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La guerra en Siria está lejos de terminarse

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Entrevista a Gilbert Achcar

La guerra en Siria está lejos de terminarse *

Flores en Daraya, 13-2-2018

https://floresendaraya.wordpress.com/

Traducción de Elena Cal

Gilbert Achcar es profesor de Estudios sobre el Desarrollo en SOAS, Universidad de Londres, así como un conocido autor que se centra en Oriente Medio y el mundo árabe (1) Se reunió con Syrian Corner durante la Syria Awareness Week 2018. Achcar postula que el conflicto sirio está lejos de terminar y que para que Bashar al-Assad establezca un nuevo marco político es necesario un acuerdo entre los EE.UU. y Rusia. Achcar dice que el papel de Irán en una futura Siria es uno de los temas clave en juego y analiza la guerra turca contra el PYD, el papel regional de Arabia Saudita, las conferencias internacionales de paz para Siria, las recientes manifestaciones en Irán y la nueva política exterior de EE.UU. para Oriente Medio en la siguiente entrevista.

-Recientemente Assad y Putin declararon que han “ganado la guerra”. ¿Ha terminado la guerra siria? ¿Qué pasará con Bashar al-Assad?

Hay muchas ilusiones en tales proclamaciones: todavía se libran batallas en la región de Idlib y en Ghuta Oriental. Es cierto, sin embargo, que el régimen, respaldado por Irán y Rusia, ahora se ha consolidado y ya no enfrenta una amenaza existencial. En dos ocasiones anteriores estuvo al borde de una enorme derrota, rescatado cada vez por intervención extranjera, primero por Irán, luego por Rusia. Como resultado, el régimen ahora tiene la ventaja militar. Pero cuando digo “régimen”, en realidad me estoy refiriendo al eje Rusia-Irán-Assad, ya que el régimen de Assad por sí solo no habría podido lograr nada de esto. Ni mucho menos, habría sido derrotado hace mucho tiempo.

Además, todavía hay un área muy grande de Siria fuera del control del régimen en el noreste, dominado por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés). Las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo Sirio (YPG) dirigidas por el Partido de la Unión Democrática (PYD) son la columna vertebral del SDF. Controlan una gran parte de Siria, que comprende toda el área al este del Éufrates hasta las fronteras turca e iraquí, y aquí es donde las tropas estadounidenses están realmente involucradas en el terreno. Dos zonas más están bajo el control del YPG y sus aliados: Manbij, al oeste del Éufrates, y Afrín, donde está teniendo lugar la presente ofensiva turca.

-Abordando específicamente el asunto del YPG: Turquía ha comenzado un ataque en la zona de Afrín controlada por el YPG. ¿Representa esto una nueva escalada del conflicto?

Aquí yace una gran contradicción. Durante muchos años, las potencias occidentales han estado siguiendo a su aliado turco, un miembro clave de la OTAN, al etiquetar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como una organización terrorista. En el curso de los años, el ejército turco ha participado en varias ofensivas contra la población kurda en Turquía con el apoyo de los países de la OTAN.

Sin embargo, cuando Estados Unidos decidió combatir al ISIS, tanto en Siria como en Iraq en 2014, no quiso involucrar directamente en la batalla a las tropas estadounidenses en el terreno, sino que proporcionó apoyo aéreo y material a las fuerzas locales. Por lo tanto, descubrió que el mejor aliado posible en esta batalla en Siria desde una perspectiva militar serían las fuerzas kurdas. Washington alentó la creación del SDF, con la inclusión de los árabes sirios que en su mayoría pertenecen a la región bajo el control de SDF, por lo que Estados Unidos no parece estar involucrado en una lucha étnica del lado de la minoría kurda. Como todos saben que PYD/YPG están estrechamente vinculados al PKK, esta alianza creó una paradoja política. En la lucha contra el ISIS, EE.UU. confió en una fuerza que está vinculada a un movimiento político oficialmente etiquetado como “terrorista” por Turquía y sus aliados de la OTAN, incluido Washington. Como era de esperar, esto ha irritado enormemente al estado turco, indignado al ver a Estados Unidos cooperando con su enemigo público número uno.

Esto se agudizó aún más por el hecho de que Erdogan había sufrido un fuerte viraje nacionalista en 2015 cuando su partido, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), perdió la mayoría parlamentaria. Esto se debió a un aumento en los votos obtenidos por una coalición de izquierda en la cual el movimiento kurdo jugó un papel central, pero también se debió, y es más importante, a perder votos de los nacionalistas turcos de extrema derecha. Ante esta situación, Erdogan reanudó la guerra contra los kurdos después de años de hacer las paces con el movimiento kurdo, recurriendo a provocar al nacionalismo turco. La postura conservadora islámica de su discurso no cambió, pero se produjo un nuevo cambio en la dirección del nacionalismo turco y una nueva ofensiva contra los kurdos. Erdogan organizó una segunda elección cinco meses después, en la que su partido recuperó una mayoría parlamentaria. Actualmente, el AKP está en alianza con el principal partido nacionalista turco de extrema derecha.

Básicamente, esta postura de Erdogan lo puso cada vez más en un rumbo de colisión con Estados Unidos. Las tensiones con la administración Obama aumentaron. Erdogan apostó por un tiempo por la administración Trump. Donald Trump prometió dejar de apoyar a las fuerzas kurdas en Siria. Sin embargo, el Pentágono lo contradijo, ya que las fuerzas kurdas han demostrado que son excelentes combatientes y han sido fundamentales en la derrota de ISIS.

El Pentágono considera al SDF como la carta principal que tienen hoy en Siria. Saben que si cortan los lazos con el SDF, el régimen de Assad y las fuerzas dirigidas por Irán inevitablemente intentarán recuperar la vasta área estratégica al este del Éufrates. Dado que Estados Unidos está decidido a contener la expansión de Irán en la región, el Pentágono no ve otra opción que apoyar a las fuerzas sirio-kurdas y el sostén continuo al SDF. Aquí es donde radica la fricción.

Erdogan está actualmente atacando la región de Afrín de mayoría kurda en el noroeste de Siria. Esta región no desempeñó ningún papel en la lucha contra ISIS y, por lo tanto, no preocupaba a los EE.UU. No hay tropas estadounidenses en la zona. Pero Erdogan amenazó con volverse contra Manbij, donde el SDF está respaldado por la presencia directa de Estados Unidos sobre el terreno. Rusia renovó la intervención turca en la región de Afrin, retirando de allí a sus propias tropas. Su objetivo es exacerbar la brecha turco-estadounidense.

Toda esta situación es aún más complicada, y aquí es donde podemos volver a conectar con la pregunta original: lo de Siria está lejos de haber terminado. Cualquier “misión cumplida”, como Bush anunció descuidada e imprudentemente poco después de la ocupación de Iraq y como Putin ha proclamado dos veces sobre Siria, es meramente una ilusión. Nada está resuelto en Siria. El régimen de Assad, incluso con el apoyo de Rusia, no tiene la capacidad de controlar el país. Necesita a Irán. Sin embargo, la presencia de Irán en Siria es inaceptable tanto para Estados Unidos como para Israel.

-¿Si Turquía derrota a las fuerzas kurdas, estaría dispuesta a ir tan lejos como para ocupar Manbij?

De hecho, el tema es complejo sin duda, y lo que está sucediendo ahora es bastante revelador. Para las fuerzas turcas sería bastante difícil permanecer en la región de Afrín durante mucho tiempo, incluso si logran ocuparlo, ya que quedarían bajo permanentes ataques. Además, estarían involucrados en la guerra en un territorio extranjero, sin la excusa de haber sido invitados por el gobierno oficial a diferencia de las fuerzas de Irán y Rusia.

Erdogan está jugando con fuego. Ha asumido un gran riesgo con esta operación. Enfrentando el descontento incluso dentro de su propio partido, está usando este impulso nacionalista para consolidar su poder. Pero un revés militar podría costarle caro.

-¿Bajo qué circunstancias Irán dejaría Siria?

A Irán habría que obligarle a irse. Esto podría suceder si hay un acuerdo ruso-estadounidense, en la forma de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que estipule que, sobre la base de un acuerdo político que se alcanzaría en Ginebra, todas las tropas extranjeras que ingresaron a Siria después de 2011 (excluyendo las rusas que ya estaban en Siria mucho antes de ese año) deberían abandonar el país.

Sería difícil para Irán decir “no”, especialmente si el régimen sirio es parte de ese trato. Si tuviera que elegir, Assad no optaría por Irán en vez de Moscú. Moscú cuenta con las fuerzas del régimen sirio sobre el terreno, mientras que Irán está ocupando el terreno. Teherán no le permitiría al régimen sirio el mismo margen de autonomía que Moscú. Agregue a eso que el régimen iraní es ideológicamente bastante diferente del régimen sirio. El régimen sirio ha sido descrito por muchos como un baluarte contra el fundamentalismo islámico a pesar de que está apoyado en el terreno por las fuerzas fundamentalistas islámicas dirigidas por Irán. Eso también es parte de la complejidad de esta situación.

En Irán ha habido manifestaciones importantes desde el 28 de diciembre del año pasado. ¿Qué influencia pueden tener sobre la intervención de Irán en Siria?

Si el movimiento hubiera continuado y continuara expandiéndose, podía haber creado una situación que obligase al régimen a reconsiderar su intervención en Siria, que fue condenada por los manifestantes. Pero el movimiento amainó y fue sofocado, y el régimen vuelve a tener el control. Vemos, sin embargo, un aumento en la tensión entre los dos sectores del régimen. El ala reformista representada por el presidente iraní Rouhani está tratando de reducir al sector de línea dura de la Guardia Revolucionaria (Pasdaran), argumentando que este último y sus intervenciones extranjeras son una carga para la economía iraní.

Si la inestabilidad social se reanuda, las cosas pueden cambiar, pero por ahora el régimen tiene el control total. Además, Siria es una carta importante en el enfrentamiento de Teherán con la administración Trump, que amenaza con cancelar el acuerdo nuclear. Tal movimiento jugaría en manos de los intransigentes y, por lo tanto, alentaría la continuación de la expansión de Irán como un movimiento contrario a la presión estadounidense.

-¿Cree que la Unión Europea (UE) debería tener un papel más importante en criticar a Turquía por el ataque contra los kurdos?

A nivel mundial y con respecto a cuestiones políticas y militares, la UE no ha actuado independientemente de los Estados Unidos. Hasta ahora, se ha comportado principalmente como un apoyo de los Estados Unidos. Con la administración Trump, esto se ha convertido en un problema para Europa porque es la primera vez que hay un presidente de Estados Unidos tan contrapuesto a la tradición política de Europa y tan cercano a la extrema derecha europea. La administración Bush tuvo problemas con algunos gobiernos europeos, como Francia y Alemania, que se opusieron a la invasión de Irak debido a sus diferentes intereses. Pero el gobierno del Reino Unido de Tony Blair, por ejemplo, estaba completamente involucrado del lado de Bush.

Respecto a Palestina, ha habido una cristalización de una opinión diferente de la UE, razón por la cual el Presidente de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), Mahmoud Abbas, intenta ahora que los europeos reconozcan al estado palestino. Respecto a Irán también hay divergencias abiertas entre los europeos y la administración Trump. Los gobiernos europeos estaban bastante contentos con la política de Obama que llevó al acuerdo nuclear con Irán, que Trump considera el peor acuerdo jamás alcanzado por los EE.UU. Si Trump rescinde el acuerdo nuclear, creará una crisis abierta en las relaciones entre EE.UU. y Europa. Por lo tanto, Palestina e Irán, por el momento, son dos cuestiones polémicas en las que existe un marcado contraste entre los EE.UU. y la UE. Sin embargo, en la cuestión siria no hay puntos de vista opuestos entre Europa y los Estados Unidos. En Siria, la UE no ha mostrado una postura independiente hasta el día de hoy.

-Teniendo en cuenta que el conflicto no ha terminado, ¿cree que hay alguna posibilidad de reconstrucción, como está pidiendo Assad?

De nuevo, eso es una ilusión. La propia Rusia ha pedido en varias ocasiones a la UE que financie la reconstrucción de Siria. Tienen mucho valor porque Rusia se ha asegurado una posición por la cual, si hubiera una reconstrucción de Siria, jugaría un papel clave en ella. A Moscú le gustaría que los europeos financiaran la reconstrucción de Siria con compañías rusas apropiándose de la mayor parte de los contratos. Pero esto no sucederá porque los europeos no desembolsarán dinero sin una luz verde estadounidense, lo que no se dará hasta que Washington esté convencido de que Irán no aprovechará la situación. Bajo las condiciones actuales, Irán también tendría necesariamente asegurado una parte importante del mercado. Por ello, la reconstrucción no estará realmente en la agenda hasta que se resuelva todo este rompecabezas político.

Rusia está tratando de establecer un marco político de posguerra para Siria. Comenzaron a hacerlo a fines de 2016, poco antes de que Trump inaugurara su presidencia. Esperaban que cumpliera su promesa de nuevas relaciones con Rusia, pero por el momento esto no está sucediendo ya que el establishment en Washington reaccionó con una posición fuertemente anti-rusa. En cualquier caso, Trump no llegará a ningún acuerdo con los rusos a menos que acepten dejar de cooperar con Irán en Siria y expulsar a sus fuerzas del país.

Para Trump, el escenario ideal sería llegar a un acuerdo con Putin, confiar a los rusos que se hagan cargo de Siria con la condición de que expulsen a Irán. A cambio de eso, Estados Unidos podría eliminar las sanciones a Rusia y otorgarle algunas concesiones en Europa. Pero esto evidentemente no está en el horizonte por ahora.

-¿Crees que alguna de las conversaciones en Sochi y Ginebra cambiará algo en Siria?

Estas conversaciones tratan de las condiciones de un acuerdo político. Sabemos más o menos cómo se producirá: un período de transición, una nueva constitución, nuevas elecciones, todo esto con Assad permaneciendo en el poder y compitiendo en una nueva elección presidencial, por lo que no hay mucho que esperar de nuevo en ese sentido. Moscú y Assad proclaman que están dispuestos a tener observadores internacionales que monitoreen las nuevas elecciones. Podrían estar apostando por la victoria de Assad en unas elecciones presidenciales libres en la Siria actual, porque el régimen de Assad es un bloque, mientras que la oposición está muy dividida. El caos en la oposición puede dar al régimen de Assad la suficiente confianza como para experimentar ese escenario.

Sin embargo, para que se produzca tal solución, primero es necesario un acuerdo internacional. En las conversaciones de Sochi patrocinadas por Moscú sólo participaron Rusia, Turquía, Irán, el régimen sirio y una parte desacreditada de la oposición siria. En las conversaciones patrocinadas por la ONU en Ginebra están involucrados Estados Unidos y Europa. No veo que los Estados Unidos acepten un acuerdo que no estipule la retirada de todas las tropas extranjeras que ingresaron en Siria después de 2011. En otras palabras, los Estados Unidos dirían: “Estamos dispuestos a abandonar Siria siempre que las fuerzas iraníes también se vayan”. Es por eso que EE.UU. se está quedando actualmente en la región al este del Éufrates. El mensaje de Washington a los rusos es: “Dejaremos Siria si os deshacéis de los iraníes, de lo contrario no lo haremos”.

La visión de Trump del conflicto es diferente de la de Obama. Está tratando de aislar a Irán y ha reconocido a Jerusalén como la capital del estado israelí. ¿Por qué son diferentes sus políticas y qué implicaciones tendrá la política de Trump para la región?

Aquí se presentan diferentes problemas. Cuando se trata de Israel, Trump atiende a una audiencia específica: los evangélicos y otros cristianos sionistas, que constituyeron una gran parte de la circunscripción republicana bajo Bush y siguen siendo una parte importante de la base de votantes de Trump. Mike Pence, el vicepresidente de Estados Unidos, es el representante de este sector. Incluso está superando a su propio jefe en el discurso pro-israelí. Por el contrario, no hay consenso sobre este tema dentro del establishment más amplio de los EE.UU. Incluso entre el séquito de Trump hay personas descontentas con su postura sobre Jerusalén, que es muy ideológica. El único problema sobre el que hay consenso en la administración es una actitud dura hacia Irán, pero esto ni siquiera incluye el abandono del acuerdo nuclear.

-¿Sigue desempeñando el régimen saudí un papel decisivo en el conflicto sirio, especialmente con respecto a Irán?

Trump alentó mucho a los gobernantes saudíes a que escalasen las hostilidades contra Irán. Han sido muy torpes en el manejo de episodios como el de presionar a Qatar o el de la renuncia forzada del primer ministro libanés, Saad Hariri, que terminó en un fiasco. Los gobernantes saudíes no tienen una estrategia propia con respecto a Siria, se alinean detrás de los Estados Unidos. Los remanentes de la oposición siria vinculados a ellos se han debilitado mucho. Por lo tanto, la influencia general de Riad en Siria se ha debilitado mucho. Su principal preocupación es contener a Irán y hacerles retrocedes, y para eso sólo pueden confiar en Washington.

* Original publicado en inglés en:Syrian Corner:  https://medium.com/stories-soas/the-war-is-far-from-being-over-in-syria-17937139ac29

Nota de Correspondencia de Prensa

1) Autor entre otros libros de “Le choc des barbaries” (El choque de las barbaries), Éditions Complexe, París, 2002; “L’Oriente Incandescent. Le Moyen-Orient au miroir marxiste” (El Oriente Incandescente. El Medio Oriente en la mirada marxista), Éditions Page deux, Lausanne, 2003; “La guerra de los 33 días. Israel contra Hezbolá en el Líbano y sus consecuencias”, con Michel Warschawski, Icaria, Barcelona, 2006; “Estados peligrosos. Oriente Medio y la política exterior estadounidense”, con Noam Chomsky, Paidós, Barcelona, 2007; “Le peuple Veut. Une exploration radical du soulèvement árabe” (El pueblo Puede. Una exploración radical del levantamiento árabe), Sindbad/Actes Sud, París, 2015.

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