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Preguntas, sólo preguntas…

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Arturo Alejandro Muñoz

 

¿Cómo fue que se llegó a este estado calamitoso en el que sólo se acepta la corrupción, el amiguismo y la información privilegiada como elementos válidos y ‘legítimos’ para el triunfo personal? ¿Qué ocurrió con aquel Chile republicano, solidario y amable que a pesar de su provincianismo y pobreza brillaba en América Latina como ejemplo de sociedad culta y democrática?

¿Es posible que existan personas quienes –en los hechos concretos- exploten a sus semejantes y consideren aquello “digno y encomiable”?

¿Es posible que haya gobernantes y legisladores dispuestos a vender el país de sus padres y de sus connacionales a manos privadas, predadoras y clasistas, asegurando que ello es “desarrollo y democracia”?

Si jamás hubiese existido una izquierda política y social, hoy día el mundo estaría asfixiado por la miseria, hambruna y racismo profundo. ¿Leyes laborales? ¿Sistemas de previsión social? ¿Justicia medianamente imparcial? ¿Sufragio universal?

 

¿Preocupación por los derechos humanos, por el medio ambiente, por la niñez? ¿Liberación femenina? Nada de eso interesó a los dueños del capital durante la época victoriana cuando comenzó la revolución industrial… ¿y ello preocuparía hoy a los ultra capitalistas si no existiese una izquierda que cautele los mínimos derechos de la mayoría de los humanos?

 

¿Es posible que individuos cuyo pensamiento y acción coadyuvaron a la más sangrienta dictadura conocida en América Latina, pretendan alzarse como ‘adalides de la democracia’?

 

¿Es posible que, precisamente, quienes se han enriquecido con la estafa, el robo, la evasión de impuestos y la especulación financiera, quieran constituirse en gobierno ad eternum?

¿Es posible que haya individuos autoproclamados ‘cristianos’, pero tozudamente insistentes en impedir que su prójimo tenga acceso real a remuneraciones dignas y que, por el contrario, ese mismo prójimo experimente un falso bienestar cobijado por el endeudamiento feroz que compromete el futuro no sólo de sus hijos sino también de sus nietos?

Y finalmente, la pregunta que aglutina y resume las anteriores: ¿es posible que un individuo con las características ya anotadas en las líneas precedentes, desee contar con la voluntad electoral de la ciudadanía para incrementar y perfeccionar la expoliación en comento?

Y el colofón de todas esas interrogantes: ¿será posible que usted, estimado elector, decida que el país siga en manos de individuos como los descritos? ¿Es posible ello? ¿Lo ha pensado seriamente?

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