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Peter Mertens: «Las farmacéuticas prefieren hacer cremas hidratantes en vez de vacunas»

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Entrevista al escritor, diputado y líder del Partido de los Trabajadores de Bélgica, cuyo ensayo político ‘Los olvidados’ ha sido traducido al español

Imagen: Peter Mertens, autor de ‘Los olvidados’

LEO RECIO MORILLO 

https://www.elplural.com/ Sábado, 6 de marzo de 2021

Peter Mertens, autor de 'Los olvidados'.

Peter Mertens, autor de ‘Los olvidados’.

Peter Mertens (Amberes, 1969) estudió sociología. Autor y columnista político, fue elegido en el Parlamento Federal de Bélgica y en el Ayuntamiento de Amberes por el Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB-PVDA), del que es su presidente. Su superventas ‘¿Cómo se atreven?’ (2011) se convirtió en uno de los libros políticos más exitosos en Bélgica en las últimas décadas, con 25.000 ejemplares vendidos. Ahora se ha publicado en España su título ‘Los olvidados. La clase trabajadora, la sanidad y la crisis que vendrá’, un libro de rabiosa actualidad para generar un espíritu rebelde ante la crisis del covid-19 y su repercusión en la clase trabajadora.

Su libro lleva por título Los olvidados: La clase trabajadora, la sanidad y la crisis que vendrá. ¿Por qué esa expresión?

Cuando la Covid-19 llegó a nuestro país, todo el mundo comprendió que estábamos ante algo nuevo. Había conmoción, pero también mucha solidaridad en los barrios. Y un gran respeto sincero hacia la clase trabajadora, a la que se llegó a llamar, con razón, «los héroes». Personas corrientes que mantuvieron al país en pie en el momento álgido de la pandemia.

No fueron los gestores de los fondos de especulación, los operadores bursátiles, los asesores financieros, ni las vedettes de las tertulias televisivas. Tampoco fueron las Kardashian. Fueron las enfermeras, los basureros, las limpiadoras, las profesoras, los reponedores de los supermercados, los carteros, los conductores de autobús. Fueron quienes asumieron los riesgos y mantuvieron en marcha la sociedad. Y siguen haciéndolo. Pero una vez que bajan las curvas, parece que nos debemos olvidar de todo. Tenemos que sumergirnos en la amnesia, regresar al imposible statu quo previo al virus. «Cuando tuvieron miedo de morir, de repente nos vieron como héroes. Hoy ya se olvidaron de nosotros», subrayaba en este libro Mónica, de Cremona (Italia). «Pronto volveremos a ser vistos como gente que limpia traseros, que es perezosa y cara».

La sensación de volver a ser los «olvidados» es generalizada, y no sólo en el ámbito sanitario. También en los barrios obreros. Y también en las empresas. La gente está enfadada, desesperada y cínica ante la incompetencia política, y sobre todo ante el desprecio que emana de la clase de los discursos bonitos: Políticos, opinólogos y economistas que hablan del «pueblo» en la televisión, mientras que nunca se escucha al propio pueblo en esos platós.

Además, dice que «la clase obrera ha despertado», y destaca que los sindicatos, antes despreciados, cuentan hoy con más apoyo que nunca. ¿Qué avances y mejoras pueden surgir de este cambio?

El sector sanitario ha pasado en las últimas décadas de ser un sector servil a uno combativo. Ya estamos muy lejos de la antigua imagen de la enfermera simpática, que siempre dice «sí» a todo. A medida que los cuidadores se exponen al virus, demuestran más que nunca la magnitud del abismo que existe entre el valor de su trabajo en el mercado -su escaso salario- y el valor social de su actividad: son indispensables.

El personal sanitario ha demostrado que también es capaz de dar un puñetazo sobre la mesa, avanzar e imponer sus reivindicaciones. En todo el mundo, desde México hasta Sudáfrica, se han producido manifestaciones de trabajadores sanitarios. La creciente ira de las batas blancas puede acelerar un movimiento más amplio. La de una clase trabajadora que recupere su orgullo. Una autoconciencia de ser indispensables. En ese sentido digo que un gigante dormido puede haber despertado. La confianza en sí misma que ha adquirido la clase productiva es el elemento más importante del cambio.

La clase trabajadora no se queda de brazos cruzados. Sale a la calle, se pone en huelga y consigue cosas. En AB InBev en Lieja, en Nissan en Cataluña, en FedEx en Italia, en Tata Steel en los Países Bajos, en los ferrocarriles, en el sector de la distribución, … Son signos alentadores de un renovado espíritu de lucha.

En el libro se denuncia la lógica del beneficio y sus consecuencias, como la mercantilización de los cuidados (o los problemas actuales con las patentes de las vacunas). ¿A qué se refiere?

Las grandes multinacionales quieren sacar un 15% de beneficio del cuidado de los ancianos. La multinacional francesa Groupe Colisée es propietaria de 270 residencias de ancianos en Europa, que dan empleo a 18.350 personas. Apenas gasta 3 euros al día por persona en las comidas de los residentes y exige que sólo se pueda cambiar un pañal cuando esté lleno al 65 %. Todo se traduce en porcentajes y rendimientos. En estas casas de reposo, a veces se acuesta a los ancianos a las cinco de la tarde porque no hay actividades ni personal. Es degradante. El cuidado de las personas mayores no es un producto comercial.

El modelo de beneficios de la industria farmacéutica también contradice las necesidades de la humanidad. En los últimos años, los científicos han desarrollado 84 vacunas candidatas contra los coronavirus, pero no se produjo ninguna. Los gigantes farmacéuticos no estaban interesados, porque no se ganaba dinero. Prefieren hacer cremas hidratantes.

Las patentes existen, supuestamente, porque el conocimiento científico contenido en esos pequeños frascos ha sido desarrollado por gigantes privados. ¡Tonterías! No es verdad. Todas las vacunas utilizables son fruto de años de investigación científica en laboratorios e institutos de investigación financiados con dinero público. Lo escribí el verano pasado en este libro, y se ha vuelto a confirmar. Los contribuyentes y los poderes públicos inyectan considerables sumas de dinero en el desarrollo de vacunas. Pero no reciben una contrapartida.

Se tendría que haber exigido el poder disponer de los resultados de la investigación para que la vacuna pudiera producirse rápidamente en todo el mundo. Que esto no se haya exigido es criminal. Parece que la Big Pharma no se contenta con patentar las vacunas, sino que también se reserva los derechos de patente sobre una serie de políticos de todo el mundo. En lugar de asumir sus responsabilidades y hacer posible la producción de vacunas en cantidad suficiente, la casta política se limita a repetir la cantinela del lobby farmacéutico.

Si dejamos que los gigantes farmacéuticos hagan lo que quieran, cobrarán precios escandalosos. Mientras tanto, Pfizer ha anunciado que la vacuna contra el coronavirus le reportará 15.000 millones de dólares adicionales, aumentando su ganancia en 5.000 millones. En el Parlamento belga, la doctora y diputada del PTB Sofie Merckx dijo : «Hoy en día, no estamos vacunando en función de las necesidades, sino en función de la sed de beneficios de las empresas farmacéuticas.»

Los que ya no aceptan esto pueden unirse a los partidos de izquierda, los sindicatos, las ONG y los ciudadanos para apoyar la Iniciativa Ciudadana Europea Right2Cure. En www.noprofitonpandemic.eu, en una petición dirigida a la Comisión Europea, quieren recoger un millón de firmas para obligar a la Comisión Europea a suprimir las patentes de las vacunas contra el coronavirus.

También hace hincapié en los problemas estructurales previos a la pandemia, ahora más visibles que nunca, y ha llegado a decir que «el capitalismo ya estaba enfermo antes de la llegada del coronavirus». ¿A qué se refiere?

Desde la crisis bancaria de 2008, la economía no se reinició realmente. Alemania, el motor de la economía europea, ya se encaminaba hacia un crecimiento negativo en el verano de 2019. En aquel momento, no se mencionaba el coronavirus. En agosto de 2019, el periódico bursátil belga De Tijd publicó el siguiente titular: «La inevitabilidad de una recesión». Creemos que la oferta va a recuperarse bastante rápido. Que la producción se reanudará. Sin embargo, la demanda es un problema porque las familias han sido golpeadas duramente. La gente no va a ponerse de pronto a consumir porque tienen miedo de lo que le deparará el futuro. Según las estimaciones, se van a perder 340 millones de empleos en todo el mundo. La cuestión no es «después de la crisis, volver a la normalidad», sino qué hacer en caso de grave crisis del sistema capitalista.

Me llamó especialmente la atención la cita de Philipp Blom que compara la pandemia y el terremoto de Lisboa. ¿A qué se refiere con terremoto ideológico? ¿Tiene que ver, por ejemplo, con la respuesta de la UE con el plan de inversiones?

El 1 de noviembre de 1755, más de 500 fieles rezaban en la catedral de Lisboa. Estaban reunidos para rezar. En aquel momento, la tierra comenzó a temblar. Luego, un maremoto sumergió las partes bajas de la ciudad y un incendio arrasó su parte alta. La creencia ciega en un Señor todopoderoso que lo resuelve había quedado en entredicho. El terremoto fue un punto de inflexión. Y Philipp Blom escribe: «Aún más importante fue el terremoto espiritual que le siguió.» Porque desafió el pensamiento dominante.

Es posible que suceda hoy en día. Debemos contribuir a definir la agenda y a imponer los temas de debate. Sobre el hecho de que el mercado no está funcionando. Sobre el hecho de que cientos de miles de personas se están muriendo de hambre mientras los mercados de valores están por las nubes. Sobre el hecho de que volvamos a inyectar 4 billones de euros de dinero público en la economía para mantener el motor en marcha, cuando ya lo hicimos hace apenas diez años durante la crisis bancaria.

En cuanto al plan de recuperación europeo, es bueno que el nacionalismo y el chovinismo no hayan triunfado en la cumbre europea de julio, y que exista la mínima solidaridad con Italia y España, que han sido duramente golpeadas.

Ahora hay tres operaciones de extinción de incendios que trabajan juntas. En primer lugar, está la cartera del Banco Central Europeo, que ha soltado 1.350.000 millones de euros. En segundo lugar, la Unión Europea va a invertir 750.000 millones en ayudas de emergencia. Por último, cada país tiene su propio plan de contingencia. Son cantidades ingentes de dinero. Las grandes preguntas son: ¿A quién irá a parar el dinero y qué haremos con él? ¿Por qué recompra el Banco Central Europeo títulos de deuda emitidos por empresas contaminantes y evasoras de impuestos como Louis Vuitton, Shell y Total? ¿Cómo es posible que BMW pague este año 1.600 millones de euros en dividendos y al mismo tiempo la empresa recurra al Estado alemán tras enviar a 20.000 trabajadores en Kurzarbeit, la versión alemana de los ERTE? ¿Por qué se salva a Lufthansa con 9.000 millones de euros de ayuda estatal y el Gobierno apenas tiene voz en el asunto?

Persiste la idea de que lo único que tenemos que hacer es llenar de dinero a las grandes empresas y que ellas resolverán los problemas del mundo. Para nada. El retorno de la iniciativa pública es, a corto plazo, la única solución estructural.

¿Cree que la pandemia abre una ventana de oportunidad para la izquierda? Ideas como el Green New Deal cobran fuerza y desde el PTB proponéis el Plan Prometeo…

Nada ocurre por sí mismo. El futuro es un campo de batalla. Hay dos movimientos: Hay un movimiento ascendente que ofrece muchas posibilidades. Lo hemos visto en todas las ciudades, en todo el mundo. La gente se ofrece a ayudar a sus vecinos con la compra. Los jóvenes ayudan a organizar campamentos de verano para familias encerradas en bloques de apartamentos. Los trabajadores de Volvo en Gante recogieron juguetes para «Un día de San Nicolás para todos los niños». Los conductores de autobús de la empresa de transporte público de Amberes elaboraron postres para una casa de reposo. Los trabajadores de la metalurgia de Charleroi recolectaron más de una tonelada de comida para el banco de alimentos. Es tan reconfortante esta generosidad y solidaridad de la clase trabajadora. Es un movimiento, y de él pueden salir muchas más cosas.

Pero también hay que tener una visión de la sociedad. El acceso a la salud y la educación para todos. La producción pública de energía limpia. El transporte público eficiente y accesible. Una sociedad sin brecha digital, con soportes de datos públicos y wifi gratuito. Todo esto es menos utópico que ir a Marte, un proyecto que ya está en marcha. Pero, para eso… va a hacer falta oponerse a los grandes intereses del capital.

Porque hoy inyectamos billones de dólares en el sistema, pero todo ese dinero va casi directamente a los capitalistas rapaces de las grandes empresas farmacéuticas, a los gigantes de la energía fósil, a los gigantes tecnológicos que están invadiendo nuestra vida privada, o a los especuladores bursátiles. Exactamente igual que tras la crisis bancaria. Esto no es una solución. Al mismo tiempo que nos liberamos del virus, debemos liberarnos de los grandes tentáculos privados que controlan la Tierra. Es hora de que haya un cambio; es el momento de tomar la iniciativa pública en la organización y producción de la energía, el transporte, la tecnología digital y la sanidad.  Estos son los cuatro pilares de nuestro plan Prometeo. Un plan para recuperar la centralidad de la iniciativa pública al tiempo que se hace frente a la crisis económica y ecológica.

Estos dos movimientos deben unirse. Por un lado, el movimiento que organiza la solidaridad desde abajo y que pone a la clase trabajadora en el centro como organizadora de la sociedad y la solidaridad. Por otro lado, el movimiento que ofrece una perspectiva en torno a una ambiciosa iniciativa pública. Y de ahí pueden surgir nuevas semillas de socialismo.

Por otro lado, la extrema derecha, como Trump, Bolsonaro o el Vlaams Belang en Bélgica también intenta sacar rédito político. ¿Cómo podemos responder?

El auge de la extrema derecha -y la tolerancia con la que se codea con la derecha «decente»- es, por supuesto, preocupante. Sin embargo, es ridículo gritar «los nuestros primero» contra un virus que no conoce ni idiomas ni fronteras. Europa ha calculado que una de cada cinco personas que trabajan en sectores clave es de origen extranjero. Especialmente en los sectores del cuidado, la limpieza y la alimentación. Sin embargo, la extrema derecha está tratando de poner a todas estas personas en contra, pero el hecho es que cada minuto que se aplaudía a los héroes, 12 segundos eran para los de origen extranjero.

En diciembre de 2019, el presidente de Vlaams Belang, Tom Van Grieken, invitó a Amberes a Matteo Salvini, de la Lega italiana de extrema derecha. El partido de Salvini se sienta felizmente en el nuevo gobierno italiano de Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo. La Lega también está en el gobierno de Lombardía, donde la gestión de la crisis del coronavirus ha sido despreciable y los dirigentes de la Lega se han visto implicados en casos de soborno por la compra de material médico.

Más catastrófica aún, por supuesto, es la política de Jair Bolsonaro. El teólogo de la liberación Frei Betto afirma que Brasil está sufriendo un genocidio. Se deja que el virus prolifere para erradicar parte de las favelas de los barrios pobres. De esta forma, la extrema derecha está exponiendo su visión elitista de la sociedad: primero la gente rica, y que muera toda la escoria, los miserables y todos los héroes que nos ayudaron a superar la crisis.

Pero no podemos dejar que la política esté dominada por el miedo a los fascistas. La mejor manera de evitar que la legítima ira popular se canalice hacia la extrema derecha es luchar contra la desigualdad y garantizar el respeto a la gente corriente. A pesar de su demagogia social, la extrema derecha no está interesada en esto. El Vlaams Belang ha aprobado todos los recortes en la sanidad durante tres décadas. En el Parlamento Europeo, vota sistemáticamente contra cualquier impuesto sobre la riqueza, contra el aumento del salario mínimo e incluso contra la lucha contra el fraude fiscal.

Tenemos que contrarrestar a la extrema derecha desarrollando la conciencia de clase y dirigiendo la ira y la frustración de la gente hacia los de arriba y no hacia los de abajo.

Por último, en septiembre vimos la formación de un gobierno multicolor en Bélgica, liderado por el liberal A. De Croo ¿Qué margen de acción tiene la izquierda y el PTB ante esta nueva coyuntura?

Sabemos que nuestra labor de oposición será difícil. En la actualidad, hay tres bloques en el parlamento federal: la coalición de los partidos de centro (familias políticas socialdemócrata, democristiana, liberal y verde), que se unieron para formar el actual gobierno a pesar de su derrota en las últimas elecciones; un bloque xenófobo, nacionalista y separatista, compuesto por la N-VA, nacionalistas flamencos, y el Vlaams Belang, fascistas; y el tercer bloque, nosotros, la única oposición de izquierdas.

En cuanto a la política económica, como la población va descubriendo poco a poco, no hay ninguna diferencia sustancial con el anterior gobierno de derechas. El nuevo gobierno seguirá las mismas políticas neoliberales: No hay ninguna diferencia real en la lucha contra la pobreza, no gravamos más a los ricos, no imponemos un impuesto real al capital. El gobierno no se ha comprometido a reducir el tiempo de trabajo. Poco cambiará en cuanto a los derechos civiles y políticos, la política de inmigración y el trato a los refugiados, o el tratamiento del racismo en la policía. Esto significa que tendremos que presionar al gobierno desde la base, desde la oposición, para obtener resultados.

Llamamos a nuestra forma de trabajar en el Parlamento «calle-parlamento-calle». Creemos que nuestros parlamentarios deben actuar como una voz que fortalezca la lucha social y las aspiraciones sociales y democráticas de la sociedad.

No queremos que nos identifiquen con los políticos tradicionales y la clase dirigente. Hay un rechazo a la política en Bélgica. Muchas personas se sienten abandonadas, no representadas, y están enfadadas con la política tradicional. Creemos que una dimensión antisistema tiene su casa en un partido marxista, que es importante estar en contacto con la gente, con sus preocupaciones y quejas cotidianas. En nuestro enfoque, estamos presentes sobre el terreno, en los barrios obreros, en las fábricas, en las redes sociales, para apoyar a los trabajadores.

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