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Chile – ANALISIS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES  2016 (II)

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Eduardo Gutiérrez González

LAS REPERCUCIONES POLITICAS DE LAS RECIENTES ELECCIONES MUNICIPALES Y SU RELACIÓN CON  EL CONFLICTO DE LA NUEVA MAYORÍA CON  EL PARTIDO COMUNISTA.

Las debacle de las recientes elecciones municipales han puesto más leña al conflicto al interior de la Nueva Mayoría. Efectivamente, la caída en más de 630.000 votos de ese conglomerado y la pérdida de votos de la DC,  PS, PPD y el PC  han  profundizado un conflicto inherente a la pugna entre dos propuestas en su interior, que se han mantenido en todo el trascurso del gobierno de Bachelet.  No obstante y como suele ocurrir, esta pugna se visibiliza por supuestos conflictos de disciplina y lealtades en su interior, oscureciendo los reales problemas políticos existentes. Problemas políticos que se visibilizaron abiertamente en las recientes elecciones  y que se expresaron a modo de ejemplo en: el apoyo de un sector de la NM al candidato fuera del duopolio en Valparaíso que ayudó finalmente a su triunfo, la negativa de los partidos de la NM a votar por el candidato comunista  a la alcaldía de La Florida y del propio PC de la zona que bajó en 1.700 sufragios su votación comparada con el 2012, el triunfo de un candidato simpatizante de la DC en Macul por fuera del pacto, entre otros ejemplos.

¿Pero, cuál es la esencia del conflicto? ¿Existen realmente dos proyectos alternativos al interior de la NM?

Digamos en primer lugar que al interior de la NM no existen realmente dos proyectos alternativos, todos los sectores coinciden en  mantener  la esencia del modelo neoliberal, las diferencias que se han planteado obedecen a dos tipos de razones: la primera se dio en el debate sobre si las reformas del gobierno de Bachelet ponían en riego o no las bases del modelo (la teoría de  la retroexcavadora versus mantener las bases del modelo exitoso)y sobre la amplitud de la política de alianzas que están reformas obligaban a construir. Las contradicciones que aparecieron una vez asumido el gobierno de Bachelet  fueron el resultado del debate acerca de la profundidad de las  reformas prometidas.  Para el equipo bacheletista las reformas eran estructurales, es decir debían – al menos en el discurso- ser cuestionadoras del modelo neoliberal. Decimos que en el discurso en tanto que su correlato real, lejos de cuestionar el  modelo neoliberal, lo terminaban apoyando.  La reforma tributaria no cuestionó los impuestos  como tampoco el de las transnacionales mineras ni el  esmirriado royalty de la gran minería privada y no aumentó el impuesto a la Renta de los ingresos de los más ricos. En torno a esta contradicción hubo un realineamientos de fuerzas donde la Democracia Cristiana se dio a la tarea de representar los supuestos intereses de las clases medias; pero que,  habida consideración de los vínculos empresariales que después se conocieron vía la corrupción generalizada, tenía como objetivo defender a los más poderosos. (Caso Zaldivar- pesqueras, SQM-Senador Pizarro, son parte de ese escenario).

En otras palabras la esencia del conflicto se situó desde los inicios del gobierno de Bachelet en torno a la profundidad de las reformas sin alterar el modelo neoliberal en boga. Cuestión que se vino a confirmar con la reforma educacional donde nuevamente la DC se jugó por defender el concepto de libertad de educación derechista y conservador.

Por tanto en torno a estos conflictos es que aparecieron las diferencias sobre las políticas de alianzas. Para la DC su ideal era y sigue siendo una articulación vía diálogo y negociación con la derecha, para contrarrestar la supuesta hegemonía de las ideas de izquierda dentro de la NM. En otras palabras el rol que comenzó a jugar la DC fue de contrarrestar la arremetida reformista del bacheletismo, por la  vía de cocinar acuerdos con la derecha. No es que la NM no lo quisiera sino que la DC trató y -en gran medida lo logró- de ser el artífice de tales acuerdos. Se dio en el caso de la reforma tributaria, en el discurso ideológico sobre la libertad de enseñanza, en las contradicciones para aprobar las tres causales sobre aborto terapéutico.  Pero la DC a poco andar se encontró en un callejón sin salida debido a que su supuesto discurso en defensa de las capas medias comenzó a ser llenado por un sector de la derecha desprendido del tronco histórico RN-UDI. Este sector de la gran burguesía decidió que la única forma de arrebatar el manoseado “centro político” era separar aguas con el  pinochetismo enclavado en los partidos de la derecha tradicional.

Los resultados de las elecciones mostraron  la caía de la votación de la DC y el alza de los partidos emergentes de la derecha, dando la razón a la operación política de “lavado de imagen” del derechismo. En este escenario la DC enfrenta la disyuntiva de definir una nueva identidad y eso precisa cuestionar su actual inserción que la ha llevado a sucesivas derrotas. Y este escenario es el que permite explicarse su discurso crítico al PC y a la actual conducción bacheletista de la NM, conducción bacheletista que es casi fantasmal  a estas alturas del partido y  donde las contradicciones con el PC tienen –habida consideración de los argumentos- un tufillo de excusa para quebrar la actual alianza expresada en el NM.

Más estratégicamente lo que viene es una redefinición radical de la DC y como consecuencia lógica su búsqueda de nuevas alianzas o de imponer  una imagen más conservadora de la NM. Si en los 60 la DC encarnó en el eslogan de la “revolución en libertad” su programa modernizador capitalista y popular con rasgos discursivos socializantes,  luego en la época de la UP su defensa de la propiedad privada en alianza con la derecha reaccionaría y golpista, con posterioridad en los tres primeros años de la dictadura su defensa del régimen militar y luego su esfuerzo por hegemonizar la oposición moderada, terminó en la década del 90 con su giro hacia las llamadas eufemísticamente las política de mercado (el mismo giro desde 1983 de la mayoría del PS histórico, el PPD  y luego del PC con la Nueva Mayoría).  El cuestionamiento ciudadano a las políticas neoliberales expresadas en la crisis de la salud y en el sistema de pensiones privados ha dejado a la deriva el último giro conservador de la DC. Su representación social en el seno de las capas pequeño burguesas y de sectores populares casi ha desaparecido  (de los gremios universitarios, colegio de profesores, CUT y federaciones estudiantiles) y su desafección de los grupos empresariales en detrimento de la derecha  no deja ninguna duda. En este contexto el debate interno será: seguir en la NM como tabla de salvación versus salirse para quedar más libre y pragmatizar su relación transversal en el nuevo parlamento 2017. Todo esto habida consideración  que  tiene ni tendrá candidato propio triunfante en las presidenciales que se avecinan.

Eduardo Gutiérrez González / Noviembre de 2016.

 

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