Inicio Análisis y Perspectivas 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐂𝐑𝐀𝐂𝐈𝐀 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄: 𝐄𝐋 𝐆𝐑𝐀𝐍 𝐒𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐎𝐆𝐑𝐄𝐒𝐈𝐒𝐌𝐎 𝐍𝐄𝐎𝐋𝐈𝐁𝐄𝐑𝐀𝐋

𝐃𝐄𝐌𝐎𝐂𝐑𝐀𝐂𝐈𝐀 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄: 𝐄𝐋 𝐆𝐑𝐀𝐍 𝐒𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐎𝐆𝐑𝐄𝐒𝐈𝐒𝐌𝐎 𝐍𝐄𝐎𝐋𝐈𝐁𝐄𝐑𝐀𝐋

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por Franco Machiavelo

El espectáculo de la cumbre de mandatarios autodenominados “progresistas”, bajo el pomposo eslogan de “Democracia Siempre”, es una puesta en escena digna del más cínico guion político del siglo XXI. Un evento que aparenta ser una oda a la defensa de las instituciones democráticas, mientras sus protagonistas son los mismos que han legitimado, profundizado y maquillado el sistema neoliberal que asfixia a los pueblos que dicen representar.
 
Detrás de los discursos grandilocuentes, los abrazos entre mandatarios y las declaraciones de compromiso con “la justicia social” y “los derechos humanos”, se esconde una verdad ineludible: estos gobiernos progresistas han sido gestores leales de un modelo capitalista en descomposición. Un modelo que multiplica la desigualdad, destruye el medioambiente, mercantiliza todos los aspectos de la vida y se blinda con represión cuando la protesta popular amenaza romper con la falsa armonía democrática.
 
Desde Chile hasta Brasil, desde Argentina hasta Colombia, estos mandatarios han reciclado las promesas del pasado sin tocar las estructuras del poder económico. Hablan de justicia, pero permiten que las transnacionales sigan saqueando los recursos naturales. Hablan de inclusión, pero sostienen sistemas tributarios regresivos que castigan a los pobres y privilegian a los ricos. Hablan de derechos humanos, mientras reprimen, encarcelan y vigilan a activistas, pueblos indígenas, defensores del territorio y sectores organizados que exigen transformaciones reales.
 
La cumbre “Democracia Siempre” no es más que una operación de relaciones públicas. Una vitrina donde los gobiernos neoliberales con rostro humano intentan lavarse la cara frente a un continente convulsionado, hastiado de discursos sin contenido. Un intento de blindarse frente al desprestigio creciente de las instituciones políticas que, lejos de representar al pueblo, actúan como gerentes del capital.
 
En lugar de romper con el neoliberalismo, estos mandatarios lo han modernizado. Han aprendido a hablar su lenguaje con sensibilidad social: inclusión financiera, transición energética “verde” manejada por corporaciones, seguridad con enfoque comunitario… Todo mientras el modelo de acumulación se mantiene intacto.
 
En el fondo, la cumbre “Democracia Siempre” es una trinchera para frenar la posibilidad de que emerjan verdaderas alternativas. Es el progresismo como contención, no como emancipación. Es la reforma cosmética para evitar la transformación profunda. Es el intento desesperado de renovar un sistema capitalista que ya no tiene respuestas para las grandes crisis de nuestro tiempo: la crisis climática, la crisis migratoria, la crisis de representatividad, la crisis de sentido.
 
Pero los pueblos no olvidan. Saben distinguir entre democracia real y democracia de cartón. Saben que la verdadera democracia no se defiende en cumbres elitistas, sino en las calles, en las asambleas territoriales, en las luchas por soberanía, dignidad y justicia.
 
Por eso, lo que hoy se impone no es otra cumbre de mandatarios hipócritas, sino una contra-cumbre desde abajo, que cuestione el sistema en su raíz y construya un nuevo horizonte que no tema pronunciar lo que ellos evitan a toda costa: anticapitalismo, descolonización, justicia ecológica, poder popular.
 
Mientras tanto, lo que vimos fue solo eso: un show. Un triste chiste. Un monumento al autoengaño de una élite progresista que ya no tiene nada de revolucionaria… y que, en el fondo, tiene tanto miedo como la derecha a que el pueblo despierte.
 
 
 

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