Imagen: Chiloe Nuestro Sur, de Kena Yaksic
Radio del Mar
El terremoto nos muestra muchas cosas, Pero NO muestra a un pueblo pidiendo ayuda para recuperarse de este movimiento telúrico de poco más de siete y medio grados. Nos muestra un Chiloé lleno de carencias, víctima del abuso. Nos muestra un pueblo digno pero maltratado por el abandono, el pillaje y el depojo, sufriendo la prepotencia sistemática del poder político, que entrega el soporte normativo (o protege, ante la ausencia normativa) siempre al rapiñaje y a la defraudación al Estado por el Estado mismo.
Por: Marcos Uribe Andrade
La opinión pública nacional e internacional se ha sorprendido: el reciente movimiento telúrico grado siete punto seis en la escala de Richter, no deja a un pueblo implorando ayuda ni pidiendo subsidios. Por la mañana, cerca del mediodía del 25 de diciembre, éramos sorprendidos por un terremoto y sólo horas después todos continuábamos reunidos en familia, en torno a las actividades propias de las festividades en curso. En Chiloé no necesitamos de dramas limosneros por tan poca cosa. Pero este sismo nos deja –eso si- la evidencia de un pueblo cada vez más consciente de ciertas cuestiones que para muchos pasan inadvertidas.
Lo primero que se revela tras este evento -que pudo significar una catástrofe de dimensiones-es que lejos de las especulaciones de analistas mediáticos, que deliran con el estreno de las nuevas normas de construcción, lo que aquí ha resistido es la sabiduría ancestral en el uso arquitectónico de la madera. La arquitectura tradicional, que ha sido la menos dañada, no sólo es un patrimonio por su carácter “pintoresco” al ojo extraño, sino porsu calidad funcional, capaz de enfrentar diversas exigencias del medio. Ha quedado en evidencia el valor de prácticas aún sobrevivientes, en una cultura que tristemente sucumbe frente a nuevos y agresivos procesos en el curso de su historia y devenir actual.
Pero esto no es lo único que se revela: aquí vuelve a quedar en evidencia lo que no puede ser considerado un hecho aislado ni una conclusión casuística: donde hay intervención de ingeniería y construcción licitada por el Estado, los desastres se han vuelto comunes. Sólo confiando en la memoria, recuerdo el 2011, el puente Curanipe, que se desplomó un poco antes de ser inaugurado. El puente Loncomilla, que colapsa el 2004, tras una seguidilla de situaciones de negligencia que terminan con una condena al Estado. El 2016 se desploma el puente Toltén, que estaba bajo mantención de Vialidad. Estos y otros hechos de Obras Públicas, sumados a una interminable lista de obras particulares, aprobadas por el aparato fiscal y que han conducido a graves daños al medioambiente y alas persona, hablan sin duda alguna de que las instituciones no funcionan. No funcionan -al menos- en la dirección que deben funcionar: resguardando el interés público y la seguridad de los ciudadanos.
El actual Ministro de Obras Públicas, cuyo nombre no tiene importancia, con desparpajo señala -a propósito de los daños en el segmento recientemente construido entre Chonchi y Quellón (el único con daño estructural tras el terremoto que afectó a la Isla de Chiloé)- que el MOP perseguirá las responsabilidades jurídicas de quienes tuvieron a su cargo la construcción de dicha obra (la misma empresa española que pusiera al Estado de Chile en primera línea del ridículo con el puente Cau-Cau). A ese respecto indica, con sorprendente normalidad, que esta empresa ya ha sido sancionada con la imposibilidad de participar durante dos años en licitaciones del MOP.
Los chilotes queremos decirle a este señorito que los lugareños nos cansamos de advertir que la obra en construcción (en el momento de su construcción, obviamente) pronto caería por su propio peso. Queremos decirle a este caballero de pantalones tan planchaditos, a sus comisionados y a quién le comisionara, que los que habitamos al sur de la isla (aquí donde se quemaron las papas) y transitamos sin elección posible la carretera, nos sentimos agradecidos de la tierra, que se ha encargado de denunciar lo que en dichos aseguramos y que podemos endosarle la responsabilidad culposa a su ilustre institución y todos sus institucionados, porque el sólo efecto de la lluvia arrasará los materiales sobre los que reposa el manto de cemento mal hecho, que a los quince días de terminada las obras de la empresa,ya exhibía vastas fracturas de material. Esa carpeta colapsará al perder la base de sustentación y por el tránsito de camiones de alto tonelaje que debe soportar. No hablemos de señalizaciones negligentes que ya han provocado varias muertes, de las cuales a nadie se responsabiliza.
Me extiendo en este punto, porque el sismo le ha puesto como centro de atención: los lugareños nos preguntamos si esta carpeta no contemplaba hormigón armado, porque el amasijo de arena y cemento claramente no da garantías de seguridad a una obra de alto tránsito de tonelaje, en donde las aguas subterráneas deben estar entre las más abundantes del mundo, en los meses de invierno.Nos preguntamos por qué no se hicieron suficientes vías de evacuación de aguas lluvias y por qué se suprimieron alcantarillas necesarias.
Somos un pueblo que a pesar del Estado,se ha armado a sí mismo, y así como sabemos construir una casa que resiste duros movimientos sísmicos, sabemos cuándo la ingeniería de pacotilla, enriquecida por licitaciones de dudosa garantía moral, no cumple con los estándares necesarios para las exigencias mecánicas a que será sometida una obra y a las condiciones del medioambiente.
Los chilotes agradecemos la muestra de solidaridad de pueblos hermanos como Ecuador y Bolivia, pero le decimos que no se desgasten enviando ayuda a manos de un Estado que con toda seguridad la empleará para otros fines, pues sus propios recursos los dilapida en procesos llenos de canales de fuga de recursos, porque no piensa en la gente; porque el robo al Estado a la vista del mismo Estado, se ha vuelto una institución; porque el Estado no hace lo que tiene que hacer y se ha transformado en un aparato de administración política del asalto a su propia gente, para enriquecer bolsillos privados, de los cuales resultan ser parte ellos mismos, cuando sus tiempos de “servidores públicos” se acaban.
Es cierto que en Chiloé estamos muy mal. Pero no estamos mal por un terremoto, que los medios oficiales quisieron transformar en una nueva fachada de mendicidad que no es nuestra. Sí estamos mal. Estamos muy mal, porque un brutal tsunami nos ha arrasado el territorio.
Desde 1980, cuando se inicia la nueva ocupación de la isla, es que vamos de mal en peor. Este es un tsunami que no se pueden imaginar, pues ha devastado nuestra cultura material e inmaterial. Hordas de inversionistas salvajes, han llegado a deshojar nuestro patrimonio con el discurso engañoso del progreso, para apropiarse de la tierra y el mar. Este despojo violento ha venido acompañado del beneplácito de un aparato político estatal que nos ha arrinconado, nos ha enajenado y nos ha convertido en otro engranaje funcionala un neoliberalismo primitivo,asaltando nuestras vidas y destruyendo todo a su paso. Ha dejado pobreza, basura, pauperización bilógica y una infinidad de males que no son nuestros; que no son la proyección de nuestra propia historia, sino de una historia extraña, impuesta con la fuerza de la extorsión vital:destruyeron los campos por abandono forzado, desarticularon las familias, transformaron nuestra cultura en un escaparate de suvenires, en medio del reduccionismo cultural y del despojo con sonrisa hipócrita y desprecio profundo.
Queremos decirles a los señores y señoritos, señoras y señoronas, mocitos y mocitas, que raudos y raudas se apersonaron en comitivas televisivamente diligentes y que no son más que parte de este ejército depredador, que no nos oponemos al desarrollo. Por el contrario, nos entusiasma. Pero que quede claro que sabemos que lo que esperamos como desarrollo nos diferencia gravemente con las prácticas de quienes controlan hoy la política y la economía, arrebatando el sentido de ella como una herramienta para que nuestros hijos caminen por la senda donde calzan los pasos con nuestra historia.
No quisiera tocar el proyecto del puente sobre el Canal de Chacao pero la circunstancia impone hacerlo: ¿qué oscuros intereses esconde este empeño del Estado de Chile por seguir agrediendo nuestra soberanía? ¿Qué impide que se argumente debidamente la insistencia sobre este proyecto lleno de irregularidades dilatorias? Jamás se ha argumentado, sólo se ha impuesto con prepotencia. ¿Dónde están las proyecciones hipotéticas de desarrollo? Jamás los chilotes hemos sido informados de ello, pero no porque se nos oculte, sino porque en realidad no existen. Que quede claro: no es nuestro deseo que se ejecute, pero evidentemente en esta historia existe un interés que no se conecta con las salmoneras ni con la intencionalidad minera. Estos son sectores que no se incomodan con el proyecto, pero no es de su directo interés. Todos requerimos el mejoramiento de las condiciones internas de conectividad y nosotros, especialmente otras mejoras estratégicas, como salud, educación y apoyo a la restauración y desarrollo del tejido productivo tradicional, desde donde se enraíza nuestra historia. Pero no ha bastado con ocuparnos territorial, económica, social y culturalmente: además se nos estaría empleando como justificación de un pseudo-negocio vial, para el mega-desvío de recursos, otra vez por vía de licitaciones millonarias, para un proceso sin límites en que se estaría desangrando,desde hace tiempo, las arcas fiscales.
El terremoto nos muestra muchas cosas, Pero no muestra a un pueblo pidiendo ayuda para recuperarse de este movimiento telúrico de poco más de siete y medio grados. Nos muestra un Chiloé lleno de carencias, víctima del abuso. Nos muestra un pueblo digno pero maltratado por el abandono, el pillaje y el depojo, sufriendo la prepotencia sistemática del poder político, que entrega el soporte normativo (o protege, ante la ausencia normativa) siempre al rapiñaje y a la defraudación al Estado por el Estado mismo.
¡¡Aquí Chiloé, desde el epicentro mismo de la noticia!!