Si hay una historia que merece ser recordada como muestra de la violencia e intolerancia de algunos y de la dignidad y valentía de otras, es la de Patricia Arce, militante del MAS y alcaldesa de su ciudad.
Durante el golpe de Estado en Bolivia, un grupo de adherentes al golpe, ingresó al edificio de la alcaldía y secuestró a Patricia. La hicieron caminar descalza, entre piedras y vidrios más de siete kilómetros, fue golpeada, rapada y le arrojaron pintura roja. Meses después fue nuevamente acosada, esta vez por el Gobierno de facto que la persiguió policial y judicialmente.
Pero nada de eso fue suficiente para quebrantar sus convicciones. «Habrán podido cortarme el pelo, tal vez golpearme, pero mis ideas siguen intactas», dijo. Ayer, mediante el voto popular, fue electa senadora por el MAS.
Pese a ser víctima de la intolerancia y el odio más violento, Patricia siguió y se mantuvo en el camino de la participación democrática, de la defensa de sus convicciones, de la paz y la tolerancia, así como también lo hizo el pueblo boliviano que mediante su voto y movilización, devolvió la democracia al hermano país.
