(APL) Pocas fotos como esta existen, sino la única, que provoquen tanta tristeza en nosotros, justamente la del rostro de tantas bellas sonrisas. Hoy, diversas publicaciones hablaron sobre los 49 años de “la caída en combate” del comandante Ernesto Che Guevara. No compartimos esa visión. Sí, la desolación, el odio y la rebelión que nos hermana a todxs. El Che fue herido en batalla desigual el 8 de octubre de 1967, capturado, detenido oficialmente por el Ejército Boliviano y, por estrictas ordenes de la CIA, fue ejecutado con alevosía, desarmado e inmovilizado, un día después. Antes de partir, desplegó una vez más su valor moral inconmensurable. El militar que iba a matarlo revelaría anos después que: “En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se me echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo.” Las manos del militar temblaban como su arma. “¡Pongase sereno y apunte bien. Va usted a matar a un hombre!”, le lanzó a su asesino en la localidad de La Higuera. El verdugo, jefe de la compañía Ranger, era uno de los 1.500 hombres que el destindos a combatir a la guerrilla de Guevara, que luchaba en la montaña y la selva para derrocar a la dictadura militar del general René Barrientos. Hoy, como entonces, la CIA es repudiada por todos los luchadores del mundo. Hoy, como será eternamente, los valores de Guevara cobran más firmeza en lxs combatientes de todo el planeta, aunque no lo conocieron y ni siquiera entendían su lengua. Nada de eso hace falta para vivir, luchar y si el caso llega, morir por las convicciones que pródigamente el Che supo derramar a lo largo de su vida y a la hora de su vil asesinato. ¡Hasta la victoria siempre, querido comandante!