres durante el levantamiento e hizo un llamamiento al gobierno polaco en el exilio y al gobierno de Churchill. El balance de su misión, de su fracaso total y despiadado, lo hizo suicidándose [el 12 de mayo de 1943] y acusando al mundo «civilizado» por su falta de humanidad en su estremecedora carta [3]. Esta carta es mucho más elocuente que todos los discursos contra el genocidio pronunciados en las reuniones de la ONU por los diplomáticos de ambos lados de la Cortina de hierro.

Los propios polacos harían la experiencia de la amargura, no sólo de la indiferencia, sino de la pura y simple traición, poco más de un año después. El 1 de agosto de 1944, toda Varsovia, incluidos los últimos judíos, se levantó como un solo hombre contra el opresor nazi. El Consejo nacional polaco no dudaba de que este levantamiento, convocado una y otra vez por la radio rusa, contaría con la ayuda del avance del Ejército Rojo, cuya artillería se oía en las cercanías. El levantamiento duró 63 días terribles durante los cuales el Ejército Rojo permaneció totalmente inactivo en ese frente. ¡Los rusos ni siquiera permitieron que los aviones británicos, enviados con cierta ayuda aterrizaran en los aeródromos rusos! Varsovia quedó reducida a escombros, al igual que el gueto. Los nazis fueron autorizados a eliminar el Armia Kryova (ejército clandestino polaco) y a sus dirigentes para no dejarles esa tarea a los rusos. El NKVD acabó con lo poco que quedaba cuando el Ejército Rojo marchó finalmente sobre las ruinas, en enero de 1945. [4]

No, los polacos [bajo el régimen estalinista, en 1949] no conmemoraron el levantamiento del gueto de Varsovia, ni los rusos los incitaron a hacerlo. El puñado de judíos que quedaba en toda Polonia tampoco se molestará en hacerlo, sobre todo si la celebración «oficial» revestía una falsa coloración estalinista. Pero los que, en todas partes, se preocupan por la resistencia de los oprimidos frente a los opresores admirarán una vez más la increíble hazaña de los trabajadores judíos del gueto.

Toda la eficacia vanagloriada de la Gestapo, toda la barbarie del terror que ésta desató en un arrebato de crueldad sádica, no pudieron impedir que los dirigentes de la clase obrera judía se organizaran en la clandestinidad, entraran en contacto con los trabajadores polacos organizados, contrabandearan y ocultaran armas en los búnkeres del gueto. Es el eterno mérito del Bund [grupo socialista] judío que sus dirigentes [y otros, incluidos sionistas de izquierdas (Linke Poaley Tsiyon del que era miembro Emmanuel Ringelblum: ndr) y sionistas de derechas] realizaran esta tarea aparentemente imposible.

En primera fila de estos dirigentes figura un personaje convertido ya en leyenda: Bernard Goldstein, organizador de las milicias del Bund. Su libro The Stars Bear Witness..debería ser leído por cualquiera que quiera comprender cómo pueden lograrse milagros de organización contra obstáculos gigantescos [5]. En él se encuentra el significado profundo del liderazgo, un liderazgo de comprensión, de abnegación y de sacrificio total, de la capacidad de seguir viviendo y organizando la resistencia incluso en medio de una existencia que ninguna pesadilla podría concebir.

El «camarada Bernard» tenía tras de sí la experiencia de una generación de lucha, primero contra el zarismo y después contra los terratenientes polacos. Ayudó a organizar a los trabajadores más oprimidos en sindicatos militantes. Organizó la primera milicia obrera polaca para defender a los sindicatos de los ataques y luchar contra los pogromistas. No es casualidad que fuera uno de los líderes que organizó la huelga de protesta contra el infame juicio por asesinato ritual de Menahem Mendel Beylis [judío ucraniano acusado de haber cometido un crimen ritual en 1911, muchos intelectuales y militantes de aquella época denunciaron la campaña antisemita desarrollada en esa oportunidad, desde Máximo Gorki a Alexander Blok pasando por George Bernard Shaw (ndr]en 1913.

No, no fue casualidad que un sindicalista socialista, cercano al pueblo, totalmente impregnado de sus tradiciones, dirigiera la desesperada lucha armada de los judíos contra los nazis y mantuviera en jaque a todo un ejército. Este hombre era el único que podía obtener la ayuda voluntaria de los trabajadores polacos, el único que contaba con su confianza. Sus hazañas, conocidas no directamente por su libro (es demasiado modesto para contarlas todas) sino por los testimonios, lo convierten en el Chapáyev del gueto. [Vasili Chapáyev fue un héroe bolchevique de la guerra civil de 1918-1921]

La historia del levantamiento del gueto de Varsovia tiene un carácter histórico. La humanidad sobrevivió de una u otra manera, no sólo en el sentido de la existencia, sino en todo su significado cultural, en toda su humanidad. ¿Cómo se puede pensar en el humor bajo la mirada sádica de los cazadores alemanes en la jungla del gueto? Sin embargo, ahí está la historia del carterista judío que, para divertir a los habitantes de aquel espacio amurallado -que temen todos por su vida- demuestra sus habilidades a los demás. ¡Y Varsovia, hay que añadir, era famosa por esta habilidad!

Hanna Krishtal sobrevivió con su hijo y se encuentra hoy [1949] en Nueva York gracias a que Bernard [Goldstein] la cuidó en medio de los combates mientras estaba de parto. De una u otra manera encontró tiempo para ocuparse de ella. Sólo posteriormente, le confesó a Hanna que se sentía interiormente desgarrado por su resolución de deshacerse del niño ¡para que la propia Hanna pudiera escapar viva del gueto!

Bernard Goldstein sigue vivo [huyó a Estados Unidos y vivió hasta 1959], pero no tiene vida. La vida que conoció en Polonia y Varsovia desapareció para siempre. Esa vida sólo sobrevive en los archivos de Y.L. Peretz [1852-1915], en Sholom Aleichem [1859-1916] [que crearon el sustrato de la literatura ídish moderna: ndr)] y en la historia del levantamiento del gueto.

El toque final de ironía es la detención de Bernard por el NKVD, el brazo armado de los «libertadores» rusos. Lo liberaron, pero lo mantuvieron en observación con la esperanza de que traicionara a su organización. Los estalinistas no le temen a nada tanto como a los revolucionarios honestos y experimentados, especialmente a los que tienen una gran experiencia de organización en la clandestinidad como el camarada Bernard. Tuvo que huir de estos nuevos opresores, no tanto para salvar su vida como para evitar traicionar a quienes pudieran querer entrar en contacto con él.

Un símbolo

Varsovia es un símbolo profundo de nuestro tiempo. Aplastada por un lado por las fuerzas de la reacción capitalista bajo la forma del nazismo y por el otro, por la contrarrevolución rusa bajo la forma del estalinismo, esta ciudad traicionada es un reflejo de la civilización moderna en descomposición. En este sentido, constituye un mirador para observar las posibilidades de supervivencia de la humanidad civilizada.

La indiferencia del mundo ante el destino de los judíos durante y después de la guerra es un mal presagio para la sociedad. El hundimiento total de toda decencia humana en el gueto no es un mero fenómeno pasajero. Es más bien un signo de la terrible rapidez con la que la decadencia puede extenderse y la barbarie puede sustituir a la civilización moderna. Varsovia es al mismo tiempo una prueba más de que el estalinismo, lejos de detener la decadencia social, es en sí mismo la encarnación de esa misma decadencia.

Es imposible estudiar el terrible final del gueto de Varsovia, y del resto de Varsovia, sin apretar los puños y sentir un brote de ira y odio contra las fuerzas que le dan vida a semejante horror. Varsovia es una lección brutal de la inhumanidad que se alimenta de manera maliciosa del antisemitismo y de las doctrinas raciales.

Esta lección debe quedar profundamente arraigada en la conciencia de todos los luchadores de la clase obrera contra la explotación y la opresión. La sociedad está condenada a hundirse si no se saca completamente de encima la enfermedad que hizo y sigue haciendo posible un sadismo tan brutal.

Esta enfermedad tiene sus raíces en la explotación de clase. Cualquier clase dominante está dispuesta a sacrificar a millones de sus miembros con tal de mantener sus poderes y sus privilegios. ¿Por qué no, entonces, a personas de otras «razas» contra las que es mucho más fácil encender el fuego de los prejuicios?

Varsovia es una mancha en la civilización. Nunca debe ser olvidada. Puede y debe ser vengada. La repetición de semejante brutalidad sólo puede evitarse mediante un cambio profundo en la sociedad, con la transición del capitalismo, que engendra odio, al socialismo, que engendra fraternidad y humanidad, a pesar de la experiencia rusa de contrarrevolución.

Notas de A l´encontre

[1] Sobre la histoira del Bund, véase el trabajo de Henri Minczeles, Histoire générale du Bund: un mouvement révolutionnaire juif, Ed. L’Echappée, 16 septembre 2022. Véase también, del mismo autor, Une histoire des Juifs de Pologne. Religion, culture, politique, La Découverte, 2006.

[2] Nathan Weinstock, en Le pain de misère. Histoire du mouvement ouvrier juif en Europe, tome III. L’Europe centrale et occidentale 1914-1945 (Ed. La Découverte, 1986) escribe: “Como en otras partes, los nazis instalaron [en el gueto de Varsovia] un Judenrat que tenía la finalidad de apoyar su política. Pero el delegado del Bund que fue designado [Schmuel Artur], rechazó ser cómplice de los nuevos amos: utilizó su posición para arengar a la multitud de 10.000 personas reunidas en torno al edificio del Judenrat, en Varsovia, y exhortarlas a rechazar las órdenes nazis, incluida la de reunirse en el gueto (Jüdisches Wohnbezirk). En colaboración con la resistencia polaca, la dirección del Bund pudo organizar su evasión a Occidente porque la Gestapo lo estaba buscando. Ziegelboym se convertiría en el representante del Bund en el Parlamento polaco en el exilio en Londres” (p. 94)

[3] Nathan Weinstock cita esa carta: “No puedo callarme. No puedo seguir viviendo mientras se extermina a los últimos restos del pueblo judío de Polonia, al que yo también tengo el honor de pertenecer. Mis camaradas del gueto de Varsovia cayeron en una lucha heroica. No me tocó morir como ellos, ni entre ellos. Pero pertenezco a ellos y a su fosa común. Por mi parte, quisiera, por última vez, protestar contra la pasividad de un mundo que asiste y acepta el exterminio del pueblo judío. Siento el ínfimo valor de una vida humana en estos tiempos, pero habiendo sido incapaz de lograr nada en vida, tal vez pueda utilizar mi muerte para ayudar a quebrantar la indiferencia de aquellos cuya última posibilidad puede ser la de salvar a los últimos judíos polacos aún vivos. Mi vida pertenece al pueblo judío de Polonia y por eso la sacrifico por ellos. Espero que el puñado de judíos que quedan de los varios millones que vivían en Polonia antes de la guerra vivan para ver la liberación de un mundo nuevo en el que reinen la libertad y la justicia del verdadero Socialismo. Creo que esa Polonia surgirá y que ese mundo surgirá.” (p. 168)

[4] Sobre esta gran traición, véase el excelente trabajo de Norman Davies: Rising ’44: The Battle for Warsaw, Ed. Vicking, 2003, 772 p.

[5] Véase Bernard Goldstein, L’ultime combat. Nos années au ghetto de Varsovie (1947), Paris, La Découverte-Zones, 2008.

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