La industria salmonera ha generado uno de los mercados más prósperos para industrias internacionales en Chile. Marine Harvest obtiene el 26 por ciento de sus ganancias por sus operaciones en nuestro país, esto a costa de la contaminación sistemática del fondo marino con antibióticos, la desaparición de la fauna endémica producto del escape de salmones y el deterioro de la pesca artesanal en el territorio.
Francisco Velásquez
La industria salmonera Marine Harvest tiene el cincuenta por ciento de las concesiones salmoneras en Chile, es la segunda empresa más grande desde el punto de vista de la producción y concesiones. Mantiene producción de salmones en Noruega, Escocia, Canadá y Estados Unidos, y nuestro país le reporta el 26 por ciento del total de las ganancias. El sur de nuestro territorio se ha trasformado en su mayor laboratorio, donde privilegian la maximización del volumen de producción con un mínimo de control, de restricciones ambientales, sanitarias y laborales.
Hace tres semanas esta industria fue protagonista del escape de 900 mil salmones del Centro de Engorda, ubicado en el sector de Punta Redonda en la comuna de Calbuco, región de Los Lagos, lo que desembocó en medidas como la detención de las funciones de la empresa, orden emanada de la Superintendencia de Medio Ambiente con el objetivo de que se sacaran las jaulas del sector afectado.
Por otra parte, la Comisión de Pesca de la Cámara de Diputados dispuso crear una comisión investigadora por la fuga masiva de los ejemplares desde las jaulas de la empresa. En la misma idea de responder a la emergencia, Marine Harvest ofreció siete mil pesos por salmón capturado.
La mayoría de estas medidas -como es la tónica de los conflictos socio ambientales en que la industria tiene un poder económico de alto alcance- son reactivas, ya que esta forma de desarrollo empresarial lleva 35 años impactando en el mismo territorio, y aún más grave, y sigue avanzando a la Patagonia chilena.
Los efectos del salmón en las aguas del sur
La empresa Marine Harvest importa desde Noruega las ovas con que comienza el proceso de crecimiento de los salmones en jaulas, emplazadas en fiordos de la Región de Los Lagos, donde dichos contenedores están en aguas abiertas, en contacto directo con el ecosistema natural endémico, que soporta los diferentes elementos artificiales con que hacen sobrevivir a una especie propia de aguas atlánticas..
El director del Centro Ecocéanos, Juan Carlos Cárdenas, hizo una exhaustiva revisión sobre los diferentes efectos que tiene la producción de salmones atlánticos en aguas chilenas del sur y cómo esto podría afectar a la ecología endémica del territorio.
Uno de los principales problemas que identificó el médico veterinario, es que “en estos último veinte años, la industria salmonera ha incorporado más de veinte enfermedades virales, bacterianas y parasitarias que no existían en el sur de Chile, lo anterior, a partir de la importación de la ova desde los países nórdicos.”.
Sumado a esto, “como los salmones consumen todos los días antibióticos, su microbiota intestinal está altamente expuesta a tener bacterias resistentes a los antibióticos y, cuando los consumidores ingieren salmón que en sus músculos tiene residuos de antibióticos, se constituye un riesgo potencial por las bacterias resistentes a antibióticos de uso común”.
Según el experto, esto es provocado porque “los salmones son alimentados diariamente en los centros de cultivo con pelet que contienen antibióticos. Cerca de un cuarenta por ciento de estos antibióticos no son absorbidos por los peces, sino que caen al medio acuático o se ingresan a través de la orina y la feca de los salmones, creándose las condiciones para el desarrollo de cepas bacterianas resistentes a los antibióticos de uso común, tanto para los seres humanos como para los seres acuáticos”.
“Es importante señalar que la producción salmonera en Chile es la que emplea más antibióticos a nivel global por tonelada de salmón producido. En Chile se usan 700 veces más antibióticos por tonelada de salmón producido en comparación con Noruega, Canadá y Estados Unidos, donde se usa menos de un tercio de lo usado en la producción local”.
La forma de desarrollo que tiene esta industria responde a una legislación medio ambiental permisiva, lo que queda demostrado en la Resolución de Calificación Ambiental con que funcionan actualmente los centros de engorda de la empresa Marine Harvest, donde la línea de base de protección y resguardos que debe tomar la empresa con el ecosistema marino es casi nula.
Es más, en su memoria anual 2017, Marine Harvest declara que tuvo 15 eventos de fuga de salmones de sus jaulas, lo que superó las cifras de 2016, donde hubo 11 eventos de escape de la especie exótica. Esto significa que en el año anterior, la industria arrojó al mar 165 mil salmones, lo que fue superado en solo un evento hace tres semanas con la fuga de 900 mil ejemplares.
“La autoridad ambiental que debería fiscalizar estos eventos es la Superintendencia de Medio Ambiente, pero aun cuando la empresa fue sancionada durante 2016 por Sernapesca por no cumplir con el reglamento ambiental para la acuicultura, durante 2017 se le autorizó aumentar el número de peces en sus centros de cultivo”, denunció el ambientalista Juan Carlos Cárdenas.
Salmones, depredadores de la fauna chilena
El riesgo sanitario que representan los salmones no es tan grave como el daño ecológico que generan estos carnívoros, ya que muchos de los peces propios de la naturaleza de los fiordos del sur de Chile se trasformarán en los alimentos de estos ejemplares que hoy están repartidos en las aguas de la Región de Los Lagos.
La empresa Marine Harvest ofreció siete mil pesos por ejemplar capturado y el gobierno le exigió que recuperará un diez por ciento de los salmones escapados para no declararlo como un daño ambiental, lo que según Juan Carlos Cardenas, es una porción insuficiente.
“El salmón escapado es una plaga invasora, porque es una especie exótica que naturalmente no existe en Chile. En los ríos y lagos del sur existen 45 especies de peces nativos y un ochenta por ciento de éstos son endémicos, es decir, que existen solo en Chile y en esos ríos y lagos. De los peces endémicos afectados por el escape de salmón muchos están categorizados como especies amenazadas, por lo que este escape de salmones generará una reducción acelerada de estas especies ya amenazadas”, explicó el director de Ecocéanos.
Otro punto es el que plantea Jorge Bustos, presidente de Consejo Nacional de Defensa del Patrimonio Pesquero, quien como pescador artesanal de Puerto Montt explicó que “nosotros hace veinte años dijimos lo que iba a ocurrir con esta empresa y nos atrevemos a decir que tiene los días contados, porque no es susceptible ambientalmente. Las aguas interiores son muy delicadas y tener una producción masiva de un millón de toneladas es muy peligroso para el ecosistema marino”.
Incluso, este desconocimiento es tal que los pescadores artesanales han advertido desde el inicio que el lugar donde se emplazan las jaulas de Marine Harvest es un espacio que se encuentra en el paso de un viento que se levanta cada cierto tiempo llamado puelche, el que genera que se produzcan oleajes de cuatro metros, los que en combinación con las corrientes marinas, genera una marea que no puede ser soportada por las jaulas. Según dice Bustos, este conocimiento no lo tienen las personas que asesoran a la industria porque no son del territorio.
Los antecedentes que entrega el pescador artesanal dan cuenta de que las prácticas de la empresa Marine Harvest no guardan relación con la protección, prevención y mitigación de los impactos ambientales que genera en el territorio. Por lo mismo es que desde las diferentes comunidades se ha solicitado que se endurezcan las sanciones y, si es posible, se clausuren estas faenas que, en el corto plazo, devastarán el fondo marino del sur de Chile.