Que medio siglo no es nada…para el pueblo la rueda de la Historia sigue girando y la verdad brilla incluso bajo las sombras del fascismo.
Puedo estar equivocado, pues no soy historiador, aunque sí soy profesor de Historia, lo que dista mucho de ser un experto en interpretaciones de los hechos acaecidos años ha, y en historiografía. Lo dicho, puedo estar equivocado, pero creo que en 1965 Chile vivía bajo dos realidades indesmentibles. Una de ellas era la débil carcasa del sistema socioeconómico y político que caracterizaba al país…y la otra realidad estaba dada por la abierta injerencia estadounidense en América Latina, y por lógica consecuencia, en Chile.
Ese año yo había ingresado a estudiar Historia y Geografía en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Allí, en el Instituto Pedagógico de aquella época, esos eran calendarios de libertad absoluta y creatividad desatada. Quizás, por lo mismo, algunas personas del entonces mundo adulto industrioso nos motejaban de revolucionarios sin destino, ya que cuestionábamos todo, incluso nuestras propias actuaciones. Con mayor dureza y razón criticábamos la estructura sociopolítica de la época, a la que no trepidábamos de acusar de feble, clasista e injusta, amén de impuesta por medios coercitivos a través de la rendición y entrega histórica de nuestros productos realizadas por autoridades nacionales en beneficio de intereses foráneos. Norteamericanos, para mayor abundamiento. “Yanquis”, para mejor comprensión.
En esos años, la sociedad chilena, en verdad, esperaba algo mejor de nosotros pues al interior de los planteles universitarios circulaba un rezo que se transformó en un compromiso tomado unilateralmente por sólo uno de los estamentos participantes. El nuestro, el del alumnado. “Somos la generación de recambio –decíamos- transformaremos el país dándole al factor Trabajo el sitial que nunca se le ha reconocido”. Para ello nos preparábamos….discutíamos y luchábamos.
Es que no ha habido otro momento como ese en nuestra Historia…y difícilmente habrá mujeres y hombres como aquellos, con un nivel de conciencia de clase que asombra, que emociona y que obliga no sólo a la nostalgia, sino también a tomar el ejemplo y a seguir la huella trazada por ellos.
Curicó Ubilla, Mito Rocuant, la Tuca, Chico Pérez, Turco Coloma…Carolo…Peta Kurkovic…Marcia…Nene Urrejola… Flaco de la Maza… todos ellos (y quien escribe estas líneas) fueron aprendices de lo hecho, construido y dicho por líderes de la talla de Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Pascal Allende y otros que no me han autorizado a dar sus nombres…todavía.
Quizá usted, querido lector, es demasiado joven para aquilatar en su esencia aquella declaración hecha por Miguel Enríquez cuando arreciaba la brutalidad sanguinaria de militares desquiciados, de fascistas y de empresarios predadores: “el MIR no se asila…el MIR luchará en Chile para derrotar al fascismo, al golpismo, y llevar a nuestro pueblo hacia un socialismo verdadero”.
Lo había adelantado Miguel poco antes del golpe militar, el 17 de julio de 1973, ante un Teatro Caupolicán lleno hasta las banderas. Estuve allí esa jornada y se me erizó la piel con las palabras finales del discurso del jefe del MIR, Miguel Enríquez, cuando gritó a toda voz frente a miles de asistentes: <<Compañeros, el pueblo debe prepararse para resistir, debe prepararse para luchar, debe prepararse para vencer. ¡¡Adelante, con todas las fuerzas!! ¡¡Adelante con todas las fuerzas de la Historia!!
Recuerdo que al terminar el acto multitudinario me invitaron a participar en una brecve reunión en ese mismo Teatro. Asistí con el orgullo de saberme parte de aquel movimiento audaz, revolucionario y coherente. ¿Usted, compañero, es nuestro ‘redactor’ en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la U’?, preguntó Miguel estrechándome la mano, mientras Marcia y el Nene asentían con sus cabezas. “Es mi forma de lucha, compañero, no soy de acción directa”, respondí. Y lo que Miguel me dijo lo he llevado prendido a mi corazón desde entonces: ”el golpe es cosa cierta y segura…viene, y viene con todo, con sangre, con ira contra el pueblo; por ello, revolucionarios como tú, compañero, serán de vital trascendencia luego que el fascismo incendie Chile”.
Recordé las proféticas palabras de Miguel cuando me enteré, muchos años después, de lo que mi querido presidente –Salvador Allende- le dijo a uno de sus acompañantes en la Moneda esa trágica e histórica mañana del martes once de septiembre de 1973: “vete de aquí y cuéntale al mundo lo que acá ha sucedido”. Ello me ha hecho reflexionar respecto de por qué he seguido vivo a pesar de los pesares. Seguramente porque alguien tenía que relatar –medio siglo después- los hechos acaecidos en aquellos años virtuosos del gobierno popular, como también delatar las masacres y criminales acciones de cobardes agentes del estado fascista militar.
Miguel murió tal como anticipó tantas veces silenciosamente, sin los aspavientos propios de los demagogos y falaces. Luchando, combatiendo por la libertad, por la democracia sin ambages…por el pueblo, por ese pueblo que siempre le animó a continuar en la brega aún si las circunstancias fuesen tremendamente adversas. El MIR no se asila…
Miguel, aun hoy, a cuarenta y siete años de aquellos hechos, tu figura, tu ejemplo y tu acción señalan el camino. Espero no haber fallado como “redactor”. Espero que el viejo MIR, mi amado grupo, piense lo mismo…que no he fallado. Así como espero, de alguna manera, haber contribuido a dignificar la huella trazada por todos ellos.