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Chile – ¿Tolerar a los intolerantes?

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 ¿Siempre me he preguntado cómo se puede obviar a personajes intolerantes, odiosos y resentidos? Reconozco que muchas veces he tratado que me sean indiferentes y que no merezcan un poco de mí tiempo y atención, pero es más difícil de lo que pensaba. Porque personajes como el ex candidato presidencial José Antonio Kast, la conductora y ex cantante Patricia Maldonado o el Diputado de derecha Manuel Urrutia, con su incontinencia verbal producen tanto o más daño que un psicópata o un asesino serial, y que por supuesto no pueden ser ignorados.

Estas personas, si es que les puede llamar así, producen en el ambiente colectivo y la sana convivencia de un país un daño irreversible en la salud mental de todos los que vivimos los horrorosos años del gobierno de la dictadura más sangrienta que ha tenido nuestro país a lo largo de nuestra historia.

Para muchos de nosotros que vivimos nuestra niñez, nuestra juventud y nuestros estudios universitarios en esos oscuros años, es difícil comprender como aún existen personas que avalen, aplaudan, justifiquen y peor aún que hayan celebrado estos horrores. Porque digámoslo como fue, la dictadura militar que se instauró en Chile en 1973 creó un régimen policíaco, de delación, de miedo, de cobardía y sumisión, que no tiene parangón en nuestra historia.

Tanto mi señora y mi hija, en nuestras incontables conversaciones de sobremesa, me han hecho entender que la libertad de expresión a ultranza, como yo la he defendido toda mi vida, no puede dejarse en las manos de unos irresponsables que abusan de esta, para después victimarse.

Cuesta comprender a estos personajes que reviven, lo que los psicólogos llaman un “complejo trabajo por sanar nuestra sociedad”, después de muchos años de una labor de sanación, por etapas, de nuestra verdad y que estuvo escondida por muchos años. No oculta para la mayoría de los chilenos, sino por la verdad oficial del régimen militar y los  gobiernos que lo sucedieron.

Después de años de lucha y movilización de las organizaciones sociales y políticas de Chile se pudo finalmente conocer las atrocidades cometidas y se fue instalando la verdad y con ella, abriendo nuevos flancos. Al enterarse el país de los crímenes, incluso con niños, mujeres embarazadas, obreros, campesinos y estudiantes desarmados, los sobrevivientes y sus familiares se han re-traumatizado. El sufrimiento va y viene, pero nunca desaparece, está latente, a flor de piel junto con la vergüenza de sentir dolor y no superarlo, la culpa y el arrepentimiento.

Muchos de nosotros sentimos culpa por haber sido prisioneros y torturados. Culpa por creer que hacíamos sufrir a nuestros seres queridos, no comprendiendo que otros eran realmente los culpables y los terroristas, y no nosotros como injustamente nos llamaban.

A todo esto hay que sumarle los problemas propios de las vidas actuales de las víctimas, como la dificultad de hacer familia en circunstancia de que muchos nunca conocieron cómo era una. En esos años perdieron a sus padres, hijos o hermanos. Toda una tragedia.

Todo esto es muy complejo de explicar para alguien que no lo vivió, para alguien que lo ve desde afuera. “El proceso de aceptación de la verdad fue muy difícil y uno podría preguntarse cómo no iban a saber nada si todos los que estábamos medianamente informados sabíamos lo que estaba ocurriendo. Y efectivamente no sabían, o no querían saber, porque la negación es un fenómeno psicológico en que uno no ve lo que no quiere ver.

La negación es un fenómeno ocupado por todos los regímenes totalitarios para hacer desaparecer las realidades que no deben ser vistas. En este caso el instrumento fue el terror y por ende el miedo colectivo. Es así como se explica que los que vieron y vivieron bajo el régimen de terror con sus allanamientos masivos, censura de libros, detenciones arbitrarias, torturas, toque de queda, etc., no pensaron que algo estaba mal, y si lo hicieron, se culparon por dejar que el miedo les pusiera esos pensamientos en la cabeza o les nublara la razón.

El terror y la desinformación siempre ha sido un arma usada por la clase dominante para falsear la realidad a los dominados para que lo malo y lo que sufren sea visto como bueno. Eso mismo pasó en nuestro sufrido país en esos años: las realidades fueron tergiversadas de tal modo que hasta el crimen, el abuso policial fue redefinido como el cuidado y el progreso que el dictador hacia parte del proceso educativo del país, y así fue inculcado en la sociedad y defendido por estos oscuros personajes. Entonces invocan la libertad de expresión para aplaudir los crímenes cometidos y cuando justamente no había libertad de expresión en el régimen que tanto defienden.

Vaya paradoja que se da en estos días, los intolerantes pidiendo y exigiendo a los demás la tolerancia.

Hugo Farias Moya    10-05-2018

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