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DEBATE ACTUAL SOBRE EL ESTALINISMO

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Pepe Gutierrez Alvarez

Valencia, Estado Español

Entre los temas tratados en la última convocatoria del Patronato de la Fundación Andreu Nin (FAN) reunido en Valencia este fin de semana. Seguramente la mayor dificultad que tuvo la crítica de izquierdas al estalinismo fue la existencia de una “estalinofobia” en la que esta crítica se confundía con el anticomunismo, un ángulo de mira que fue debidamente aprovechado por el Imperio.

Esta confusión resultó especialmente complicada bajo el franquismo. Este atribuía a Stalin y al comunismo un rasero demoniaco expresado con todas las leyendas sobre “los agentes de Moscú” o “el oro de Moscú”, tan bien representada por el ministro de Franco, Arias Salgado que aseguraba –seriamente- que Stalin se veía directamente con Belcebú a través de un pozo en Bakú. No es otro punto de vista el que se insinúa en «El círculo del poder» (The Inner Circus, Andrei Konchalevsky/USA-Rusia, 1991), en la que Stalin es representado con patas de macho cabrío. Para sus historiadores el comunismo era simplemente «el imperio del mal», y por tanto su balance, «globalmente negativo». Evidentemente, la apertura de los archivos está facilitando una visión mucho más amplia y rigurosa, igual que lo permitirán mañana la mayor ampliación de las fuentes, con la cuestión se podría repetir en un futuro.

Por otro lado, la mayor documentación no es en sí misma una garantía, ni tiene porque negar otras interpretaciones, algo que, por lo demás a la hora de establecer evaluaciones concretas tampoco hacen sus autores que son por lo general muy respetuosos, y que por ejemplo citaban las de Trotsky como un refrendo de lo que a veces están argumentando, entre otras cosas porque el significado no pasaba por la reencarnación del Demonio sino por una combinación de factores históricos y políticos desastrosos como el aislamiento de la revolución rusa o el abismal derivado de la “cultura zarista” que sobrevivió a través de la burocracia de siempre.

Hasta llegar a desencadenar el terror, Stalin y su base social –cuyos privilegios se establecen en el libro como el factor principal de explicación–, tuvo que pasar por tramos hasta llegar al «gran terror”. Detalles como:

a) el fracaso del Plan quinquenal, de la industrialización forzada;

b) el ascenso de los fascismos, con el consiguiente aumento de la amenaza de intervención exterior, presente en la política británica hasta 1929;

c) la existencia de una ruptura en el interior del equipo dirigente, cuando dos de sus líderes más respetados, Kirov y Lodminaze, trataron de buscar un acuerdo alternativo con las oposiciones.

Aunque el aspecto más “universal” del estalinismo fue la de darle un sentido a la nostalgia religiosa (la URSS como la Meca o Roma), el mitos como el “pueblo elegido” y el “líder providencial”. También a la primacía de la razón “del Partido” por encima de la razón democrática.

Lo cierto es que desde la reunión de la FAN se expresó la intranquilidad provocada por el “rebrote” de un cierto neoestalinismo, no solamente en la tradición comunista sino también Podemos (o incluso la CUP). Obviamente, el debate fue un tanteo que, por supuesto, tendrá continuidad. No en vano estábamos hablando desde una plataforma rotundamente antiestalinista.

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