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La deslocalización de producción no cesa pero… esta vez a la que le afecta es a la propia China

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EL BLOG SALMON

 

La deslocalización de producción no cesa pero... esta vez a la que le afecta es a la propia China

La deslocalización de producción hacia países de mano de obra de bajo coste ha sido una constante desde los inicios de la globalización. China e India han sido los dos receptores principales de cadenas productivas enteras y, al calor de la llegada de esta actividad económica importada, sus cifras de crecimiento hacen palidecer a las de los países desarrollados.

Pero lejos de frenarse en seco tras la fiebre inicial (que ha durado décadas), lo cierto es que la deslocalización de producción sigue estando muy activa. Tanto, que ahora es a países como la propia China a los que está afectando.

De la globalización a la deslocalización

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El caso es que la globalizacion no es una tendencia económica reciente, ni mucho menos. Los inicios de la globalización se remontan unas cuántas décadas atrás en el tiempo, entrando de bien de lleno en pleno siglo XX según ya les expusimos en «Aunque no lo parezca, aún nos queda la tercera y más disruptiva fase de la Globalización«.

Pero no es menos cierto que es en los últimos lustros cuando se ha sentido en Occidente con más virulencia la corriente deslocalizadora de empresas. Como ya analizamos en «El American Dream está roto y por eso los americanos votan a Trump: «Es la economía, estúpido»«, es ahora cuando los ciudadanos han tomado plena consciencia de las implicaciones de aquella deslocalización tan anárquicamente planificada. Los ciudadanos han pasado a sentir en sus ciudades y pueblos sus efectos finales, resultado de exportar masivamente producción a países como China.

Mientras tanto, el dragón asiático era capaz de engullir toda la actividad manufacturera que iba a parar a sus lares. Y en consecuencia, las cifras macroeconómicas del gigante rojo han venido mostrando una envidiable fortaleza, sin comparación posible con las cifras de crecimiento de los países desarrolladosque la alimentaban.

El resultado ha sido que, aquella China infradesarrollada, paupérrima, y mayormente rural, se ha transformado en una pujante economía dictapitalista, hasta situarse en el podio como segunda mayor economía del planeta, dejando atrás a los líderes tradicionales del capitalismo a secas. De inicialmente ser un polo magnético mero atractor de producción, lógicamente, ha acabado ejerciendo de generador de potencia económica.

Pero la deslocalización no establece vínculos afectivos, sino juegos de intereses: ahora también afecta a China

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Lo cierto es que, en nuestro mundo de hoy en día, las empresas se deben más que nunca a las cuentas de resultados, y no hay ninguna relación empresarial que sea inquebrantable con ninguna otra empresa, institución o país que no pueda ser debidamente sustituída por otra que dé mayores réditos en los balances corporativos.

China, por muy estatalizada que pueda estar, por mucho que su politburó sea un órgano fuertemente politizado y hermético al exterior, por mucho que sea un estandarte del dictapitalismo más avezado… a pesar de todo ello, sus dirigentes también se han hecho milmillonarios a costa de (o en connivencia con) su tejido empresarial. Y cuando la fortuna de cualquier dirigente de hoy en día está en juego, ya se sabe no hay interés general que se precie que pueda obstaculizar el seguir haciendo más «negocio» allá donde se más tercie.

La noticia en cuestión que nos trae Bloomberg sobre este tema es que China está convirtiendo a Etiopía en una gigantesca factoría de la conocida como «fast fashion». El proyecto de deslocalización es el gran experimento de Pekín con el outsourcing, esa famosa palabra que para Occidente casi siempre evocaba a India o China.

Etiopía presenta un caldo de cultivo en el que China sabe sembrar mejor que nadie

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Para Etiopía, un país inestable y con una economía bastante precaria, el experimento es como para recibirlo con los brazos abiertos, pues supone una inyección de capital de 10.000 millones de dólares: para los deteriorados estándares nacionales eso es mucho mucho dinero.

Además, ese dinero que mayormente ingresa el estado etíope (puesto que estos complejos industriales son prácticamente públicos en su totalidad) se acaba reinvirtiendo en construcción de infraestructuras, presas, carreteras, redes móviles, etc. tras cuyos contratos hay de nuevo (¡Oh casualidad!) empresas chinas. Y estas otras empesas también chinas acaban también contratando otra vez a más trabajadores locales etíopes. Un círculo virtualmente virtuoso (especialmente para China).

Pero tampoco hay que restar mérito al esfuerzo y a las facilidades business-friendly que están desplegando las autoridades etíopes para la ocasión. Bloomberg nos cuenta cómo, el pasado Noviembre se inauguró el polígono industrial Hawassa, y tan sólo seis meses después ya alberga a 1.400 trabajadores locales. Las perpectivas son aún más ambiciosas, y el plan es que en 2019 serán 20.000.

En apenas 24 meses han sido capaces de transformar un terreno de tierras de cultivo en un mastodóntico complejo industrial con 56 hangares industriales, haciendo alarde de una agilidad administrativa y empresarial digna de admiración. En Occidente sólo obtener los permisos ya puede llevar buena parte de ese tiempo.

¿Y cuál ha podido ser la motivación para que los dirigentes chinos hayan puesto sus ojos sobre Etiopía en detrimento de sus propios nacionales? Adivinen… los chinos están aquí por los mismos motivos que los occidentales fueron a China. Cada día hacen cola a las puertas del complejo industrial cientos de personas venidas de zonas rurales de Etiopía, y que tratan de conseguir un trabajo por… por la mágica cantidad de 25$ de salario al mes. Una cifra lo sufientemente tentadora incluso para los estándares chinos, que han ido viniendo a más con el progreso económico reciente del gigante rojo.

Este panorama a las puertas de los nuevos complejos industriales etíopes recuerda demasiado al panorama de hace unos años en el gigante asiático, donde millones de inmigrantes provenientes de la China rural se agolpaban a las puertas de las macrourbes chinas para conseguir una vivienda y un empleo. Ahora las tornas han cambiado, y los chinos han visto cómo esa inmigración del medio rural chino ha aflojado sensiblemente, cambiando totalmente aquellas perspectivas de mano de obra «virtualmente infinita» para las factorías chinas.

Por el contrario, ahora en Etiopía se reproduce ese éxodo masivo de un medio rural (azotado por las hambrunas y por las sequías), y los chinos ven un gran atractivo en un proceso que les resulta tremendamente familiar, y que saben aprovecharse de él mejor que ningún otro país (con permiso de La India).

La nueva tendencia no ha hecho más que empezar

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No debemos olvidar que Etiopía tiene 100 millones de habitantes, por lo que al lucrativo éxodo le puede quedar gasolina para rato, y desde Pekín no quieren dejar pasar la ocasión de añadir más ceros a sus cuentas de resultados y a ciertas cuentas corrientes.

Y el hecho es que tal vez sean los chinos los que abanderan esta nueva tendencia en el país del cuerno de África, pero lo cierto es que los productos que se fabrican en estos macrocomplejos industriales son de primeras marcas occidentales, y acaban principalmente, como no podía ser de otra forma, en las estanterías y lineales de tiendas y centros comerciales de los países desarrollados.

Muchas veces se trata incluso de marcas de lujo, para las que al final el coste de producción de cada par de calcetines es tan marginal que prácticamente se puede considerar que tiende a cero. Pero es un cero que mágicamente, al multiplicarse por la rentabilidad de la China continental, da un resultado muy distinto de cero, y ya aporta una interesante rentabilidad al entramado empresarial chino de turno. Y lo mismo vuelve a ocurrir al dar el salto a Europa, USA, Japón u otros países desarrollados.

No hace falta que les diga que las rentabilidades desde el origen hasta lo que usted paga se miden por miles de puntos porcentuales, porque desde los 15 Euros que puede pagar usted por un pack de calcetines, hay una cascada en orden descendente que acaba con un etíope fabricando cientos de packs por hora a razón, no lo olviden, de 25$ al mes.

Como habrán podido leer en el artículo de Bloomberg enlazado antes, un tema que no podemos dejar de nombrar es las condiciones laborales de los etíopes bajo el patronato chino. Atendiendo a los estándares del país asiático, ya de por sí chocantes para un occidental, y teniendo en cuenta que ahora además los etíopes están por debajo en la cuestionable escala de valores capitalista, se pueden imaginar las micro-pausas para comidas, las jornadas extenuantes, las vacaciones anecdóticas, etc. y toda una serie de factores que suponen un choque cultural en tierra propia para unos etíopes acostumbrados a tener vida familiar y social.

La adaptación psicológica, el choque cultural, el cambio de mentalidad, las afecciones psiquiátricas, y la deserción de las filas manufactureras han sido sólo algunos de los problemas más complejos a los que se han tenido que enfrentar los patrones chinos a la hora de gestionar plantillas etíopes. En una África mucho más cálida socialmente, estos factores han hecho acto de presencia con mucha más virulencia que en la China continental.

Esta tendencia deslocalizadora siempre ha estado latente en nuestras socioeconomías

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Efectivamente, esta tendencia deslocalizadora siempre ha estado latente en nuestras socioeconomías en las últimas décadas, y como todos sabemos, el dictapitalismo ha tomado de nuestros sistemas (sólo) todo lo que podía darle réditos económicos (que no políticos ni de libertades).

A un servidor un análisis como el de hoy no le extraña en absoluto. De hecho, recuerdo perfectamente cómo ya a principios de la década pasada ya me llamaba poderosamente la atención noticias sobre una deslocalización de producción china de bajo valor añadido a la vecina India.

Ahora les parecerá de lo más normal, pero puedo asegurarles que hace casi un par de décadas era algo cuyos titulares llamaban la atención. Una vez entrados en el cuerpo de la noticia, y conociendo como conocemos los mecanismos de nuestros sistemas socioeconómicos, aquella noticia tenía todo el sentido del mundo (conocido) según su concepción actual.

La cuestión era que la noticia explicaba cómo la decisión en Occidente de deslocalizar a China o India se tomaba mayormente por otros factores distintos al coste de la mano de obra, que en ambos casos se consideraba casi residual. En la decisión lo que pesaba era la logística, las conexiones políticas y administrativas, la burocracia, la capacidad de influencia local, la cualificación de los trabajadores, etc.

Pero el hecho es que, aunque para Occidente la diferencia entre pagar (por entonces) 1€/hora a un obrero chino y pagar 60 céntimos a un indio era casi imperceptible. Sin embargo, poniéndonos en el lugar de los empresarios chinos de entonces, deslocalizar producción de (aún más) bajo valor añadido a La India les suponía un irresistible 40% de ahorro en costes de mano de obra. Es la «magia» de los tantos por ciento, que son inevitablemente relativos a la cantidad absoluta inicial de partida.

Y finalizaremos por hoy sin querer entrar a propósito en debates éticos sobre explotación de unos trabajadores etíopes que en el fondo escapan de una hambruna segura o de una sequía más que severa, y sin querer entrar tampoco en justificar a unas multinacionales con unas rentabilidades desde origen que pueden resultar obscenas a más de uno.

Me permito remarcales que hoy me he limitado simplemente a exponerles las cifras en toda su crudeza. No obstante, sí que me gustaría hacerles notar que la vida, y el mundo, dan muchas vueltas, y los que algunos daban en calificar como los «explotados» del ayer pueden perfectamente pasar a ser los «explotadores» de hoy. Y si no, que les pregunten a los etíopes.

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Y esto aplica a cualquiera, pero a cualquiera cualquiera. ¡Quién sabe qué nos aguardará a los trabajadores occidentales dentro de unos años, ni si tendremos patrono chino, indio o quién quiera que sea! Como decía el gran Groucho Marx: «Por favor, paren el mundo que yo me bajo», porque esto gira tan rápido que uno empieza a marearse incluso habiendo ingerido la Biodramina de las décadas de experiencia en los mercados. El mundo nunca dejará de dejarnos boquiabiertos.

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