por Leopoldo Lavín Mujica
EL CLARÍN DE CHILE
A menos de un giro mayor de timón en la campaña, el Frente Amplio decepcionará. Éste adoptó como política programática la moderación para captar votos de las llamadas “clases medias”, sociológicamente definidas a partir de una esencia conservadora y ganada definitivamente a la versión de Carlos Peña, Lagos y Piñera de la modernidad capitalista y del ciudadano-consumidor soberano y feliz.
La alianza con la clase trabajadora que se exprese en un discurso que la convoca no existe, porque la dirección del FA es de carácter pequeño burguesa. No la ven como estratégica. La dirección del FA no traduce en políticas y propuestas concretas la retórica anti-neoliberal. Es refractaria a plantear incluso el tema del control democrático ciudadano o de trabajadores en la empresa: lo que se designa como la “democracia radical” o autogestionaria.
La falta de empuje es el corolario de las tesis de Carlos Ruiz de Izquierda Autónoma respecto a las clases medias. La coalición de partidos hegemonizada por Revolución Democrática, el Movimiento Autonomista y la Izquierda Autónoma contribuye así a consolidar la percepción de que éstas son, salvo un sector más consciente, proclives al neoliberalismo y que sólo piensan a corto plazo. Por eso hay que ir despacito.
En las primarias del Frente Amplio, con Beatriz Sánchez, triunfó la concepción timorata de que el ciudadano piensa con el bolsillo y no es capaz de ver sus intereses de manera global. Lo que implica un gradualismo moderado como hemos dicho. Ahora bien, de eso se trata: de aprovechar el proceso electoral de campaña para ganar conciencias con ideas que irremediablemente confrontan la ideología dominante del bloque transicional. De trabajar la hipótesis contraria. Que es posible pasar al sector público 20% de la propiedad de las grandes empresas estratégicas del país y del sector financiero (las que corrompen) y tener educación y salud pública gratuitas, mejores salarios y un régimen de pensiones que permita una vida digna. Pero para esto hay que necesariamente construir una fuerza política ciudadana y trabajadora, remover las estructuras políticas económicas y también mentales.
El conflicto social es un dato de la política. Hay que enfrentarse a los reflejos y habitus anquilosados de una clase capitalista empresarial que sólo vive para el lucro y encuentra refugio en un Estado que los protege (es la pega de Valdés, fue la de Velasco y de Larraín).
Lo que no ha entendido la elite del Frente Amplio es que hay que imponerles los cambios a la oligarquía propietaria y mediática. Con la fuerza social de un proyecto político que ofrezca soluciones innovadoras. Y, el Frente Amplio, todo lo indica, a partir de las intervenciones de su dirección y candidata, optó por sacar certificado de buena conducta de niños buenos ante los dueños de Chile. Es parte de la táctica electoral. Al institucionalizarse se adopta el discurso del cambio gradual. Y en ese terreno gana la oligarquía. El fenómeno ocurrió con la Concertación y a menos de una sacudida desde la base del FA, se seguirá el camino de la moderación y la pendiente de la desilusión.
Escrito por Leopoldo Lavín Mujica