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El Juez Baltasar Garzón en Chile

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EL CLARÍN DE CHILE

Los derechistas fascistas de la UDI están convencidos de que son demócratas y que la dictadura de Augusto Pinochet fue un gobierno institucional, instaurado para salvar la democracia en peligro. Son tan negacionistas como aquellos que osan ignorar los crímenes de A. Hitler, y están olvidando que escribían en los muros “Yacarta viene”, y el “único comunista bueno es el comunista muerto”. Los “coroneles” de la UDI nacieron en Chacarillas, (los más notables entre ellos fueron Juan Antonio Coloma y Andrés Chadwick), y estos fariseos se dan el lujo de dividir la izquierda en democrática y no democrática.

Vamos “al pan pan y al vino vino”: los dirigentes y militantes del Partido Comunista chileno nunca han asesinado a ningún compatriota, desde su nacimiento, por el contrario, la derecha chilena – al menos parte importante de ella – ha apoyado a dos dictaduras criminales: la de Carlos Ibáñez del Campo, (1927-1931), y la de Augusto Pinochet, (1973-1989). En la Segunda Guerra Mundial muchos de los derechistas apoyaron a los nazis – a diferencia del ejército soviético, que liberó Berlín -. Si las posicionales internacionales de los comunistas chilenos son criticables, (apoyar la invasión de Hungría y Checoslovaquia), sin embargo, en Chile siempre defendieron la democracia, incluso si entraban en contradicción con sus aliados, los socialistas, (por ejemplo, el tacnazo contra Eduardo Frei Montalva).

En España, el régimen de Franco fue claramente una dictadura fascista que duró cuarenta años, creciendo y formándose varias generaciones durante ese lapso. Una vez muerto el dictador, el Pacto de La Moncloa borró el recuerdo de todos los horrendos crímenes del tirano Francisco Franco. Según los comunistas de Carrillo, y los socialistas de González y Guerra, había que dejar pasar y más bien pactar, a fin de iniciar la transición, dirigida por el rey Juan Carlos I, un franquista de tomo y lomo. Nadie se atrevió a pronunciar palabra cuando se saltaron al verdadero sucesor, don Juan, el duque de Barcelona.

Recién, durante el gobierno del socialista Rodríguez Zapatero se aprobó una ley de “memoria histórica” que, muy débilmente, se preocupó por las víctimas de la dictadura de Franco, es decir, durante varios años y en plena impunidad convivieron víctimas y verdugos.

El Partido Popular no ha sido otra cosa que una sucursal del franquismo que, ahora, su militancia ultra-fascista es absorbida por los carcamales del Partido Vox.

El único juez valiente y consecuente que se atrevió a enfrentar al fascismo de Franco – aún pervive en la sociedad española – fue el magistrado de las Cortes, Baltazar Garzón, y de ahí comenzó la persecución por parte de la derecha.

El Partido Popular es el más corrupto de la historia española, y el caso más grave en el cual estaba implicado su entonces jefe, Mariano Rajoy, y la mayoría de los dirigentes del Partido, se denominó Gurtel, (correa, en alemán, por el apellido de su principal líder, Correa), una trama de corrupción que comenzó en Castilla la Mancha y se extendió a Valencia. El juez Garzón se empleó a fondo para desenmascarar a los culpables, incluso, grabando – según sus acusadores – las conversaciones telefónicas entre delincuentes y abogados.

La Suprema Corte, integrada por franquistas reaccionarios, condenó al juez Garzón acusándolo de prevaricación a la pena de diez años de impedimento para ejercer la judicatura. (Antes había investigado con éxito delitos como el narcotráfico y la asociación terrorista ETA).

Su paso por la política fue muy breve, como segundo en la lista de Felipe González, pero renunció al constatar que la política del PSOE no tenía nada que ver con la ética de la convicción y de la responsabilidad.

Argentina ostenta el récord latinoamericano de militares juzgados y condenados por crímenes de lesa humanidad, y único país del Continente que, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, condenó a Rafael Videla, Masseras y Galtieri, entre otros; (en este caso la labor del jurista Garzón fue fundamental). En Chile, Baltazar Garzón es muy conocido por haber dado la orden de detención de Pinochet, en una clínica de Londres, y de haber logrado que la justicia inglesa aprobara su extradición a España, pero la repugnante presión del Presidente Frei Ruiz-Tagle y su Canciller Insulza obligaron a que el Ministro del Interior inglés, Jack Straw, permitiera el regreso del tirano a Chile, burlándose, como lo confiesa Strauss, en sus Memorias. Gracias a los buenos oficios de estos traidores, Pinochet murió en su cama, con todas las atenciones, (que sí se les niega a los chilenos insolventes en los hospitales).

En el mes de octubre de 2019 el Juez Baltazar Garzón se las cantó claras al Presidente Sebastián Piñera recordándole que esta vez quienes desde el poder atropellen los derechos humanos y avalen la tortura, no escaparán como sí lo hizo Pinochet, ni tampoco tendrán protectores, como Frei Ruiz-Tagle, Insulza y Sodano.

La acertada decisión de su visita a Chile fue genial y el pueblo pudo agradecerle personalmente su consecuente lucha en defensa de los derechos humanos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

26/01/2020            

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