El sacerdote Felipe Berríos, al ver el informe médico de los cuatro comuneros mapuche que llevan más de 100 días de hambre en la cárcel de Temuco acusados por el «Caso Iglesias», no dudó en acudir al llamado que le hicieron para mediar en el conflicto. Acá relata su visita, llama a «reescribir la historia» de Chile y el pueblo mapuche y además hace un balance de cómo ha sido este 2017 para él.
Yo he ido a otras prisiones y cárceles de seguridad, pero me sorprendió el trato amable en la cárcel de Temuco. Entre los adornos dieciocheros, me permitieron entrar a juntarme con la “sección de los presos mapuche”. Siendo que en la cárcel hay muchos mapuche, se refieren así a los que están involucrados en los casos más emblemáticos.
Nos reunimos en una sala más o menos grande, con camarotes, y nos juntamos en un semi círculo a conversar. Había personas relacionadas al caso Luschinger Mackay y también a otros casos que ya habían tenido sentencia. Todo fue muy surrealista, ya que mientras conversábamos había un televisor encendido, con volumen bajo, transmitiendo el Te Deum. Era muy fuerte tanto lo que conversábamos como lo que aparecía en pantalla. Daba mucho que pensar.
En un principio la conversación fue un poco fría, pero de a poco nos fuimos soltando. Me hablaron de su lucha como pueblo y, como yo era sacerdote, hicieron mención de que a su tierra había llegado la espada junto con la cruz. Era un grupo muy preparado y leído. Me decían que ellos sentían que la iglesia católica, y sobre todo la evangélica, miraba a sus machis como brujos y sus guillatunes con cierta suspicacia, algo que iba matando el alma a la cultura mapuche.
Mientras ocurría esto, en la pantalla aparecían unos mapuche estereotipados llevando ofrendas al Te Deum. Luego apareció monseñor Ezzati hablando, y uno de los presos me dijo que había intentado dialogar con él en un conflicto anterior cuando era arzobispo de Concepción. Se quejaron también de esta mesa de diálogo del gobierno donde está monseñor (Héctor) Vargas y algunos representantes de las comunidades mapuche. Señalaron que no se sentían representados y se quejaban de que esos mapuche estuvieran en la mesa de diálogo.
Yo les dije que eso también ha pasado en la iglesia y en la historia. Sacerdotes que se la han jugado por la causa mapuche, como el padre Luis de Valdivia, como otros que no. En todas partes hay distintas visiones.
Me hicieron ver que lo que se podía ver como un hecho violento también podía verse como acciones reivindicativas de un pueblo que aún lucha por su cultura y su independencia. Dijeron que han sido pasados a llevar y que están luchando por recuperar su dignidad.
Después de ese interesante diálogo, nos fuimos en grupo aparte con los cuatro comuneros asociados al Caso Iglesias. Hace un año y tres meses están en prisión preventiva, algo que es como si ya fuera una sentencia. Si esto hubiera sido un atentado con un sistema de relojería o un sistema sofisticado, una cosa coordinada, se entendería, pero son más bien atentados simples en su ejecución, entonces un año y tres meses de investigación es mucho.
Yo había visto fotos de ellos, y dos eran bastante macizos, por lo que no se les notaba tanto la pérdida de peso. Pero los otros dos, Benito y el menor Pablo, se veían más delgados, con dolores musculares y otras consecuencias de la huelga de hambre. Lo que me decían los médicos era que como se trataba de gente joven, algunos aguantaban, pero la baja de peso brusca en un momento como el que están viviendo puede significarles una descompensación y, con ello, la muerte.
El equipo del Colegio Médico y de Derechos Humanos realmente realizó un trabajo muy profesional, aplicando el Protocolo de Estambul, eso ha ayudado mucho. Ahora, dentro de ese protocolo, no puedes obligar a una persona a comer.
Ellos estaban bastante desesperanzados y repetitivos con la idea de que se van a morir, que no dejarían la huelga. Nosotros sosteníamos que tomaran ciertas vitaminas, algo que no significa dejar la huelga, pero sí cuidar el cerebro. Pero ellos están muy cerrados a eso, sobre todo Benito que en cierto modo es el jefe. Lo que más repetía era que se iban a morir y no iban a ceder. Sienten que están abandonados, desconfían de todo y han señalado que valen más muertos que vivos.
Me decían que el Ministerio Público está más dedicado al caso Luschinger Mackay que a ellos, por eso se sienten abandonados. Ese caso también demoró en iniciar su juicio, pero ha tenido más publicidad, algo que ayuda un poco cuando te sientes olvidado.
Yo les hice ver que estaba respondiendo a su llamado como mediador y que iba a transmitir esto a las autoridades. A veces daba la sensación de que teníamos un diálogo, pero luego volvían a insistir en que se iban a morir y que no había salida.
Tras el encuentro, he recibido distintos llamados de gente que me quiere explicar más o dar más antecedentes. Yo les digo que no quiero recibir más explicaciones, porque no soy juez ni defensor, sino que vengo a escuchar y transmitir.
En ese rol, nos juntamos después con el intendente subrogante (Ricardo Chancerel), que hay que agradecer que nos recibiera siendo que era 18 y estaba con el Te Deum de Temuco y otras actividades. Le hablé de la visita que había hecho y le hice ver que mi visión a lo mejor difería un poquito a la de Gendarmería. Pedí que ojalá hubiera un diálogo con ellos o con las familias, ya que creía que la situación era grave y era apremiante.
Él nos pidió que apenas el Colegio Médico terminara el informe esa noche, se lo hicieran llegar y él iba a enviarlo directo a las autoridades de más arriba. Yo creo que quedó preocupado.
Después nos juntamos con las familias de los comuneros, que también están muy firmes de que ellos tienen que seguir con la huelga. Les pedíamos que nos ayudaran a tratar de que por lo menos tomaran algunas vitaminas que les protejan el cerebro, pero decían que no, que respetaban lo que ellos decidieron aunque les costara la muerte.
El problema del Estado de Chile con el pueblo mapuche lo he explicado siempre usando una imagen. Es como si yo fuera a comprar un auto a un local establecido y luego lo cuidara. Me muero y se lo paso a mis hijos, mis hijos lo siguen utilizando y cuidando. Esos serían los colonos chilenos y extranjeros, y de repente llega una persona y me dice “dame el auto, este auto es mío”. Uno se defiende diciendo que lo compró legalmente, pero te dicen que el auto era robado.
La persona de la venta es el Estado de Chile. Los dos reclaman cosas que son justas, pero el Estado abusó de los terrenos y abusó también de la cultura mapuche. Y ahora están implicados también los colonos, tanto chilenos como extranjeros, que durante años han trabajado la tierra y han generado un lazo afectivo. Hay un tema que resolver y para eso hay que reconstituir la historia.
No se nos puede olvidar que de todos los pueblos originarios de América, los únicos que fueron reconocidos como pueblo por la Corona, que tuvieron fronteras e incluso embajador, fue el pueblo mapuche. Eso también le da otro peso.
Tenemos que primero sentarnos, releer lo ocurrido sin pasión, hacer una reparación y empezar a conversar profundamente sobre la autonomía del pueblo mapuche, como se ha hecho en otros países como Canadá.
Todos los chilenos tenemos una responsabilidad de reconstruir la historia. El conflicto no es el conflicto mapuche, sino del Estado de Chile, del que todos hemos tomado parte, a veces siendo ignorantes en la historia y quedarnos con lo que se nos enseñó desde chicos. Hoy es el momento de reescribirla para luego ver cómo se va a delante tomando en cuenta los abusos que ha habido.
Yo espero y rezo para que esto se resuelva. No digo que no se aclare judicialmente un atentado grave como es quemar un templo evangélico con gente dentro que estaba haciendo el culto, algo que no puede quedar impune porque es gente que ha sido dañada en su religiosidad y se ha abusado de ello. Pero yo espero que se haga con una visión más amplia, donde entren la parte de la justicia, la parte política, la parte comunicacional y que se apuren, porque es una injusticia que no se apure, porque se está sentenciando antes de juzgar.
Solo espero que no hayan muertes y se resuelva cívicamente.
El 2017 y la “agenda valórica”
Este ha sido un año positivo. La sociedad chilena está dando un paso de mayor madurez, de mayor participación y democracia. Pero esto genera tensión y, por eso, ha conllevado un ambiente muy agresivo, de mucha descalificación, de creer que somos todos ladrones y todos corruptos.
Yo no creo que sea así, sino que ahora estamos tomando consciencia de que hay actos que son delictivos y que antes se les denominaba eufemísticamente de otra manera. La corrupción más grande que tiene Chile sigue siendo la desigualdad económica y de oportunidades.
También estamos aprendiendo a vivir en un país que tiene un Estado laico, lo que es muy bueno. No significa que sea un Estado amoral o antirreligioso, sino que garantiza la pluralidad de sus habitantes y eso, aunque algunos lo vean como un deterioro moral, es bueno.
Cuando yo apoyo la despenalización en las tres causales, no estoy apoyando el aborto ni estoy tratando de asesino a los que piensan distinto, sino que yo entiendo que hay situaciones delicadas que no se pueden penalizar.
Me molesta mucho el término “agenda valórica” porque también son valóricas otras cosas. Que haya gente viviendo en un campamento, ganando lo mínimo, teniendo que vivir endeudado, con mal acceso a la salud, eso también es valórico. La injusticia social es lo principalmente valórico. Pero como sociedad le llamamos “valórico” a los temas sexuales/matrimoniales, algo que me molesta.
Ante las elecciones, ya dejamos atrás la etapa en que uno votaba por quién era el más simpático o quién era el que me iba a arreglar la plaza del barrio. Ahora nos estamos enfrentando más bien a una elección donde uno ve cuáles son los proyectos de raíz que van a presentar, en qué clase de sociedad quiero vivir.
Ha sido interesante el apriete que ha hecho el periodismo a través de los programas de debate. A veces parece que estuvieran más o menos que fusilando a los candidatos, pero es interesante porque los están apretando en los temas que la gente quiere que se definan y no que ellos digan lo que quieren decir.
Los partidos políticos hoy están desarmados, pero eso hará que sea una elección complicada e interesante.