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Allende y el golpe de Pinochet, pensando el presente

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Julio A. Louis
Voces 917

El 11 de setiembre de 1973 perdura como una fecha nefasta para el pueblo de Chile y los restantes de Nuestra América. Ese día el Gral. Pinochet -personero directo de los intereses imperialistas yanquis- consuma el golpe de Estado y el Presidente Allende, dando ejemplo de ética socialista, muere sin rendirse en la bombardeada Casa de la Moneda.

Antecedentes y motivaciones del golpe

Chile posee una rica tradición de lucha proletaria y socialista. En los siglos XIX y XX se forman las primeras organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores que también sufren masacres sangrientas. Durante la crisis de los años 20 y 30, la influencia británica es desplazada por la norteamericana y la burguesía industrial, apoyada por las capas medias y el movimiento obrero, accede al poder. Son tiempos violentos, de juventudes fascistas que usan camisas azules, y en el caos, sorprende un golpe de estado (4 de junio de 1932) respaldado por el jefe de la fuerza aérea, Mármaduke Grove, apoyado estudiantes y obreros, que establece una “República Socialista” que solo dura diez días.

En 1938 llega a la presidencia Pedro Aguirre Cerda, candidato del Frente Popular, un conglomerado de partidos de centro y de izquierda. Abre una etapa de prolongada democracia liberal y de expansión de las industrias de sustitución de importaciones. Son décadas de fuertes contrastes, de reformas sociales que favorecen a las capas medias y sectores obreros urbanos, mientras que en el agro persiste el latifundio y vastas masas campesinas son mantenidas en la marginalidad, muy en especial, la principal etnia originaria, la mapuche. El movimiento obrero gana amplio espacio legal, pero también sufre represión.

La década del 60 y principios de la del 70 son de crisis de la economía de sustitución de importaciones y del régimen democrático. La izquierda es fuerte, con sólidos partidos socialista y comunista. Hay incluso movimientos guerrilleros. Finalmente, una fisura en la clase dominante, permite al socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, ganar las elecciones de 1970 con el 36% de los votos frente al demócrata cristiano, Tomic con el 28% y el candidato de la derecha, Alessandri,con el 35%. Apoyado en la Central Única de Trabajadores debe enfrentar situaciones de violencia para impedir su acceso al gobierno.

Pero, conquistado el gobierno, se logran importantes éxitos: se nacionaliza gran parte de la riqueza nacional (minas y bancos); se entregan vastas extensiones de tierra a los campesinos; se logra una más equitativa distribución del ingreso; se alcanza un notable incremento de los niveles de empleo, de consumo y de servicios sociales; 10.000 ciudadanos de los países vecinos hallan refugio política en tierras chilenas. Esos éxitos y el respaldo firme de la clase trabajadora politizada, le permiten a Allende volver a triunfar en las elecciones parlamentarias de 1973, con 8% más del voto popular , hecho sin precedente en la historia de Chile. Y, obviamente, desata el golpe militar apoyado por los Estados Unidos. De ese modo, el imperialismo vence al país de la región ubicado más a la izquierda, y suma otra perla al collar de la Doctrina de la Seguridad Nacional, tras dominar a Paraguay, Brasil y Uruguay.

Cómo opera la reacción

Cuando Allende asume la presidencia el 3 de noviembre de 1970, controla solo el Poder Ejecutivo, pero limitado por el Congreso, que le impide intervenir en los asuntos militares, hecho sin precedentes. Durante los tres años, carece de mayorías en el Congreso, la Suprema Corte rechaza muchas de sus reformas y los militares se aprestan a intervenir. Presionado por la derecha e izquierda, Allende hace concesiones graves a la reacción. Sin embargo, con la amenaza revolucionaria creciente, Henry Kissinger expone a un grupo de directores de periódicos de Chile, que Allende podía convertirse en un “ejemplo contagioso” que “infectaría” a los aliados de la OTAN en el sur de Europa. Y la C.I.A. aportará millones de dólares a la campaña para desestabilizar su gobierno. Financia manifestaciones de “ollas y sartenes” de damas de la alta burguesía clamando contra la falta de alimentos, ( mientras el gobierno programa dar leche gratuita a los niños de las escuelas); apuntala a camioneros huelguistas para paralizar la economía; financia al grupo pro nazi “Patria y Libertad”, cuyos miembros participan en incontables ataques terroristas; los préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID ) disminuyen de más de 100 millones de dólares a fines de los 60 a menos de 20 durante el gobierno de Allende; barcos de guerras estadounidenses realizan con fuerzas navales chilenas maniobras militares frente a las costas de Valparaíso, allí donde la Marina iniciará el golpe de Estado.

Los enemigos de ayer son los de hoy

Diferente es la situación de los años 70 y del presente. Pero el modo de operar del imperialismo y sus lacayos, tiene analogía con las acciones desestabilizadoras contra el gobierno de Maduro. Entre Allende y Maduro hay diferencias, pero los une la lucha antiimperialista, y su intención socialista.

En todo caso, si algo hay que aprender en el presente de la experiencia de Allende, es a tener mano dura contra los enemigos de los pueblos. Y además, saber en esta época de “globalización” que ninguno de nuestros pueblos -más allá de victorias parciales- podrá liberarse de la explotación imperialista y capitalista, sin que la revolución asuma escala continental, y más aún, planetaria. Hay que volver a las raíces del pensamiento socialista, a Marx y Engels, que plantearon que la victoria definitiva del socialismo y del comunismo, tendrá escala planetaria, la misma que posee el sistema capitalista. Y que es impensable y reaccionario, creer que tal o cual país alcanzará estos objetivos de forma aislada. Sin perjuicio de defender a las “patrias chicas” en que hemos nacido y vivimos (Uruguay, Chile, etc.) y de promover la unión de Nuestra América -al decir de Martí y de Chávez- es preciso robustecer la acción internacionalista contra el gran capital trasnacional, que enfrenta a los Estados Nacionales que defienden la soberanía contra sus fines explotadores.

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