POLITIKA La Constitución de los EEUU establece los derechos de sus ciudadanos. Y precisa que en caso de que un gobierno no respete esos derechos, el pueblo tiene el derecho de derrocarlo: «Whenever any form of government becomes destructive of these ends, it is the right of the people to alter or to abolish it, and to institute a new government, laying its foundation on such principles, and organizing its powers in such form, as to them shall seem most likely to effect their safety and happiness.» |
La falsa alternativa Escribe Luis Casado En los debates políticos estadounidenses me sorprendió la costumbre de atropellar al contradictor, no dejarle hablar interrumpiéndole continuamente, al punto que termina imponiéndose el más agresivo, aunque frecuentemente el más belicoso tiene menos ideas y menos chispa que su oponente. Una forma de dominación que favorece al más irrespetuoso, al más desenfadado, y a veces al más grosero. Del mismo modo hay quien grita más fuerte, sustituyendo una estentórea voz a la delicadeza de los matices, a la profundidad del razonamiento, a la justeza del análisis y a la pertinencia de las proposiciones. Existe aun otro método de secuestrar el debate que consiste en llevar la radicalidad del discurso a límites inaceptables. En Francia Eric Zemmour va hasta declarar que quien no ostenta un nombre cristiano salido directamente del santoral no es francés. Su racismo –ya fue condenado un par de veces por la Justicia por incitación al odio racial– es una de sus armas de combate. En Chile hay quien propicia la discriminación de sexo haciendo suya la tradición del Imperio alemán reivindicada por los nazis: la vida de la mujer debe limitarse a Kinder, Küche, Kirche. Estas cosas no se inventan, el tipo se llama Kaiser lo que en alemán quiere decir emperador. Tenemos pues un emperador vernáculo: el emperador de los cretinos. Aportando su dosis de zafiedad, una mujer, doctora para más señas, en vez de plegarse a la voluntad del emperador quedándose con los niños en la cocina y en la iglesia, abunda en el despropósito asegurando que quien tiene más educación –como supuestamente es su caso– debe beneficiar del privilegio de emitir diez votos en vez de solo uno como le corresponde a los ignorantes. Que el mundo está lleno de imbéciles con diploma es un tópico, y no es faltarle el respeto al reino animal afirmar que los corderos no figuran entre las bestias más inteligentes. Hay quien se sorprende de este retorno a ideas, nociones y conceptos que sustentaron el fascismo y el nazismo, y terminaron en la Segunda Guerra Mundial, una carnicería que exterminó casi 70 millones de seres humanos. Lo cierto es que en esto aplica el antiguo método de la Inquisición que consistía en castigar a los heréticos hirviéndolos en un enorme caldero. El primer cristiano que utilizó la novedosa técnica fue Constantino 1º –trigésimo cuarto emperador romano– quien ordenó asesinar a su esposa, Fausta Flavia Máxima, usándola como hueso para sopa. Al entrar en la tina el agua estaba tibia… A principios de los años 1980 la receta del neoliberalismo parecía una inofensiva e inocua infusión, cuyo propósito declarado consistía en mejorar la productividad y la rentabilidad empresarial. Gradualmente el discurso se transformó en un dogma, en verdad revelada, en inevitable castigo sin el cual la economía mundial se hundiría irremediablemente. La hueca palabrería de los economistas adquirió progresivamente la tonalidad de las condenas divinas del Génesis. La ofensiva encontró la delicuescencia del “socialismo real” por un lado, y la voluntaria aquiescencia de la socialdemocracia por el otro. Desaparecida la URSS a fines de diciembre de 1991, el gran capital comprendió que de ahí en adelante era papita p’al loro. Los gobiernos social-demócratas de Europa compitieron en acabar tan rápidamente como fuese posible con el ‘Estado del bienestar’, o ‘Estado providencia’. El discurso político fue derechizándose en la medida que no hubo quien se opusiese a la belicosidad y a la voracidad de capitalismo. De retroceso en derrota, y de derrota en catástrofe, los movimientos sociales, el sindicalismo, la progresía y hasta una mal llamada ‘izquierda’ adoptaron volens nolens la jerga, las teorías y hasta la liturgia del pensamiento único que Margaret Thatcher resumió en una frase definitiva: “La sociedad no existe, solo existe el individuo”. En chileno eso se traduce: ‘Cada uno para su santo y a la mierda el resto’. La amarga poción del neoliberalismo fue administrada en Chile al abrigo de los fusiles y las bayonetas cuyo poder de convencimiento era tal que en plena dictadura algunos personeros ‘socialistas’ hicieron saber que no todo en Pinochet y su régimen era malo. En materia de economía, afirmaron, la dictadura era un éxito glamoroso. La puerta quedó abierta…Quienes advertimos de la apostasía, de la traición intelectual y de la traición a secas, fuimos agasajados con el ostracismo más completo. Calificados de ‘arcaicos’ por la bullente ‘renovación’, nuestra palabra fue, de entonces en adelante, objeto de anatema. La evidente conversión de los demócratas en simples sirvientes de los amos del modelo, en administradores de sus intereses tras un patético disfraz de progresismo, provocó el desencanto de millones de ciudadanos por una parte, y por el otro el avance implacable y metódico del pensamiento reaccionario al que la antigua ‘izquierda’ se fue plegando. Ahí surgió como argumento irredargüible eso de “Es lo que hay” y junto con él la irrefutable, necesaria e inevitable elección del “Mal menor”. Todo ello acompañado de la consiguiente seguidilla de presidentes enanos, ex incitadores al golpe de Estado reciclados en demiurgos de la ‘justicia en la medida de lo posible’, catalizadores de las ‘oportunidades de negocio’, traficantes de influencias varias, signatarios de una falsa Constitución democrática parecida como dos gotas de agua a la heredada de Jaime Guzmán, perpetradores del crimen de lesa Educación, de la Salud bien de consumo, del ahorro forzado del inmenso capital que le hacía falta a los amos, de la privatización del agua, de las riquezas básicas y del mar, del rampante crecimiento de la delincuencia común alter ego de la delincuencia de cuello y corbata, de la taimada influencia del narcotráfico en la vida social y política, de la corrupción generalizada a todas las instituciones sin excepción. Lo que hasta ahora nos venden como el “Mal menor”. En esas condiciones… ¿cómo sorprenderse de la nivelación del discurso político a la cota de la cloaca? Entonces hubo octubre 2019.No hay nada que radicalice más a los reaccionarios que el temor de perder la teta. Kast es el producto de ese terror autogenerado. Frente a él se irgue otra vez el “Mal menor”. No una alternativa real, sino más de lo mismo, esa fórmula que los amos del coso estarían (nótese la forma condicional simple del Indicativo) dispuestos a tolerar una vez más. Se trata pues de una falsa alternativa. Lejos de mí la voluntad de asimilar un candidato al otro. Entre un retorno a las cavernas y el statu quo hay una diferencia radical (sin juego de palabras). No puedo sin embargo adoptar la artificiosa interpretación de un enfrentamiento entre proyectos diametralmente opuestos. En materia de economía, como siempre, el modelo seguirá incólume quienquiera sea el elegido. La recuperación de las riquezas básicas, la renacionalización del Cobre, la recuperación para Chile de su calidad de República democrática, y para la ciudadanía de su irrenunciable e inatacable Soberanía son temas de los cuales conviene prescindir. La Educación laica, pública y gratuita como eminente misión del Estado, servicios de Salud dignos como un derecho alcanzable en un país moderno, un sistema de Previsión solidario en manos de quienes lo financian, y servicios públicos que no sean la mesa del pellejo para los pringaos… son cuestiones esenciales disimuladas tras un biombo de prostíbulo. La dominación ideológica del dogmatismo capitalista no solo convirtió a los venales convertibles: también hizo infértil el pensamiento y la reflexión simplemente racionales. Como suelo comentar con mis interlocutores más cercanos, mi deseo más ardiente es el de equivocarme: todo lo que precede no es sino el producto de mi incapacidad de adaptación a un mundo para el cual No hay Alternativa (Thatcher una vez más).No obstante, el resultado de la ‘alegría’ que no vino, del “Mal menor” y de la aceptación ramplona de “Es lo que hay”, parece indicar que –muy a pesar mío– no he perdido la brújula. Esta elección, cualquiera sea el resultado, no resuelve nada. En medio del naufragio, como cualquier desgraciado intentando aferrarse a un madero salvador, pensé que la Convención Constitucional era el camino. Por el momento, desafortunadamente, ese estrecho sendero sembrado de trampas y obstáculos aparece obstruido. Tengo el pálpito que solo otro Octubre 2019 pudiera hacer avanzar el schmilblick… |