SPUTNIK
Los senadores republicanos de EEUU presentaron un proyecto de ley que permite al presidente Donald Trump imponer sanciones contra China por no cooperar en las investigaciones sobre el origen del nuevo coronavirus. Los analistas chinos advierten que la respuesta del gigante asiático sería dolorosa para Estados Unidos.
El 12 de mayo, el senador estadounidense Lindsey Graham anunció la presentación de un proyecto de ley para imponer sanciones a China por la expansión del COVID-19.
EEUU está intentando poner a China en un callejón sin salida, opina el columnista de la edición en ruso de Sputnik, Iván Danílov. Según el analista, Pekín se ve obligado a elegir entre «una colosal humillación nacional al reconocer que EEUU tiene derecho a investigar las acciones de las autoridades chinas», y «la preservación de la dignidad nacional», que se utilizará inmediatamente para imponer sanciones y decir que China oculta algo si se niega a cooperar.
Aunque el proyecto de ley no exige que el presidente imponga sanciones, desde el punto de vista de la reputación, Donald Trump no tendrá otra opción.
Según Danílov, es poco probable que las sanciones contra determinados funcionarios o empresarios chinos causen una impresión seria en Pekín, pero la prohibición de que los bancos estadounidenses concedan préstamos a las empresas chinas y un bloqueo real del acceso de las empresas chinas al mercado de valores de Estados Unidos, a través del cual opera una parte importante de la comunidad inversora mundial, podrían tener un serio impacto negativo en el gigante asiático.
Una respuesta dolorosa de China
«China no solo devolverá el golpe simbólicamente, sino que impondrá contramedidas que le harán sentir dolor» a EEUU, escribió el diario chino Global Times.
© REUTERS / MARK SCHIEFELBEINChina estudia sancionar a altos cargos de EEUU por acusaciones sobre COVID-19La idea de las contramedidas chinas, según el medio, es castigar a aquellos estados del país norteamericano cuyos representantes en el Congreso y el Senado promueven sanciones contra los chinos, quitándoles las inversiones chinas.
Puede resultar una medida muy eficaz, especialmente en el contexto de la crisis económica provocada por la epidemia, opina Danílov, pero agrega que se trata de una medida temporal.
Tarde o temprano, las sanciones serán impuestas por el propio presidente de Estados Unidos, y entonces China tendrá que buscar la manera de hacer daño a toda la Administración presidencial, reflexiona el analista.
«Desencadenar una guerra de sanciones total es simplemente una cuestión de tiempo», advierte.
Los políticos estadounidenses probablemente creen que, en el contexto de la crisis económica, nadie se dará cuenta de los problemas adicionales causados por la ruptura total o parcial de los lazos productivos y financieros con China, pero esta es una expectativa errónea, analiza Danílov.
«Washington está acostumbrado a pensar que es el centro del universo y a percibir los decretos presidenciales como una especie de varita mágica, pero el problema es que la política de sanciones tiene una seria limitación: si China responde con un embargo, por ejemplo, para los medicamentos básicos, EEUU tendrá problemas para los que la élite política de Washington todavía no está preparada», concluye el columnista.