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Ecuador – Atrincherados

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Intrigas políticas en el partido de gobierno de Ecuador

La apuesta correísta por desplazar al mandatario Lenín Moreno de la presidencia del partido Alianza País fracasó, pero dentro del partido gobernante se sigue librando una guerra de posiciones entre los seguidores del ex presidente Rafael Correa y su sucesor. Mientras tanto, en Ecuador se habla más de intrigas partidistas y menos de política.

Decio Machado

Brecha, 10-11-2017

https://brecha.com.uy/

La guerra de posiciones, también conocida como guerra de trincheras, si bien fue utilizada como táctica militar en la guerra de secesión de Estados Unidos y en la guerra ruso-japonesa, adquirió su protagonismo mundial a partir del fracaso de la ofensiva relámpago iniciada en Europa por los alemanes en 1914. La estrategia militar de frentes estables inmovilizó durante años a los ejércitos en líneas de trincheras. Este nuevo escenario bélico propició una guerra de desgaste, produjo un elevadísimo número de bajas y arruinó la moral de los soldados que se vieron obligados a luchar durante años en penosas condiciones.

En los párrafos más legendarios de sus Cuadernos de la cárcel, Antonio Gramsci reflexionaría sobre estas estrategias de guerra, posición y maniobra –defiendo a esta última como el asalto–, entendiendo al Estado como apenas una trinchera avanzada más del conjunto de fortificaciones de los sectores populares en su lucha por la hegemonía. Gramsci tuvo que releer a Maquiavelo para entender que la hegemonía es la capacidad orgánica de los sectores dominantes para convencer a las mayorías sociales de aceptar los relatos que justifican y explican el orden político.

La guerra de posiciones, la disputa por la hegemonía y parte del pensamiento estratégico de Gramsci con respecto al funcionamiento del poder y el Estado moderno volvieron a tomar actualidad en la disputa política existente en Ecuador.

A finales del pasado octubre la facción hard de seguidores del ex presidente ecuatoriano Rafael Correa dentro del partido gobernante, Alianza Pais –que controla una parte importante de la directiva nacional de dicho partido–, determinó unilateralmente y de forma no reglamentaria retirar al presidente de Ecuador, Lenín Moreno, de la presidencia de su agrupación política y posicionar en su lugar a Ricardo Patiño (quien ejercía como segundo vicepresidente del partido; el primer vicepresidente está preso, investigado por corrupción). El objetivo era hacerse fuertes en las trincheras del aparato del partido oficialista con el fin de obstaculizar las reformas emprendidas por el actual mandatario y su equipo ministerial.

Sin embargo, apenas unas horas después, varios miembros del gabinete presidencial y del buró político de Alianza Pais rechazarían públicamente dicha decisión, definiéndola como arbitraria y antidemocrática. Ante la confusión generalizada de la militancia, simpatizantes y redes clientelares del partido político hegemónico en Ecuador, el Tribunal de Garantías Penales dejó –de forma inmediata– sin efecto la decisión adoptada por la directiva nacional del partido, prohibiendo al Consejo Nacional Electoral inscribir al ex ministro correísta Ricardo Patiño como nuevo presidente de Alianza Pais.

Orígenes de la intentona

El enfrentamiento entre correístas y morenistas en el partido gobernante tiene su origen prácticamente en el mismo día de la investidura del presidente actual, Lenín Moreno.

Pese a que Moreno fue parte del binomio presidencial de Rafael Correa en las elecciones de 2006 y de 2009, ejerciendo durante ambas legislaturas como vicepresidente de la república, en la actualidad el ex mandatario ecuatoriano es el principal opositor de su gobierno. En la guerra de trincheras dentro de Alianza Pais y en los distintos frentes institucionales, mientras los partidarios de Moreno han trazado una política de reformas que conlleva una narrativa autocrítica respecto de determinadas políticas públicas aplicadas durante la anterior legislatura y la apertura de procesos de investigación sobre distintos casos de corrupción institucional, los correístas intentan derrumbar la figura del presidente posicionándolo como un traidor que se ha aliado con la derecha.

En esta pulseada que se viene dando en los poco más de seis meses de mandato de Moreno, el correísmo –al menos hasta ahora– aparece como claro perdedor. Mientras el actual mandatario ostenta elevados índices de popularidad, la figura de Rafael Correa –quien dejó una economía nacional en recesión– se ha visto seriamente deteriorada, mientras se destapan cada vez más casos de corrupción entre sus colaboradores cercanos.

El último movimiento táctico del presidente Moreno fue convocar a una consulta popular sobre siete propuestas, entre las cuales se destacan la anulación de la enmienda constitucional –realizada en la última etapa correísta– que permite la reelección indefinida del presidente de la república, buscando imposibilitar que Rafael Correa sea candidato presidencial en las próximas elecciones; y la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social –organismo estatal compuesto por personalidades afines al ex mandatario–, abriendo la posibilidad de evaluar el desempeño de las autoridades en organismos de control del Estado, y cesarlas.

De ser aprobadas estas dos reformas –y todos los sondeos de opinión hasta el momento así lo indican–, el correísmo sufrirá un vaciamiento completo de poder y se anularía cualquier posibilidad futura de una rearticulación política de esta tendencia.

Y el movimiento de los sectores correístas dentro de su organización política, buscando la destitución y posterior expulsión de Lenín Moreno del partido, se debe justamente a la iniciativa del actual gobierno de llevar a cabo dichas reformas. En paralelo, esta fracción política está presionando a la Corte Constitucional –cuya composición viene del período anterior y tiene clara afinidad con Correa– buscando que dichas preguntas no sean viabilizadas. De igual manera los correístas en la bancada oficialista, buscan bloquear las iniciativas políticas provenientes del Ejecutivo y el juicio político contra el encarcelado vicepresidente Jorge Glas.

Juego de estrategias

Sin fuerza política y apoyado ya tan sólo por un sector de voto duro identificado con sus postulados, el cual se estima entre el 20 y el 23 por ciento del electorado, el correísmo es consciente de que el tiempo juega en su contra.

El diseño estratégico del correísmo para intentar destituir a Moreno consistía en generar una crisis política dentro de Alianza Pais que desembocase en una convención nacional extraordinaria, la cual, con Rafael Correa a la cabeza, permitiese recobrar las riendas de su partido y la hegemonía perdida en la política nacional. Sin embargo este movimiento político, creado apenas seis meses antes de su primera victoria electoral en 2006, y sin bases políticas en aquel entonces, se construyó verticalmente a la sombra del poder, con cuadros y caciques políticos de perfil arribista, y fuertemente enraizado en la tradicional política clientelar ecuatoriana, elementos que dejaron de ser funcionales al correísmo una vez que el ex mandatario abandonó la poltrona presidencial.

Los resultados de este último pulso político han sido devastadores para Rafael Correa: los morenistas anunciaron públicamente que 44 de los 75 asambleístas que conforman la bancada oficialista en la Asamblea Nacional se alinearon con Lenín Moreno, lo que vino a significar que Correa perdió el control del Legislativo, mientras que la mayoría de las direcciones provinciales del partido han manifestado su rechazo a la resolución de la directiva nacional y su apoyo a Lenín Moreno.

Pese a ello, Ricardo Patiño, principal operador político de Correa en el país mientras éste sigue residiendo en Bruselas, anunció la pronta llegada del ex mandatario a tierras ecuatorianas, previendo que los principales dirigentes correístas que participaron en esta movida podrían ser expulsados por la Comisión de Ética y Disciplina de Alianza Pais.

Si Rafael Correa vuelve en los próximos días a Ecuador posiblemente no será para restablecer su liderazgo en el partido que fundó –ya que las trincheras del correísmo en él y en diferentes instituciones han quedado sumamente debilitadas–, sino para liderar la conformación de una nueva organización política buscando confrontar políticamente con el actual gobierno y oponiéndose a la consulta popular.

Riesgo de desgaste

El presidente, Moreno, ha sabido rentabilizar políticamente su distanciamiento de Correa, planteando la necesidad del diálogo y el consenso en una sociedad que había quedado fuertemente polarizada, y llevando la bandera de la lucha contra la corrupción. No obstante, la capacidad de ejecución política del gobierno ha sido limitada: aún no se sabe cuál es la hoja de ruta de esta legislatura. Y al tratarse de un presidente cuya popularidad se basa únicamente en el discurso, esto comienza a generar ciertas desconfianzas en la sociedad.

Por su parte, tanto Rafael Correa como sus operadores en el gobierno y en Alianza Pais buscan articular su estrategia en torno al miedo ciudadano de una posible vuelta de Ecuador al pasado, algo ya utilizado campaña tras campaña electoral durante la última década.

Se trata de un argumento poco consistente si se toma en cuenta que actualmente en Ecuador la oposición política a Alianza Pais no existe. Hace tiempo que ésta ha quedado sin espacio en el tablero de juego nacional. De igual manera, los movimientos sociales y el indígena en particular se han quedado sin voz. Tras diez años de persecuciones y criminalización de la protesta social, éstos se encuentran actualmente inmersos en negociaciones con un gobierno que al menos se dispone a escucharlos.

Así, el panorama político a mediano plazo en Ecuador apunta como desolador. Mientras Alianza Pais se autodestruye, ni la oposición conservadora ni la izquierda tradicional son capaces de posicionar alternativas con cierta legitimidad social. A su vez, el electorado es incapaz de distinguir entre las categorías políticas tradicionales de izquierda y derecha, pues luego de una década de un discurso institucional revolucionario, adornado con viejas canciones reivindicativas y loas a múltiples mitos revolucionarios, resultó que los grupos económicamente más beneficiados por el régimen fueron los de siempre, mientras la sociedad sigue estando muy desequilibrada a favor de los históricamente privilegiados. Se denota así un hastío creciente por la política tradicional en sectores cada vez más amplios de la sociedad, por lo cual la política ya no se discute en términos de izquierda-derecha.

Por su parte, la incapacidad de renovación en los liderazgos históricos de los movimientos sociales ecuatorianos sigue mermando la posibilidad de nuevas formas de intervención, la articulación de un discurso diferenciado y el reposicionamiento de lo no institucional en el ámbito de la política, quedando ésta limitada a las luchas de poder entre estructuras partidistas, que se disputan el control de unas instituciones que no están diseñadas para transformar la sociedad, sino más bien para resistir los cambios que en la actualidad ésta demanda.

No circulan ideas novedosas en la política ecuatoriana, y no se está alimentando intelectualmente a una sociedad que busca, sin encontrar, estilos diferentes de ejercer y actuar en política.

Con tales condiciones es fácil prever que, ante la ausencia de alternativas creíbles, si el actual gobierno no es capaz de concretar políticas exitosas que dinamicen la economía nacional, generen empleo digno y revitalicen la capacidad adquisitiva de las grandes mayorías, Ecuador estará inmerso durante la actual legislatura en una nueva crisis de representatividad.

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