Pepe Gutiérrez-Álvarez
Lo de la “unificación marxista”, y lo de “socialista unificado” se refiría durante al menos dos años, a la misma historia: la creación de un partido marxista sección catalana del PSOE con plena autonomía. Ambas provienen de la Alianza Obrera catalana en la que también tomaron parte la corriente “trentista” (del “Manifiesto de los 30” de la CNT con Joan Peiró y Ángel Pestaña, con el apoyo de la CNT-FAI Asturias-León, con el soporte de personalidades de la talla de Valeriano Orobón Fernández, aunque finalmente la CNT se reunificó en el Congreso de Zaragoza.
Lo hizo sin discutir la necesidad de un frente obrero antifascista. Esta “unificación” era muy bien vista por Largo Caballero líder de la izquierda socialista y por las juventudes socialistas lideradas por Santiago Carrillo, que instaban a uno y otra a integrarse en el PSOE de esta manera derrotar a la derecha que persistía en la idea de la coalición republicano-socialista de 1931-1933. El corte entre ambas “unificación” llegó con la denuncia del POUM de los “procesos de Moscú” y el empeño de dar a asilo a Trotsky en Cataluña.
La amistad de Andreu Nin con Diego Rivera fue determinante para que el célebre pintor accediera a rogar a Lázaro Cárdenas una apuesta de asilo que ya funcionaba de pleno con los republicanos españoles.
Hasta octubre de 1936 las relaciones fueron “constructivas”, ambas formaciones lucharon en las mismas barricadas durante las jornadas de julio y trabajaron por ganar posiciones en el frente de Aragón. Se intercambiaban propuesta en una relación propia entre grupos que se habían batido codo con codo en la Huelga general que debía proclamar la República catalana dentro de la República federal. Se interpreta correctamente que las jornadas de Octubre de 1934 fueron en precedente de las acciones de masas que cortaron el avance golpista mientras el gobierno del Frente Popular persistía en negociar dando tiempo a los militares fascistas para organizarse y avanzar por Andalucía con la Columna de la Muerte”´
En este tiempo, Stalin se limitó a apoyar la política de no intervención, hasta que finalmente decidió intervenir a su manera. Una de sus órdenes más determinantes fue establecer que la República no podía seguir con una revolución, y de establecer una guerra sucia contra “los trotskistas” o sea, contra todos aquellos que cuestionaba su objetivo único de “socialismo en un solo país”.
El POUM surgió de un encuentro entre “maurinistas” y trotskistas, pero también albergaba a nacionalistas catalanes (Jordi Arquer, Josep Rovira), bujarinistas Julián Gorkin, Lluís Portela) y “rabassaires”, y su planteamiento estratégico central se apoyaba más en el referente del Octubre asturiano de la “democracia obrera” que en el Octubre ruso. Obrerista, socialista, internacionalista, el POUM contó con diversos y potentes afluentes culturales entre los que se contaban, por citar un ejemplo, las vanguardias artísticas más ligadas al surrealismo. Luego en mayo-junio de 1937 llegó a parecer que la historia de estas unificaciones paralelas nunca había existido, y que los que habían restado en las mismas barricadas en 1934 y en 1936, eran irreconciliables. Para mayor seguridad, no pocos de los “unificados” dudosos fueron apartados de la dirección, y la mayor parte acabaron rompiendo con la “unificación” en el exilio.
Todavía en 1986 el PSUC conmemoraba su 50 aniversario sin mostrar el menor interés a esta historia enviada con la Alianza Obrera en Catalunya. Ni la menor referencia crítica. No fue hasta más tarde y a estancias de la Fundación Andreu Nin, que Rafael Ribó realizó como secretario general una declaración bastante aceptable. Al poco desaparecía “el Partido”. Ahora se condenaba toda la historia del “comunismo”.
No fue hasta el año 2017 que todas las fuerzas políticas y sindicales de Cataluña proclamaron desde la sala de acto del Parlamente un acuerdo de reconocimiento de Nin como un revolucionario tan culto como integral.
