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Las Fintech empiezan ya a comerse el mercado, y la más importante ataca desde China

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EL BLOG SALMON
Las Fintech empiezan ya a comerse el mercado, y la más importante ataca desde China30 Abril 2018 – Actualizado 2 Mayo 2018, 03:15

A pesar de que se vienen oyendo los cantos de las sirenas antiaéreas desde hace ya lustros, seguramente todavía hay agentes del sector financiero que no le han visto aún las orejas al lobo Fintech. Pero de este lobo no es que se adivine su silueta a lo lejos tras una roca, es que les está saltando ya encima para hacer presa y llevarse un buen trozo del pastel en el festín del sector financiero.

Tras el análisis de hoy, no habrá ya motivo de duda alguna para nadie. Las Fintech ya no son sólo unas volubles start-ups con más ambiciones que base de clientes. Ahora ya son competidores con los que medirse… o incluso ante los que hacer una debida reverencia “kowtow” tradicional china, porque hay una Fintech que viene arrasando precisamente desde China. Y no es que venga pisando fuerte, sino que está haciendo temblar el suelo con cada pisada.

La revolución del sector financiero está definiendo los límites de las zonas socioeconómicas del siglo XXI

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Hace ya bastantes meses, desde estas líneas les trajimos un interesante análisis, «Orwell tenía razón: predicciones económicas acertadas de su libro 1984«, sobre cómo aquella realidad geoestratégica imaginada por la distópica novela “1984” de George Orwell se está volviendo más realidad con cada día que pasa.

Una de las predicciones de Orwell que más me llamó la atención cuando leí su novela por primera vez en los años 80 fue la división del mundo en tres grandes áreas de influencia socioeconómica: Oceanía (que incluye América, UK y Australia entre otros), Eurasia (Rusia y Europa más alguna región adicional) y Asia Oriental (China, Japón y el sudeste asiático principalmente). El discurrir de los lustros ha ido haciendo que aquel mapa, que en aquellos años parecía política-ficción, hoy en día sea ya más una realidad innegable que una idea novelada. En nuestros días, Estados Unidos, Rusia y China lideran sus respectivos bloques socioeconómicos, que coinciden a grandes rasgos con los visionados por Orwell.

La única zona que no coincide con aquella visión distópica es Europa, una Europa por la que siempre les digo que debemos luchar sin cuartel para mantenerla. La Unión Europea no sólo ha traído al Viejo Continente el periodo de paz más largo que la Historia recuerda en estas tierras, sino que además supone el bote salvavidas con el que tener entidad propia en un futuro dominado por gigantes económicos.

Pero la socioeconomía no va sólo de comercio y áreas de influencia económica. Este concepto del que tanto les hablo siempre engloba también otras importantes variables, que se interrelacionan con la economía con gran capacidad de influencia mútua. Parte de esa socioeconomía moderna ha resultado ser el dominio del ciberespacio, que ha resultado ser el terreno de la batalla final del futuro del siglo XXI (sí, también en economía y en geoestrategia, por si les quedaba alguna duda).

El hecho es que tanto Rusia como China visionariamente se han dotado de un ciberejército más activo que oculto, especialmente activo en algunos casos con la nueva arma de destrucción masiva: las ciberguerras sociales. Al final, ante la casi total ausencia de esas fuerzas ciber-especiales y ciber-espaciales en Europa, muchos dirigentes se sienten forzados a a empezar a pensar en el proteccionismo socioeconómico, no ya como una forma de potenciar la tecnología «made in Europe», sino de protegernos de la intrusiva tecnología de potencias extranjeras y de todo lo que pueden ocultar bajo sus aparentemente inocuos bits.

Porque tras advertir un servidor reiteradamente sobre ello desde hace bastantes años, ya hemos visto cómo lo de Facebook ha sido la crónica de una amenaza anunciada. Aunque no es menos cierto que, dado el férreo control de los medios en otras áreas socioeconómicas, y dado también el muy probable patronato de algunos estados en el espionaje masivo, de otras compañías jamás saltará un escándalo como el de Zuckerberg. Y no será porque no haya material informativo para denunciarlo, sino porque no saldrá jamás a la luz (y a alguno hasta le pueden hacer pasar a las sombras para evitarlo).

Ant Financial: el gigante Fintech que viene arrasando desde China

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Pero dejaremos ya a un lado la geoestrategia y las áreas socioeconómicas, de las cuales el tema de hoy sólo es una demostración más. La noticia central de hoy es que la Fintech china Ant Financial está desembarcando en el sector financiero, y está tomando al asalto las bases de clientes de los jugadores tradicionales. Pero el riesgo es que, en breve, asistamos a ver también que empieza a causar estragos en las cuentas de resultados. Como es habitual, los que menos visión tienen no admitirán el peligro inminente hasta que esto último ocurra.

Y no crean que desde estas líneas estamos metiéndoles el miedo en el cuerpo (o más bien en la cuenta de resultados) con temores infundados. Siento decirles que no es el caso. Como habrán leído en el enlace anterior, es el mismísimo co-fundador y presidente de Blackrock, Robert Kapito, el que está cada vez más preocupado por cómo están irrumpiendo en su sector las nuevas Fintech con fuerte base tecnológica. Y recuerden que Kapito es el mayor gestor de activos del mundo: sabe muy bien de qué nos está hablando (posiblemente sea una de las personas en este mundo que mejor lo sabe).

Kapito se mostró literalmente conmocionado cuando supo de la noticia de que Ant Financial ha reportado una valoración de unos 150.000 millones de dólares, con un contundente incremento del 50% sobre la última cifra disponible de hace tan sólo unos meses. No es para menos, puesto que la valoración de Ant Financial le hace sentirse incómodamente pequeño (algo a lo que no está acostumbrado, por cierto): Blackrock se queda atrás, con una capitalización de “tan sólo” 84.000 millones de dólares. No es ni la mitad que su emergente rival asiático Fintech.

Cuando la comparación se lleva del terreno financiero más general al terreno bancario en particular, las cifras también conmocionan (pero en esta ocasión a los banqueros tradicionales). Ant Financial se sitúa en cuarto lugar con su valoración, tan sólo por detrás de los tres primeros gigantes por capitalización: JP Morgan, China Construction Bank (también chino, por cierto) y Bank Of America. Blackrock queda relegado a una indecorosa décima posición. Efectivamente, a falta de entrar en el podio, se le mida como se le mida y se le compare con quien se le compare, no se puede negar que Ant Financial es ya un gigante (por mucho que sea una Fintech).

El gigante no crece en un nuevo terreno virgen, sino que es un competidor directo en el propio terreno financiero

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Pero hay algunas preguntas que proceden antes de sacar la vara de medir: ¿Son estas capitalizaciones comparables? ¿A qué se dedica exactamente Ant Financial? ¿Entra en competencia directa con Blackrock y parte del sector financiero tradicional?

Lo cierto es que las respuestas a estas preguntas tienen una importancia relativa, puesto que gigantes como Amazon han demostrado cómo la fronteras de la competencia intersectorial están desvaneciéndose. Hoy en día un gigante con liderazgo tecnológico, músculo financiero, y ganas de comerse el mundo, puede atacar y convertirse en líder en (casi) cualquier sector que se ponga como objetivo.

Pero aún así, lo cierto es que Ant Financial es un insider del sector financiero que lo ataca desde dentro. La compañia está bajo el control del todopoderoso magnate chino Jack Ma, que también es fundador del gran coloso de comercio electrónico chino: Alibaba. De hecho, Ant Financial tiene incluso una división denominada Alipay, con la que ha llegado a dominar más del 50% del mercado chino de pagos móviles, en el que unos 13 billones de dólares en transacciones se intercambiaron durante sólo los 10 primeros meses de 2017.

Pero no sólo de pagos va el asunto de Ant Financial, lo cual debe considerarse tradicionalmente más bien parte del sector bancario. Ant Financial también posee el fondo de inversión más grande del mundo. Y también un banco, y una aseguradora, y compañías especializadas en préstamos a PYMES… y así hasta completar un largo etcétera. La compañía china incluso intentó comprar el gigante de envío de remesas de dinero Moneygram, pero la adquisición fue parada por la administración estadounidense. Como les decía, estas nuevas compañías con fuerte base tecnológica quieren (porque pueden) comerse el mundo, y cada vez tienen más músculo financiero para poder hacerlo.

Más allá de la era de las Fintech, estamos en la era de los gigantes poli-omnipotentes

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Y ese músculo financiero cada vez más vigoroso les permite a los gigantes tecno-financieros seguir ganando liderazgo, tanto tecnológicamente como en el propio sector bancario y de las finanzas. Como demostración de dónde estos gigantes Fintech siguen atacando, lo cual revela dónde siguen viendo las claves del futuro, Ant Financial sigue invirtiendo fuertemente en tecnología. Para nuestros países ello conlleva serios problemas aparte de la evidente dominación socioeconómica por parte de potencias extranjeras, como es la endogamia tecnológica que analizamos en «La innovación se concentra, y no es nada bueno.

Evidenciando esos denodados esfuerzos tecnológicos, Quartz nos contaba en el enlace anterior cómo por ejemplo Ant Financial lideró un inversión de 600 millones de dólares en la disruptiva SenseTime. Esta operación situó la valoración de la startup china, especializada en reconocimiento facial, en 3.000 millones de dólares: se trata de la valoración más alta jamás alcanzada antes por una startup de Inteligencia Artificial. Y esto ocurre en la trastienda de un significativo subsector como el de la Inteligencia Artificial, que es un campo de batalla especialmente caliente y clave para el futuro socioeconómico.

Y como no podía ser de otra forma para un gigante como Ant Financial, con vocación (o con motivos) de ser uno de esos gigantes poli-omnipotentes, esta compañía tiene entre sus planes conquistar el mundo. Conectando con la primera parte del análisis sobre Europa y el 1984 de Orwel, como no podía ser de otra forma, estos planes de Ant Financial ambicionan especialmente hacerse con Europa.

Como ven, una vez más, el Viejo Continente es la joya de la corona: un espacio con muchos consumidores, con poder adquisitivo, pero con menos vocación (o debería decir menos “consciencia”) de superpotencia. Y hablando de areas de influencia socioeconómica, siempre que en la Historia hay una zona socioeconómica potente pero sin un liderazgo claro, acaban apareciendo las otras superpotencias compitiendo entre sí para suplir esa ausencia. Tomemos buena nota de ello los europeos para mantener e incrementar la capacidad de escribir nuestro propio futuro: no duden de que si no vendrán otros, no sólo a escribírnoslo, sino a dictárnoslo con voz marcial.

No sólo basta con saber ver el futuro, además hay que conquistarlo desde el presente

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Antes de ir finanlizando el análisis de hoy, debo exponerles que un «pero» de este análisis, que no le resta necesariamente ni un ápice de importancia, es que toda la polvareda levantada en el sector por Ant Financial y por Kapito viene de unas estratosféricas cifras que, al fin y al cabo, son una mera valoración. Es más: son unas cifras de valoración chinas, con todo lo que ello implica en el tradicional «oído cocina» que ya manipula cifras macro y microeconómicas en los países desarrollados, pero que puede alcanzar cotas insospechadas en países dictapitalistas al calor del wok.

Como una de las posibles conclusiones de hoy, debemos remarcar que, si algo viene caracterizando a las Fintech desde su nacimiento, es que combinan un enfoque disruptivo del sector financiero junto con una fuerte base (y capacidad) tecnológica. Estarán de acuerdo que, en la era de la sociedad tecnológica, ese cóctel tiene un grado de alcohol que debe dar pavor incluso a los jugadores más sobrios: hoy en día estar en inferioridad de condiciones siempre es una desventaja competitiva, pero estar en inferioridad de condiciones técnicas es prácticamente una sentencia de muerte segura.

En muchos casos, además no sólo se trata de estar en inferioridad de condiciones técnicas, sino de que las propias entidades tradicionales literalmente dependen técnicamente de aquellos jugadores que ahora empiezan a competir con ellas mismas. No es de extrañar que ejecutivos como Kapito se muestren “conmocionados” ante su familia sectorial, aunque lo cierto es que paradójicamente el potencial difunto que causa esa conmoción son ellos mismos. En palabras del propio Kapito “este tipo de historias no creo que acaben muy bien” (para los jugadores tradicionales, se sobreentiende).

Los pocos jugadores bancarios y financieros que aún duermen tranquilos, se amparan para conciliar el dulce sueño en que a sus respectivos gobiernos siempre les queda el recurso de la regulación. Así dejan muy clara la intrumentalización con la que conciben a los reguladores nacionales, además de que sirve de muy poco consuelo y, más que tranquilizar, a un servidor le produce un desasosiego aún más profundo.

La regulación en este caso es el recurso desesperado del que se defiende con su última baza, y que se encuentra en un oscuro callejón sin salida purgando las culpas propias. Ha sido acorralado precisamente por no haber sabido entrar a competir (e innovar) antes. Y en esas está Europa (y otros). Como para recordar en Bruselas que debemos ser seguir siendo una potencia socioeconómica en un sentido más amplio.

No podemos eludir durante más tiempo pasar a ser más visionarios respecto al futuro, como mínimo tan visionarios como otros están siendo, y especialmente en tecnología: la auténtica base de todo ese futuro que estamos escribiendo con unos y ceros. Los que no lo hagan es casi seguro que escribirán su futuro pero únicamente con ceros, por mucha regulación que impongan. Al tiempo.

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