El gran susto municipal
Denegación de voto
Ni los peores pronósticos de los políticos y los encuestadores se acercaron a lo que sucedió el domingo 23 en Chile: el promedio nacional de abstención en las elecciones municipales llegó al 65 por ciento. Los resultados fueron malos para el progresismo gobernante a nivel nacional.
Horacio Brum, desde Santiago
El sábado 22 Chile quedó bajo una suerte de estado de sitio cívico. En cada ciudad el Ejército designó un “jefe de plaza” que asumió el control del orden público junto con las otras fuerzas militares y la policía. Soldados armados a guerra, con fusil al hombro y pistola al cinto, ocuparon las escuelas y los liceos, y quien intentara hacer actos políticos en público o en privado podía sufrir penas de cárcel. Además, los militares, en coordinación con los fiscales del Ministerio Público, tenían atribuciones para allanar las sedes de los partidos políticos y cualquier otro lugar donde hubiera sospechas de actividad política ilegal. Por otra parte, los ciudadanos que no acataran las normas de excepción vigentes se exponían a ser castigados con multas y prisión.
Tales controles no se debieron a ninguna situación de disturbios generalizados ni amenazas al régimen democrático, sino todo lo contrario: las fuerzas armadas estaban cumpliendo las funciones que les asigna la ley electoral, porque el domingo 23 los chilenos debían elegir a sus autoridades municipales. La alarma y la preocupación estaban más bien en el campo de los políticos, temerosos de que se repitiera el fiasco de las elecciones presidenciales, cuando el levantamiento de la obligatoriedad del sufragio hizo que la abstención superara el 58 por ciento y la hoy presidenta Michelle Bachelet llegara al poder con el respaldo de poco más de la quinta parte de los inscriptos en el padrón electoral.
En los últimos tiempos, a las movilizaciones de los estudiantes por la educación gratuita y de calidad se han agregado otras expresiones de descontento de la ciudadanía, como el movimiento No+Afp, que busca el fin del sistema privado de jubilaciones. El involucramiento de casi todos los partidos en los fraudes impositivos, mediante los cuales los empresarios financiaban a los candidatos de su preferencia; los abusos de los grupos empresariales para manipular los precios de productos que van desde los medicamentos hasta el pollo y el papel higiénico; los negociados con la salud y la educación, en los cuales participa más de un miembro de la clase política, y la verdadera ola de estafas a ahorristas e inversionistas descubierta desde marzo de este año –con más de 7 mil perjudicados y pérdidas por alrededor de 250 millones de dólares–, así como la disolución, entre cabildeos políticos y acuerdos de pasillo, del espíritu original de las reformas laboral y educativa, han creado una desazón colectiva y sobre todo una profunda desconfianza respecto de quienes tienen el poder, sea en la política y en la economía.
En las encuestas comparativas latinoamericanas los chilenos no suelen ocupar los primeros puestos en cuanto a su preferencia por el régimen democrático de gobierno ni por la adhesión a los partidos políticos, y pocos días antes de las elecciones municipales el estudio “Valores y prácticas ciudadanas”, realizado por la universidad privada Andrés Bello, indicó que el 46 por ciento apoya la suspensión de la democracia para resolver crisis sociales o políticas. La desafección por el sistema democrático aumenta en sentido inverso al nivel socioeconómico, y para Mauro Basaure, director del Doctorado en Sociedad Actual, de la Unab, “la pobreza se une con el desinterés de votar”. En el caso de los jóvenes, si bien se mantiene la fe en la democracia, tienen la sensación de que el sistema político está traicionando sistemáticamente todas sus ilusiones y aspiraciones.
Ese clima en la opinión pública no contribuyó a despertar el entusiasmo por las elecciones municipales, tradicionalmente consideradas como un barómetro de lo que serán las presidenciales siguientes. Menos aun cuando pocos días antes de la jornada electoral se supo que, debido a unos errores todavía no aclarados en el cruce de datos entre el Registro Civil y el Servicio Electoral (en este país se vota con la cédula de identidad), a casi medio millón de personas les habían cambiado el lugar de votación. El caso más absurdo fue el de un ingeniero que vive en Santiago y que ni siquiera conoce el extremo sur del país, a quien le fue asignada una mesa de sufragio en la villa Las Estrellas…¡del territorio antártico chileno! Pese a la gravedad del problema y a un intento fallido del gobierno para promulgar en tiempo récord una ley que lo corrigiera, esas personas no pudieron participar en las elecciones municipales y como única solución se les ofreció un formulario de reclamos.
¿Un Frente Amplio versión chilena?
La masiva abstención tuvo picos de hasta 70 y 80 por ciento en varias comunas, como en Santiago Centro, donde la derecha le quitó la alcaldía a la alianza de gobierno, en un total de votos que no llegó a la cuarta parte del padrón.
De todos modos, los sectores de la política tradicional celebraron el triunfo o lloraron la derrota sin tener en cuenta a los casi 10 millones de chilenos que decidieron no ir a las urnas. La oposición derechista, con el apoyo de los medios que le son afines, puso el énfasis en la cantidad de habitantes que quedan bajo su gobierno y representan más de la mitad de la población total. En cuanto al oficialismo, la presidenta Bachelet hizo un discurso de mea culpa en nombre de la coalición gobernante, en el cual afirmó haber oído el mensaje de los votantes. Una frase muy similar a aquella de “hemos escuchado a la gente”, que pronunció su mentor y antecesor Ricardo Lagos cuando no logró los votos necesarios para evitar la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de 1999. Lagos, que otra vez se ha lanzado a la carrera hacia La Moneda, es visto por muchos como el mandatario que corrió a la derecha el rumbo de la alianza que hoy preside Bachelet.
Esa deriva hacia la derecha es otra culpa que se le achaca al gobierno, por no ir a fondo con las promesas hechas en la campaña electoral, como la gratuidad de la enseñanza, que en realidad ha sido sustituida por un sistema de mayor financiación estatal a los establecimientos educativos privados, para que no cobren aranceles a los estudiantes. Es precisamente el movimiento estudiantil el que ha dado una sorpresa en las elecciones municipales, algo que podría marcar el comienzo de un desafío a los poderes anquilosados en la política de Chile.
Desde el comienzo de las movilizaciones universitarias, en 2011, los estudiantes miraron hacia países como Argentina y Uruguay para tomar referencias de sus sistemas de educación gratuita. En las observaciones en el terreno hicieron contacto con las fuerzas políticas progresistas, y el concepto del Frente Amplio uruguayo fue perfilándose como un modelo de movimiento para generar cambios reales a través de la política. En agosto, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, dos de los líderes universitarios que habían dado a la Nueva Mayoría de Bachelet el beneficio de la duda, para llegar a la Cámara de Diputados, resolvieron apartarse de la coalición. “Una mayoría se cansó del modo en que se hace la política tradicional. Para eso es el Frente Amplio: convocar a todos a hacernos cargo del desafío de construir una política distinta, para pasar de un país de privilegios a uno de derechos”, dijo Jackson, al anunciar la formación de la nueva alianza. El Movimiento Autonomista, de Boric, Revolución Democrática, de Jackson, y otras colectividades que se ubican a la izquierda de la Nueva Mayoría, comenzaron a trabajar para afianzarse primero en los gobiernos municipales, y un fruto importante de ese trabajo ha sido destronar a la Unión Demócrata Independiente, el partido más pinochetista de la derecha, de la alcaldía de Valparaíso, donde gobernó durante 12 años.
El nuevo alcalde del principal puerto de Chile es Jorge Sharp, un abogado de 31 años, también formado políticamente en el movimiento estudiantil, quien dijo a los periodistas que la victoria “es una verdadera punta de lanza para lo que hoy día se está viviendo”, en referencia a las posibilidades de crecimiento del Frente Amplio. Si es posible hacer paralelismos con la historia del modelo uruguayo y su desarrollo a partir de la Intendencia de Montevideo, Valparaíso también es una ciudad puerto que tiene grandes riquezas paisajísticas y arquitectónicas (con la categoría de patrimonio de la Unesco), así como serios problemas de asentamientos, poblaciones precarias y sanidad urbana; un Montevideo “antes del Frente”. En esas condiciones, la intendencia de Sharp, con el apoyo desde el parlamento de los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson, bien podría servir para la construcción de una verdadera fuerza política alternativa a aquellas que han perdido credibilidad para la mayoría de los chilenos.