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Reiniciar la economía para satisfacer las necesidades sociales, no los beneficios

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En una reciente reunión virtual del Foro Económico Mundial (FEM), el envejecido heredero de la monarquía británica, Príncipe Carlos, dialogó con la directora del FMI, Kristalina Georgieva. El discurso de Carlos de Inglaterra fue parte del evento de lanzamiento de El Gran Reinicio, un proyecto del FEM y la Iniciativa de Mercados Sostenibles del Príncipe de Gales, destinado a reconstruir el sistema económico y social para que sea más ‘sostenible’. Carlos pidió un reinicio de la economía mundial cuando la pandemia de COVID pierda virulencia.

Creo que esta es la primera vez que estoy de acuerdo con un miembro de una ‘familia real’ en algo. Pero Carlos tiene razón, necesitamos reiniciar la economía mundial tras la pandemia,  cuando la cruda realidad de la crisis sea patente.

Por supuesto, Carlos no piensa en reemplazar  el modo de producción capitalista, sino simplemente que el capitalismo funcione mejor, de manera más justa y en lo que él llamó una senda de «desarrollo sostenible». Esbozó un ‘plan de cinco puntos’ escrito por sus asesores. Primero, dijo, debemos reconocer «la interdependencia de todos los seres vivos». En otras palabras, ha habido una quiebra del vínculo entre la humanidad y la naturaleza.  Carlos concuerda con el análisis de Marx y Engels de hace más de 150 años de que, con el desarrollo del modo de producción capitalista, se ha abierto una «brecha metabólica» entre los seres humanos y la naturaleza.

La búsqueda de beneficios bajo el capitalismo ha extendido la industrialización y la urbanización descontroladas a nivel mundial. La productividad del trabajo se ha disparado junto con la población mundial, pero sin tener en cuenta el medio ambiente, la naturaleza y, en particular, las especies de vida silvestre, ya sea flora o fauna. La agricultura localizada ha sido reemplazada por la agricultura industrial globalizada. Los bosques han sido talados y diezmados y la búsqueda de minerales y combustibles fósiles para la economía mundial. Esto ha llevado a los seres humanos a áreas antes remotas y cerca de patógenos que han estado en la vida silvestre durante miles de años. Estos patógenos ahora han saltado a los animales de granjas industriales y a los mercados de alimentos, contangiando a humanos que no tienen inmunidad. COVID-19 es solo uno de estos nuevos patógenos, ya que «la naturaleza contraataca».

Carlos quiere que los líderes que deciden las estrategias de la economía capitalista global reconozcan esta ‘brecha’ y encuentren formas para recuperar la armonía de la humanidad con la naturaleza en una ‘senda sostenible’. Pero ignoró la cuestión de si es posible bajo un modo de producción con fines de lucro y acumulación de capital sin límites. De hecho, Carlos «enfatizó que el sector privado será el motor de la recuperación y se sintió alentado por las promesas de los líderes empresariales de reconocer el daño al medio ambiente que resulta de una carrera sin restricciones para crecer».

En sus cinco puntos, Carlos señaló que la industrialización descontrolada del mundo utilizando combustibles fósiles como energía había producido un aumento del calentamiento global que estaba cambiando el clima del planeta a un ritmo desastrosamente rápido. Dijo que la economía mundial tenía que reiniciarse para conseguir «emisiones netas cero» lo antes posible. Pero, ¿cómo hacerlo? Según Carlos: gracias al mercado. «El poner precio al carbono puede proporcionar una vía imprescindible hacia un mercado sostenible». El hecho de que la fijación del precio del carbono, la solución de mercado para controlar las emisiones, haya fracasado claramente, como muestran muchos estudios, no fue tenido en cuenta. Si esta fuera la única solución para el calentamiento global y al cambio climático, entonces el planeta estaría condenado.

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Emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía y cambio anual, 1900-2020

Sin embargo, Carlos ofreció otra solución. Uno de sus cinco puntos fue que “la inversión debe reequilibrarse. Acelerar las inversiones verdes puede ofrecer oportunidades de trabajo en energía verde, la economía circular y bioeconómica, el ecoturismo y la infraestructura pública verde”. Pero, una vez más, no explicó de dónde vendría esa inversión: ¿del sector capitalista, de la industria de los combustibles fósiles? No hizo ninguna mención a tomar el control de la industria de combustibles fósiles y su eliminación gradual. En cambio, tenemos que confiar en que la ‘inversión verde’ se vuelva más rentable y cree empleos.

Y en el último de sus puntos, puso sus esperanzas en la ciencia, la tecnología y la innovación. Afirmó que el reinicio de la economía capitalista mundial en una senda sostenible podría lograrse porque «la humanidad está al borde de avances catalíticos que alterarán nuestra visión de lo que es posible y rentable en el marco de un futuro sostenible». «Posible y rentable». Todo va bien, por lo tanto.

La reciente película, Planet of the Humans, de Jeff Gibbs y Michael Moore, ha sido condenada rotundamente por sus imprecisiones y su implícito enfoque maltusiano de que el problema es que hay «demasiada gente». Pero lo que la película hace bien es mostrar que el «capitalismo verde», es decir, confiar en la industria de los combustibles fósiles y otras compañías capitalistas para desarrollar tecnologías que salven al planeta, es una farsa, un enorme espejismo. La industria de los combustibles fósiles es el principal generador de emisiones de gases de efecto invernadero y, de hecho, los ejércitos a nivel mundial son los principales usuarios. Carlos no ofreció soluciones.

El capitalismo hará poco o nada para salvar al planeta del desastre climático o recuperar la armonía de la humanidad con la naturaleza. Eso requiere una planificación global y el control público de la producción de energía y alimentos. Mariana Mazzucato, la famosa ‘economista más aterradora del mundo’, ha señalado que “Dada la naturaleza global de la economía, sin un plan de recuperación verdaderamente global, reiniciar la economía mundial sobre una base sostenible no será posible. Necesitamos políticas que no solo sean reactivas sino también estratégicas, que nos acerquen a un New Deal Verde global liderado por las inversiones. Los audaces planes para crear ciudades y regiones neutras en carbono podrían fomentar la creatividad y la innovación”.

Mazzucato argumenta que deberíamos «recordar 2020 como el año en que redescubrimos la necesidad de sistemas de salud globales fuertes y el mundo evitó una nueva depresión con un New Deal verde y una recuperación dirigida por la inversión». Desafortunadamente, Mazzucato, después de haber promovido la necesidad de que el estado tome la iniciativa y no lo deje todo al mercado, ofrece una solución basada en «partenariados» con el sector capitalista. Pero cualquier New Deal verde basado en un partenariado con la industria de combustibles fósiles fracasará.

Establecer un sistema de salud sólido que evite que la humanidad muera de futuras pandemias y proteja a los infectados, formando partenariados con grandes compañías farmacéuticas con fines de lucro y subcontratando servicios y suministros médicos a contratistas privados, ya ha demostrado ser un fracaso en esta pandemia.

Tomese el ejemplo de las grandes farmacéuticas. Hace varios años, la Comisión Europea decidió establecer un organismo de partenariado, IMI, compuesto por funcionarios de la Comisión y representantes de la Federación Europea de Industrias Farmacéuticas (EFPIA), cuyos miembros incluyen algunas de las firmas más importantes del sector, entre ellas GlaxoSmithKline , Novartis, Pfizer, Lilly y Johnson & Johnson. El IMI tenía un presupuesto de  5 mil millones de euros, la mitad dinero público y la mitad de las compañías farmacéuticas. Pero las compañías farmacéuticas controlaron esos proyectos de investigación. Rechazaron un plan de la UE para acelerar el desarrollo de vacunas para prevenir la pandemia. Decidieron no financiar proyectos con la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations, una fundación que tiene como objetivo  buscar tratamientos para  las llamadas enfermedades prioritarias del plan, como Mers y Sars, ambos coronavirus.

En cambio, el IMI desarrollo proyectos que generaron beneficios para las empresas, no satisfacer las necesidades sociales. Como concluyó un informe, en lugar de «compensar los fallos del mercado» acelerando el desarrollo de medicamentos innovadores, de acuerdo con su mandato, el funcionamiento del IMI ha “priorizado los objetivos mercantiles habituales».   Para eso sirvió el partenariado público-privado.

Las 20 compañías farmacéuticas más grandes del mundo iniciaron alrededor de 400 nuevos proyectos de investigación este último año, según Bloomberg Intelligence. Alrededor de la mitad se centró en el tratamiento del cáncer, en comparación con 65 orientados a las enfermedades infecciosas. Simplemente no es rentable encontrar medicamentos para tratar enfermedades que afectan a la población en general, particularmente en los países pobres. Pero no se preocupe, la UE ahora planea gastar más miles de millones en acuerdos de compra por adelantado de posibles medicamentos y vacunas para combatir COVID-19 con las compañías farmacéuticas. Los contribuyentes pagarán todavía más dinero a las compañías para que tengan beneficios.

Sin embargo, lo que ha demostrado la pandemia es que el mercado y la inversión con fines de lucro no pueden ofrecer un sistema de salud global efectivo. Lo que se necesita en cualquier reinicio es la propiedad pública de las principales compañías farmacéuticas y una mayor inversión pública en servicios de salud de propiedad pública.

En respuesta al Príncipe Carlos, la directora del FMI, Georgieva, escribió algunas ideas para «promover una recuperación más inclusiva». Pero, como siempre, es el mismo viejo mensaje de «aumentar la igualdad de oportunidades de la gente».  Por lo tanto, la gente debería tener más oportunidades de ganar dinero pero no ningún control de la planificación de los recursos para satisfacer las necesidades sociales y la protección del planeta. Esa tarea sigue, como antes, en manos del gran capital.

Sí, dice Georgieva, necesitamos «aumentar la inversión pública en atención médica para proteger a los más vulnerables y minimizar los riesgos de futuras epidemias. También significa fortalecer las redes de seguridad social; ampliar el acceso a una educación de calidad, a agua limpia y saneamiento; e invertir en infraestructura climáticamente inteligente. Algunos países también podrían ampliar el acceso a guarderías de alta calidad, lo que puede alentar la participación femenina en la fuerza de trabajo y el crecimiento a largo plazo”. ¿Pero cómo se hace? Bueno, «mejorando la eficiencia del gasto y movilizando mayores ingresos públicos … a través de » la reforma fiscal: por ejemplo, elevando la tasa máxima del impuesto sobre la renta « y » debe haber un esfuerzo concertado para combatir los flujos ilícitos y cerrar las lagunas fiscales, tanto a nivel nacional como internacional». Pero, por supuesto, sin imponer el control de las grandes multinacionales que evaden impuestos.

Georgieva dice que necesitamos «más inversión en educación , no solo gastando más en escuelas y capacidad de aprendizaje a distancia, sino también mejorando la calidad de la educación y el acceso al aprendizaje permanente y la recapacitación». Pero, ¿cómo se logra eso sin aumentos masivos del gasto público y el fin de los subsidios a la educación privada para los ricos?

Georgieva dice que necesitamos «aprovechar el poder de la tecnología financiera» para que llegue a todos. Se refiere a la banca principalmente. Pero la tecnología también se puede aplicar para garantizar que todos tengan acceso gratuito a Internet en el punto de uso. ¿Cómo se logra eso, sin la propiedad pública de las principales compañías de telecomunicaciones y redes sociales, así como de los propios bancos?

La directora del FMI habla de coordinación mundial para reiniciar la economía. Pero esa coordinación ha sido lamentablemente inexistente a la hora de hacer frente a la pandemia. Porque depende de gobiernos nacionales vinculados a los intereses de sus propios sectores capitalistas y porque la coordinación ha dependido del mercado, no de la satisfacción de las necesidades social.

El gran capital se prepara para «volver a la normalidad», aumentando la rentabilidad del capital mediante despidos, bajando los salarios e introduciendo robots y la automatización para reemplazar el trabajo vivo. Pero no se puede reiniciar la economía mundial «volviendo a la normalidad», es decir, con el beneficio privado como motor de la inversión, la producción, el empleo, la salud y la protección del planeta.

¿Qué implicaría un reinicio de la economía basado en la satisfacción de las necesidades sociales? Algunas sugerencias.

Necesitamos un plan global para el pleno empleo, con empleos para todos con un salario digno. Las pensiones y prestaciones para aquellos que no pueden trabajar deben aumentarse hasta suponer al menos dos tercios del salario medio.

Necesitamos una inversión pública sustancial en infraestructura y servicios públicos como salud, educación, vivienda y comunicaciones. Tal reorientación de la inversión pronto podría hacer que gran parte de estos servicios fuesen gratuitos en el punto de uso a nivel mundial.

Y debe ser una inversión en armonía con la naturaleza y el planeta. La industria de los combustibles fósiles debe ser eliminada, al igual que el tabaco y los ejércitos. Existe la tecnología necesaria para ello, lo que falta es que el poder económico y político este en manos de instituciones democráticas en lugar del gran capital y sus representantes, que parlotean sobre la ‘inclusión’ y el ‘crecimiento sostenible’.

Sí, debemos cancelar las deudas de los países más pobres explotados por las multinacionales de los países imperialistas. Sí, debemos terminar con los paraísos fiscales para los ricos y poderosos. Sí, debemos reintroducir una tributación progresiva adecuada (una de las primeras exigencias del Manifiesto Comunista en 1848) para reducir la desigualdad.

Pero nada de esto será posible sin la propiedad pública de las principales instituciones financieras y de las multinacionales para que el mundo pueda planificar mediante organizaciones democráticas para satisfacer las necesidades sociales, no para el beneficio de los pocos propietarios del capital.

Eso es lo que debería significar “reiniciar la economía”.

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