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El bacheletismo está de vuelta

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por Hugo Alcayaga Brisso

Los grandes empresarios han salido presurosos a dar la bienvenida a la candidata presidencial impuesta desde Nueva York y desde ya se frotan las manos pensando en la posibilidad de otra gobernante “socialista” que continúe afianzando la concentración económica y las desigualdades que son los pilares del modelo neoliberal que viene de la dictadura.
   La Sra. Narváez (quizás alguien se acuerde de ella) ejerció como ministra vocera de la segunda administración de la ex presidenta Bachelet en la cual no se hizo gran cosa en favor de la ciudadanía de a pie, de modo que tampoco había mucho que comunicar o dar a conocer y la tarea de la portavoz paso prácticamente inadvertida.
   Desde la dirección de ONU – mujer Bachelet la había destinado como funcionaria a Panamá, pero a comienzos de año – viendo que no había agua para lanzarse otra vez a la piscina – decidió colocar a su pupila en la carrera presidencial intentando volver a instalar al bacheletismo en La Moneda pero ahora sin su titular.
   Entre los primeros en expresar sus saludos estuvo el influyente Oscar Garretón, quien pasó de ser – por conveniencias personales – un revolucionario Mapu-socialista en 1973 a un acaudalado empresario en la actual democracia de mercado, que en su columna de un diario de la oligarquía escribió que “la figura de Narváez remece a una irrelevante centro izquierda y entusiasma a su desencantado partido”.
   Garretón se refiere en su nota a “la superior capacidad financiera” del PS para imponer a una candidata de sus filas por sobre otros postulantes también en carrera en representación de otros sectores social demócratas. Hoy la citada colectividad es pobre solo en adhesión: ha sido objeto de una estampida de innumerables militantes decepcionados al advertir que no hay allí indicios de socialismo.
    En este Chile aún mercantilizado donde el que tiene la plata se lo lleva todo, incluyendo las primarias y las propias elecciones, lo que viene y cómo se irá decantando, es una incógnita. Sí está claro que el país está cambiando desde el inicio del estallido social y que a estas alturas nadie está para que le vuelvan a pasar gato por liebre ni confía en candidatos o candidaturas que son más de lo mismo, esto es, más desidia y despreocupación por las necesidades de la gente, como ha venido ocurriendo desde la dictadura hasta hoy.
   Los periodos de Bachelet en La Moneda son recordados por los fiascos que sorprendieron a medio mundo. En su primer gobierno no se dio solución a las demandas de la revolución pingüina, lo que la mandataria terminó festejando brazos en alto con la derecha tradicional; y en el segundo no se tomó en cuenta las multitudinarias marchas del movimiento No + AFP, a lo que se debe que los jubilados sigan recibiendo pensiones de hambre.
   El bacheletismo no cambió la Constitución Política, no abordó las enormes desigualdades entre chilenos, no impulsó mejores políticas salariales, no encaró el desempleo ni puso término a las inacabables listas de espera en los hospitales públicos. Tampoco abordó la renacionalización de los valiosos recursos naturales que posee el país y siguió dotando de cuantiosos fondos fiscales a las FF.AA. para más armamentismo y su exclusivo sistema previsional. Nada indica que la ex vocera vaya a disentir de su jefa.
    A la luz de los hechos el Partido Socialista del que forman parte Bachelet y Narváez nunca ha estado por los cambios profundos que la ciudadanía reclama. En lugar de ello se ha sumado al conservadurismo de la gastada casta política abdicando de su clásica condición de vanguardia ideológica y popular, porque parece amarrado al modelo en cuerpo y alma.
    Desde que fuera proclamada oficialmente la candidata ha pretendido hacer suyas – en las palabras – las banderas del estallido social, aunque en la práctica no ha adherido a ninguna de sus manifestaciones. También han estado ausentes el comité central, las cúpulas directivas y el ala más derechista de su partido, factores que desde ya le restan expectativas de un gran respaldo electoral.

Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso

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