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ENTERRARON A LENIN DEMASIADO PRONTO

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Pepe Gutiérrez-Álvarez

He perdido los detalles de la información, pero recuerdo que los diarios sacaban en portada las preocupadas declaraciones de los componentes del 1% que gobierna el mundo, declarando que la revolución rusa no estaba enterrada, que había cada vez más gente que hablaban bien de ella. Su lectura me sorprendía después de que desde las últimas décadas del siglo pasado parecían que, en aquello de que “el mundo ha de cambiar de base”, tenía un sentido inverso al que la de daba la Internacional que todavía se seguía cantando por tradición. Un personaje tan siniestro como el escritor neofranquista Vizcaíno Casas se atrevía a decir que “el socialismo había dejado de ser la solución para convertirse en el problema”. Creo que en realidad no se refería tanto al “socialismo real” sino a keynesianismo…

En ese tiempo era muy propio entre los tribunalistas –no pocos de ellos antiguos comunistas como Javier Pradera o Antonio Elorza- solían ilustrar sus diatribas contra lo que quedaba de la izquierda situando a Lenin en un listado de grandes malvados como Stalin, Hitler o Pinochet pero dejando de lado los grandes genocidas del Imperio elegidos en las urnas. La libertad quedaba asociada al mercado y al capitalismo liberal, aseguraban que la historia se había acabado, al menos en lo que las grandes convulsiones democráticas y sociales de los de abajo se refieren.

Sin embargo, el paisaje comenzó a retomar parte de sus viejos colores, se daba una lenta recomposición en la que tradiciones como la del bolchevismo y de Lenin, ya no podían jugar el antaño por más que seguían en pie en los “campos de batallas” de los que hablaba Perry Anderson. Las líneas de legitimación se tenían que mantener, primero, porque era una injusticia, entre otras cosas porque no se trata de un entierro exclusivo sino que abarca a toda la «subversión», luego porque su historia, con sus grandes y miserias, errores y horrores, el «comunismo» significó la mayor tentativa de superación del imperialismo y del capitalismo (del desorden existente) que hay conocido hasta el momento una historia en la que exigencias tan rotundas como la del antiesclavismo todavía sigue en parte pendiente, y que es la menor mala (Churchill) que todas las demás sobre todo porque no permitió su superación por el socialismo, un ideal compartido por lo más inquieto y selecto de la cultura internacional, y que sigue siendo un sueño que se manifiesta en el grito «Otro mundo es posible». Esta historia tiene un cuerpo y un corazón emancipatorio, de oposición radical a las injusticias.

En una parábola general de El Padrino III, un émulo de Papa Lucini (muerto misteriosamente) con el rostro venerable de Raf Vallone, se acerca a una fuente y coge una piedra para explicar la historia del cristianismo. A pesar de llevar siglos en el agua, la piedra permanecía seca por dentro, la «revolución del corazón» soñada estaba todavía por hacer, su representante en la tierra no era otro que un trasunto de Andreotti. No ha sido diferente con el «leninismo», usurpado por el «pragmático» estalinismo, más deudor de las tradiciones zaristas que de la revolución… La historia no es un pasado muerto sino la antesala del presente. Lenin forma parte de nuestra historia, y tenemos que restituirlo, aunque sea para criticarle desde tal o cual distancia, lo que no podemos hacer es permitir que lo linchen sobre la base de lo que no fue responsable, y mucho menos, que al personificar sobre él toda la culpa, se anatemice la tradición marxista y revolucionaria de la que Lenin con sus exigencias extremas durante la guerra civil formó parte entre millones de hombres y mujeres que necesitan el “principio esperanza” quizás más que nunca.

Porque nunca las condiciones materiales para la emancipación han sido tan avanzadas, mientras que la aplastante victoria neoliberal que nos ahogaba está mostrando sus primeros síntomas de decadencia.

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